Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)
El 8 de mayo de 1935 un venezolano le dice a un cubano en la costa de la bahía de Matanzas: “antes de rendirnos nos morimos…”, la respuesta del otro no se hizo esperar: “nos morimos”. Instantes después caían de un disparo al corazón y otro en la cabeza Antonio Guiteras Holmes y Carlos Aponte. Guiteras tenía 28 años en ese momento.
Otro revolucionario que compartió con Antonio Guiteras bastantes similitudes fue Julio Antonio Mella. Estas iban más allá del nombre que compartían, ambos de madre norteamericana con raíces irlandesas, hablaron primero el inglés que el español. El primero con un abuelo considerado héroe de la independencia en República Dominicana, el segundo con un tío fusilado por contrabandear armas a Cuba y un tío-abuelo irlandés de pasado heroico.
Resulta irónico que el pequeño Tony las primeras palabras que pronuncie sean “I want to go out”, él que en el futuro será calificado por la revista Time como “el más antinorteamericano y antimperialista”.
Su vida es increíble, financia la lucha contra Machado robando el Banco Mercantil de Holguín y asaltando la Audiencia Provincial de Oriente en busca de armas. Una especie de Robin Hood cubano incapaz de quedarse con un centavo, de hecho, esa sencillez será emblemática en su futuro como ministro.
Durante el Gobierno de los 100 Días dirigió tres ministerios a la vez: Guerra, Marina y Gobernación. Su papel fue clave para los avances populares que tuvieron lugar bajo el gobierno de Grau, fue mayormente incomprendido por parte de la izquierda y en especial por el movimiento comunista. Antonio Guiteras pasó su ministerio fumando constantemente, alimentándose de café con leche y durmiendo en el sofá de su oficina, evitando constantemente que le dijeran doctor.
Cuentan que en el momento más agudo de las relaciones Cuba-Estados Unidos, un sargento desde Guantánamo llama a Guiteras a su oficina y le pregunta qué hacen si los marines desembarcan por la Base Naval. Antonio le pregunta cuantos hombres tiene y él responde que 125 y dos ametralladoras, el ministro le responde claramente: “¿Y usted me pregunta semejante cosa? Al primer marine yanqui que desembarque ábrale fuego sin pensarlo mucho”. Nunca desembarcaron los yanquis.
El embajador Sumner Welles va al hospital de Columbia a ver a visitar heridos y allí coincide con Guiteras, de alguna forma amenazó con un desembarco norteamericano y el ministro le respondió que tenía 10 minutos para abandonar el cuartel o lo arrestaba inmediatamente. Welles, insultado, reclamó que era embajador y era imposible arrestarlo, Guiteras le respondió que como los Estados Unidos no habían reconocido el gobierno de Grau no podía ser embajador alguno, y por si le quedaba alguna duda: “ya han transcurrido tres minutos del plazo”.
Guiteras tenía fama de incorruptible, cuentan que en medio de una huelga de electricistas ante una empresa norteamericana, el yanqui administrador de la compañía va a su casa y le ofrece medio millón de pesos si le ayudaba, el joven le mira fijamente y le dice: “yo he conocido hombres valientes, pero usted es más que ninguno”, enseguida lo expulsó, bastante bien salió el individuo.
Entre enero y julio de 1934 Guiteras vivió oculto en la Habana, aunque no había orden legal en su contra, era obviamente el enemigo público número uno. En una ocasión que iba en automóvil, un policía lo detiene y va a inspeccionarlo, cuando se acerca encañona al gendarme y le dice: “¿a quién está buscando? ¿A mí?”, el policía pidió disculpas y retrocedió sin hacer mucha resistencia. En otra ocasión cuando la casa donde estaba fue rodeada por los soldados, salió caminando muy amoroso tomado de la mano de la novia.
Aunque tenía la convicción de no dejarse coger vivo nunca, como demostraría en el futuro, cuando delataron la casa en que se encontraba en el Vedado, la policía entró por la puerta y Guiteras comenzó a bajar del segundo piso usando una sábana que se rompió, se partió el tobillo en la caída. Trató de huir pero lo tomaron preso rápidamente, lo encarcelaron, su asesinato parecía inminente pero por falta de pruebas lo tuvieron que dejar ir y se volvió a esfumar.
Conoce en esos días a Carlos Aponte, un venezolano que tenía un pasado aventurero en las luchas contra-hegemónicas por América Latina, simpatizan de inmediato. El sudamericano; a decir de Pablo de la Torriente, “odió y amó con la turbulencia de una juventud frenética”, había acompañado a Mella cuando la huelga de hambre y fue padrino de su hija Natacha, marchó a Nicaragua y allí se convirtió en capitán y hombre de confianza de Sandino, viajó por toda América. Cuando llegó a Estados Unidos a ver a su madre, ella le preguntó cuánto dinero traía y él dijo: “los revolucionarios no traemos dinero”. Luego lamentaría: “esos malditos gringos me han cambiado a mi vieja”. Aponte regresa a Cuba y es entonces que ve al ex-ministro sentado en el piso conversando con sus amigos, escribirá de él: “con este gallo, compay, me voy a cualquier parte”. La vida los conduciría al Morrillo primero y luego a la inmortalidad.
Los aires cambiaron en el seno del partido comunista, si en septiembre arremetían contra Tony y le llamaban “el tipo más peligroso”, después de proclamada la táctica del frente popular en la Conferencia con los Partidos Comunistas de América Latina, los cubanos reciben indicaciones de acercarse a Guiteras y su organización Joven Cuba. Ya es demasiado tarde, la muerte le espera muy pronto.
Luego de su asesinato en el Morrillo, sus restos fueron robados del cementerio de Matanzas por El Viejo, un miembro de Joven Cuba. Tres décadas estuvieron en una pequeña caja en el sótano de la casa de El Viejo en Marianao, no importó que Batista le ofreciera 50 000 dólares, no los entregó y no es hasta 1970 que llegan a manos del entonces Ministro del Interior de Cuba.
El delator que provocó la muerte de Guiteras recibió por su acción 40 000 pesos y un ascenso a capitán de corbeta. Un año exactamente después de la muerte de Antonio, un grupo de Joven Cuba le hizo un atentado con bomba que le costaría la vida. La traición se pagaba caro.
Al comienzo de la revolución encabezada por Fidel, muchas de las ideas y los seguidores de Guiteras se unieron a la lucha, luego del triunfo fue muy confuso todo pues resultaba muy difícil justificar la actitud del movimiento comunista hacia el joven revolucionario, la madurez política de los años posteriores iría sanando lentamente esta herida.
Es paradójico que en el Museo de la Revolución se conserve el traje de Guiteras, para un hombre que tan poco respeto sentía por las prendas de vestir eso no significaría simbolismo alguno. Pablo de la Torriente dijo sobre Guiteras: “ningún héroe es verdadero si no es más grande en la muerte que en la vida”. Tenía razón, hoy es cada vez más grande.