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Diversidad y derechos: dos miradas jóvenes

por Redacción 27 enero 2022
escrito por Redacción

LJC pidió a dos jóvenes cubanos, miembros de la comunidad LGBTIQ+, sus expectativas en lo relacionado a diversidad sexual y derechos en el año 2022.

***

Dachelys Valdés

Corre el mes de febrero, 2022. Ha comenzado el período de consultas. La tensión en redes es palpable, en las calles puede sentirse que a la mínima palabra cruzada se levantará la polvareda y habrá un enfrentamiento. A esto hemos llegado. Cada día en las noticias de los medios independientes se leen historias de cartas entregadas a los ministerios de educación, salud, a los correos habilitados para recibir criterios por parte de iglesias y otras personas con posturas afines, incluso de una comunidad de fe rezando a las puertas del Centro Nacional de Educación Sexual.

De esto la televisión nacional no dice nada, sus noticias obvian las pugnas, su visión por el «Sí» termina saturando e inyectando las polaridades. Su pronunciamiento, sus spots, llegan tarde al trabajo de contribuir al cambio de imaginario, sus propuestas muchas veces caen en los vacíos de odio. «Si el estado lo ha propuesto, mi respuesta es no», incluso «aunque apoye a las personas LGBTIQ+, no voy a dejar que instrumentalicen una causa».

Algunos de los argumentos, que de paso instrumentalizan su desmotivación e ira hacia un gobierno en crisis, también económica, como forma de oponerse a él porque no existen otras. Y en esas luchas internas, en esos odios, las vidas de mujeres que aman mujeres, las vidas de hombres que aman hombres, las vidas de las abuelas y sus nietos, de seres humanos sin derechos, son preteridas.

Marzo, las cartas hacia el Ministerio de Educación llueven, la comunidad LGBTIQ+ se ha articulado en defensa de la Resolución 16 por una enseñanza con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos. No se puede comenzar septiembre con Código y sin educación que le acompañe.

Abril. Ha terminado la consulta oficial. Aún no se conoce la fecha del referéndum.

Diversidad (1)

Dachelys Valdés y Hope Bastian con su hijo Paulo. (Foto: @dachelys.valdesmoreno/Facebook)

Primeros días de mayo. La incertidumbre aumenta. Se conversa en algunos espacios la posibilidad de explosión, de otra marcha como aquella del 11 de mayo de 2019. No se planifica, se menciona que la comunidad LGBTIQ+ está cansada, que además está atravesada por muchas otras marginalizaciones, pobrezas acompañadas, que está agotada de estar en todas las luchas y sufrir las vejaciones.

Julio 2022. La marcha se hizo, se repitió, los medios oficiales hicieron silencio, los medios independientes la narraron. Algunos activistas, como resultado, están detenidos.

Grupos de feministas, grupos de activistas antirracistas, por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, las abuelas, familiares y aliados están en las afueras del Parlamento. Están voceando, gritando, exigiendo. Que no se cambie nada, que no se mueva uno solo de los derechos planteados en el Código que a ellos ha llegado, que se revise la edad del matrimonio. Por escuelas libres de transfobia y homofobia. Ni una menos, ahora sí. Ley de identidad de género, donde existe amor hay una familia. Se grita, se respira.

Agosto. Todo me pasa por la cabeza ahora. Tengo la boleta en mi mano. ¡Es «Sí», claro que es «Sí»! Tengo el bolígrafo conmigo, lo sujeto fuerte y las uñas me hieren un poco la palma de la mano. Es así porque es real. Está pasando. Lo hicimos. Me demoro en hacer la cruz en la casilla, la dibujo en el aire primero, grande, delante de mi pecho.

Estoy sonriendo. Marco: Sí.

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Diversidad (2)

Ulises Padrón Suárez (Foto: @ulises.padronsuarez/Facebook)

Ulises Padrón

El 2021 fue un año de una profunda crisis social y económica para el país, que no empezó el año pasado, pero fue el momento en que ocurrió el estallido del 11 de julio. Luego de esta experiencia catártica, activistas y colectivos de la sociedad civil tuvieron que replantear sus demandas y reconocer la profundidad de las desigualdades en el contexto cubano. Si era la primera vez que el pueblo cubano salía a las calles a protestar; era también la primera vez que públicamente el gobierno cubano respondía con tanta fuerza de manera desproporcionada. El saldo de ese acontecimiento se cuantifica por los más de mil detenidos y en las severas peticiones fiscales.

Como activista LGBTIQ+ y antirracista considero que este año, lejos de cualquier promesa triunfalista, debe ser una oportunidad para construir una agenda común, con todos los actores sociales, en la cual se respeten las diferencias, y la voluntad política se manifieste en acompañamiento a los grupos más vulnerables.

La interseccionalidad, herramienta que viene del feminismo negro, nos permite observar las múltiples desigualdades que confluyen en los sujetos, donde la homo/transfobia y el racismo, unidas a otras discriminaciones, conforman barreras para el disfrute de una ciudadanía plena. Comprender que los cuerpos de las personas negras y afrodescendientes están expuestos a la violencia y al borrado histórico, que las sexualidades no heteronormativas son además identidades políticas, y constituyen parte del entramado discursivo de la Nación, es un ejercicio de transformación social y de participación colectiva.

27 enero 2022 14 comentarios 1.594 vistas
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La Joven Cuba (1)

La Joven Cuba sí les cree

por Consejo Editorial 13 diciembre 2021
escrito por Consejo Editorial

La reciente publicación en El Estornudo del texto «Fernando Bécquer: Cinco denuncias de abusos sexuales», de la autoría del periodista Mario Luis Reyes, ha traído al espacio público un tema inusual en Cuba: acusaciones por acoso sexual.

Las historias de cinco mujeres que refleja el texto se han multiplicado en otras que permanecieron en el doloroso silencio de las víctimas durante años. Una de ellas, la de la reconocida escritora Elaine Vilar Madruga, se convirtió además en denuncia formal ante la Fiscalía y ha recibido el apoyo y acompañamiento de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

En torno al tema, las reacciones han variado considerablemente. Al inicio fueron politizadas al afirmar que tenían el objetivo de atacar a la Revolución, recurso al que recurrió incluso el propio Bécquer. Sin embargo, con el paso de los días se sumaron declaraciones de apoyo a las víctimas, no solo de artistas, personalidades, medios y ciudadanos, sino también de instituciones como el Centro Cultural Pablo de la Torriente y el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

La Joven Cuba (2)

(Imagen: Horizontes Blog)

Lo sucedido refleja la importancia cardinal del periodismo en la sociedad. Ya sean estatales o independientes, de izquierda, centro o derecha; los medios tienen entre sus funciones la de visibilizar problemas de la ciudadanía a fin de que sean atendidos. Desconocer una denuncia por el lugar en que fue publicada, es como matar el mensajero que trae en sus manos una carta que requiere toda la atención. En este caso, aun cuando muchos flechazos fueron dirigidos en su contra, el mensajero cumplió su misión.

Trascender el esquema maniqueo de enemigos/amigos, es un imperativo de nuestras instituciones y organizaciones, así como una muestra de madurez cívica. Por otro lado, intentar politizar algo tan delicado como una denuncia de acoso sexual o violación, refleja una insensibilidad y oportunismo dignos de todo rechazo.

No obstante, son varios los actores políticos que han intentado ideologizar la denuncia, desde los que la descalificaron por su publicación de origen hasta quienes tratan de utilizarla para una agenda opositora. Ambas conductas son reprochables y desvían la atención de aquellas que deben ser escuchadas y acompañadas en este proceso de acusación pública: las víctimas.

También hacemos notar la selectividad con que nuestra esfera pública y algunos medios priorizan unos casos de acoso sexual sobre otros. Esta no es la primera figura con acusaciones similares y tal escrutinio debería extenderse a otros casos. La credibilidad de los medios que en el futuro profundicen este tema depende de su capacidad de evitar sectarismos e investigar a todos los acosadores, independientemente de sus preferencias políticas.

Al texto publicado debe reconocérsele no solo la oportunidad que brinda a las víctimas para que se haga justicia, sino también poner este tema en el ojo público y permitir una conversación largamente pospuesta.

La Joven Cuba (3)

Fernando Bécquer

Como en otras ocasiones, La Joven Cuba se coloca al lado de las víctimas. Esperamos que las instancias constitucionalmente encargadas de llevar a cabo las investigaciones lo hagan con independencia de cuestionamientos ideológicos y que la justicia se imparta del único modo posible: sin condicionamiento alguno y como dictan las leyes de la República.

La justicia en lo legal y la solidaridad en lo espiritual, son lo único que puede, en parte, resarcir el daño ocasionado. Ni las instituciones, la ciudadanía, o la sociedad civil; ninguno de nosotros puede estar de espaldas a un tema tan sensible. Investigar a fondo lo ocurrido, frenar el acoso, castigar a los culpables y acompañar a las víctimas es responsabilidad de todos si queremos un mejor país.

A las víctimas, La Joven Cuba sí les cree.

13 diciembre 2021 37 comentarios 2.153 vistas
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Educación

Conservadurismo religioso y educación sexual

por Maximiliano Trujillo Lemes 24 junio 2021
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

Los viejos manuales soviéticos de filosofía marxista-leninista dedicados al llamado materialismo dialéctico, aseguraban, quizás con razón, que las contradicciones eran la fuente de todo desarrollo, y las solían clasificar en: «fundamentales y no fundamentales», «internas y externas», «antagónicas y no antagónicas», etc. Luego aseveraban que las contradicciones antagónicas internas solían ser la causa básica de esa movilidad, de ese desarrollo, en tanto se generaban dentro de un sistema, órgano u organismo, y devenían en su perturbación y evolución correspondientes.

Esas presuntas verdades, que los cubanos que accedían a la educación media y superior aprendían de memoria, casi como los cristianos devotos aprenden la Biblia; unas veces para aprobar exámenes y otra por la convicción de que, asimilándolas, nos convertiríamos en sujetos con pensamiento dialéctico para enfrentar la vida y la comprensión del mundo, a veces se olvidan hoy. Una acusación frecuente para la época, cuando alguien insistía con obstinación en un argumento, era decirle: ¡no eres dialéctico!

Nos enseñaban, además, que la dialéctica se dividía para su estudio en «objetiva» y «subjetiva», con ello nos completaban el cuadro de comprensión de la movilidad inevitable de toda la realidad, aunque no siempre se asumía la necesidad del cambio para decodificar todas nuestras circunstancias. Por ejemplo, al valorar el proceso en las sociedades del llamado socialismo real, la mayoría de esos textos aseguraban que en el socialismo solo se revelaban contradicciones «no antagónicas».

Se insistía en que, tras la derrota de los antiguos explotadores y el establecimiento del denominado por entonces Estado de nuevo tipo, nos encaminábamos, en un espiral armónico, a la consecución del comunismo, donde se cerraría, presuntamente, el ciclo dialéctico de las negaciones. Era evidente que a nivel metodológico se asumía un cariz muy hegeliano para explicar estos asuntos.

Ello justificaba la unanimidad social y política, establecía como natural la inexistencia de objetores consecuentes dentro de los límites de la nueva sociedad y negaba que fuera posible la «reversibilidad del sistema». Sin embargo, lo que pareció ser, ya no es; vivimos actualmente en una sociedad que aspira a devenir modelo anticapitalista, pero que evidencia múltiples contradicciones internas, muchas de ellas de carácter antagónico, y que enfrenta a grupos y sectores que suelen tener, aunque no siempre proyectos irreconciliables, sí proyecciones contrapuestas en torno al país que desean.

Educación (2)

«Hoy en Cuba casi toda unanimidad es falsa».

Lo anterior permite afirmar que hoy en Cuba casi toda unanimidad es falsa, y quizás haya que afrontar definitivamente aquello que la vieja dialéctica enseñaba: las contradicciones internas son inevitables dentro de un sistema, y de ellas, las de carácter antagónico —esas que garantizan no solo la movilidad, sino además los cambios radicales dentro del conglomerado social—, nos son consustanciales.

Expresiones de tales contradicciones han aflorado desde hace años en diversos ámbitos, entre otros en torno a los modelos de familia y a los tipos de moralidades que deben aceptarse dentro de la cada vez más heterodoxa sociedad cubana.

Esto ha ocurrido, sobre todo, tras romperse en las mentalidades de no pocos, las viejas lógicas de lo que hasta la década de los noventa se denominaba moral socialista, y que en muchos presupuestos coincidía con la moral judeo-cristiana, de tanto influjo en la constitución del deber ser de la familia cubana: estructura monogámica, patriarcal, autoritaria con variaciones tras la salida masiva de mujeres al espacio público y el inicio de los debates en los sesenta referidos a la igualdad.

Es prudente recordar que aquel cuerpo moral defendido como socialista, impugnaba la infidelidad femenina, las orientaciones sexuales que rompieran con la heteronormatividad u «otros desvaríos»; y ello —salvo algunas críticas a la salida de los hijos del espacio familiar para incorporarse al sistema de becas generadas por la escuela al campo—, no provocó nunca choques frontales entre los sistemas religiosos más conservadores y sus presupuestos ético-morales vs las políticas del Estado a esos respectos.

Tampoco la religión contaba con bases sociales lo suficientemente sólidas para enfrentar conflicto alguno, especialmente tras las confrontaciones con el Estado en los sesenta y su consiguiente debilitamiento institucional y humano. En su transformación capital de la sociedad, que benefició a millones de individuos, cuando la Revolución puso a elegir a sus ciudadanos entre la fe religiosa y la adscripción al proceso: ¡las mayorías no tuvieron dudas!

En los noventa todo empezó a cambiar. La caída del socialismo real en Europa central, oriental y la URSS, aliados espirituales y estratégicos del Estado cubano por unos treinta años, no solo nos provocó la más grande crisis económica que haya vivido la nación en su historia, sino que además removió las bases filosóficas y espirituales que fundamentaban las convicciones de parte no despreciable del pueblo cubano en sus posturas cosmovisivas, morales y otras.

Una de las tablas de salvación a la que acudieron muchos para poder enfrentar la debacle que se vivía fue retornar al encuentro con las religiones. Quedó atrás el ateísmo, no solo institucional sino de actitudes, y se comenzó a presenciar lo que los investigadores que han tratado el asunto definieron como «reavivamiento religioso» en Cuba.

La nueva situación fue devolviendo sus bases sociales a las instituciones religiosas tradicionales, como la Iglesia Católica u otras denominaciones cristianas de larga data en la Isla; también visibilizó sin ambages las prácticas religiosas de origen africano, que incluso habían sido muy contenidas en la República Burguesa, a pesar del laicismo declarado de las dos constituciones republicanas.

Súmesele la aparición incontenible de nuevas formas de religión y religiosidad, que incluyen al islamismo, las religiones orientales y cada vez más al neo-pentecostalismo con su Teología de la prosperidad —muy vinculada conceptualmente al neoliberalismo como modelo económico e ideología política del capitalismo de fines del siglo XX e inicios del XXI—, a la que se han orientado iglesias y denominaciones protestantes y evangélicas más tradicionales.

Educación (2)

La discusión del proyecto constitucional en el 2018 fue expresión de la energía de las iglesias cubanas (Foto: IPS)

Todas ellas tienen hoy voz suficiente para pretender dirimir conflictos y quizás salir airosas. La discusión del proyecto constitucional en el 2018, que devino Constitución de la República al año siguiente, fue expresión de su energía. La casi totalidad de estas instituciones pujaron por salir al espacio público o emitieron declaraciones objetando el proyectado artículo 68 de aquel texto, que reconocería un nuevo concepto de unión matrimonial y aceptaba la posibilidad del llamado matrimonio igualitario. ¡Nada igual se había visto en Cuba, por lo menos a partir de la década de los setenta del siglo XX!

Lo cierto es que el artículo de marras no fue aprobado, y durante los debates se emitieron más de 16.800 criterios adversos. Muchas de las iglesias y denominaciones, sobre todo cristianas, lo asumieron como una victoria simbólica y legal, pero quedaron alertas para otros posibles conflictos.

Al parecer llegó la hora. El Ministerio de Educación aprobó, presuntamente, la Resolución 16/2021[2] que legislaría la educación sexual de niños, adolescentes y jóvenes en el Sistema Nacional de Educación, y de inmediato, en las últimas semanas, se ha generado todo tipo de reacciones entre iglesias evangélicas, denunciando que la referida resolución irrespeta el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, y procura incentivar la llamada ideología de género en la formación de las nuevas generaciones.

A esta postura se sumó la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, con un comunicado por el Día de los Padres, el domingo 20 de junio, que dedica, en tono denunciatorio, por lo menos seis de sus acápites al asunto.

¿Qué tipifica a esta reacción? ¿Qué es la presunta ideología de género que tanto revuelo provoca? ¿Puede tener consecuencias frente al futuro referéndum en que se debe aprobar el nuevo Código de las Familias? Por razones de espacio, estas respuestas se ofrecerán en un próximo artículo.

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[1] No se ha podido acceder a la vilipendiada Resolución en la página que tiene habilitado el MINED para ello.

24 junio 2021 27 comentarios 2.705 vistas
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El Código de las familias y la entrada al siglo XXI en Cuba

por Ulises Padrón Suárez 19 mayo 2021
escrito por Ulises Padrón Suárez

En el 2011, Wendy Iriepa celebró su boda con Ignacio Estrada por todo lo alto. Incluso la prensa internacional acreditada en Cuba cubrió ese evento. Los contrayentes eran una mujer transexual y un hombre homosexual, y los medios nos la vendieron como «la primera boda gay» en La Habana.

Hubiéramos podido creerlo de no saber que Wendy fue una de las primeras personas en acceder al servicio quirúrgico para adecuar sus genitales con su identidad de género; era además activista y promotora de salud, vinculada al Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX). Al ser una persona transexual y haber modificado —subsanado—, sus documentos legales como mujer «biologizada», ello le permitió efectuar un casamiento heterosexual, lo cual hizo con el uso de toda la parafernalia tradicional.

No sería hasta el 2018 —con el debate del proyecto de Constitución en consulta nacional—, que se trajo de nuevo a la discusión pública la cuestión del matrimonio igualitario. Esta vez en un contexto sociopolítico diferente.

Crónica de una muerte anunciada

El matrimonio igualitario, sobre todo entre activistas y especialistas en sexualidad, emergía dentro de los intercambios referidos a derechos sexuales, pero no es menos cierto que el performance visibilizaba la polémica que resultaba de normalizar esta práctica en una sociedad hetero-patriarcal. Su aprobación en países como Argentina en 2010, durante el gobierno de Cristina Fernández, y Uruguay en el 2013, con José Mujica, lo presentaba como una posibilidad real al ser apoyado por gobiernos progresistas de la región.

En cuanto al activismo por los derechos de las personas LGBTIQ+, no se puede obviar las múltiples formaciones en promoción de salud y talleres de sexualidad que han brindado el otrora Centro Nacional de Prevención (CNP) y su grupo histórico HSH. También es significativa en tal sentido la conformación de las redes sociales del CENESEX.

Desde el año 2000 hasta el presente, varias generaciones de jóvenes a lo largo del país han sido instruidas en temas de educación sexual y reproductiva, derechos, VIH/sida, género, sexualidad, identidad de género, entre otros. Esto ha permitido que se cuente con una masa crítica capaz de incidir en las discusiones y promover el debate a diferentes niveles.

Homófobo o revolucionario pero imposible los dos

Aunque es una historia que está por contar y sistematizar, no se puede negar que si en medio de la pandemia la sociedad civil sexo-disidente no se ha detenido;  ha sido en parte debido a su capacidad de gestión y alianzas con diversos actores. Por ello es importante, más allá de la aprobación legislativa, comprender cuál es el contexto, los actores sociales y las fuerzas políticas en medio de las cuales el Código de las familias se materializaría.

En el 2018, cuando el artículo 68 —que proponía la «unión entre personas»—, atrajo desmedidamente la atención, en detrimento de otros de la Constitución finalmente aprobada un año después, fue develada la compleja red en que se constituye la esfera pública cubana. Existían, para debatir esta cuestión, diversos grupos que participaban de modo asimétrico.

Como se vio después, la supresión del artículo de marras en la versión final del documento, y la solución salomónica del artículo 82: «se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges», cuya variación de personas a cónyuges reforzaba la noción del matrimonio heterosexual; tuvo significaciones más políticas que semánticas.

Las iglesias fundamentalistas, reunidas en la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC), se opusieron abiertamente al artículo 68 a través de una intensa campaña de comunicación. Su objetivo no solo se circunscribió al matrimonio igualitario, sino que fue encauzado contra los feminismos, los derechos de las personas LGBTIQ+, y cualquier otra demanda de los colectivos históricamente discriminados.

Código Diseño-original

Parte de la campaña contra el matrimonio igualitario llevada adelante por un grupo de iglesias cubanas.

La relevancia de la controversia relativa a este anteproyecto, radica en que, por una parte ubicó también el foco sobre la adopción homo-afectiva y el acceso a la reproducción asistida. Por la otra, las tendencias conservadoras intentaron, y persisten, en una agenda misógina, homofóbica, pro-capitalista y antiderechos, apoyada por financiamientos de la USAID.

El hiato temporal producido por la pandemia trajo aparejada la reorganización de los activismos LGBTIQ+, con demandas diversas. Al inicio del cierre del país se creó la Plataforma 11M, con énfasis en las redes sociales, pero que ha contribuido a la divulgación de experiencias de vida de personas con sexualidades no hetero-normativas y de opiniones de expertos en esas materias.

Este tipo de gestión coincide con las Jornadas contra la Homofobia y la Transfobia del CENESEX, con las acciones de Alianza Afrocubana y las campañas con incidencia política de AfroAtenas, en Matanzas. Son importantes también la página de Facebook Construyendo una agenda de la diversidad en Cuba, del mismo modo que revistas digitales como Q de Cuir y Tremenda Nota, entre otras. Todos los mencionados componen un contexto plural y polifónico.

Las redes sociales han posibilitado expandir los márgenes de la ciudadanía periférica, fluida y marginalizada. Sin embargo, el cisma ideológico que se interpone entre algunas instancias y actores, no ha permitido establecer alianzas que enfrenten la embestida conservadora contra el Código de familias.

Cualquiera que sea la letra del próximo código deberá recoger la totalidad de las demandas promovidas por una ciudadanía crítica que ha acompañado este proceso. La creación de una Comisión Redactora —anunciada en la Gaceta Oficial el pasado 30 de abril—, en cuya composición heterogénea no fue incluida ninguna persona reconocida por el activismo LGBTIQ+, ha provocado lógicas suspicacias.

La familia, el CENESEX y los medios del Estado

Ellas provienen de ver, por ejemplo, que en el mismo cónclave se encuentran Caridad Diego Bello, jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del PCC, o Rafael Ramón Santiesteban Pozo, presidente de la ANAP, funcionarios en cuyos discursos públicos estos temas no son una preocupante.

En los próximos meses nos sumiremos en largas discusiones cuando se presente el anteproyecto y continúe la ruta consultiva hasta llegar finalmente al referendo. Se presenciarán, como en el 2018, pero ahora con mayor intensidad, los ataques de las iglesias fundamentalistas y el despliegue de su discurso contra el matrimonio igualitario, que intentará frenar cualquier avance en la ampliación de derechos humanos.

Esperamos igualmente que sus feligreses se radicalicen si el proceso consultivo se torna favorable a los derechos de los colectivos vulnerados. A la comisión le corresponderá ser radical y revolucionaria si quiere en verdad ser inclusiva y tener en cuenta que los derechos de las mal llamadas minorías no son negociables.

La actualización de esta normativa supone atemperarla a la diversidad de configuraciones familiares que son visibles en la sociedad cubana. El acceso a la reproducción asistida y la adopción por parejas del mismo género son puntos sensibles en los que se polariza la ciudadanía. De cualquier modo, la aprobación del próximo código nos debe adentrar en el siglo XXI, ¿estaremos dispuestos a ese salto?

19 mayo 2021 18 comentarios 2.673 vistas
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LGBTIQ

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

por Yasmin Silvia Portales Machado 6 octubre 2020
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

No me gusta hablar del pueblo, ni que me hablen (o escriban) de él o por él. Cada vez que sale el término mi mente se desvía. ¿Qué pueblo? ¿El enérgico y viril? ¿El disciplinado y sacrificado? ¿El hambriento y manipulable? ¿El de Regla, el de Morón, el de Moa, el de Mantua? ¿Qué coño es, por fin, “el pueblo”? Evito hablar del “pueblo” de Cuba, porque creo que, tal como andan las cosas, pocas personas pueden invocarle legítimamente, y en contadas circunstancias. Nuestros representantes estatales cuando están en la Asamblea General de la ONU, ¿tal vez?

Prefiero referirme a la nación –que es imaginaria y real–, porque la nación es el espacio político compartido por quienes pertenecen a un territorio. La nación es más que “la tierra que pisan nuestras plantas” –la nación es sus residentes y sus migrantes–, y ciertamente es más que sus pueblos –la nación es su idioma, su historia, sus artes, su cocina–. Dentro de la nación (mal) conviven sus habitantes, sus comunidades imaginarias, se desarrollan luchas de poder y se intenta entender qué somos como variedad específica de la humanidad: la cubanensis.

Antes de exponer mis argumentos quiero compartir tres certezas. Como las certidumbres absolutas son escasas en política y sociología, son extremadamente valiosas. Quiero celebrarlas.

Primera Certeza: Cuba es un Estado laico. Lo dice el artículo quince la Constitución. Explica la RAE –entidad por encima de toda sospecha de filiaciones comunistas– que el adjetivo “laico” viene del latín tardío “laĭcus”, y este del griego “λαϊκός” (laïkós); propiamente “del pueblo”. La segunda acepción del vocablo es la que aquí interesa “Independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico. Enseñanza laica.”

Segunda Certeza: La nación cubana nunca tuvo una sola religión. Digo nunca a propósito: antes de ser república, como colonia, ya había en Cuba diversidad de credos.

Tercera Certeza: La población cubana nunca se compuso solo de personas heterosexuales y cisgénero. Esto es redundante, pero me gusta recordarlo. Llegan tarde quienes quieren expulsarnos de la nación. La Inquisición trató, la comisión para cumplir los Acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971 trató, los ministerios de Salud Pública, Fuerzas Armadas, Educación y Educación Superior trataron, el Instituto de Historia de Cuba trató. Aquí seguimos.

Las personas LGBTIQ+ cubanas somos parte de la nación por nacimiento y nuestra ciudadanía responde a los mismos criterios que el resto de Cuba (Título IV de la Constitución).

La argumentación que sigue parte de esas tres “Certezas” y reflexiona sobre la legitimidad del reclamo de algunas agrupaciones religiosas cubanas al Estado cubano. Su objetivo –manifiesto, explícito, confeso- es que sus visiones específicas sobre la sexualidad, la familia, la salud pública y la educación definan el marco legislativo nacional.

Empecemos porque Cuba es un Estado laico. Es diferente de “ateo”, y MUY diferente de “confesional”. Nuestra ley de leyes explica que “las instituciones religiosas y asociaciones fraternales están separadas del Estado y todas tienen los mismos derechos y deberes. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración” (art. 15). La laicidad del Estado implica, entonces, que la Iglesia Ortodoxa Griega sea atendida por las instituciones estatales con el mismo respeto que la Asociación Yoruba de Cuba, o el colectivo budista.

Hay algo más en el atributo laico. A partir de la incorporación del adjetivo, el Estado adquiere la obligación de legislar para normalizar los marcos de ejercicio de las diversas religiones o credos, de modo que se puedan ejercer con seguridad -que nadie les ataque o discrimine- y para que esas prácticas no violen otras leyes, la letra o espíritu de la Constitución y los Acuerdos o Declaraciones internacionales de las cuales el Estado es signatario. En breve: el ejercicio de un credo no es excusa para la violación de la ley o de los derechos de otras personas. Para eso serviría una “Ley de Cultos”, que nos urge -como muchas otras.

Hago énfasis en la obligación del Estado porque algunas personas entienden que el debate es entre dos visiones contrapuestas del mundo. Una que se autodenomina defensora del “verdadero” mensaje bíblico, del cual emana toda posibilidad de entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Otra que afirma que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la obligación del Estado a garantizar una vida libre de discriminaciones para toda su ciudadanía, son los criterios para el entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Creer que se trata de que ambas partes expongan sus posiciones y convenzan al público, a la nación, ignora por completo la responsabilidad del Estado como mediador de las demandas, y garante de derechos para TODA la ciudadanía. No hay que convencer a nadie: el Estado es laico, así que no puede ser definido por las reglas de ninguna religión, no importa cuán popular sea, ni cuánto tiempo lleve en el país -por cierto, las iglesias evangélicas cubanas no pueden reclamar primacía en ninguno de los dos criterios.

Pastor Adrian Pose, paladín de la “derecha conservadora” en Cuba y defensor de Donald Trump.

Al Estado corresponde regular cómo se define y reconoce a la familia en Cuba, cuánto control tienen las personas sobre su cuerpo, cómo se castigan la discriminación, la incitación a la violencia, y la colaboración con otras naciones para promover agendas políticas específicas. Le corresponde al Estado porque el acceso a los derechos garantizados en la Constitución no es algo sujeto a debate. El debate fue el referéndum constitucional.

Aunque en su momento los cambios en el texto constitucional, a partir de los debates públicos, reflejaron criterios irregulares sobre qué opiniones populares atender, es un hecho que la Constitución de 2019 moderniza profundamente la legalidad cubana.

Desde el 10 de abril de 2019 tenemos la garantía constitucional de que el ejercicio de los derechos es “imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente” (art. 41), y de que nadie puede ser objeto de discriminación “por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición… lesiva a la dignidad humana” (art. 42).

Frente a la claridad de la Ley de leyes, el intento de algunas denominaciones evangélicas por justificar su empeño en que el Estado no reconozca los derechos de las personas LGBTIQ+ y sus familias no solo es discriminatoria, es simplemente un ataque frontal a la nación cubana.

En esa línea, invocar la tradición nacional de machismo, homofobia y transfobia, las políticas estatales de persecución contra personas LGBTIQ+ en otros países autodenominados socialistas, o la importancia del credo evangélico entre amplios sectores de la población, solo evidencia que la intensión de estas agrupaciones religiosas no es garantizar las condiciones para la praxis de su culto, sino la intervención activa en el espacio público para imponer políticas públicas de carácter conservador y confesional.

No se trata de tener simpatía por las personas LGBTIQ+, se trata de comprender que ese grupo no tiene respeto por la soberanía nacional y acepta cualquier tipo de apoyo para impulsar sus ideas.

3/ Las 7 denominaciones son: Asociación Convención de Cuba Occidental, Convención de Cuba Oriental, Iglesia Buenas Nuevas en Cuba, Iglesia Evangélica Bethel en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asamblea de Dios, Iglesia Metodista en Cuba, Liga Evangélica de Cuba. pic.twitter.com/dns6qmVqXd

— El Bohío Mío (@ElBohioMio) September 15, 2020

Hay tanto compromiso entre el liderazgo de estos grupos religiosos por la transformación legal y política de Cuba en un estado confesional evangélico, que no dudan en asociarse a proyectos cuyo único objetivo es destruir al Estado cubano. Es de público conocimiento que la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC) recibe apoyo material de Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba (ECHO Cuba), dirigida por Teo Babún, que recibe recursos del Departmento de Estado y la Agency for International Development (USAID) para “promover la democracia en Cuba”.

En el caso específico de los dineros para la AIEC, el objetivo es dar una voz fuerte a la comunidad cristiana, de modo que alcance a todas las personas posibles: intervenir en las políticas públicas del país. De ahí que tuvieran la capacidad material para coordinar una campaña nacional contra el matrimonio igualitario a lo largo de 2018, que llevó al gobierno a posponer la definición del matrimonio a través de una nueva votación, supuestamente en 2021, sobre el nuevo Código de Familias, en gestación prolongada al menos desde 2009.

El puerto cubano de “Con mis hijos no te metas”

Llama la atención que, a pesar de la abundante información sobre las intenciones de intervención pública de estos grupos evangélicos conservadores, las intenciones explícitas de varios por hacer Cuba confesional (#MakeCubaGodlyAgain es una etiqueta popular en ese círculo) y el documentado vínculo monetario entre la AIEC y la USAID el gobierno cubano, tan rápido para señalar, perseguir y castigar a otras personas o entidades críticas de su desempaño, deje que estos grupos se expresen y actúen.

¿Qué pasa? ¿Dónde están la combatividad revolucionaria frente a la ocupación del espacio público de manera coordinada por entidades no estatales, algunas con documentado financiamiento de una potencia extranjera?

No es extraño que Teo Babún haga conversatorios en Facebook Live para explicar cómo los grupos religiosos que asesora y financia son “una fuerza social emergente” en Cuba.

Debate sobre grupos religiosos en Cuba, auspiciado por organizaciones conservadoras, un medio opositor cubano y con la participación especial de John Barza, administrador de la USAID.

Mientras todo esto ocurre, la ciudadanía de las personas LGBTIQ+ se desarrolla a contrapelo. No porque el Estado la reconozca, sino porque las personas encuentran caminos para reconocerse, dialogar, actuar. Desde que, en 2008, el CENESEX empezara a organizar cada mayo jornadas para celebrar el Día Mundial de Lucha Contra la Homofobia, hasta que la etiqueta #LaMarchaVa se hiciera viral en mayo de 2019, muchas cosas han cambiado, para bien y para mal.

#LaMarchaVa culminó en el “11M” la primera marcha política exitosa de la comunidad LGBTIQ+ cubana. Claro que la consciencia y el compromiso de lucha contra la discriminación no aparecieron en la primavera a inicios del siglo XXI. Hay una historia de presencia, persecución, resistencia, solidaridad y perseverancia, tan antigua como la de la nación.

Nuestra ciudadanía es real. No tenemos que pedir perdón a nadie por existir. En cambio, tenemos derecho a exigir la garantía de nuestros derechos. La libertad religiosa, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, son valiosos elementos del nuevo contrato social de Cuba, firmado en 2019. No son, no pueden ser, amparo para el discurso de odio y la promoción de agendas políticas que nieguen el reconocimiento de derechos para una parte de la población o la pérdida de derechos ya conquistados.

Repito, esto no es asunto de convencer al público de quién tiene la razón. Quienes sienten orgullo de llamarse fundamentalistas tienen toda la libertad de serlo. Su fe no les da derecho a dictar cómo hacen sus familias, disfrutan sus cuerpos, o expresan su amor el resto de las personas de la nación.

No acepto sus reglas del juego.

Miro al Estado, mi garante.

Las personas LGBTIQ+ esperamos la respuesta legal del Estado y también espera, ¿por qué no decirlo esta vez?, el pueblo de Cuba.

6 octubre 2020 34 comentarios 699 vistas
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Las calles son nuestras

por Yassel Padrón Kunakbaeva 14 mayo 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En los últimos días, mucho se ha tecleado sobre lo ocurrido el sábado durante la marcha de los activistas LGTBIQ. Se trata de un acontecimiento triste, que le ha hecho mucho daño a la imagen del país en un momento crítico. A los que defendemos el proyecto social de la Revolución, nos ha dejado sin aliento, decepcionados, fragmentados, en fin, debilitados. Sin embargo, es importante tratar de sacar conclusiones.

Según la versión oficial, el CENESEX suspendió la conga debido a la difícil coyuntura internacional. Esta simple explicación dice mucho, porque muestra hasta qué punto pesa la mentalidad de Guerra Fría en la toma de decisiones políticas en la Cuba de hoy. Frente a las agresiones del imperialismo, algunos funcionarios del Partido y el MININT creen que se debe continuar con una política de “tolerancia cero” hacia las manifestaciones públicas espontáneas, una estrategia claramente sacada del libro del socialismo MADE IN URSS.

La falta de perspectiva de estos dirigentes puede ser, incluso, que les lleve a creer que el mantenimiento de ese esquema de “espacio público congelado” es una ventaja con respecto a otros países como, por ejemplo, Venezuela. Ya habrá alguno que crea que ser así como somos, cerrados, es lo que evita que ocurra en Cuba un fenómeno Guaidó.

La lógica que hay detrás de la suspensión de la conga del CENESEX es, presumiblemente, la siguiente: se debe evitar cualquier posibilidad de conflictividad callejera, la conga puede ser utilizada por grupos provocadores para lanzar al mundo imágenes y mensajes contrarios al gobierno, puede haber respuesta por parte de las iglesias y sectores anti-LGTBIQ, choques urbanos, todo lo cual puede justificar una agresión pacificadora contra Cuba. Solución: no se hace la conga, nadie tiene chance de hacer nada, y le damos al mundo una imagen de tranquilidad paradisíaca.

Este razonamiento es obtuso, y olvida muchas cosas. La primera de ellas, que hace pocos meses se aprobó una nueva Constitución, donde se garantiza el derecho de libre manifestación. En fin, no pueden seguir manteniendo políticas de seguridad típicas del socialismo de Estado clásico, porque está en contradicción con la Constitución. Lo segundo que olvida, es la madurez que ha alcanzado la sociedad civil, y la capacidad que han ganado los grupos opositores para movilizarla. Los resultados de la decisión hablan por sí mismos.

Querían evitar fotos e imágenes que mostraran una Cuba en conflicto y eso fue lo que provocaron

Salieron, a darle la vuelta al mundo, fotos de agentes del orden reprimiendo a manifestantes pacíficos pro-LGTBIQ. Sí, represión, aunque no haya sido con balas de goma ni gases lacrimógenos. Una vez que el CENESEX renunció a la conga, le regalaron ese espacio a grupos alternativos y opositores.

Si hubo alguna mala intención, algún interés provocativo, aun así no hay forma de culpar a los activistas que organizaron la marcha independiente, porque fue el Estado el que golpeó primero, el que lanzó la prohibición. En política los errores no se perdonan, los enemigos del Estado Cubano actuaron bien y esta vez ganaron la batalla simbólica por goleada.

Yo puedo estar seguro de que la Revolución Cubana es el proceso más humanista, el eje de la historia de Cuba. Pero, ¿cómo le justifico a alguien que los agentes del orden golpeen a activistas, en una manifestación dónde no todos eran mercenarios, y que solo exigían el respeto a un derecho humano? ¿Quién puede creer que eso era vital para la seguridad nacional?

Dicen algunos que la marcha fue permitida, y que la violencia solo se desató porque los manifestantes no quisieron disolverse al llegar al final del recorrido. Pero de nuevo, la marcha se aceptó a regañadientes, rodeada de efectivos policiales. Algunos de los organizadores fueron arrestados para que no pudieran asistir. ¿Con qué legitimidad las fuerzas del orden podían exigirles disciplina a los manifestantes, o ponerles un límite en su recorrido?

Todo esto muestra lo urgente que es que se promulgue en Cuba una Ley de Manifestaciones, para que se haga efectivo el derecho constitucional, y todos los grupos puedan utilizar el espacio público para hacer sus actividades, siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos. Solo con una Ley como esa, que permita las negociaciones previas y ofrezca garantías, podrá normalizarse la protesta pública y las fuerzas del orden tendrán legitimidad para reprimir a los que violenten el orden social.

La Revolución se hizo para que el pueblo se adueñara de su país, incluyendo sus calles. Las calles le pertenecen a todos, no solo a las organizaciones políticas y de masas autorizadas. La expropiación de la calle y del espacio público en general, realizada por el Estado, es una de las peores herencias que tenemos de la Europa del Este. Es hora de corregir el rumbo y abandonar las viejas mentalidades de la Guerra Fría.

Creo que todavía estamos a tiempo de cambiar. Fue por eso por lo que votamos el 24 de febrero. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de vivir una espiral de manifestaciones espontáneas y represión, un remake de mala calidad de lo que fue la historia de los últimos años de la RDA, cuyo final es completamente predecible. ¿Es ese el mundo ideal al que quieren llevarnos los dirigentes que decidieron suspender la conga?

14 mayo 2019 29 comentarios 410 vistas
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La Joven Cuba se incluye

por Consejo Editorial 17 mayo 2017
escrito por Consejo Editorial

#10maJornada contra la Homofobia y la Transfobia en #Cuba

17 mayo 2017 3 comentarios 262 vistas
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