Por Eduardo
Cuando estaba en tercer grado de la Escuela Primaria, mi maestra Bertica nos leía unos libritos editados por la Editorial Pueblo y Educación. Aquella colección se llamaba “La vida de mi Patria”. Cuando mi hijo comenzó a ir a la Escuela, me dediqué a la tarea de reunir y recopilar aquellos textos, en la casa de amigos queridos, en puestos de vendedores de libros viejos, en la librería comisionista del centro de la ciudad, llamada el Pensamiento, y en muchos lugares disímiles. Hasta que un día, una amiga me donó un cajón de libros que tenía repetidos, y dentro de ellos, la colección casi completa de “La vida de mi Patria”.
Uno de los tomitos se denomina “Bayamo la Ciudad Antorcha”. Lo he releído millones de veces, evocando la figura de mi vieja maestra normalista; y a pesar de ello, no deja de emocionarme el relato escrito en un lenguaje sencillo, como correspondería a un texto escolar. Me conmoverá por siempre, la descripción de aquellos días gloriosos en que aquel bardo guerrero, que compuso junto a su amigo Fornaris, la primera Bayamesa, la canción de amor dedicada a Luz Vázquez, El Padre del Patria, el bayamés Carlos Manuel de Céspedes, nos lanzó como pueblo a la redención o al martirio.