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Cubanos

Mientras tanto… los cubanos se mueven

por Gustavo Arcos Fernández-Britto 26 septiembre 2022
escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto

Hace una semana, en La Habana, un grupo de jóvenes aspirantes a la facultad de medios de la Universidad de las Artes (FAMCA) realizaba sus exámenes de aptitud. Para el ejercicio final debían imaginar una historia, que en forma de película o dramatizado radial tenían que exponer ante el tribunal. Se les dieron varios pies forzados (¿extraídos de un cancionero de Ricardo Arjona?), invitándolos a construir sus relatos a partir de motivaciones muy generales como: desde mi ventana descubrí…,  te miré a los ojos y no te encontré, o yo nunca me fui, siempre he estado aquí.

No es la primera vez que se aplica este tipo de ejercicio, donde ellos pueden mostrar creatividad, habilidades para narrar, desarrollar personajes, idear una puesta en escena y ciertos conflictos. Debo decir que alrededor de cuarenta estudiantes de todo el país llegaron a esta instancia luego de superar varias pruebas. El proceso eliminatorio es duro, tenso y en múltiples ocasiones se torna dramático, porque de cierta forma está en juego el futuro de muchos de ellos.

Imagino sus rostros, sus angustias, deseos. Yo también pasé alguna vez por ahí, así que puedo fácilmente reconocerme en sus miedos, incertidumbres, sueños. Pienso especialmente en los muchachos que han llegado a La Habana desde sus provincias para presentarse a estos exámenes, conjurando todo tipo de adversidades, no solo formativas o económicas, sino también existenciales. ¡Cuántos sacrificios de sus padres y de ellos, pues algunos crecieron en ámbitos donde apenas existen prácticas artísticas!

Por eso no me sorprende que detrás de esas historias haya mucho de sus vivencias. Los relatos sobre violencia y separaciones, desarraigos y exclusiones, no fueron casuales. Sus miradas, lágrimas, gestos, no son impostados. No se habla con tanto sentimiento de la soledad, la vejez, los intentos de suicidio, la falta de afectos o el desamor, sin haber transitado por esos territorios. Dramas realistas, contemporáneos y descarnados, donde siempre alguien parece escapar hacia alguna parte.

Recuerdo que las historias que se contaban en otros años, también trasmitían angustia y temor ante la vida. Muchachas violadas o maltratadas, matrimonios rotos, padres agresivos, profesores corruptos, entornos criminales donde alguien engañaba o imperaba una doble moral. Nada que ver con la imagen idílica que mostraban los medios oficiales sobre nuestras escuelas y adolescentes. No eran simples ficciones. Era el testimonio de sus experiencias en los preuniversitarios en el campo o las ciudades, el servicio militar, la vida que conocían en sus barrios y comunidades.

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Jóvenes cubanos en el servicio militar. (Foto: Archivo)

Algunos colegas se preguntan cómo puede haber tanta oscuridad y desesperanza en la mente de estos jóvenes. Bueno, solo están siendo fieles al mundo que les rodea. Esa es también la imagen de Cuba grabada en sus ojos.  

Mientras tanto, en la televisión nacional el presidente se reunía con trabajadores de la empresa eléctrica. El país lleva meses prácticamente paralizado ante el crónico déficit de energía, pero el sector no solo enfrenta los problemas de obsolescencia tecnológica, sino que también carece de fuerza laboral porque sus empleados están renunciando. La única solución que se le ocurre al mandatario es decirle a los administradores que demoren el papeleo, o los convenzan para que no abandonen, porque toda esta situación pasará muy pronto. Es algo transitorio, afirma el presidente, quien prometió que para diciembre todo el problema electro-energético estará resuelto.

A veces pienso que nuestros dirigentes creen que los ciudadanos tenemos amnesia; pero ya hemos pasado por ahí, no una, sino múltiples veces. Proyectos, campañas, discursos, planes y consignas triunfalistas han inundado y acompañado nuestra existencia durante décadas.

Promesa y sacrificio, son el feliz matrimonio que hace apenas dos años celebraba en la Cuba revolucionaria sus bodas de diamante. No hay pareja que guste más a las autoridades y sus voceros que esta. La táctica es mantener siempre a la gente ocupada en alguna «grandiosa» labor, que los llevará hacia adelante y hará de la Isla un país mejor. De ahí que todo cuestionamiento sea visto como impugnación al sistema o modelo, siempre trazado por el Partido, que «sabe lo que hace».

Así, tuvimos una Campaña de Alfabetización, un Plan Niña Bonita, un Cordón de La Habana, las UMAP, una Ofensiva Revolucionaria y una Zafra de los diez millones. Luego, cuando el sueño se vino abajo, aparecieron la Rectificación de errores, el Plan alimentario, los hidropónicos, el plátano microjet y los Contingentes de la construcción. Más adelante, la Batalla de ideas, los Lineamientos y ahora el Ordenamiento. ¿Cuántos recursos han consumido esas… tareas? ¿Y cuánto de nuestras mejores energías, tiempo de vida y esfuerzos hemos empleado en ellas?

De un macroproyecto pasamos a otro, que en esencia es el mismo pero con diferente nombre. Todo vuelve a repetirse, pero en una espiral cada vez más perversa en la medida que son actos que —especialmente en las últimas décadas—, no generan beneficios duraderos ni progreso real. Tal cuestión no le importa al Partido, totalmente consumido por su propia inercia, palabrería y soberbia. Lo terrible es que en ciertas instancias consideran que así mantienen viva a la Revolución.

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¿Cuántos recursos han consumido esas… tareas? ¿Y cuánto de nuestras mejores energías, tiempo de vida y esfuerzos hemos empleado en ellas? (Foto: ¡Ahora!)

Como los primeros que la han destruido —anulando sus propósitos y significados—, son muchos de los que dicen defenderla, cada día hay más ciudadanos que toman distancia de todo ese teatro de ilusiones y apariencias. La gente se cansa, abandona, se agota. No es solo una cuestión de ideología, es también ya un distanciamiento que se produce en lo físico, manifestado en los cientos de miles que emigran o se apartan.

Renunciar a un puesto de trabajo, pedir licencias, no cumplir un servicio social, abandonar los estudios, buscar una beca, proyecto o práctica fuera del país, quedarse incluso en casa para «luchar», son articulaciones que muestran también un disenso hacia lo que el Estado representa o promueve. Una forma de decir: ¡basta!

Ni siquiera el aumento de salarios o los incentivos que en algunos sitios se han aplicado para atraer a nuevos trabajadores, tienen ya significado. Sectores como el turismo o las telecomunicaciones, que años atrás resultaban tentadores y competitivos para el mercado laboral, tienen ahora mismo miles de plazas vacantes. Con una moneda tan depreciada el valor del trabajo carece de utilidad, porque la vida hay que buscársela en otra parte.       

Deportistas, intelectuales, médicos, profesionales y técnicos se marchan en cuanto tienen la primera oportunidad. Ya es raro encontrar alguna familia que no esté viviendo la angustia de esas partidas y separaciones, pendiente de las llamadas o noticias de sus hijos, quienes cruzan no solo el mar, sino también las selvas y el desierto.

Como una mueca a la historia y a toda la vacua propaganda oficial emitida durante décadas, la gran mayoría de esos emigrantes, gente talentosa y joven, tiene como destino y horizonte de realización personal al «imperio del mal».

Cuba es hoy un país completamente dependiente del capital extranjero, no importa si lleva el nombre de remesas, préstamos, ayudas o inversiones. Una nación endeudada y por tanto debilitada que, como un peón, debe moverse en el tablero de la geopolítica según los intereses de las grandes potencias. Ya no es faro de nadie, porque ni siquiera tiene energía para mantenerlo encendido.

¡Revolución, tanto que nadaste para morir en la orilla!

Mientras tanto, en Europa, Canadá y Estados Unidos el cine cubano independiente se abre paso. No son películas del ICAIC, no han sido aún exhibidas en Cuba. Quizás demoren en hacerlo. Sus realizadores o artistas alguna vez pasaron por la facultad de medios y también contaron o inventaron las historias de sus vidas.

Es lo que hace ahora Carlos Lechuga al presentar su más reciente filme Vicenta B (2022), rodado en localidades del Vedado y Guanabo hace un par de años. Inspirado en la vida de su propia abuela, Carlos desea hablar de la familia cubana y de cómo esta, cada vez más, siente la pérdida de toda esperanza. Vicenta ha visto partir a su hijo y eso la ha dejado sin fuerzas.

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Ella, que siempre fue capaz de leer el futuro a través de las cartas, ahora no tiene respuesta a las incertidumbres y angustias de los que la visitan pidiéndole ayuda. Miedo, parálisis, exilio, renuncias, vacío. Sensaciones extrañas que Carlos Lechuga conoce muy bien, pues transitó por todas esas experiencias cuando su obra anterior, Santa y Andrés (2016), fue prohibida por el entonces ministro de Cultura, Abel Prieto.

Censurar, amenazar, silenciar. Tres acciones que rodearon la vida del poeta Heberto Padilla a inicios de los años setenta. Pavel Giroud, desde España, lleva a la pantalla el vía crucis del conocido intelectual cubano, rescatando para su documental, El caso Padilla (2022), imágenes de archivo, testimonios y momentos inéditos que desnudan el macabro juego del poder contra las figuras que le son incómodas.

El socialismo nunca se ha llevado bien con sus críticos, menos aún si estos son intelectuales que denuncian, a través de sus obras, los males del proceso. Padilla fue detenido por «conspirar contra la Revolución» y luego de casi cuarenta días de arresto apareció en la UNEAC haciendo su famosa autoinculpación. El mea culpa fue tan exagerado y absurdo que se ha interpretado como una burla a sus propios captores.  

Como en otros filmes documentales de cineastas cubanos en años recientes, Pavel revisita la Historia desde otras perspectivas, adentrándose en uno de sus episodios más oscuros y olvidados, para encontrar no solo las claves de su nación, sino también para develarnos cómo los instrumentos del mal operan sobre las conductas humanas.

Pavel sabe que todas esas articulaciones perversas del poder siguen presentes en la Cuba de nuestros días. Los interrogatorios, las denuncias, el acoso, las regulaciones y la vigilancia no terminaron con el caso Padilla.

CubanosMientras esto sucede, un conglomerado de medios financiados por el Partido y su Departamento Ideológico se expande aceleradamente por las plataformas oficiales de comunicación.

Los nuevos empoderados no tienen freno, y muchas veces ni siquiera ética, porque no se puede emitir un discurso crítico hacia tus rivales (que no estaría mal) y reproducir los mismos gestos o métodos que cuestionas. Dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Acomodados en su tribuna, la televisión y prensa nacionales, pueden decir lo que quieran, atacar o sembrar sospechas, sin permitir luego el debate o la réplica de sus víctimas en el mismo espacio, así que: ¡Yo hablo y tú te callas!

¿Dónde está entonces el punto? ¿Por qué debo abrazar sus ideas, si responden a un fundamentalismo que debe ser superado? Nuevos conductores, blogueros, influencers, realizadores y periodistas se consideran la fuerza moral de la Revolución, sus salvadores, no importa si tienen que utilizar rostros y perfiles falsos para ello, a fin de cuentas, en el mundo virtual a quién le importa eso. Son los actores y actrices que cumplen disciplinadamente su rol en el teatro o juego de apariencias en que se ha convertido la Revolución.   

Como una secta, se citan en determinados espacios donde siempre confluyen las mismas personas, a escuchar a dos o tres artistas que les siguen la corriente y deben rotarse para cubrir las actividades del mes. Mientras conversan y beben, en las pantallas del local se pasan videos de Buena Fe y del programa Con Filo, así cargan energías para enfrentar a los «enemigos y mercenarios» un día después.    

Obsesionados con «desmantelar las manipulaciones del imperio», se entretienen en todo tipo de boberías mediáticas, armando editoriales, «artículos de opinión» e intervenciones públicas alrededor de ello. Descalificar al sujeto resulta esencial. Un post de Facebook, un comentario en redes sociales, las directas que un bloguero cualquiera emite en su canal personal; son sobredimensionadas y tienen que ser respondidas de inmediato por nuestros «especialistas de la comunicación», empleando tiempo, recursos y energía.

Es la cultura de la guapería institucionalizada por el poder. Son como los niños de una escuela primaria, que se citan a las cuatro de la tarde para caerse a piñazos en el patio de la escuela.

Y es que no puede hablarse de ética, valores y principios, si no se empieza por limpiar toda la basura que tienes en tu propia casa. Pero no, es más cómodo y seguro hablar de lo mal que está el planeta porque, a fin de cuentas, la UJC o el Partido les dieron casa y privilegios en La Habana.  

¿Qué más da lo que sucede en otras partes, si aquí ocurren cosas similares o peores? ¿Dónde están tu integridad, tu moral, tus principios si miras hacia otra parte mientras el país se derrumba a tus pies? Las estadísticas no me sirven. No resuelven la miseria, el hambre o la violencia que ahora mismo se expande por toda la Isla. No consuelan a los padres que ven partir a sus hijos, ni a las niñas o mujeres que son maltratadas y asesinadas. No ponen alimento en la mesa, no arreglan una vivienda, no hacen mejor la vida de los ciudadanos.

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No ponen alimento en la mesa, no arreglan una vivienda, no hacen mejor la vida de los ciudadanos. (Foto: Laura Rodríguez Fuentes/CubaNet)

¿Cómo puede hablarse de un socialismo más humano si tenemos un sistema que cada día, por su ineficacia y algunas leyes, empuja a los ciudadanos hacia la deshumanización?

Si desde el Gobierno o Partido (que son la misma cosa) se emite una disposición que genera enorme descontento popular, o coloca a la ciudadanía al borde del colapso, el problema no está en «los enemigos de la Revolución» ni en el bloqueo, sino en aquellos que la suscribieron utilizando su nombre.

Rechazar, protestar, ejercer el activismo social en alguna de sus formas, no es ir contra la paz de la nación, es oponerse a los que, al dictar tales leyes, parecen empeñados en provocar el caos. Un cartel contra el gobierno, una canción, un filme, no generan ningún tipo de crisis social. En cualquier caso, serían un eco, una señal que debe atenderse, de que las cosas marchan mal.

Sin embargo, una ley dictada por el gobierno caerá sobre los hombros de millones de ciudadanos y sus familias. Si hay alguien a quien debe sancionarse por desestabilizar al país, no es a aquellos que escriben un texto, hacen un performance artístico, un video, o se expresan en las redes sociales; pues sus «gestos subversivos», por demás legítimos, no tienen el más mínimo impacto en la vida de los ciudadanos, como sí lo tienen las decisiones del gobierno.

Ni el imperialismo, ni la CIA, ni el bloqueo pudieron con la Revolución cubana. No les hizo falta. Ella fue derrotada por los propios revolucionarios.

26 septiembre 2022 60 comentarios 3k vistas
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Enrique Colina y los críticos del hortelano

por Alejandro Muñoz Mustelier 30 octubre 2020
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

La muerte de Enrique Colina es un golpe para el cine y la crítica cubana. Pocas veces se ha visto en la televisión nacional forma tan eficiente y amena de diseccionar una película, con la objetividad a que el oficio obliga, ni la motivación a consumir cine de quienes seguían su programa. Salvo excepciones, quizás profesionales así estén extintos porque la relatividad del arte existe en su misma esencia y de ahí se agarran la mediocridad y la corrupción para hacer de las suyas, alegando que no hay arte malo, sólo arte, de modo que ponderar esta u otra obra depende de la subjetividad del individuo.

Si fuera así, todos los críticos podrían tomarse la vida sabática o probar suerte en otros campos más útiles: la cienciología, las artes adivinatorias, el estudio de la hidrología del Sahara. Por suerte no es así, ya que el arte, como sistema al fin, puede ser sistematizado, de ahí que existan academias, teorías y movimientos, y que la calidad o trascendencia de una obra sean palpables. Por eso la crítica es un elemento esencial en el desarrollo y consumo del arte, y Enrique Colina fue uno de sus mejores representantes.

Del mismo modo que la competencia -leal y justa- impulsa las economías, estableciendo puntos de referencias y saltos de calidad, la crítica logra asentar un precedente de calidad tanto estético como discursivo. Pero en los medios estatales cubanos, la crítica se ha tomado tan a pecho lo relativo del arte que incluso el mismo Marcelito Duchamp, al que le importaban nada el talento y la formación, hace muecas de asco. 

Esta relatividad a la hora de ejercer la crítica en Cuba se traduce en el ejercicio de validación de cualquier obra y de la legitimación mediática de los artistas atendiendo a afiliaciones institucionales, preferencias políticas o contactos -entiéndase palancas- que tengan. Nada tiene que ver con hacer disecciones estéticas serias, ni con orientar al público hacia el consumo de lo mejor de cada manifestación.

Esta crítica nacional es extremadamente inclusiva y es incapaz de evaluar con objetividad ya que está sujeta al presupuesto ideológico de defender lo propio, tomando en cuenta como tal a todo lo que surja de artistas inscritos en instituciones estatales, o sea, hacer una crítica objetiva, donde algunos salgan mal parados, sería devorar a los hijos al modo de Saturno. Por eso la prensa plana rebosa en elegías, panegíricos y alabanzas o lo contrario, en muchos casos se limitan a reseñar las obras.

La crítica se mueve entre la brevedad pobre de juicio, y un barroquismo técnico que deja afuera al público, como si el objetivo para el crítico fuera demostrar su dominio del tema, volviéndose endógena. O sea, estas críticas ultra especializadas sólo son material para los críticos mismos, ya que a veces ni los propios artistas alcanzan a entenderla. ¿Es su objetivo dejarnos a todos fuera? Enrique Colina no hacía así.

En cualquier caso, nos quedamos fuera, nos interesa un comino la mayoría de estas opiniones sosas o muy edulcoradas y seguimos forrajeando por aquí y por allá, como recolectores paleolíticos, un poco de “buen arte”. Por ejemplo, una noche en el teatro -y aquí hay mucho teatro- se vuelve incluso emocionante cuando, frotándonos las manos, preguntamos “qué me tocará, qué me tocará”.

Luego toca una obra que se aleja de nuestro gusto y ya lo emocionante se vuelve frustración, porque ir al teatro es de hecho un juego a la ruleta rusa, es apostar por todo lo alto- aunque las apuestas sean ilegales-. Sucede porque para los medios todas las obras son loables; las escenografías, impecables; y el argumento, inolvidable. Aquí yace el fenómeno de lo endógeno: al crítico mediocre de teatro le parece que una obra de teatro que hable de teatro es sumamente interesante –la repetición viene al caso-.

El cine también sufre del “trabajo” de la crítica, porque a pesar de que las muchísimas salas se mantienen vacías casi todo el año, si por arte de utopía el público se decidiera a asistir regularmente, no tendría otra orientación cinematográfica que la que reciben de uno o dos programas televisivos -estas son las excepciones-, a saber, La Séptima Puerta, Cuadro a Cuadro, Historia del Cine y las de otras latitudes llegadas en el El Paquete, o Netflix, que aunque a veces puedan ser críticas plausibles, toman de base a otro público y otras realidades.

Pero el problema no es sólo la ausencia de una crítica seria y objetiva así, por complacencia estatal, sino la existencia de la otra, la de los Carteles, las piñas y las mafias blancas, el intercambio de influencias y el contrabando de alabanzas. La televisión y la radio, por su inmediatez y masividad, quizás sean los medios más propensos a este fenómeno. El espacio que tuvo Enrique Colina en nuestra televisión fue la excepción, no la norma.

Aclaro que la cartelización de la crítica no es un problema sólo de Cuba, pero lo normal sería que hubiera, además de estos comerciantes de la opinión, un núcleo duro, consistente e imparcial como referencia, y aquí este núcleo, si existe, es invisible. Estará sentado en las academias, o criticando desde medios artísticos online, alternativos, desapercibidos para la mayor parte del público que sigue teniendo en la prensa plana, la radio y la televisión su pan de cada día.

Lo curioso es que el arte mismo ha superado a la crítica en su primaria función de criticar. Abel Prieto, ex Ministro de Cultura, dijo que “hacer crítica al sistema desde el arte era un acto revolucionario” y el arte, quizás la actividad creativa humana más perseguida de todos los tiempos, ha logrado en la Cuba actual un cambio de rumbo para empezar a ocupar su papel cuestionador y crítico de la sociedad, la política, el humano en sí. Entonces, ¿por qué la mismísima crítica de arte obvia descaradamente su principal objetivo? Hacen falta más críticos como Enrique Colina, que no temía a cumplir su parte.

Ya es hora de crear espacios donde se diseccione de verdad el arte, se hagan visibles las críticas a libros cubanos, y así los libros mismos, sin presuponer que porque hayan sido lanzados -más bien, arrojados sin ganas- por editoriales nacionales, hay que alabarlos; donde al fin haya sinceridad con la música, y no se cambien adjetivos lisonjeros por ceucés –pronto por ceupés-, aunque esto deforeste el panorama musical cubano y queden en desuso muchas latas y palos.

Donde cualquier creador de performances no llegue a la gloria tomando las mismas latas y palos para hacer una instalación; donde se sepa bien a dónde mirar, qué esperar, porque a pesar de que para gustos los colores, necesito saber el color para ver si va con mi gusto, y así evitar la monocromía cultural en que se está sumiendo la isla.

En esencia, es necesario abrir camino a la crítica de arte real, porque no es un problema de ausencia de críticos profesionales: desde los artículos académicos hasta los medios alternativos se puede observar una profusión de trabajos bien pensados, objetivos y orientadores, y haciendo la salvedad de algunos críticos de medios estatales, como Rolando Pérez Betancourt, Mario Masvidal, o los fallecidos Rufo Caballero o el mismo Enrique Colina -aquí faltan algunos-, lamentablemente la visibilidad de las críticas de calidad, y por consiguiente, de las obras y artistas en cuestión no es óptima.

Sigue la mayoría del público en el forrajeo, usando las referencias elementales como opiniones de amigos y vecinos o apostando a portadas a la hora de leer un libro, a carteles a la hora de ver una obra de teatro, y a Carteles a la hora de entender los valores musicales de alguna canción. Mientras, los espacios nacionales -radio, televisión y prensa plana- siguen ocupados por la Crítica Relativista Hortelana, que ni critica, ni deja criticar. Sí, la muerte de Enrique Colina es un golpe para el cine y la crítica cubana.

30 octubre 2020 6 comentarios 862 vistas
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noticiero icaic

Rescatar la crítica del Noticiero ICAIC

por Enrique Colina 28 octubre 2020
escrito por Enrique Colina

En el recién terminado 2019 se conmemoró un aniversario más de la creación del ICAIC, del Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por el cineasta Santiago Álvarez y también del centenario de su nacimiento. La obra de Santiago Álvarez ha sido profusamente elogiada como expresión de un periodismo revolucionario militante que, a través de reportajes marcados por la impronta artística documental de su particular autoría, ha salvaguardado para la memoria histórica nacional e internacional acontecimientos relevantes de la Revolución Cubana y una constante denuncia contra la injerencia imperialista a nivel mundial.

Sin embargo, la obra de Santiago en el noticiero no se circunscribe solamente a su trabajo como cineasta, hay que reconocerla también como director de este espacio periodístico semanal, que abrió sus puertas a jóvenes que comenzaban a entrenarse como realizadores dirigiendo, bajo su tutela, muchas de las ediciones de su producción semanal. Santiago aprobaba el plan temático de las filmaciones, supervisaba en la mesa de edición el montaje final antes de enviarlo al corte de negativo e impresión de copias en el laboratorio, y asumía la responsabilidad y defensa de los noticieros críticos.

Su aniversario se inscribe en las incontables conmemoraciones, celebraciones, efemérides y galas que se promueven públicamente a través de los medios de información siguiendo el patrón político propagandístico vigente. Fechas afirmativas de una identidad cultural y nacional, todas inscritas en el ideal épico y humanista de la Revolución, siempre subrayado por ese solemne y devoto ritual de reconocimiento a la memoria de aquellos acontecimientos y personajes, modelos fidedignos para su continuidad.

Sucede que la información y la interpretación de la memoria histórica de los procesos políticos está y ha estado siempre en función de los intereses ideológicos dominantes del presente y esto contribuye a que cierta tendencia conservadora del momento, corra una cortina de silencio sobre aquellas manifestaciones preteridas del pasado cuya interpretación actual exprese una incómoda visión crítica del devenir, siempre con el pretexto de preservar en los medios solamente los valores positivos de nuestro proceso social.

Hablar del noticiero, de las películas y documentales del ICAIC supone insertarlos en el debate que durante años de Revolución ha mantenido y mantiene en pugna ideológica a los que pretenden imponer una visión dogmática y censora contra lo que califican de “Diversionismo Ideológico” que da armas al enemigo; y aquellos que defienden la visión más abierta y contradictoria de una realidad en constante cambio, sin que por ello se banalice la agresión imperialista contra la que seguimos luchando.

Obviar la información sobre los errores y sus causas impide rectificar lo mal hecho y atenta contra el derecho ciudadano de conocer el grado de eficiencia con que afecta su calidad de vida la gestión administrativa de su gobierno.

En las primeras etapas de consolidación del proceso revolucionario, amenazado y agredido por el Imperialismo norteamericano, la ayuda económica y militar que la URSS ofreció a Cuba para la supervivencia de su Revolución contribuyó a fortalecer el peso político de una de las tres organizaciones políticas que apoyaban a la Revolución (el Partido Socialista Popular, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el 26 de Julio).

De esas Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), la procomunista del PSP aprovechó aquella dependencia de la URSS para fortalecer su influencia ideológica privilegiando y copiando del modelo soviético su tendencia censora y sectaria, la que intentó aplicar en su valoración de lo que consideraba o no revolucionario, lo que debía o no ser informado, impuesto y aceptado públicamente.

Así sucedió en los años 60 con la intención del director del periódico Hoy, Blas Roca, en el polémico debate que sostuvo con Alfredo Guevara, Presidente del ICAIC, de solo exhibir filmes que cumplieran una función educativa y pedagógica del arte, controlando y prohibiendo la exhibición en los cines de las películas producidas en los países capitalistas.

Hasta mediados de los ‘60 las tendencias estaban en pugna, polemizaban y se ganaban o perdían batallas o espacios de uno y otro lado, pero es a finales de los ‘60 en 1968 y, en particular, después del revés de la zafra del ‘70, la entrada de Cuba al CAME y la celebración del Congreso de Educación y Cultura del ’71, donde ganan predominio los dogmáticos.

Así sucedió con prohibiciones y acosos injustos, determinados por prejuicios históricos y diversos, como había acontecido ya con el internamiento de homosexuales y religiosos en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP); con la excomulgación política a renombrados escritores por considerar su obra no revolucionaria; y a la “parametración” teatral que prohibió trabajar en el escenario a connotados actores y directores del teatro nacional cuyas obras habían dado popularidad y colocado a esta manifestación artística en la cima de los logros culturales de la Revolución.

El 9 de septiembre de 1970, a través de la revista Verde Olivo, se cuestionó oficialmente, y se tildó de “diversionismo ideológico”, el debate que a nivel internacional se estaba produciendo en torno a la interpretación soviética que se hacía del marxismo-leninismo y de su carácter “científico”. Esta inquietud político-filosófica encontró eco en la revista Pensamiento Crítico, la cual fue censurada y sus colaboradores tachados de ser portadores de posiciones teóricas inadmisibles.

En 1977,  luego de la apertura informativa generada al crearse en 1976 la Asamblea Nacional del Poder Popular y de superarse esa etapa sectaria y conservadora de acoso intelectual y artístico conocida como el “Quinquenio Gris”, jóvenes directores como Daniel Díaz Torres y Rolando Díaz iniciaron con sus reportajes periodísticos una denuncia crítica, marcada por un fuerte acento irónico en su expresión, en contra de la ineficiencia burocrática manifiesta en el deterioro de las calles de la ciudad; en el mal servicio gastronómico; en la falta de mantenimiento y chapucerías en las construcciones; en el incremento de los vertederos y basureros en barrios y vías urbanas; en los servicios del transporte público; telefonía, etc.

Uno de los más connotados noticieros de esta producción fue el de Daniel Díaz Torres titulado, La Ventana. En esta edición se criticaba el deterioro de cientos de ventanas de madera expuestas a la lluvia y a la humedad por un mal almacenamiento, confrontando a los que las producían con el abandono y la desidia de los responsables de su distribución y preservación.

Estos señalamientos críticos se redujeron al principio de los ’80 cuando los acontecimientos del Mariel confirmaron un descontento latente y bastante generalizado por carencias en la mejoría del consumo y la calidad de vida. Cabe señalar que el tratamiento que se dio a la información sobre este inesperado suceso en la embajada y su posterior desenlace migratorio (gracias a la autorización oficial para el éxodo masivo) volvió a tergiversarse y se atribuyó al carácter de escoria de sus protagonistas, así sirvió para alentar los lamentables y dirigidos actos de repudio, presentados como espontáneas reacciones populares contra los que optaron por el exilio.

Sin embargo, la reacción a esta crisis fue la de mejorar una oferta de consumo a través de un mercado estatal paralelo y la autorización a particulares de administrar agro-mercados y ferias artesanales. Esta etapa de prueba se caracterizó por un “tira y encoge” en su apertura y cierre, marcado por dos operaciones policiales contra vendedores acusados de enriquecerse, conocidos como “los macetas”. Una se realizó en el agro de Mariano, la operación “Pitirre en el Alambre”, y la otra conocida como la operación “Adoquín” que se ejecutó en la Plaza de la Catedral.

En 1981, se reanudó la producción en el noticiero ICAIC de este tipo de reportajes críticos. Pero bajo las amenazas del nuevo Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, renació el enfoque de plaza sitiada con el consiguiente cambio de la política informativa del Estado. A la par de la estrategia defensiva de “la guerra de todo el pueblo” se notó cierta atenuación en la intensidad del tono crítico y aparecieron muchos señalamientos indirectos y hasta subliminales, basados más en la actitud de denunciar algo mal hecho que en hallar las relaciones causa-efecto que facilitarían encontrar las soluciones de los problemas planteados.

En 1987 los vientos desatados por la Perestroika y la Glasnot para renovar el Socialismo en la URSS llegan a Cuba y producen un nuevo cambio de la política informativa del Estado, que crea bajo el auspicio de Fidel, un proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. En el Noticiero ICAIC aumentan el número de críticas, se  intensifica el tono directo, llegando a ser acusatorio e irónico en muchos casos –como en los noticieros de José Padrón— y humorístico –como los de Francisco Puñal.

Referidos todos a los recurrentes temas de ineficiencias administrativas: el transporte; el descontrol con el despilfarro de agua; el mal abastecimiento de la luz brillante para las cocinas; el abandono de las fábricas de hielo en la capital, alto número de divorcios y abortos en el país, las quejas de la población sobre la falta de coronas de flores para los fallecidos, el cual fue retirado de la exhibición un día después de su estreno y sobre todo, la práctica de confundir el Socialismo con el “Sociolismo”.

La realización de estos reportajes estaba inspirada en un pensamiento de Rabindranath Tagore, enmarcado y colgado en la pared de la oficina de Santiago: “Cuando se cierra la puerta a los errores, también la verdad se queda fuera”. Estos últimos noticieros fueron realizados por Francisco Puñal, Melchor Casals, Vivien Argilagos y José Padrón.

Algunos de los más debatidos fueron los de Padrón sobre los barrios insalubres permanentemente contaminados: Un día en las cuarterías de Atares-#1488, El barrio marginal del Aguardiente Coronilla-#1456, El Viandazo #1464, Los Albergados”-#1460. Este último reportaje, en particular cuestionado por la censura, refería la insensibilidad de los responsables de la situación de familias albergadas desde hacía diez años en un régimen de separación entre los hombres y las mujeres sin que se priorizara una urgente solución.

Bajo el impacto del Periodo Especial el noticiero ICAIC desaparece en el año 1990, así como la profusión de documentales críticos hechos por el ICAIC. Fue en este periodo que aparece el corto titulado Olfato Mutilado, de Irene López Kuchilán, que abordaba de manera metafórica que en la sociedad hay otro tipo de basura aparte de la que echa la gente en la calle.

Esta última etapa (1987–1990) de abordaje crítico contra las deficiencias administrativas tuvo una culminación siniestra con la realización en junio del año 1991 de la película, Alicia en el Pueblo de Maravillas, del director Daniel Díaz Torres, que en los años 70 había confrontado con sus noticieros críticos la experiencia que le permitió inspirarse en hechos reales para construir el argumento satírico del filme.

En él se narraba la vivencia de una joven instructora de arte que debía realizar su trabajo en ese pueblecito ficticio, remedo rural de un purgatorio fantástico, donde operaba el director mefistofélico de un sanatorio al que iban castigados y a lavar sus culpas los que habían cometido infracciones burocráticas. Considerado un filme contrarrevolucionario, su aprobación para la exhibición pública provocó la injusta destitución del director del ICAIC, el cineasta Julio Gracia Espinosa, y el propósito de hacer perder al ICAIC su autonomía institucional.

El 13 de mayo del 91 el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros decidió crear una comisión para fusionar ICAIC-CINE ICRT-CINE-ECTVFAR. Al conocer la noticia publicada en el periódico Granma, que nació el grupo de los 18 directores de cine que protestamos contra esa intención, desencadenada por el filme Alicia… Sabíamos que lo que estaba detrás era acabar con esa “tendencia crítica” del ICAIC a realizar, no solo los noticieros sino también documentales y largos de ficción como Plaff, Papeles Secundarios y otros, que se preparaban en el tintero, como Adorables Mentiras. Producciones todas que contribuyeron a que los censores se refirieran peyorativamente a nuestros cineastas como, “los perestroikos” del ICAIC.

Afortunadamente, gracias a la intervención de Fidel, animada por la resistencia argumentada revolucionariamente que rodilla en tierra opusimos los directores de cine a esta censura –fue Santiago el que se encargó de hacérsela llegar a Fidel—, se dio marcha atrás, el filme fue reivindicado y gracias a este reconocimiento del error, el ICAIC pudo seguir haciendo películas en los años 90 de gran impacto social y de renombre internacional como Fresa y Chocolate, Guantanamera, Madagascar, Miel para Oshún, etc.

Sin embargo, la censura a películas y documentales producidos por el ICAIC o de manera independiente se ha mantenido, pero procurando la discreción en su aplicación. A partir de la crisis de los noventa se produjo el cierre espontáneo de la mayoría de los cines con la reducción del público potencial para ver los filmes. Por otra parte, la televisión nacional ha mantenido un estricto control selectivo del contenido de las producciones cubanas presentando solamente aquellas que no abordan temas críticos y conflictivos sobre la realidad.

Filmes como Melaza, del realizador Carlos Lechuga –sobre el efecto desestabilizador que produjo el masivo cierre de los ingenios azucareros en la vida personal y comunitaria de sus trabajadores—, y La Obra del Siglo, del director Carlos Quintela, –sobre la suspensión del proyecto para la instalación de una central electronuclear junto a la bahía de Cienfuegos—, son producciones no censuradas abiertamente, pero nunca presentadas por la TV Nacional.

Lo mismo sucede con los filmes “conflictivos” de la mayoría de jóvenes realizadores, cuya presentación y debate solo se circunscribe al recinto cerrado de la Muestra de Cine Joven. No obstante, las precauciones tácticas para evitar las prohibiciones oficiales explícitas, el siguiente filme de Lechuga, Santa y Andrés –donde se denuncia un injusto acto de repudio contra un escritor homosexual—, fue agresivamente censurado por representantes de la UNEAC y un alto asesor cultural, en contra de la opinión de varios cineastas que consideraron improcedente la decisión.

La confirmación de esa insistente actitud censora, que intenta preservar su espacio histórico en los medios de manera indirecta y solapada, lo fue, ya en el siglo XXI, el programa de la TV Nacional dedicado a celebrar la obra poética de Pavón, bajo cuya dirección se aplicaron las peores decisiones del “Quinquenio Gris”. Esto encendió la llamarada de protesta de artistas e intelectuales, a través de lo que se dio en llamar, “la Guerrita de los E-mails”, que condujo a una reunión pública en la Casa de las Américas.

Volviendo al Noticiero, toda esta información de alerta hecha bajo la tutela revolucionaria, comprometida y combativa de Santiago contra la censura, la remito al presente que hoy vivimos 30 años después de la desaparición del Noticiero ICAIC Latinoamericano, donde aquello que se denunció ha empeorado luego de la crisis del Periodo Especial que siguió a la desaparición de la URSS y de su ayuda económica.

La proyección actual de aquellos Noticieros críticos, realizados décadas atrás, confirmaría que muchos de los problemas señalados no se han resuelto, sino que han empeorado, y facilitaría establecer juicios, valoraciones y correcciones para optimizar el sano devenir de nuestro modelo socialista, el que la burocracia quebranta y vulnera con su dogmatismo hierático.

A pesar de todos los plenos, congresos y asambleas de la UPEC donde se hacen llamados a promover un periodismo crítico que active la conciencia ciudadana y promueva su sentido de pertenencia social, los medios masivos siguen omitiendo las causas de los fenómenos negativos que se manifiestan en la cotidianeidad de nuestras vidas, alterando también con su silencio la memoria histórica de un proceso que necesita asumir sus contradicciones para superarse.

Ahí están hoy los medios digitales alternativos, con sus buenos o malos propósitos, cuyo acceso masivo hace evidente esta carencia informativa, la que ya no se puede esconder impunemente sin afectar la confianza del ciudadano en el respeto a la verdad que le deben los medios de comunicación nacionales.

La mirada crítica hacia la inmediatez de su entorno en el día a día de una realidad marcada por un constante fluir de acontecimientos disímiles y a menudo conflictivos, es imprescindible para corregir y superar los errores precisando causas y responsables. Si, por ejemplo, se denuncia la indisciplina social en abstracto apelando solamente a la necesidad de desarrollar una conciencia de la pertenencia, solidaridad y el deber ciudadano sin la aplicación de medidas coercitivas, como multas o la obligación de pagar con trabajo para enmendar lo mal hecho en el área de servicio afectada por esa indisciplina, entonces todo quedará en el apelativo moral idealista y utópico desvinculado de su nexo concreto con la realidad material.

El Che hacía un llamado a la conciencia del trabajo voluntario, pero el primero en cumplir con su prédica era él. Esa indisciplina está referida a los mismos y añejos temas descuidados en la realidad de nuestro vivir cotidiano: vertederos de basura, mal servicio en el comercio; chapucerías en arreglo de calles; salideros de agua infecciosos y con mosquitos; problemas con el transporte público; cuarterías y viviendas apuntaladas; barrios marginales por el aumento de la población oriental inmigrante hacia la capital –conocidos sus miembros como “los palestinos” esa a la que los Van Van  dedicaron la letra de su canción, “La Habana que no aguanta más…”.

Inmigración que se gana la vida con la reventa de productos en el mercado negro por la ausencia de tiendas mayoristas; contaminación sonora ambiental que invade la tranquilidad de los espacios públicos sin una intervención policial, cuya mera presencia evitaría esas expresiones invasoras con su bullicio y la serie de concatenaciones sociales y culturales que arrastra.

Hasta ahora es bastante habitual que el propio aparato administrativo del gobierno a los niveles municipales inferiores no respete, viole y contradiga orientaciones hechas por las más altas instancias políticas del Estado y el Partido. El compañero Raúl Castro, Primer Secretario del Partido, y nuestro actual Presidente de la Republica, el Miguel Díaz-Canel, han insistido más de una vez en la convivencia social civilizada y educada de la población dentro del marco del respeto a la tranquilidad, consideración y decencia ciudadanas evitando esa polución sonora ambiental.

Ese ruido animado con reguetones y canciones de la peor calaña y vulgaridad, promovidas por los responsables “culturales” del Poder Popular en las ferias comerciales montadas en barrios de la capital, así como también sucede con la instalación de quioscos para el expendio de bebidas alcohólicas con sus respectivos acompañamientos “musicales”, en parques y lugares públicos rodeados de las viviendas particulares, agredidas por el ruido que no se apaga hasta altas horas de la noche.

A las denuncias hechas por ciudadanos contra esas malas prácticas se suma a menudo la insensibilidad, falta de seguimiento y falta de respuesta oficial por delegados de circunscripción, Gobierno y Partido municipales, incluidos sectores locales de la PNR que, ante lo que consideran infracciones menores (erróneamente no penadas legalmente) se conforman, si acaso, con llamar la atención a los responsables para que disminuyan un poco el motivo que dio razón a la denuncia… y cuando en el mejor de los casos esto se hace, se retiran y… ¡sanseacabó!, misión cumplida, los infractores vuelven a las mismas  y la vida sigue igual…

Esto confirma que para rectificar lo mal hecho y cambiar lo que debe ser cambiado es necesaria una crítica insistente, comprometida y acompañada de sanciones que luchen contra el inmovilismo de ese lánguido y parsimonioso burocratismo que venda los ojos y agudiza con su ineficiencia y desidia el efecto de su incumplimiento con las orientaciones y recomendaciones hechas por la alta dirección de la administración estatal.

Hoy en este proceso de transición generacional en el poder que vivimos se siente una voluntad de luchar contra esa parálisis conservadora, unas veces hipócrita y oportunista, y en otras ocasiones demasiado cautelosa y sin malas intenciones, pero sí equivocadas. Se ha sacado a los ministros de sus despachos y los han puesto a relacionarse y a seguir de cerca la actividad de sus funcionarios en el cumplimiento de sus tareas. Se trabaja también en la interconexión ministerial para disminuir las importaciones y aumentar las exportaciones para buscar soluciones a las carencias y no justificar con ellas el incumplimiento de los planes aprobados; se conmina a pensar con cabeza propia.

Ahora bien, existe el aislamiento burocrático y acomodado del dirigente segregado de la vida común y ajeno a las condiciones de vida que la población mayoritaria tiene que asumir diariamente.  Muchos de esos “cuadros” tienen asignados carros y chofer –que también utilizan para sus necesidades personales—, sin que necesiten desplazarse en una guagua del servicio público para ser puntuales en el cumplimiento de sus deberes; ni tampoco suelen habitar en zonas más comprometidas con la realidad concreta de pobreza en la que viven miles de ciudadanos ganando un salario exiguo y no en los barrios elegantes, antiguos reductos de la burguesía criolla.

No se les ve nunca participar en la limpieza de la contaminación en zonas costeras, ríos; o en las cosechas de productos agrícolas mientras alientan con sus arengas a que los campesinos y obreros se afanen en sus labores. En su lugar esta carencia no cesa  de ser sustituida por la tediosa, repetitiva y adormecedora propaganda transmitida por los medios de comunicación, basada en las celebraciones, efemérides, aniversarios, asambleas, congresos, medallas, diplomas de reconocimientos con su recital de consignas que semejan los ritos y los rezos de un culto religioso y conforman la rigidez de un sistema ideológico empeñado en las conmemoraciones robóticas y solemnes para confirmar el indiscutible carácter heroico, inquebrantable y único de nuestra Revolución.

Pienso que es necesario acabar con la sordera y la ceguera que excluyen de la información los temas que alimentan esa indisciplina social echándole la culpa a los infractores de la población sin indagar en las verdaderas causas del deficiente control administrativo que la propicia. Esto alimenta la manipulación informativa de nuestra realidad que a través de las redes digitales realiza el imperialismo para desacreditar nuestro sistema socialista, unida al incremento del bloqueo con el que pretende la asfixia económica del país.

Ahora bien, la manipulación informativa no es exclusiva de los medios de la derecha: la que reproducimos internamente nos daña vulnerando por omisión la posibilidad de rectificar los errores, condenando al sistema a sumirse en la ineficiencia, a su envejecimiento y al peligro de su extinción en un futuro no muy lejano, cuando los jóvenes que hoy mecánicamente corean consignas en las marchas y reuniones tengan que integrarse a un medio socio-económico y cultural que no satisfaga los requerimientos de sus expectativas y aspiraciones en su calidad de vida, precisamente por no haber alertado a tiempo los medios contra esos obstáculos inmovilistas.

Ahí está la alerta de Fidel en noviembre 17 de 2005, siete meses antes de su retiro por razones de salud, advirtiendo que la Revolución tenía como mayor peligro ser destruida desde el interior de ella misma. La realidad sigue su curso imparable de cambios conflictivos, los retos son inmensos y aún no hemos sacado en profundidad las lecciones de lo que pasó en la URSS y el Campo Socialista.

El cambio debe ir a lo esencial: fortalecer la conciencia individual ciudadana con medidas concretas de participación y también con regulaciones coercitivas. Dentro de estas coordenadas el NTV Nacional ha mejorado su presentación visual transmitiendo para el espectador la valoración del factor estético como motivación y demanda cultural implícita en la calidad de su imagen. También ha incorporado a locutores y periodistas negros en respuesta a la urgencia de dar una representatividad visual a nuestra cultura mestiza, aunque existen espacios complementarios como La mesa redonda donde el tema de un racismo agazapado, que todavía existe en nuestra realidad, debería ser debatido a calzón quitado.

Algunas veces se han hecho críticas socio-económicas y culturales más profundas y serias por buenos periodistas del noticiero, pero generalmente se pierde el tiempo y espacio dedicándoselo a temas reiterativos de las visitas del secretario de tal o más cual organización haciendo llamados a incrementar la producción, a no justificar los incumplimientos, etc. y ahí se queda el buen consejo.

Se pierde espacio y tiempo en la información sobre los innumerables congresos y asambleas de las múltiples instituciones y organizaciones (CDR, ANAP, FMC, UJC, ANIR, UPEC, CTC, etc.), algunas ya vaciadas de su contenido original y que hoy flotan en una deriva que no llena las necesidades ciudadanas a satisfacer y que pudieran activarse de acuerdo a los requerimientos del presente.

Para colmo de la repetición y la pérdida de tiempo en el horario establecido del noticiero muchas veces se presenta un reportaje con el resumen esencial del discurso de un dirigente, y luego, al terminar el noticiero, se repite completo el mismo discurso. Todo esto incide en el reflejo indirecto y justificativo de la impuntualidad que, además de otras carencias concretas como la del transporte, caracteriza el funcionamiento de muchas actividades en el país que no prestan sus servicios en el horario establecido. Alterar los horarios solo es aceptable cuando condiciones excepcionales lo reclaman como imprescindible por su impacto público.

En sucesivos plenos de la UPEC se plantea la necesidad de realizar un análisis de las estrategias de comunicación en los medios masivos para transformar nuestro sistema de prensa con un quehacer más crítico y menos triunfalista. Hay que someter el discurso ideológico oficial a un análisis imparcial para evaluar su validez.

La eficiencia del trabajo ideológico en las propuestas informativas de los medios depende del interés que sea capaz de despertar en el ciudadano para pensar y asumir su pertenencia y responsabilidad hacia su realidad, cuidando siempre de no aburrirlo con el empalagoso blablablá al que nos han acostumbrado los reportajes periodísticos vacunados contra el análisis complejo de la realidad y siempre controlados para su aprobación y difusión por un aparato ideológico no siempre acertado en sus orientaciones.

Y aquí me detengo en esta área política tan sensible y determinante para el ejercicio de ese periodismo indagador y militante contra la censura inquisidora que ha predominado históricamente en las decisiones sectarias de algunos de sus dirigentes, condenando a un ostracismo a creadores y artistas en el sector cultural a partir de prejuicios, entre otros también homofóbicos, provocando conflictos innecesarios que han dañado el prestigio de nuestra Revolución.

Creo que la trayectoria histórica seguida por algunos funcionarios de los más renombrados en la aplicación de una rigidez ideológica inquisitorial, los cuales han sido asignados y después depuestos como secretarios de este importante departamento por razones de su incompetencia o de sus desmedidas ambiciones políticas, habla por sí sola de que nada ni nadie es perfecto y que las decisiones profesionales y éticas están y estarán siempre marcadas por la personalidad y los intereses humanos, a menudo en contradicción con una moral revolucionaria más estricta y coherente con la necesidad representativa de asumir lo positivo y lo negativo del aval revolucionario de nuestro proceso.

Son hombres concretos los que interpretan, dan sentido y materializan el cumplimiento y la aplicación de los principios ideológicos revolucionarios, hasta ese momento nominales y abstractos, funcionarios potencialmente investidos de un poder impositivo para determinar su cumplimiento obligatorio, como el que le compete controlar a una institución guardiana de la ideología sistémica.

“Librémonos de la ridícula creencia de que todo lo sabemos; librémonos de la ridícula creencia de que somos infalibles. Nuestro primer deber es saber que somos falibles, que podemos equivocarnos una y muchas veces. Que más que poder decir que lo sabemos todo, todo, podemos decir que lo ignoramos casi todo; que debemos estudiar, que debemos meditar, que debemos pensar, razonar y ampliaremos nuestra capacidad de comprender”. (Discurso pronunciado por el Fidel el 13 de marzo de 1966)

Temprana y sabia advertencia contra el grave peligro que promueve un conservadurismo sabelotodo que se autocalifica e impone su criterio como el único correcto y en la práctica política niega cambiar lo que debe ser cambiado.

Riesgo de no activar los mecanismos que eliminen periódicamente y no acumulen con su potencial de descontento explosivo los óvulos muertos de las decisiones erróneas y estériles y los sustituyan por la fertilidad crítica que reanima la necesidad de luchar contra todo lo que contribuya a vulnerar los logros alcanzados y evitar así la instauración de una revolución menopáusica que termina por agotarse y desaparecer, como resultó con el modelo soviético de socialismo hermético y sectario que, al abrirse con la glasnost-perestroika a una súbita transparencia, estalló el sistema hasta provocar su propia desaparición.

Ahora bien, el sistema soviético había sufrido desde antes una descomposición político-social interna que hizo metástasis desde la cúpula a amplios sectores de toda la sociedad. Los que tomaron el poder en 1964 siguieron un proceso de corrupción y desidia que condujo al fracaso el objetivo que tenían aquellos animados con las buenas intenciones de sanear el sistema en 1985.

Cuba no es la URSS. En su búsqueda por encontrar un modelo de socialismo inspirado en la ideología marxista siempre tuvo la conducción de un líder popular que impregnó sus decisiones con la sinceridad y honestidad de un dirigente revolucionario consciente de que como hombres no somos infalibles.

Obligado por circunstancias históricas ineluctables, pero inclinado a favor del debate entre revolucionarios, Fidel siempre estuvo empeñado en mantener la unidad entre esas tendencias, favorables unas a la autocrítica y la otra al hermetismo inspirado en el modelo soviético, marcado este por la herencia censora del estalinismo que nunca dejó totalmente de existir y que también exportó a los países socialistas y contribuyó a su desintegración.

Han pasado ya 60 años, y aunque el espíritu ideológico censor y su oponente crítico todavía coexisten, en la actualidad sigue existiendo un solo partido presidido por Raúl, pero integrado mayoritariamente por generaciones nacidas después del triunfo revolucionario sin el crédito moral de haber vivido el riesgo del sacrificio heroico, salvo de aquellos sobrevivientes de la lucha contra la dictadura batistiana, contra la invasión mercenaria de Playa Girón, la lucha contra bandidos y en las misiones internacionalistas.

Estos comunistas actuales tienen su fundamento político-ideológico en el referente fidelista de su interpretación marxista –sin que hoy se acuda a Marx, Engels y a Lenin para avalar algo—.

Por eso quiero terminar remitiéndome a ese discurso premonitorio de Fidel en la escalinata universitaria el 13 de marzo de 1966, en el que anunciaba el peligro del envejecimiento del dirigente, trasladando hoy, medio siglo después, la interpretación de esa amenaza al peligro del envejecimiento del propio sistema:

“Esta revolución es afortunadamente una revolución de hombres jóvenes. Y hacemos votos porque sea siempre una revolución de hombres jóvenes; hacemos votos para que todos los revolucionarios, en la medida que nos vayamos poniendo biológicamente viejos, seamos capaces de comprender que nos estamos volviendo biológica y lamentablemente viejos.

¿Y para qué sirve un partido donde todo gira alrededor de un hombre? ¿Para qué sirve un partido si se endiosa a un hombre, y se le endiosa hasta tal grado que ni siquiera los nombres de Marx, Engels y Lenin se vuelvan a mencionar? ¿El dirigente revolucionario es necesario como instrumento del pueblo, es necesario como instrumento de la Revolución?

Mas, la relación entre pueblo y dirigente no puede ser un acto reflejo, no puede ser la resultante de un reflejo condicionado, sino un problema de conciencia, un problema de ideas. Volviendo a los votos que hacía porque todos nosotros los hombres de esta Revolución, cuando por una ley biológica vayamos siendo incapaces de dirigir este país, sepamos dejar nuestro sitio a otros hombres capaces de hacerlo mejor.

Preferible es organizar un Consejo de Ancianos donde a los ancianos se les escuche por sus experiencias adquiridas, se les oiga, pero de ninguna manera permitir que lleven adelante sus caprichos cuando la chochera se haya apoderado de ellos. ¿No han leído la Dialéctica de la Naturaleza de Engels?, pues Engels dice que con el transcurso de los años hasta el sol se apagará.

Qué tiene de importancia que la brillantez, la lucidez, la luz de un mortal se apague con los años”.

Escribo estas líneas animado por la intención de contribuir a una reflexión sincera y comprometida de todos los revolucionarios en el propósito de cooperar con la imperiosa necesidad que se le impone a esta nueva generación de gobierno de definir, con los cambios que promueva o no, el compromiso con el sentido y la especificidad actual del carácter socialista que se le dé a su más reciente consigna, la que a todos nos concierne y que reza: “Somos Continuidad”.

Al observar el dinámico empuje con que el Presidente de la República trata de estimular la creatividad en la administración estatal, de combatir la morosidad por falta de iniciativas y coincidir con la intención de remover de sus impurezas el ancho diapasón de temas sujetos al cambio con la preservación de una memoria histórica manifiesta en toda su complejidad, confío entonces en que la herencia, auténticamente revolucionaria del Noticiero ICAIC latinoamericano, sea definitivamente rescatada.

Tomado de: La Joven Cuba (14 enero 2020)

28 octubre 2020 6 comentarios 1k vistas
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Del cine autónomo y otras cuestiones

por Resumen Semanal 27 septiembre 2020
escrito por Resumen Semanal

¡Muy buenas! La palabra “régimen” ya aplica también para el gobierno yanqui, a la contracultura cineasta no le convence “la independencia creativa”, Vargas Llosa sorprende al pueblo cubano y en Holguín anunciaron que se suspenderían los tests rápidos. Somos LJC, y este es nuestro resumen semanal de la agenda mediática del país.

***

Añadiduras al Diccionario del Dirigente Revolucionario Cubano.

Díaz Canel estrenó en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una palabra insospechada: “régimen”. No se refería a Corea del Norte ni a Bielorrusia ni a Turquía o a Irán, sino a Estados Unidos. “Hablamos de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que desprecia y ataca al multilateralismo, emplea el chantaje financiero en su relación con las agencias del sistema de Naciones Unidas y con una prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la Salud, de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos”, aseguró refiriéndose a la nación norteña.

75 Aniversario @ONU_es | Intervención completa de nuestro Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, desde la cuenta de la Presidencia y el Gobierno de #Cuba🇨🇺 en la Plataforma Audiovisual cubana #PICTA.#SomosCuba #CubaInformatiza #CubaPorLaVida
👉https://t.co/Df6folDaiy pic.twitter.com/uGWVXfwtZ1

— Presidencia Cuba (@PresidenciaCuba) September 22, 2020

Durante la intervención, Díaz-Canel también pidió la democratización de la ONU para responder “de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos”. “Tanto como la solución a la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable Organización, para que responda de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos”, dijo el gobernante cubano.

Ante esas palabras, Morgan Ortagus, vocera del Departamento de Estado de EE.UU., expresó: “El presidente Díaz-Canel habló de democratizar a la ONU, pero no a su país”. “Él viola convenciones internacionales de trabajo que Cuba ha firmado, y sus falsas palabras sobre tratar a las personas con “dignidad” enmascaran su huella de injusticias y abusos a los derechos humanos”, escribió Ortagus en Twitter.

Las críticas del gobernante cubano a la administración Trump son compartidas por muchos de los presentes en el foro. El desconocimiento de las instituciones internacionales, la violación de las normas democráticas de su propio país y su relación con dictadores y autócratas de derecha, ha señalado al presidente de Estados Unidos como un rebelde que opera a espaldas de las normas globales. Por otra parte, los requerimientos democráticos que le hace Mortagus, no tienen en cuenta el estado de atrincheramiento y emergencia que provoca en  Cuba las sanciones que aplica su gobierno a la isla, que no han sido relajadas ni siquiera durante la pandemia.

***

Al cine independiente le han surgido policías.

Todo comenzó con una entrevista a la productora Claudia Calviño para OnCuba sobre el circuito del cine independiente cubano-definido como aquel que se realiza fuera del ICAIC y el ICRT, estructuras y centros de producción audiovisual y cinematográficos del país.

Cuba nuestra: La polémica sobre el cine independiente cubano

En ella, la especialista -quien ha producido reconocidas películas dentro del cine independiente cubano, como “Melaza” o “Santa y Andrés”- decía que este no debía entenderse solo como un cine comercial, utilitario o complaciente ni como portador de los mismos valores de producción del cine financiado por instituciones públicas del Estado cubano, sino como un cine suplente de vacíos estéticos y narrativos nacionales, “como un cine muy honesto, de autor, político, un cine de guerrilla”. Además, recalcó la importancia de contar con un Fondo de Fomento, “nuestra nueva esperanza de la renovación, de las nuevas voces, temas y estéticas”.

Ante dichas declaraciones se levantó una acerada tormenta digital en redes sociales liderada por figuras establecidas del circuito independiente como Lynn Cruz o Katherine Bisquet, cuestionando a Calviño por el lado contrario de quienes suelen hacerlo de parte de los estamentos políticos nacionales. No la critican por usar la etiqueta de cine independiente y atreverse a separarse de la mano de Papá Estado, sino por no definir el cine independiente como un mundo enteramente opuesto al gobierno cubano.

Lo anterior constituye una forma de entender al cine independiente como una repetición continuada de una lengua política en fin de lograr una lengua estética (tan a los 60, al movimiento de la “épica revolucionaria”). Ante ella, llovieron contrarréplicas de figuras como Jose Luis Aparicio Ferrrera o Gustavo Arcos Brito rechazando empaques que limiten una función creadora, sobre todo si han de imponerse como un producto serializado a todos los que no entiendan el cine por el ICAIC et al. Lo importante, segun ellos, es defender la necesidad primordial del filmar, filmar, filmar y llegar a algo, a una independencia creativa, evitando así estilos, formas y catalogaciones a priori dado que, como toda etiqueta, la del “cine independiente” no es de automático líquida en valores positivos, no te da más dos puntos para un título de oro.

Julio Llópiz-Casal, artista visual, señaló que un cine no es “independiente o dependiente por sí mismo. Un cine es dependiente de algo/alguien, o independiente de algo/alguien.” La etiqueta puede ser especular -mirarse en el espejo y, si no ves al ICAIC, te la pones- y va sobre todo, apuntó, a una semántica financiera.

Más no podemos olvidarnos de Papá Estado. En este punto, la decisión iría, según Llópiz-Casal, de entender e interactuar con estructuras opresivas, canalizadoras en pos de una hegemonía política, hecho que no es obviable como no es obviable la censura aplicada tanto sobre Claudia Calviño como sobre Lynn Cruz. Por tanto el debate no habría versado de lo mismo, ni habría sido fructífero, pues “una discusión sobre ese tema no se logra ni poniendo sobre la mesa asuntos personales, ni desacreditando opiniones. Porque la mano de patadas por el culo que nos van a dar a Lynn Cruz, a Carlos Lechuga, a Miguel Coyula, a Claudia Calviño o a mí, cuando no le sirvamos al sistema, va a ser con la misma fuerza y con la misma bota”, dijo.

Carlos Lechuga, quién junto a Calviño es fundador de Cachita Films, terminó respondiendo a todos los alegatos acusatorios. Refiriendose a “Santa y Andrés”, repitió lo mismo que lleva diciendo desde el 2016: su meta era hacer y estrenar una película, no montar un perfomance ni acabar con el Festival de Cine de La Habana. Esas tareas les tocan a otros. “A mí me toca hacer cine, y a quien no le guste, su bolso con rueditas”, dijo.

Ante quienes desde la contracultura piden definiciones a su derecha a todo artista cubano, como si estuvieran en la Plaza de la Revolución, Lechuga respondió que “si tú haces tu película en tu casa con dos dólares y te crees el más independiente, es cosa tuya. Ahora bien, recalcarlo tanto y andar por ahí todo el tiempo repitiéndolo hasta el cansancio: yo sí, tú no, eso es bobería y desconocimiento. Créetelo de verdad y ya. Hay espacio para todos. No serruches el piso de los otros como un oficinista gris. Elévate. Elévate, espíritu maligno”.

Estamos en temporada de globalizaciones: nadie escapa a un vínculo, a una condicionante, a un pensamiento espurio a lo “esto no se puede/no hay dinero/no hay formas/no hay gente/nos van a partir las patas desde este o este o este lado/nos van a dar candela y tirarnos al río donde yacen los cadáveres que se echó el extremismo/ ¿Qué diría Miguel Coyula?”. Lo que sí se vuelve posible es entender -al menos en el cine o en el arte en general- la independencia como autonomía, como capacidad relativa de quién crea de signar -ante cualquier influjo externo, ante la ecuación del Valor del capitalismo o la igualdad tendiente a cero del autoritarismo- principios, valores, normas, productos y destinatarios por decisión propia, decidiendo actitudes por responsabilidad interna.

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Para cerrar, en otro orden de noticias:

  • Sobre el desabastecimiento de alimentos en la capital -los famosos “camiones de Alquizar” no podían entrar- Julio A. Martínez Roque, Coordinador de los Programas de Alimentos del Gobierno de La Habana, reconoció en la Mesa Redonda que hubo una mala interpretación sobre la no entrada de vehículos a la ciudad, y dijo que no hay ninguna limitación para aquellos transportes que traen alimentos, para los cuales existe una flexibilización en los horarios que les permite arribar durante la noche.

Los nasobucos, los funcionarios y las multas

  • La doctora Yanelis Calviño Vega, jefa del Puesto de Dirección de Salud Pública provincial de Holguín, comentó en conferencia de prensa que debido a la ineficiencia de los resultados aportados por la aplicación de los conocidos test rápidos, en todo el país se decidió la suspensión de este control, por lo cual se ponderarán los criterios clínicos y epidemiológicos a la hora de identificar contactos y sospechosos, a partir de los positivos confirmados. Así, se adelantó al MINSAP y al venerable Durán en confirmar una noticia de gran relevancia para el país, lo cual vuelve a demostrar el valor de los medios periodísticos provinciales.
  • Mario Vargas Llosa nos ha dejado la pelota en cancha isleña. El premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa afirmó en Miami que tiene la impresión de que el pueblo cubano “en cualquier momento” va a dar una “sorpresa”. Como siempre, se refirió a Cuba como una “dictadura ideológica” y, como siempre, elogió el modelo a seguir de Alemania sin mencionar la historia cubana y su relación problemática con Estados Unidos. Atilio Borón, en respuesta replicada en Cubadebate, continuó su largo idilio a distancia con Don Mario criticando no solo dichas ocurrencias sino, además, un artículo publicado el domingo 20 de septiembre de 2020 en El País donde Vargas Llosa afirmara que la cuestión de la pobreza en Latinoamérica se debe tanto a elección -los pobres eligen y los ricos dirigen- como a corrupción, más grave al parecer que en las Islas Caimán, en Bielorrusia o en un banco suizo. Borón, siempre tan efusivo, lo tachó de “imperdonable estupidez”. Ante esto, solo nos queda replicar, un dialogo acontecido en el grupo de debate de La Joven Cuba:

“Y Vargas Llosa  dijo que este año el pueblo cubano iba a dar una sorpresa.

  – Sí, sacaron picadillo por mi casa”

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27 septiembre 2020 4 comentarios 589 vistas
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noticiero

Rescatar la crítica del Noticiero ICAIC

por Enrique Colina 14 enero 2020
escrito por Enrique Colina

En el recién terminado 2019 se conmemoró un aniversario más de la creación del ICAIC, del Noticiero ICAIC Latinoamericano, dirigido por el cineasta Santiago Álvarez y también del centenario de su nacimiento. La obra de Santiago Álvarez ha sido profusamente elogiada como expresión de un periodismo revolucionario militante que, a través de reportajes marcados por la impronta artística documental de su particular autoría, ha salvaguardado para la memoria histórica nacional e internacional acontecimientos relevantes de la Revolución Cubana y una constante denuncia contra la injerencia imperialista a nivel mundial.

Sin embargo, la obra de Santiago en el noticiero no se circunscribe solamente a su trabajo como cineasta, hay que reconocerla también como director de este espacio periodístico semanal, que abrió sus puertas a jóvenes que comenzaban a entrenarse como realizadores dirigiendo, bajo su tutela, muchas de las ediciones de su producción semanal. Santiago aprobaba el plan temático de las filmaciones, supervisaba en la mesa de edición el montaje final antes de enviarlo al corte de negativo e impresión de copias en el laboratorio, y asumía la responsabilidad y defensa de los noticieros críticos.

Su aniversario se inscribe en las incontables conmemoraciones, celebraciones, efemérides y galas que se promueven públicamente a través de los medios de información siguiendo el patrón político propagandístico vigente. Fechas afirmativas de una identidad cultural y nacional, todas inscritas en el ideal épico y humanista de la Revolución, siempre subrayado por ese solemne y devoto ritual de reconocimiento a la memoria de aquellos acontecimientos y personajes, modelos fidedignos para su continuidad.

Sucede que la información y la interpretación de la memoria histórica de los procesos políticos está y ha estado siempre en función de los intereses ideológicos dominantes del presente y esto contribuye a que cierta tendencia conservadora del momento, corra una cortina de silencio sobre aquellas manifestaciones preteridas del pasado cuya interpretación actual exprese una incómoda visión crítica del devenir, siempre con el pretexto de preservar en los medios solamente los valores positivos de nuestro proceso social.

Hablar del noticiero, de las películas y documentales del ICAIC supone insertarlos en el debate que durante años de Revolución ha mantenido y mantiene en pugna ideológica a los que pretenden imponer una visión dogmática y censora contra lo que califican de “Diversionismo Ideológico” que da armas al enemigo; y aquellos que defienden la visión más abierta y contradictoria de una realidad en constante cambio, sin que por ello se banalice la agresión imperialista contra la que seguimos luchando.

Obviar la información sobre los errores y sus causas impide rectificar lo mal hecho y atenta contra el derecho ciudadano de conocer el grado de eficiencia con que afecta su calidad de vida la gestión administrativa de su gobierno.

En las primeras etapas de consolidación del proceso revolucionario, amenazado y agredido por el Imperialismo norteamericano, la ayuda económica y militar que la URSS ofreció a Cuba para la supervivencia de su Revolución contribuyó a fortalecer el peso político de una de las tres organizaciones políticas que apoyaban a la Revolución (el Partido Socialista Popular, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo y el 26 de Julio).

De esas Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), la procomunista del PSP aprovechó aquella dependencia de la URSS para fortalecer su influencia ideológica privilegiando y copiando del modelo soviético su tendencia censora y sectaria, la que intentó aplicar en su valoración de lo que consideraba o no revolucionario, lo que debía o no ser informado, impuesto y aceptado públicamente.

Así sucedió en los años 60 con la intención del director del periódico Hoy, Blas Roca, en el polémico debate que sostuvo con Alfredo Guevara, Presidente del ICAIC, de solo exhibir filmes que cumplieran una función educativa y pedagógica del arte, controlando y prohibiendo la exhibición en los cines de las películas producidas en los países capitalistas.

Hasta mediados de los ‘60 las tendencias estaban en pugna, polemizaban y se ganaban o perdían batallas o espacios de uno y otro lado, pero es a finales de los ‘60 en 1968 y, en particular, después del revés de la zafra del ‘70, la entrada de Cuba al CAME y la celebración del Congreso de Educación y Cultura del ’71, donde ganan predominio los dogmáticos.

Así sucedió con prohibiciones y acosos injustos, determinados por prejuicios históricos y diversos, como había acontecido ya con el internamiento de homosexuales y religiosos en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP); con la excomulgación política a renombrados escritores por considerar su obra no revolucionaria; y a la “parametración” teatral que prohibió trabajar en el escenario a connotados actores y directores del teatro nacional cuyas obras habían dado popularidad y colocado a esta manifestación artística en la cima de los logros culturales de la Revolución.

El 9 de septiembre de 1970, a través de la revista Verde Olivo, se cuestionó oficialmente, y se tildó de “diversionismo ideológico”, el debate que a nivel internacional se estaba produciendo en torno a la interpretación soviética que se hacía del marxismo-leninismo y de su carácter “científico”. Esta inquietud político-filosófica encontró eco en la revista Pensamiento Crítico, la cual fue censurada y sus colaboradores tachados de ser portadores de posiciones teóricas inadmisibles.

En 1977,  luego de la apertura informativa generada al crearse en 1976 la Asamblea Nacional del Poder Popular y de superarse esa etapa sectaria y conservadora de acoso intelectual y artístico conocida como el “Quinquenio Gris”, jóvenes directores como Daniel Díaz Torres y Rolando Díaz iniciaron con sus reportajes periodísticos una denuncia crítica, marcada por un fuerte acento irónico en su expresión, en contra de la ineficiencia burocrática manifiesta en el deterioro de las calles de la ciudad; en el mal servicio gastronómico; en la falta de mantenimiento y chapucerías en las construcciones; en el incremento de los vertederos y basureros en barrios y vías urbanas; en los servicios del transporte público; telefonía, etc.

Uno de los más connotados noticieros de esta producción fue el de Daniel Díaz Torres titulado, La Ventana. En esta edición se criticaba el deterioro de cientos de ventanas de madera expuestas a la lluvia y a la humedad por un mal almacenamiento, confrontando a los que las producían con el abandono y la desidia de los responsables de su distribución y preservación.

Estos señalamientos críticos se redujeron al principio de los ’80 cuando los acontecimientos del Mariel confirmaron un descontento latente y bastante generalizado por carencias en la mejoría del consumo y la calidad de vida. Cabe señalar que el tratamiento que se dio a la información sobre este inesperado suceso en la embajada y su posterior desenlace migratorio (gracias a la autorización oficial para el éxodo masivo) volvió a tergiversarse y se atribuyó al carácter de escoria de sus protagonistas, así sirvió para alentar los lamentables y dirigidos actos de repudio, presentados como espontáneas reacciones populares contra los que optaron por el exilio.

Sin embargo, la reacción a esta crisis fue la de mejorar una oferta de consumo a través de un mercado estatal paralelo y la autorización a particulares de administrar agro-mercados y ferias artesanales. Esta etapa de prueba se caracterizó por un “tira y encoge” en su apertura y cierre, marcado por dos operaciones policiales contra vendedores acusados de enriquecerse, conocidos como “los macetas”. Una se realizó en el agro de Mariano, la operación “Pitirre en el Alambre”, y la otra conocida como la operación “Adoquín” que se ejecutó en la Plaza de la Catedral.

En 1981, se reanudó la producción en el noticiero ICAIC de este tipo de reportajes críticos. Pero bajo las amenazas del nuevo Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, renació el enfoque de plaza sitiada con el consiguiente cambio de la política informativa del Estado. A la par de la estrategia defensiva de “la guerra de todo el pueblo” se notó cierta atenuación en la intensidad del tono crítico y aparecieron muchos señalamientos indirectos y hasta subliminales, basados más en la actitud de denunciar algo mal hecho que en hallar las relaciones causa-efecto que facilitarían encontrar las soluciones de los problemas planteados.

En 1987 los vientos desatados por la Perestroika y la Glasnot para renovar el Socialismo en la URSS llegan a Cuba y producen un nuevo cambio de la política informativa del Estado, que crea bajo el auspicio de Fidel, un proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas. En el Noticiero ICAIC aumentan el número de críticas, se  intensifica el tono directo, llegando a ser acusatorio e irónico en muchos casos –como en los noticieros de José Padrón— y humorístico –como los de Francisco Puñal—, referidos todos a los recurrentes temas de ineficiencias administrativas: el transporte; el descontrol con el despilfarro de agua; el mal abastecimiento de la luz brillante para las cocinas; el abandono de las fábricas de hielo en la capital, alto número de divorcios y abortos en el país, las quejas de la población sobre la falta de coronas de flores para los fallecidos, el cual fue retirado de la exhibición un día después de su estreno y sobre todo, la práctica de confundir el Socialismo con el “Sociolismo”.

La realización de estos reportajes estaba inspirada en un pensamiento de Rabindranath Tagore, enmarcado y colgado en la pared de la oficina de Santiago: “Cuando se cierra la puerta a los errores, también la verdad se queda fuera”. Estos últimos noticieros fueron realizados por Francisco Puñal, Melchor Casals, Vivien Argilagos y José Padrón.

Algunos de los más debatidos fueron los de Padrón sobre los barrios insalubres permanentemente contaminados: Un día en las cuarterías de Atares-#1488, El barrio marginal del Aguardiente Coronilla-#1456, El Viandazo #1464, Los Albergados”-#1460. Este último reportaje, en particular cuestionado por la censura, refería la insensibilidad de los responsables de la situación de familias albergadas desde hacía diez años en un régimen de separación entre los hombres y las mujeres sin que se priorizara una urgente solución.

Bajo el impacto del Periodo Especial el noticiero ICAIC desaparece en el año 1990, así como la profusión de documentales críticos hechos por el ICAIC. Fue en este periodo que aparece el corto titulado Olfato Mutilado, de Irene López Kuchilán, que abordaba de manera metafórica que en la sociedad hay otro tipo de basura aparte de la que echa la gente en la calle.

Esta última etapa (1987–1990) de abordaje crítico contra las deficiencias administrativas tuvo una culminación siniestra con la realización en junio del año 1991 de la película, Alicia en el Pueblo de Maravillas, del director Daniel Díaz Torres, que en los años 70 había confrontado con sus noticieros críticos la experiencia que le permitió inspirarse en hechos reales para construir el argumento satírico del filme.

En él se narraba la vivencia de una joven instructora de arte que debía realizar su trabajo en ese pueblecito ficticio, remedo rural de un purgatorio fantástico, donde operaba el director mefistofélico de un sanatorio al que iban castigados y a lavar sus culpas los que habían cometido infracciones burocráticas. Considerado un filme contrarrevolucionario, su aprobación para la exhibición pública provocó la injusta destitución del director del ICAIC, el cineasta Julio Gracia Espinosa, y el propósito de hacer perder al ICAIC su autonomía institucional.

El 13 de mayo del 91 el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros decidió crear una comisión para fusionar ICAIC-CINE ICRT-CINE-ECTVFAR. Al conocer la noticia publicada en el periódico Granma, que nació el grupo de los 18 directores de cine que protestamos contra esa intención, desencadenada por el filme Alicia… Sabíamos que lo que estaba detrás era acabar con esa “tendencia crítica” del ICAIC a realizar, no solo los noticieros sino también documentales y largos de ficción como Plaff, Papeles Secundarios y otros, que se preparaban en el tintero, como Adorables Mentiras. Producciones todas que contribuyeron a que los censores se refirieran peyorativamente a nuestros cineastas como, “los perestroikos” del ICAIC.

Afortunadamente, gracias a la intervención de Fidel, animada por la resistencia argumentada revolucionariamente que rodilla en tierra opusimos los directores de cine a esta censura –fue Santiago el que se encargó de hacérsela llegar a Fidel—, se dio marcha atrás, el filme fue reivindicado y gracias a este reconocimiento del error, el ICAIC pudo seguir haciendo películas en los años 90 de gran impacto social y de renombre internacional como Fresa y Chocolate, Guantanamera, Madagascar, Miel para Oshún, etc.

Sin embargo, la censura a películas y documentales producidos por el ICAIC o de manera independiente se ha mantenido, pero procurando la discreción en su aplicación. A partir de la crisis de los noventa se produjo el cierre espontáneo de la mayoría de los cines con la reducción del público potencial para ver los filmes. Por otra parte, la televisión nacional ha mantenido un estricto control selectivo del contenido de las producciones cubanas presentando solamente aquellas que no abordan temas críticos y conflictivos sobre la realidad.

Filmes como Melaza, del realizador Carlos Lechuga –sobre el efecto desestabilizador que produjo el masivo cierre de los ingenios azucareros en la vida personal y comunitaria de sus trabajadores—, y La Obra del Siglo, del director Carlos Quintela, –sobre la suspensión del proyecto para la instalación de una central electronuclear junto a la bahía de Cienfuegos—, son producciones no censuradas abiertamente, pero nunca presentadas por la TV Nacional.

Lo mismo sucede con los filmes “conflictivos” de la mayoría de jóvenes realizadores, cuya presentación y debate solo se circunscribe al recinto cerrado de la Muestra de Cine Joven. No obstante, las precauciones tácticas para evitar las prohibiciones oficiales explícitas, el siguiente filme de Lechuga, Santa y Andrés –donde se denuncia un injusto acto de repudio contra un escritor homosexual—, fue agresivamente censurado por representantes de la UNEAC y un alto asesor cultural, en contra de la opinión de varios cineastas que consideraron improcedente la decisión.

La confirmación de esa insistente actitud censora, que intenta preservar su espacio histórico en los medios de manera indirecta y solapada, lo fue, ya en el siglo XXI, el programa de la TV Nacional dedicado a celebrar la obra poética de Pavón, bajo cuya dirección se aplicaron las peores decisiones del “Quinquenio Gris”. Esto encendió la llamarada de protesta de artistas e intelectuales, a través de lo que se dio en llamar, “la Guerrita de los E-mails”, que condujo a una reunión pública en la Casa de las Américas.

Volviendo al Noticiero, toda esta información de alerta hecha bajo la tutela revolucionaria, comprometida y combativa de Santiago contra la censura, la remito al presente que hoy vivimos 30 años después de la desaparición del Noticiero ICAIC Latinoamericano, donde aquello que se denunció ha empeorado luego de la crisis del Periodo Especial que siguió a la desaparición de la URSS y de su ayuda económica.

La proyección actual de aquellos Noticieros críticos, realizados décadas atrás, confirmaría que muchos de los problemas señalados no se han resuelto, sino que han empeorado, y facilitaría establecer juicios, valoraciones y correcciones para optimizar el sano devenir de nuestro modelo socialista, el que la burocracia quebranta y vulnera con su dogmatismo hierático.

A pesar de todos los plenos, congresos y asambleas de la UPEC donde se hacen llamados a promover un periodismo crítico que active la conciencia ciudadana y promueva su sentido de pertenencia social, los medios masivos siguen omitiendo las causas de los fenómenos negativos que se manifiestan en la cotidianeidad de nuestras vidas, alterando también con su silencio la memoria histórica de un proceso que necesita asumir sus contradicciones para superarse.

Ahí están hoy los medios digitales alternativos, con sus buenos o malos propósitos, cuyo acceso masivo hace evidente esta carencia informativa, la que ya no se puede esconder impunemente sin afectar la confianza del ciudadano en el respeto a la verdad que le deben los medios de comunicación nacionales.

La mirada crítica hacia la inmediatez de su entorno en el día a día de una realidad marcada por un constante fluir de acontecimientos disímiles y a menudo conflictivos, es imprescindible para corregir y superar los errores precisando causas y responsables. Si, por ejemplo, se denuncia la indisciplina social en abstracto apelando solamente a la necesidad de desarrollar una conciencia de la pertenencia, solidaridad y el deber ciudadano sin la aplicación de medidas coercitivas, como multas o la obligación de pagar con trabajo para enmendar lo mal hecho en el área de servicio afectada por esa indisciplina, entonces todo quedará en el apelativo moral idealista y utópico desvinculado de su nexo concreto con la realidad material.

El Che hacía un llamado a la conciencia del trabajo voluntario, pero el primero en cumplir con su prédica era él. Esa indisciplina está referida a los mismos y añejos temas descuidados en la realidad de nuestro vivir cotidiano: vertederos de basura, mal servicio en el comercio; chapucerías en arreglo de calles; salideros de agua infecciosos y con mosquitos; problemas con el transporte público; cuarterías y viviendas apuntaladas; barrios marginales por el aumento de la población oriental inmigrante hacia la capital –conocidos sus miembros como “los palestinos” esa a la que los Van Van  dedicaron la letra de su canción, “La Habana que no aguanta más…”—; inmigración que se gana la vida con la reventa de productos en el mercado negro por la ausencia de tiendas mayoristas; contaminación sonora ambiental que invade la tranquilidad de los espacios públicos sin una intervención policial, cuya mera presencia evitaría esas expresiones invasoras con su bullicio y la serie de concatenaciones sociales y culturales que arrastra.

Hasta ahora es bastante habitual que el propio aparato administrativo del gobierno a los niveles municipales inferiores no respete, viole y contradiga orientaciones hechas por las más altas instancias políticas del Estado y el Partido. El compañero Raúl Castro, Primer Secretario del Partido, y nuestro actual Presidente de la Republica, el Miguel Díaz-Canel, han insistido más de una vez en la convivencia social civilizada y educada de la población dentro del marco del respeto a la tranquilidad, consideración y decencia ciudadanas evitando esa polución sonora ambiental, animada con reguetones y canciones de la peor calaña y vulgaridad, promovidas por los responsables “culturales” del Poder Popular en las ferias comerciales montadas en barrios de la capital, así como también sucede con la instalación de quioscos para el expendio de bebidas alcohólicas con sus respectivos acompañamientos “musicales”, en parques y lugares públicos rodeados de las viviendas particulares, agredidas por el ruido que no se apaga hasta altas horas de la noche.

A las denuncias hechas por ciudadanos contra esas malas prácticas se suma a menudo la insensibilidad, falta de seguimiento y falta de respuesta oficial por delegados de circunscripción, Gobierno y Partido municipales, incluidos sectores locales de la PNR que, ante lo que consideran infracciones menores (erróneamente no penadas legalmente) se conforman, si acaso, con llamar la atención a los responsables para que disminuyan un poco el motivo que dio razón a la denuncia… y cuando en el mejor de los casos esto se hace, se retiran y… ¡sanseacabó!, misión cumplida, los infractores vuelven a las mismas  y la vida sigue igual…

Esto confirma que para rectificar lo mal hecho y cambiar lo que debe ser cambiado es necesaria una crítica insistente, comprometida y acompañada de sanciones que luchen contra el inmovilismo de ese lánguido y parsimonioso burocratismo que venda los ojos y agudiza con su ineficiencia y desidia el efecto de su incumplimiento con las orientaciones y recomendaciones hechas por la alta dirección de la administración estatal.

Hoy en este proceso de transición generacional en el poder que vivimos se siente una voluntad de luchar contra esa parálisis conservadora, unas veces hipócrita y oportunista, y en otras ocasiones demasiado cautelosa y sin malas intenciones, pero sí equivocadas. Se ha sacado a los ministros de sus despachos y los han puesto a relacionarse y a seguir de cerca la actividad de sus funcionarios en el cumplimiento de sus tareas. Se trabaja también en la interconexión ministerial para disminuir las importaciones y aumentar las exportaciones para buscar soluciones a las carencias y no justificar con ellas el incumplimiento de los planes aprobados; se conmina a pensar con cabeza propia.

Ahora bien, existe el aislamiento burocrático y acomodado del dirigente segregado de la vida común y ajeno a las condiciones de vida que la población mayoritaria tiene que asumir diariamente.  Muchos de esos “cuadros” tienen asignados carros y chofer –que también utilizan para sus necesidades personales—, sin que necesiten desplazarse en una guagua del servicio público para ser puntuales en el cumplimiento de sus deberes; ni tampoco suelen habitar en zonas más comprometidas con la realidad concreta de pobreza en la que viven miles de ciudadanos ganando un salario exiguo y no en los barrios elegantes, antiguos reductos de la burguesía criolla.

No se les ve nunca participar en la limpieza de la contaminación en zonas costeras, ríos; o en las cosechas de productos agrícolas mientras alientan con sus arengas a que los campesinos y obreros se afanen en sus labores. En su lugar esta carencia no cesa  de ser sustituida por la tediosa, repetitiva y adormecedora propaganda transmitida por los medios de comunicación, basada en las celebraciones, efemérides, aniversarios, asambleas, congresos, medallas, diplomas de reconocimientos con su recital de consignas que semejan los ritos y los rezos de un culto religioso y conforman la rigidez de un sistema ideológico empeñado en las conmemoraciones robóticas y solemnes para confirmar el indiscutible carácter heroico, inquebrantable y único de nuestra Revolución.

Pienso que es necesario acabar con la sordera y la ceguera que excluyen de la información los temas que alimentan esa indisciplina social echándole la culpa a los infractores de la población sin indagar en las verdaderas causas del deficiente control administrativo que la propicia. Esto alimenta la manipulación informativa de nuestra realidad que a través de las redes digitales realiza el imperialismo para desacreditar nuestro sistema socialista, unida al incremento del bloqueo con el que pretende la asfixia económica del país.

Ahora bien, la manipulación informativa no es exclusiva de los medios de la derecha: la que reproducimos internamente nos daña vulnerando por omisión la posibilidad de rectificar los errores, condenando al sistema a sumirse en la ineficiencia, a su envejecimiento y al peligro de su extinción en un futuro no muy lejano, cuando los jóvenes que hoy mecánicamente corean consignas en las marchas y reuniones tengan que integrarse a un medio socio-económico y cultural que no satisfaga los requerimientos de sus expectativas y aspiraciones en su calidad de vida, precisamente por no haber alertado a tiempo los medios contra esos obstáculos inmovilistas.

Ahí está la alerta de Fidel en noviembre 17 de 2005, siete meses antes de su retiro por razones de salud, advirtiendo que la Revolución tenía como mayor peligro ser destruida desde el interior de ella misma. La realidad sigue su curso imparable de cambios conflictivos, los retos son inmensos y aún no hemos sacado en profundidad las lecciones de lo que pasó en la URSS y el Campo Socialista.

El cambio debe ir a lo esencial: fortalecer la conciencia individual ciudadana con medidas concretas de participación y también con regulaciones coercitivas. Dentro de estas coordenadas el NTV Nacional ha mejorado su presentación visual transmitiendo para el espectador la valoración del factor estético como motivación y demanda cultural implícita en la calidad de su imagen. También ha incorporado a locutores y periodistas negros en respuesta a la urgencia de dar una representatividad visual a nuestra cultura mestiza, aunque existen espacios complementarios como La mesa redonda donde el tema de un racismo agazapado, que todavía existe en nuestra realidad, debería ser debatido a calzón quitado.

Algunas veces se han hecho críticas socio-económicas y culturales más profundas y serias por buenos periodistas del noticiero, pero generalmente se pierde el tiempo y espacio dedicándoselo a temas reiterativos de las visitas del secretario de tal o más cual organización haciendo llamados a incrementar la producción, a no justificar los incumplimientos, etc. y ahí se queda el buen consejo. Se pierde espacio y tiempo en la información sobre los innumerables congresos y asambleas de las múltiples instituciones y organizaciones (CDR, ANAP, FMC, UJC, ANIR, UPEC, CTC, etc.), algunas ya vaciadas de su contenido original y que hoy flotan en una deriva que no llena las necesidades ciudadanas a satisfacer y que pudieran activarse de acuerdo a los requerimientos del presente.

Para colmo de la repetición y la pérdida de tiempo en el horario establecido del noticiero muchas veces se presenta un reportaje con el resumen esencial del discurso de un dirigente, y luego, al terminar el noticiero, se repite completo el mismo discurso. Todo esto incide en el reflejo indirecto y justificativo de la impuntualidad que, además de otras carencias concretas como la del transporte, caracteriza el funcionamiento de muchas actividades en el país que no prestan sus servicios en el horario establecido. Alterar los horarios solo es aceptable cuando condiciones excepcionales lo reclaman como imprescindible por su impacto público.

En sucesivos plenos de la UPEC se plantea la necesidad de realizar un análisis de las estrategias de comunicación en los medios masivos para transformar nuestro sistema de prensa con un quehacer más crítico y menos triunfalista. Hay que someter el discurso ideológico oficial a un análisis imparcial para evaluar su validez. La eficiencia del trabajo ideológico en las propuestas informativas de los medios depende del interés que sea capaz de despertar en el ciudadano para pensar y asumir su pertenencia y responsabilidad hacia su realidad, cuidando siempre de no aburrirlo con el empalagoso blablablá al que nos han acostumbrado los reportajes periodísticos vacunados contra el análisis complejo de la realidad y siempre controlados para su aprobación y difusión por un aparato ideológico no siempre acertado en sus orientaciones.

Y aquí me detengo en esta área política tan sensible y determinante para el ejercicio de ese periodismo indagador y militante contra la censura inquisidora que ha predominado históricamente en las decisiones sectarias de algunos de sus dirigentes, condenando a un ostracismo a creadores y artistas en el sector cultural a partir de prejuicios, entre otros también homofóbicos, provocando conflictos innecesarios que han dañado el prestigio de nuestra Revolución.

Creo que la trayectoria histórica seguida por algunos funcionarios de los más renombrados en la aplicación de una rigidez ideológica inquisitorial, los cuales han sido asignados y después depuestos como secretarios de este importante departamento por razones de su incompetencia o de sus desmedidas ambiciones políticas, habla por sí sola de que nada ni nadie es perfecto y que las decisiones profesionales y éticas están y estarán siempre marcadas por la personalidad y los intereses humanos, a menudo en contradicción con una moral revolucionaria más estricta y coherente con la necesidad representativa de asumir lo positivo y lo negativo del aval revolucionario de nuestro proceso.

Son hombres concretos los que interpretan, dan sentido y materializan el cumplimiento y la aplicación de los principios ideológicos revolucionarios, hasta ese momento nominales y abstractos, funcionarios potencialmente investidos de un poder impositivo para determinar su cumplimiento obligatorio, como el que le compete controlar a una institución guardiana de la ideología sistémica.

“Librémonos de la ridícula creencia de que todo lo sabemos; librémonos de la ridícula creencia de que somos infalibles. Nuestro primer deber es saber que somos falibles, que podemos equivocarnos una y muchas veces. Que más que poder decir que lo sabemos todo, todo, podemos decir que lo ignoramos casi todo; que debemos estudiar, que debemos meditar, que debemos pensar, razonar y ampliaremos nuestra capacidad de comprender”. (Discurso pronunciado por el Fidel el 13 de marzo de 1966)

Temprana y sabia advertencia contra el grave peligro que promueve un conservadurismo sabelotodo que se autocalifica e impone su criterio como el único correcto y en la práctica política niega cambiar lo que debe ser cambiado. Riesgo de no activar los mecanismos que eliminen periódicamente y no acumulen con su potencial de descontento explosivo los óvulos muertos de las decisiones erróneas y estériles y los sustituyan por la fertilidad crítica que reanima la necesidad de luchar contra todo lo que contribuya a vulnerar los logros alcanzados y evitar así la instauración de una revolución menopáusica que termina por agotarse y desaparecer, como resultó con el modelo soviético de socialismo hermético y sectario que, al abrirse con la glasnost-perestroika a una súbita transparencia, hizo estallar con su presión contenida las válvulas del sistema hasta provocar su propia desaparición.

Ahora bien, el sistema soviético había sufrido desde antes una descomposición político-social interna que hizo metástasis desde la cúpula a amplios sectores de toda la sociedad. Los que tomaron el poder en 1964 siguieron un proceso de corrupción y desidia que condujo al fracaso el objetivo que tenían aquellos animados con las buenas intenciones de sanear el sistema en 1985.

Cuba no es la URSS. En su búsqueda por encontrar un modelo de socialismo inspirado en la ideología marxista siempre tuvo la conducción de un líder popular que impregnó sus decisiones con la sinceridad y honestidad de un dirigente revolucionario consciente de que como hombres no somos infalibles. Obligado por circunstancias históricas ineluctables, pero inclinado a favor del debate entre revolucionarios, Fidel siempre estuvo empeñado en mantener la unidad entre esas tendencias, favorables unas a la autocrítica y la otra al hermetismo inspirado en el modelo soviético, marcado este por la herencia censora del estalinismo que nunca dejó totalmente de existir y que también exportó a los países socialistas y contribuyó a su desintegración.

Han pasado ya 60 años, y aunque el espíritu ideológico censor y su oponente crítico todavía coexisten, en la actualidad sigue existiendo un solo partido presidido por Raúl, pero integrado mayoritariamente por generaciones nacidas después del triunfo revolucionario sin el crédito moral de haber vivido el riesgo del sacrificio heroico, salvo de aquellos sobrevivientes de la lucha contra la dictadura batistiana, contra la invasión mercenaria de Playa Girón, la lucha contra bandidos y en las misiones internacionalistas.

Estos comunistas actuales tienen su fundamento político-ideológico en el referente fidelista de su interpretación marxista –sin que hoy se acuda a Marx, Engels y a Lenin para avalar algo—.

Por eso quiero terminar remitiéndome a ese discurso premonitorio de Fidel en la escalinata universitaria el 13 de marzo de 1966, en el que anunciaba el peligro del envejecimiento del dirigente, trasladando hoy, medio siglo después, la interpretación de esa amenaza al peligro del envejecimiento del propio sistema:

“Esta revolución es afortunadamente una revolución de hombres jóvenes. Y hacemos votos porque sea siempre una revolución de hombres jóvenes; hacemos votos para que todos los revolucionarios, en la medida que nos vayamos poniendo biológicamente viejos, seamos capaces de comprender que nos estamos volviendo biológica y lamentablemente viejos.

¿Y para qué sirve un partido donde todo gira alrededor de un hombre? ¿Para qué sirve un partido si se endiosa a un hombre, y se le endiosa hasta tal grado que ni siquiera los nombres de Marx, Engels y Lenin se vuelvan a mencionar? ¿El dirigente revolucionario es necesario como instrumento del pueblo, es necesario como instrumento de la Revolución?

Mas, la relación entre pueblo y dirigente no puede ser un acto reflejo, no puede ser la resultante de un reflejo condicionado, sino un problema de conciencia, un problema de ideas. Volviendo a los votos que hacía porque todos nosotros los hombres de esta Revolución, cuando por una ley biológica vayamos siendo incapaces de dirigir este país, sepamos dejar nuestro sitio a otros hombres capaces de hacerlo mejor.

Preferible es organizar un Consejo de Ancianos donde a los ancianos se les escuche por sus experiencias adquiridas, se les oiga, pero de ninguna manera permitir que lleven adelante sus caprichos cuando la chochera se haya apoderado de ellos. ¿No han leído la Dialéctica de la Naturaleza de Engels?, pues Engels dice que con el transcurso de los años hasta el sol se apagará.

Qué tiene de importancia que la brillantez, la lucidez, la luz de un mortal se apague con los años”.

Escribo estas líneas animado por la intención de contribuir a una reflexión sincera y comprometida de todos los revolucionarios en el propósito de cooperar con la imperiosa necesidad que se le impone a esta nueva generación de gobierno de definir, con los cambios que promueva o no, el compromiso con el sentido y la especificidad actual del carácter socialista que se le dé a su más reciente consigna, la que a todos nos concierne y que reza: “Somos Continuidad”.

Al observar el dinámico empuje con que el Presidente de la República trata de estimular la creatividad en la administración estatal, de combatir la morosidad por falta de iniciativas y coincidir con la intención de remover de sus impurezas el ancho diapasón de temas sujetos al cambio con la preservación de una memoria histórica manifiesta en toda su complejidad, confío entonces en que la herencia, auténticamente revolucionaria del Noticiero ICAIC latinoamericano, sea definitivamente rescatada.

14 enero 2020 17 comentarios 818 vistas
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pantalla grande

La pantalla grande y el mar embravecido

por Yassel Padrón Kunakbaeva 3 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En los primeros días de diciembre La Habana acogerá en la pantalla grande la edición número 40 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Volverá a llenarse la calle 23 de amantes del séptimo arte, habrá cola en los cines y todos tendrán la oportunidad de disfrutar de una buena película. Realizadores de alrededor de cuarenta países podrán exhibir su obra. Esta fiesta, que se repite cada año, brinda también una oportunidad para reflexionar acerca de las luchas ideológicas que sacuden el mundo de la pantalla grande en Cuba, las cuales han tenido momentos de particular encono en los últimos tiempos.

Mi profesor de Introducción a las Ciencias Sociales, el ilustre profesor Oscar Loyola, dijo una vez en clase que si algún día se quería buscar material documental fidedigno sobre el período de la Revolución en el Poder se tendría que recurrir al cine cubano.

Esta afirmación tiene su base, desde mi punto de vista, en un hecho fundamental: que el cine, la pantalla grande, fue una de las pocas manifestaciones artísticas en Cuba que pudo conservar el impulso genuino de la revolución de 1959, sobreviviendo a los desmanes de la burocracia a partir de 1971. Para comprender esa capacidad de resistencia, no se puede olvidar el papel de Alfredo Guevara al frente del ICAIC, un hombre de irreductible integridad, fiel al mensaje libertario y creador de la Revolución Cubana.

Para los que crecimos con el período especial, el cine cubano fue siempre una sorprendente isla de tolerancia y libertad creativa. Una esperanzadora anomalía. Después, con el tiempo, uno se va enterando de que el ICAIC siempre tuvo enemigos, de que en 1991 hubo un intento de desmantelarlo, de que ha habido películas censuradas. Uno se entera de los prolongados reclamos del gremio de los cineastas, como el de promulgar una nueva ley de cine que sustituya a la Ley 169 de 1959, ya obsoleta en algunos aspectos.

En mayo de 2013, un grupo de reconocidos realizadores cubanos fundaron una especie de grupo de presión llamado G-20 (Grupo de los Veinte). Lo hicieron movidos por la preocupación de que, tras la desaparición física de Alfredo Guevara, algún tiburón de la burocracia viera llegada la hora de poner límites a la creación audiovisual. Además, enarbolaron la bandera de exigir una nueva ley de cine, que le brindara reconocimiento y seguridad a la producción independiente en la pantalla grande, que pusiera reglas claras en cuanto al financiamiento, la producción, la comercialización, la promoción, etc.

El G-20 mantuvo durante casi cinco años una meritoria actividad reivindicatoria. Se reunía con cierta frecuencia en el Centro Cultural Fresa y Chocolate. Entre sus miembros se contaban importantes personalidades del cine cubano, como Fernando Pérez, Rebeca Chávez, Magda González, Claudia Calviño y Arturo Arango.

Sin embargo, desde hace algunos meses el G-20 dejó de existir, en medio de la mayor discreción. Es difícil hablar sobre algo de lo que se tiene tan poca información, sin embargo, no parece que se haya debido a ninguna presión. La hipótesis más probable es que el G-20 haya obtenido los frutos de su permanente diálogo con las autoridades cubanas, acerca de la ley de cine.

Por otro lado, por aquellos mismos días, ocurrió un suceso que sacó a relucir los conflictos ideológicos que se ocultaban bajo la superficie. El ICAIC decidió suspender la exhibición de una de las películas de la 17 Muestra Joven del ICAIC llamada Quiero hacer una película, la cual fue incorporada al evento a última hora por los organizadores, y que contenía frases irrespetuosas hacia José Martí.

Luego, en la conferencia de prensa del 22 de marzo de 2018, convocada por el ICAIC para dar a conocer la programación de la 17 Muestra Joven, se dio un altercado entre los organizadores de la muestra y las autoridades del ICAIC. La prohibición puesta sobre la película se convirtió en tema de dominio público, y sirvió para un largo debate acerca de la censura y los límites de la libertad artística en la pantalla grande.

La cosa no paró ahí, y en mayo fue puesta en circulación vía Facebook una declaración titulada Palabras del Cardumen. Declaración de Jóvenes Cineastas Cubanos. Se trata de un texto complejo, en el que contrasta la justeza de algunas demandas, como la relacionada con la ley de cine, con el lenguaje un tanto abstracto y fútilmente oposicionista que utiliza. Cada cual debe leerlo para formarse su opinión.

Sin embargo, lo interesante es cómo el Cardumen pretendía ser una especie de movimiento, nacido en las redes sociales, que tomaba cada like como una adhesión. Por esa vía, el Cardumen llegó a contar con el apoyo de las más diversas personas, desde realizadores con inmenso prestigio hasta individuos más relacionados con el activismo político opositor que con el cine.

Cuando uno analiza el suceso en toda su extensión, llega a una interesante conclusión. Aquí estamos más allá del viejo conflicto entre burócratas de cortas luces y artistas imbuidos de espíritu crítico. Lo que se ve es que el abismo ideológico entre el mundo de los cuadros que ejecutan la política cultural y el mundo de algunos de nuestros jóvenes realizadores se ha ensanchado tanto, que es como si hablaran idiomas diferentes.

Jóvenes cineastas cubanos. Foto: La Jiribilla

Yimit Ramírez (autor de la película), como un Heberto Padilla postmoderno, creyó que estaba siendo hiper-vanguardista con su largometraje, dejando caer una ofensa a José Martí, desde mi perspectiva, ridícula. Él y los organizadores de la muestra viven en una tal burbuja de postmodernismo y nihilismo, que subestiman lo que significa el respeto por los próceres de una nación. Por otro lado, los cuadros encargados de la política cultural se mueven en un entorno tan ideologizado que carecen de las herramientas mentales para entender a esos jóvenes. Y como no los entienden, los tachan de contrarrevolucionarios.

Es imposible no darse cuenta que una parte de los reclamos del Cardumen son legítimos. Para mí fue muy chocante ver que entre sus seguidores había personas de mi generación, que conocí en mi época de estudiante, que forman parte de la historia de mi vida. Sé que su rebeldía es auténtica.

Lo que pasa es que, desgraciadamente, se está dando un proceso en el cual la rebeldía natural que se produce en nuestra sociedad, que debería ser el alimento de la Revolución, su garantía de continuidad, está encontrando su salida por el camino de la postmodernidad y la revuelta abstracta. Al encontrarse frente al muro de una institucionalidad estancada, incapaz de renovar el brillo de los sueños revolucionarios, muchos jóvenes como los del Cardumen sencillamente se entregan al desarraigo postmoderno.

Afortunadamente, existen todavía jóvenes artistas que intentan conjugar la rebeldía con la defensa de los ideales fundacionales de la Revolución Cubana. La Asociación Hermanos Saíz, que recientemente celebró su tercer congreso, es una organización que ha logrado servir de tribuna para muchos de ellos y con un reflejo en la pantalla grande.

Esos jóvenes creadores, reunidos en sus asambleas, debatieron sobre los asuntos más espinosos de la cultura cubana, incluyendo lo relacionado con la ley de cine y con el decreto 349. La imagen que quedó, es la de que todavía existen personas capacitadas para devolverle a la cultura de raíces revolucionarias su brillo vanguardista, y que solo hace falta que se les apoye y se les permita trabajar.

Nuestro cine es, como todo aspecto de nuestra realidad, el escenario de una lucha ideológica. Sin embargo, la libertad creativa en la pantalla grande ha servido para sacar a la luz de un modo genuino lo más valioso de nuestra sociedad, tal y como ocurre con la profe Carmela en la película Conducta.

Solo por eso, vale la pena arriesgarse a que elementos de mentalidad postmoderna se infiltren dentro de nuestro arte. La ley de cine, que todavía no se ha promulgado, pero que según todas las señales se cuece en alguna parte, es como una gran perla que todavía no sale de la ostra. Hace falta que esa ley, cuando salga, si sale, sirva para cimentar esa libertad hija de la Revolución, y que se asienta sobre un mar embravecido.

3 diciembre 2018 31 comentarios 543 vistas
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hipocrita

Un ejército de hipócritas se crea de esta forma

por Carlos Ávila Villamar 31 marzo 2018
escrito por Carlos Ávila Villamar

Un ejército de hipócritas se puede crear. No he visto la película, así que no puedo decir si creo o no creo que ofenda la memoria de José Martí: ese no es el punto de estas líneas, de cualquier modo. Supongamos, para abreviar, que en efecto la película contenga una ofensa imperdonable, y que la decisión correcta haya sido olvidar la consecuencia natural de la censura, que es la publicitación involuntaria de obras que de otro modo hubieran pasado inadvertidas.

Imaginaré a continuación una situación de laboratorio, técnica que utilizo a menudo para tratar de entender asuntos que conlleven una implicación moral. Digamos que haya una película no financiada por el ICAIC que sea de principio a fin una ofensa a José Martí. Digamos que de ser censurada su visibilidad no pueda multiplicarse, porque en nuestro país de laboratorio las personas solo vean películas en los cines.

Digamos que no existan redes sociales o formato alguno por medio del cual la gente se entere que se hizo la película. Si fuera censurada y lo mereciera, y algún intelectual de segunda escribiera un artículo profundamente equivocado, defendiendo el estreno de la película, ¿sería lo correcto publicar el artículo?

Odio la partición de las discusiones en dos bandos, el odioso enfoque que dice que si no estás conmigo estás en mi contra.

En general no suelo opinar en los debates sobre la censura parcial o total de determinadas películas cubanas, porque no las puedo ver en los cines y me falta el morbo necesario como para conseguirlas en formato digital. Lo que sí me interesa es opinar sobre el enfoque que toma la mayoría de las discusiones al respecto, el odioso enfoque que dice que si no estás conmigo estás en mi contra.

Odio la partición de las discusiones en dos bandos, la de los imperialistas y la de los revolucionarios, la de los que dicen cosas porque el imperio les paga o porque son unos apátridas y la de los que sí defienden esto, ese estado abstracto de cosas que a menudo se confunde con un ente todavía más abstracto y complejo: la Revolución. Quiero decir, y pido al lector que me perdone si no está de acuerdo conmigo, que un borracho a veces tiene la opinión más sensata, y un profesor universitario la más equívoca.

El borracho no merecerá un diploma de licenciatura por ello, ni el profesor merecerá una expulsión, pero debe separarse la validez de una idea de la integridad moral del que la defiende. De lo contrario se cae en el debate interminable e infructífero que solo termina en el mutuo desprestigio de los contrincantes. Sé que esta separación puede parecer difícil, pero es necesaria, hace falta particularmente ahora.

Regresemos al ejemplo del pequeño intelectual que critique una decisión, supongamos que justa, de censurar tal película. Que ese pequeño intelectual esté equivocado no significa de modo axiomático que se trate de un apátrida, de un traidor, de un contrarrevolucionario, esa palabra engañosa y húmeda, que arribistas, ingenuos y corruptos se sienten en el derecho de usar, y que no pocas veces usan en teatrales, peligrosos despliegues de fervor.

A veces los traidores, los enemigos, tienen razón y nosotros somos los que estamos equivocados, y a su vez los nuestros deberían tener derecho a equivocarse sin que por esto alguien los llamara traidores. De lo contrario solo queda la estructura tonta de que siempre los llamados imperialistas están equivocados, y que los revolucionarios tienen la razón, y su reverso, que si alguien está equivocado es de seguro imperialista, y si alguien dice lo que uno quiere es que es revolucionario.

Este juego de palabras es una máquina de cometer errores, una máquina de frustrar revoluciones. Cuando una opinión, por errada que esté, no puede salir a la luz pública y se remite a una interioridad resentida, solo se está creando una falsa apariencia de calma. No dejar a alguien equivocarse en público no hace que las masas se adoctrinen, por el contrario, es el modo más fácil de crear un ejército de hipócritas.

Y no dudo que la situación de la Muestra parezca lejana a estos análisis, al menos a primera vista, pero yo nada más quiero saber qué artículo ha salido publicado en estos días que no coincida con la decisión del ICAIC. ¿Es casualidad? Lo digo porque la inmensa mayoría de las personas que conozco se opone firmemente a la decisión. Y quizás lo peor sea que ya nadie que se oponga haya intentado escribir, aunque lo pensara y lo comentara a puertas cerradas.

Me refiero dentro de los medios estatales, está claro. Y si la película en efecto realiza una ofensa tan terrible, y si en efecto se demuestra que lo moralmente correcto es censurarla, ¿por qué dar por sentado que una defensa equivocada va a eclipsar todas las contradefensas imaginables?

No dejar a alguien equivocarse en público no hace que las masas se adoctrinen, por el contrario, es el modo más fácil de crear un ejército de hipócritas.

Dos hechos me han llevado a escribir este artículo. El primero fue la no polémica tras la decisión del ICAIC. El segundo fue mucho más pequeño, pero creo que condensa todavía mejor lo que quiero decir. En Facebook vi un meme que se burlaba de los socialdemócratas, abajo una foto de Stalin rodeado de niños. Este hombre sí sabía qué hacer con los socialdemócratas, decía la publicación, que había provocado además una cascada de risas y aprobaciones.

Comenté molesto que alguien que se pusiera un nombre como «Fidelista por siempre» debía ser más responsable por las cosas que publicaba, y más teniendo en cuenta las ocasiones en las que se había intentado comparar la Revolución Cubana con el estalinismo, un régimen de cuyos crímenes la imagen de los comunistas todavía no logra desligarse. El compañero que publicó la fotografía de Stalin me acusó de disidente, de traidor, buscó en Google mi nombre y de tan solo ver que había publicado en OnCuba me tachó de mercenario, de lobo disfrazado de oveja, asumió que yo criticaba a la prensa estatal y que me daría miedo definirme como fidelista.

Lo invité a leer el artículo «Muchedumbres», publicado en la misma OnCuba, y lo reté a que me mostrara una sola línea en la que hubiera criticado a la prensa estatal. Acorralado y sin nada más que decir, terminó por llamarme arrogante. Sus últimas palabras fueron algo así como que iba por mal camino.

Las personas deben tener derecho a equivocarse en público.

Todos nos hemos topado con caricaturas semejantes en algún momento de nuestras vidas, que darían risa de no ser porque a menudo ostentan cargos altos y son las encargadas de tomar decisiones importantes en la vida del país. Su error principal no fue atacar a alguien a quien ni siquiera conocía: su error principal fue atacar personalmente al que pensaba diferente a él en vez de establecer un debate.

Tal vez yo era un agente de la CIA o un corresponsal de El Nuevo Herald, eso no debería importar, lo que debería importar era lo que yo había dicho, deberíamos separar las ideas de aquellos que las enuncian, debió haber defendido su postura o haber encontrado los fallos de la mía. Lo más gracioso de todo es que yo me alejo enormemente de las ideas socialdemócratas, pero mi modo de alejarme es discutirlas, no tratar de hacer como si no existieran. Creo que las personas deben tener derecho a equivocarse en público, desde el momento en el que no lo tienen, yo siento que he perdido el derecho a tener la razón.

Tomado de: La Trinchera

31 marzo 2018 53 comentarios 482 vistas
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Adiós Hollywood

por Harold Cardenas Lema 30 mayo 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Hollywood quiere filmar en Cuba y no puede. Desde el segundo semestre del pasado año vienen cada vez menos producciones estadounidenses a la isla. No hay una negativa escrita, pero se presentan proyectos sin recibir respuesta. El temor de que la 82 División Aerotransportada llegue a la Habana a través de la cultura, se suma a los errores cometidos en producciones anteriores. Entonces la solución es decir no o evitar responder a quienes solicitan acceso. Pues para un país tan instruido, no es muy cortés que digamos.

Cuba pasó de patico feo a cisne, de cenicienta a princesa, de fea en la escuela a la muchacha con la que todos quieren. Y a Hollywood le encantan estas historias. Lo único que le gusta más que la fantasía o la superación personal, es lo prohibido, y eso es Cuba también. Así fue que la película más taquillera del 2017 vino a filmar a la Habana. Después se interesaron en venir otras sagas: Transformers, Misión Imposible, incluso series completas fueron presentadas a las autoridades cubanas. Algunas lograron algo, otras menos, ahora es nada.

La cultura trae implícita ideología y cada producto cultural tiene valores políticos. Pero cuando veo alguien referirse a los cubanos como ingenuos, manipulables y susceptibles al norte, no entiendo cómo la generación más penetrada por el capitalismo pudo hacer una revolución en Cuba. Si hay un pueblo latinoamericano que ha sido preparado para lidiar con el colonialismo mental, es el cubano. Subestimar nuestra capacidad de asimilación cultural o alistarse medio siglo para temerle luego a esa pelea, es absurdo y suicida.

La prueba de fuego con Hollywood fue Rápidos y Furiosos 8. La película es mala malísima y ojalá viniera Martin Scorsese en su lugar, pero generó empleo y mostró una Habana que atraerá turismo. Nunca habíamos tenido una producción de cine con esa envergadura, no solo por las ganancias sino por brindar una experiencia técnica sin precedentes. Hoy Cuba podría darse el lujo de acoger producciones internacionales sin necesidad de incentivos fiscales, pero renunciar a los 15 minutos de fama movidos por el temor, es costoso.

Conviene que se filme en Cuba. Cuando lo hacen en otros países simulando que es aquí, aumentan los clichés. Y yo estoy cansado de ver escenas en una supuesta Habana llena de violencia, soldados y ametralladoras. Salgo al balcón y no la encuentro.

Tampoco es bajarse los pantalones ante la industria de los sueños y carteles lumínicos, pero sí aprender a vivir con ella, porque es lo que Engels llamaría una “realidad objetiva”. Es cierto que los permisos de rodaje para Rápidos y Furiosos 8 fueron más rápidos que para nuestras producciones, pero eso no refleja dominación, es una prueba de que el cine cubano necesita renovarse, una ley que lo regule y un fondo de fomento. Si fueran los 60 ya Fidel se hubiera sentado con los cineastas a resolver estas y otras cosas, pero vivir del pasado no vale.

El mayor problema fue logístico y de comunicación. Calles cerradas, tráfico desviado e incomodidad gratuita. Un país sin experiencia en superproducciones de Hollywood, es normal que le cueste coordinar así su primera vez. Lo innecesario es recibir críticas por no dar explicaciones a la opinión pública: cuántos millones generó la película y en qué serán empleados. Mientras los funcionarios públicos no entiendan que su gestión es pública, que esa no es una palabra cualquiera y rendir cuentas no es voluntario sino que viene con el cargo, seguiremos así. Recibiendo críticas que pudieran ser aplausos.

El cine a menudo se regodea en el desastre. Nuestras películas parecen estancadas en la marginalidad habanera, fachadas destruidas y familias disfuncionales. Rápidos y Furiosos 8 muestra clichés de la industria, pero su equipo de producción vino en busca de belleza y no la pornomiseria, punto a su favor. Quien quiera ser realista en nuestras producciones futuras debe mostrar a Cuba, los solares de centro-Habana, los edificios de microbrigada y las casonas de Siboney. El pan racionado y el champagne, porque existen ambos.

Durante años hemos hecho informes sobre el impacto del bloqueo en nuestra economía. Hoy existe interés en venir a filmar. Posiblemente algunas producciones que se presentan sean maliciosas o quieran falsear la realidad, todas no. El hecho es que hemos cerrado la puerta en la cara a Hollywood últimamente. Sería bueno escuchar el porqué de esta decisión y por cuánto tiempo será.

Con gusto publicaríamos las razones para ello, no todo es prejuicio, a veces hay argumentos de peso que nunca llegamos a saber. Pero se siente como que hemos vuelto a botar el sofá, negando acceso por facilismo o viejos dogmas. ¿Quién presenta ese informe? ¿Quién contabiliza el impacto de nuestros errores? ¿Adiós Hollywood o hasta pronto?

30 mayo 2017 25 comentarios 363 vistas
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