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Asamblea Nacional del Poder Popular

Lazo continuidad
Economía

Entre la continuidad y el inmovilismo

por Mauricio De Miranda Parrondo 26 abril 2023
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El pasado día 19 de abril, la primera sesión de la X Legislatura de la Asamblea Nacional cubana “eligió” a quienes ocuparían las máximas responsabilidades del Estado y el Gobierno para los próximos cinco años. Las comillas utilizadas no son gratuitas. En realidad, no ocurrió elección alguna porque la “Comisión de Candidatura” presentó solo un candidato para cada una de las responsabilidades a elegir.

En efecto, fueron ratificados Miguel Díaz Canel Bermúdez como presidente de la República, Salvador Valdés Mesa como vicepresidente, Manuel Marrero Cruz como primer ministro y los seis viceprimeros ministros Ramiro Valdés Menéndez, Jorge Luis Perdomo Di-Lella, Inés María Chapman Waugh, Jorge Luis Tapia Fonseca, Alejandro Gil Fernández y Ricardo Cabrisas Ruíz.

 

Por otra parte, Esteban Lazo Hernández (79 años) fue ratificado como presidente de la Asamblea Nacional; Ana María Mari Machado, como vicepresidenta; y Homero Acosta Álvarez, como secretario.

En el Consejo de Ministros, además de la ratificación del primer ministro y los viceprimeros ministros, fueron ratificados diecisiete jefes de organismos centrales del Estado y nombrados seis nuevos.

Pocas personas dudaban acerca de la casi segura reelección de Díaz-Canel como presidente y de Marrero como primer ministro. Sin embargo, algunos pensaron que habría cambios en la vicepresidencia (aunque esta tenga funciones esencialmente ceremoniales). También podrían esperarse modificaciones en la presidencia de la Asamblea Nacional, dada la edad y condiciones físicas de las dos personas que han sido ratificadas en ambas posiciones.

Eslabón perdido

(Foto: Abel Rojas Barallobre / Juventud Rebelde)

Habría tenido mucho sentido, puesto que la Constitución impide a Díaz Canel ejercer un tercer período en la presidencia, —a menos que sea cambiada como ocurrió en China— que la vicepresidencia fuera ocupada por alguna persona que pudiera entrenarse para el siguiente período, teniendo en cuenta que se mantenga el actual sistema, el cual está muy lejos de ser democrático. También habría resultado lógico que la presidencia de la Asamblea Nacional fuera encargada a una persona más joven y con mejor salud, que pudiera darle un mayor dinamismo al “órgano supremo del poder del Estado”, aunque hasta ahora este solo ha sido un foro en el que todo se ratifica por unanimidad y en el que no hemos visto a diputado alguno ejercer la iniciativa legislativa con la presentación de proyectos de ley, sino que únicamente se discute lo que envía el gobierno para su ratificación.

Resulta difícil entender que, siendo un país pequeño, Cuba tenga un Consejo de Ministros integrado por seis viceprimeros ministros, y que uno de ellos tenga 91 años de edad y otro 86, este último designado además ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, una de las principales carteras económicas. No creo que sean edades adecuadas para ejercer funciones gubernamentales que requieren gran esfuerzo personal y energía, además de alta capacidad ejecutiva.

No parece lógico que si Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, ambos nonagenarios, carecen de responsabilidades ejecutivas, Ramiro Valdés deba continuar desempeñándolas, teniendo en cuenta su muy avanzada edad.

Raúl Castro

(Foto: AFP)

Cabrisas, por su parte, fue ministro de Comercio Exterior durante veinte años entre 1980 y 2000, y a partir de entonces se desempeñó un tiempo como ministro sin cartera (en el caso de Cuba suele llamársele ministro del Gobierno) y entre 2016 y 2018 como ministro de Economía y Planificación. Durante ese tiempo también ejerció primero como vicepresidente del Consejo de Ministros y luego como viceprimer ministro, al cambiar de denominación la nomenclatura de cargos en la administración central del Estado. Es decir, lleva más de 40 años en el gobierno de Cuba y ahora asume una función ejecutiva, también con una edad muy avanzada.

En el área económica del gobierno, además del mencionado cambio en Comercio Exterior e Inversión Extranjera en el que Rodrigo Malmierca fue reemplazado por Cabrisas, solo se produjo un movimiento en la cartera de Finanzas y Precios, donde Meysi Bolaños fue reemplazada por su viceministro primero Vladimir Regueiro Ale, quien antes se había desempeñado como director de Presupuesto. Regueiro, además, fue uno de los testigos presentados por el gobierno cubano en el reciente juicio de Londres sobre la deuda externa cubana.

Continuidad Regueiro

(Foto: Prensa Latina)

Por otra parte, hace solo dos meses había sido nombrado como ministro-presidente del Banco Central de Cuba, Joaquín Alonso Vásquez, en sustitución de Martha Sabina Wilson, quien había ejercido dicha responsabilidad desde 2019.

Aunque, como es usual en el caso cubano, casi nunca se informan las razones de los cambios realizados en posiciones de dirección, existen causas evidentes que pueden explicarlos, pero estas también habrían sido válidas para el reemplazo de otros ministros que, sin embargo, conservaron sus puestos.

El desempeño del sector externo del país es lamentable, pero lo son también los sectores productivos y de servicios. Tanto la industria, como la agricultura, transportes, comunicaciones, construcciones e incluso el turismo muestran evidentes signos de estancamiento e ineficiencia.

De igual manera, se ha deteriorado la capacidad exportadora de bienes y aunque no contamos con cifras actualizadas —porque no son ofrecidas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información— es evidente que Cuba no ha sido capaz de atraer la inversión extranjera directa que necesita para remontar la crisis. Pero eso no depende solo de un ministro, sino de las condiciones del país, los incentivos para invertir, las expectativas de los inversionistas respecto a las oportunidades de negocios, el “riesgo-país”, así como de las garantías a sus inversiones. En esos aspectos, Cuba carece de atractivo, y esto también es válido para todo su sistema económico.

Inversiones (4)

(Foto: Ricardo López Hevia)

En cuanto a la política fiscal, es sabido que en los últimos años se ha incrementado el déficit fiscal del país y la relación entre este indicador y el Producto Interno Bruto (PIB). Aunque el déficit fiscal de 2021 bajó a 11,7% del PIB de los 17,6% en 2020, es casi el doble de 2019 cuando había sido 6,2% (ONEI, 2022). Sin embargo, si bien la disciplina fiscal es parte de las funciones del ministro de Finanzas y Precios, es claro que, por las características del funcionamiento del gobierno cubano, decisiones políticas de tal calado son tomadas en niveles más altos.

Por otra parte, si de eficacia en el cumplimiento de sus responsabilidades se tratara, resulta incomprensible que se ratifique al ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, quien también se mantiene como viceprimer ministro y aunque no existen funciones públicamente delimitadas para esas responsabilidades, podría asumirse que debería estar a cargo del área económica.

MinistroEn política económica se han cometido gravísimos errores, entre ellos, la llamada “Tarea Ordenamiento, mal diseñada y mal aplicada, adoptada en el peor momento posible; la creación de tiendas en monedas libremente convertibles que ratificó la dolarización parcial de la economía, cuando lo que se necesitaba era una unificación monetaria y cambiaria; la desatención de la política inversionista hacia los sectores industrial y agrícola, priorizando el sector inmobiliario y hotelero, con bajas tasas de ocupación; el mantenimiento de excesivas restricciones a las actividades económicas privadas y cooperativas, mientras se pretende mantener al sector estatal como el pilar de la actividad económica, cuando carece de recursos financieros, tecnológicos y de materias primas para salir de su actual estancamiento. Sin embargo, lo más grave es la ausencia de una verdadera concepción estratégica para sacar a la economía de su profunda crisis estructural. Por otra parte, el ministro Gil ha sido incapaz de considerar —con espíritu autocrítico— las observaciones de muchos especialistas a raíz de estas decisiones.

En el caso del Banco Central, podía observarse que cada intervención de la anterior ministra denotaba una insuficiente preparación para la función que le habían asignado. En cualquier país del mundo, esta es una responsabilidad crucial y además de condiciones políticas —hay que tener la economía del país en la cabeza—, se requiere de solidez técnica y profesional, porque se supone que el banco central es el responsable de la política monetaria.

De una manera muy especial, la política monetaria en Cuba ha sido totalmente equivocada, sobre todo a partir del llamado “Ordenamiento” que en realidad ha significado un “Desordenamiento”, en tanto ha sido incapaz de controlar la alta inflación; de adoptar un sistema monetario unificado; mantiene una moneda nacional que no puede cumplir plenamente sus funciones como dinero dentro del territorio nacional; y se han vuelto a usar tipos de cambio múltiples, cuya ineficacia está probada tanto en Cuba como en varios países latinoamericanos como Argentina y Venezuela recientemente, si bien existen muchos ejemplos en épocas anteriores.

Empresas (2)

(Foto: Cubatel)

En la situación actual, la realidad es que la “Tarea Ordenamiento” no ha resuelto ninguno de los problemas que debía solucionar la unificación monetaria, porque no ocurrió tal cosa sino una cadena de desequilibrios macroeconómicos más graves que han impactado negativamente sobre el nivel de vida de la población.

Ahora bien, adicionalmente es necesario destacar que en Cuba el banco central es una agencia del gobierno y depende de las decisiones de su más alto nivel, mientras la experiencia internacional sugiere que el banco central sea independiente, de forma tal que si la política monetaria se basa en un objetivo de inflación determinado (inflation target), el ejecutivo no le pueda imponer al banco una política de monetizar los déficits presupuestales con emisión monetaria. Esto es lo que ha pasado en Cuba y es una de las razones principales de la alta inflación que, en este caso, es especialmente grave porque está acompañada de un estancamiento económico.

Estamos en una situación de “estanflación”, es decir, la combinación de un estancamiento económico con inflación, un fenómeno que tiene como precedente la crisis desatada en los años setenta del siglo XX como resultado del embargo petrolero y la subida de precios decretada por los principales países exportadores miembros de la OPEP, como represalia al apoyo de Estados Unidos y Europa Occidental a Israel durante la Guerra del Yom Kippur. La “estanflación” dificulta la aplicación de los instrumentos tradicionales de política económica expansiva para enfrentar las recesiones cíclicas motivadas por insuficiencia de demanda efectiva.

En el caso cubano, la crisis no está motivada por fenómenos cíclicos coyunturales, aunque la coyuntura haya actuado como agravante. Se trata de una crisis estructural y multidimensional que requiere de profundos cambios tanto en el sistema económico como en el institucional, a los que me he referido en otras publicaciones. No parece posible que un equipo de gobierno que no ha sido capaz de enfrentar la crisis del país con un programa sistémico y audaz de reformas esté en condiciones de lograrlo con las mismas personas, habituadas a mecanismos de dirección y gestión que han probado su ineficacia. En este caso pareciera que la divisa de la “continuidad” se acompaña de inmovilismo. Ahora bien, aunque las personas y sus mecanismos de trabajo juegan un rol de gran importancia, lo más importante es el sistema y si no se producen cambios profundos en él, no es viable que se solucionen las contradicciones que emanan de su interior.

26 abril 2023 31 comentarios
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Pirro
Democracia

Elecciones, victorias y Pirro de Epiro

por Rodolfo Alpízar Castillo 5 abril 2023
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Hace la fruslería de unos dos mil trescientos años, el general Pirro de Epiro, quien llegó a ser rey de Macedonia y de quien se afirma que fue uno de los mejores estrategas de su época, obtuvo una gran victoria contra los romanos.

Pirro era inteligente, estaba seguro de cuánto valía, y hasta tenía sentido del humor; al contabilizar las bajas y conocer el costo del triunfo, exclamó: “Otra victoria como esta y estoy perdido”.

Evidentemente, no era cubano. Jefe cubano que se respete solo conoce victorias.

La situación del cubano de a pie es desesperada. Sufrimos una guerra económica de más de sesenta años, impuesta por la nación más poderosa del planeta. Su aliada ha sido una conducción económica en cuyo aval se cuenta estatalizar limpiabotas, barberos y zapateros remendones; emprender la zafra de los Diez Millones sin logística adecuada; deforestar el país; desmontar la industria azucarera, y muchas otras iniciativas igualmente victoriosas. Que no se entere Pirro.

Gracias a esa Santa Alianza, la mayoría de la población carece hasta de lo más elemental para una vida (y hasta una muerte) decente. En ese contexto se realizó el proceso electoral cubano.

La propaganda oficial insiste en que, en otros países, los candidatos y sus partidos invierten grandes sumas en campañas para convencer a los ciudadanos de elegirlos. Una salvedad: Ese dinero sale de sus bolsillos, o de donativos de simpatizantes y asociados. Les pertenece.

Mito

Negar la existencia de la campaña electoral en Cuba es no oír radio, no ver televisión, no andar en las redes sociales, no leer prensa y ni siquiera caminar por las calles, pues está presente en todas partes, para convencer a los electores de que elegir es aprobar la propuesta de las comisiones electorales. O para proclamar la “victoria de la patria”.

La campaña cubana se diferencia de las demás porque, en tanto en otros países el dinero gastado proviene de los partidos o los candidatos, aquí las campañas, electorales o de otro tipo, se pagan con los fondos del tesoro público.

El tesoro público es lo recaudado por el gobierno, mediante impuestos y otras vías, para atender a las necesidades de la población y cubrir sus propios gastos.

El combustible utilizado en traslados desde la capital hacia los más lejanos rincones del archipiélago para que los diputados vieran el lugar al que estaban asignados hubiera servido mejor, por ejemplo, para que los niños de cierta zona puedan asistir a la escuela con regularidad (¿recuerdan, diputados por Santa Clara?), para que los trabajadores acudan a sus centros laborales a producir riqueza para el país, o para que en los hospitales haya insumos de limpieza y desinfección, y no mueran niños en ellos por falta de higiene, como ocurrió recientemente.

Los números de Pirro

En definitiva, según el Consejo Nacional Electoral (CNE), la campaña electoral (cuyo objetivo fue convencer a las personas de que el “voto unido” siempre ha existido y conviene a la patria) ganó, por obtener el 72,10% de aprobación. Una gran victoria de la patria, y una derrota más de la manipulación mediática enemiga.

¿Es exacto?

No es objetivo del presente artículo discutir la validez de los datos del CNE, que varias voces impugnan. Parto de ellos por ser los únicos disponibles, no porque los legitime. En definitiva, como expongo más adelante, las propias cifras oficiales demuestran que la mayoría de la población en capacidad de votar se pronunció contra el proceso electoral o el llamado “voto unido”.

Es indiscutible que 72% es un margen amplio en cualquier pugna entre fuerzas políticas. Pero en estas elecciones no hubo “contienda electoral”, ni alternativa por la cual votar. Ni siquiera hubo representantes de la fuerza política única entre quienes elegir. Votar en blanco, proclamado como muestra de libertad de elección, anulaba la boleta. Por tanto, no hubo elección, sino ratificación de lo propuesto por las comisiones electorales. Si no hay contra qué comparar, las cifras de la “victoria” carecen de valor.

Elecciones Cuba

(Foto: EFE)

(Si quienes contabilizaron los votos en Cuba hubieran informado a Pirro de las bajas propias y enemigas, no existiría su famosa afirmación: Hubiera ordenado a las tropas cantar “Estamos ganando”, como repite constantemente la TV nacional).

Veamos los números ofrecidos por el CNE, y recordemos preguntas no formuladas en la conferencia de prensa informativa.

Primera pregunta: ¿El 72,10% de qué total? No del total de votantes. Tampoco del total de asistentes a las urnas. ¿Entonces, de qué? Veamos:

Padrón electoral actualizado: 8 129 321 votantes. De ellos:

  • Se abstuvieron: 1 964 445
  • Acudieron a votar: 6 164 876. De ellos:
  • Anularon el voto: 215 920
  • Votaron en blanco: 383 316

Esto significa que 2 563 681 electores registrados rechazaron el sistema electoral, y lo expresaron de la única manera posible: abstenerse, votar en blanco o inutilizar la boleta. Ese 31,53% del total de ciudadanos en capacidad de votar rechazó las elecciones, a pesar de la millonaria campaña desplegada.

Están además los votantes que acudieron a las urnas, marcaron algún “candidato” para que las boletas fueran válidas, pero tampoco aceptan el “voto unido”:

Votos “válidos”: 5 565 640. De ellos:

  • “Voto unido”: 4 012 864
  • “Voto selectivo”: 1 552 776

Un dato que Pirro tomaría en cuenta, pues indica que el “voto unido” tampoco fue aceptado por más de un millón y medio de quienes ejercieron el “voto válido”.

En total, 4 116 637 ciudadanos mostraron de una forma u otra su inconformidad con las elecciones o con el llamado “voto unido”. Si esto es así, ¿qué más hace falta para aceptar que el pueblo no siguió el llamado gubernamental a votar por todos? El alegado 72,10% de apoyo al “voto unido” no indica la realidad de las boletas, sino la manipulación de las cifras:

No lo es en relación con el número de asistentes a las urnas (6 164 876). En tal caso sería el 65%. Mucho menos lo es en relación con el número de electores empadronados (8 129, 321). En tal caso sería el 49,36%.

Esta es la realidad de la “victoria”: El 70,10% proclamado es en realidad el 49,36% de las personas con derecho al voto en Cuba.

El gobierno debería enfrentar la realidad: Sin opositores en las boletas, y luego de una millonaria campaña en su favor, menos de la mitad de los electores aprobó el “voto unido”.

Para ese resultado se desperdiciaron miles de litros de combustible. Se invirtieron cientos de horas de transmisión por televisión y radio. Se consumieron miles de raciones de alimento, incontables kilowatts de electricidad y de insumos variados, salarios y toda la gama de elementos que componen la logística de la transportación de personalidades importantes del país, escoltas incluidas, desde la capital hacia los municipios, no una ni dos, sino muchas veces

Súmese que el primer mandatario se trasladó desde su residencia en La Habana, junto a su esposa y el correspondiente séquito, para votar en Santa Clara, lugar al que está asignado como diputado.

¿Cuánto costó su voto al país?

Tanto gasto sirvió para obtener un supuesto 72,10% que, en realidad, esconde que solo el 49,36% respaldó completamente la elección de la Comisión de Candidatura, como se pedía en los medios de comunicación.

Aquí Pirro habría repetido su frase. No quienes nos dirigen. Para ellos ha sido una contundente victoria.

Otra pregunta: ¿Y en cuanto a los “colegios electorales”? Los especialistas en procesos electorales harían bien en estudiar su caso.

Curiosidades

Los artículos 22.1, 178 y 195 de la ley electoral establecen que en los municipios con más de cien mil habitantes se pueden crear distritos electorales, los que se reparten a partes iguales los “candidatos” del municipio. Por ejemplo: Si al municipio X, de 120 000 habitantes, le asignaron cuatro “candidatos” (Josefa, José, Juana y Juan), se crean dos distritos, A y B. Los votantes del distrito A no pueden “elegir” a los candidatos del distrito B, y viceversa.

Siguiendo el ejemplo, cada distrito tendría 60 000 electores. Para facilitar las cuentas, imaginemos una quimera: Todos acudieron a votar y apoyaron el voto unido. ¿Cuántos votos obtuvo cada “candidato”? Evidentemente, 60 000. Pero 60 000 es solo el 50% del padrón electoral del municipio. Por tanto, en relación con el municipio, ninguno resultó “electo”, pues nadie alcanzó el 51% exigido.

Así lo entiende usted. Para el CNE los cuatro obtuvieron el 100% de los 120 000 votos del municipio que “representarán” en la Asamblea Nacional. Estamos ante el milagro de los distritos y las boletas.

Eso es con un ejemplo simplificado, pero difícilmente existe un único colegio sin abstenciones, votos en blanco, anulación de boletas o “voto selectivo”; en la realidad el porcentaje fue mucho menor, ni siquiera alcanza el 50%.

En conclusión, en este caso hipotético, ninguno de los diputados “elegidos” en distritos electorales alcanzó el mínimo de votos establecido, 51%, y deberían ir a nueva votación.

Pero para el CNE todos están legalmente elegidos.

Surgen entonces nuevas preguntas, soslayadas por los periodistas en la conferencia de prensa:¿Cómo la comisión electoral legitimaría a esos diputados? ¿Cómo alcanzarían el 51% exigido? Solo con sofismas se podría responder. Como afirma la sabiduría popular: El que hizo la ley hizo la trampa. Y aquí se muestra sin tapujos.

Para concluir

Aceptar que “Cuba ganó”, como afirma la propaganda, es realizar un acto de fe religiosa, y la fe no exige demostración. Se acepta, aunque los datos demuestren que solo el 49,36% de los cubanos con capacidad para votar siguió la convocatoria de la campaña oficial por el “voto unido”. Pero Cuba pierde dolorosamente si el gobierno no extrae las enseñanzas de este proceso, que no son pocas. El vano triunfalismo con que se enfrentan los resultados no me da muchas esperanzas.

La victoria, si quieren creer en ella, ha sido pírrica, y el triunfalismo no borra la realidad: A nadie escapa el despilfarro que significó alcanzar tan magros resultados. Tampoco se debería tomar a la ligera el desgaste en la imagen de figuras públicas.

Elecciones

(Imagen: Brady Izquierdo)

Me gustaría creer que el optimismo mediático es para consumo público, y en privado quienes dirigen el país estudian las enseñanzas del proceso para hacer las rectificaciones necesarias. Pero estoy escéptico.

Algunas de esas rectificaciones deben tomarse sin dilación, lo demuestra el rechazo al “voto unido”; empecinarse en pasarlas por alto es peligroso. La primera es prerrogativa del presidente de la república (artículo 128 constitucional), quien puede decretarla cuando lo desee. Las otras deben esperar por una sesión de la Asamblea Nacional. Veamos:

  • Declaratoria de una amnistía general para los presos por actividades políticas y revisión de las causas seguidas contra participantes en las manifestaciones públicas de los últimos tiempos. Disminución de las penas en todos los casos en que la amnistía no sea aplicable.
  • Elaboración de la norma que garantice el cumplimiento del artículo 56 de la Constitución sobre libertad de manifestación pacífica.
  • Abolición de la pena de muerte, por ir contra la letra del artículo 46 de la Constitución, y porque en su aprobación se produjeron irregularidades, como la omisión intencional de una parte fundamental de dicho artículo 46. Inicio de un proceso de revisión integral de la ley.
  • Eliminación de las trabas al libre ejercicio de la ciudadanía a las personas por sus ideas políticas. Elaboración de una norma que penalice severamente la violación de ese derecho, en particular del artículo 38 de la Constitución. Erradicación y penalización de la práctica de expulsar ciudadanos del país.
  • Abolición de la actual ley electoral o modificación radical de su contenido, para eliminar del articulado sus elementos antidemocráticos y garantizar el derecho de los ciudadanos de escoger libremente, entre varias opciones, a sus representantes.
  • Garantía para los ciudadanos cubanos residentes en el exterior de participación en la vida política y económica del país, con posibilidad de nominar y elegir libremente a sus representantes en la Asamblea Nacional. Extinción de cuanta normativa institucional limite esos derechos.

Haber tomado estas medidas con tiempo, en lugar de gastar millones del pueblo en la campaña electoral, hubiera sido la verdadera victoria de Cuba.

5 abril 2023 22 comentarios
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Ratificados
Democracia

Los más y los menos ratificados: Curiosidades estadísticas de la votación cubana

por Redacción 3 abril 2023
escrito por Redacción

El pasado viernes 31 de marzo el Consejo Electoral Nacional dio a conocer los resultados finales de las votaciones ocurridas el día 26 del mismo mes. Las cifras oficiales no distan significativamente de lo antes reportado y confirman que, si bien la participación registrada aumentó con respecto a las elecciones de delegados de 2022, es la de menor asistencia a las urnas de todas las votaciones parlamentarias en la historia posterior a 1959. Unido a esto, el voto por todos los candidatos, por primera vez, no superó el 50 % en relación con el padrón electoral.

Las nuevas cifras aportadas permiten analizar el comportamiento por territorio, y aunque las elecciones parlamentarias cubanas no tienen carácter competitivo —pues el electorado no selecciona, sino ratifica lo ya propuesto por la Comisión de Candidatura—, el análisis de los porcentajes de votación puede ofrecer pistas sobre el rechazo o respaldo a algunas figuras de la política local y nacional, más aún cuando este es el único proceso de voto directo al que serán sometidas.

Los territorios que aportaron mayor cantidad de boletas válidas fueron Ciego de Ávila, Matanzas e Isla de la Juventud; y los de mayor nivel de abstencionismo (electores que no asistieron, votaron en blanco o anularon), La Habana, Holguín y Guantánamo. La mayor cantidad de papeletas anuladas o en blanco corresponden a Pinar del Río, Mayabeque y Villa Clara. Con respecto al padrón electoral, el llamado “voto unido” primó en Isla de la Juventud, Ciego de Ávila y Matanzas, y la mayor cantidad de marcas selectivas estuvieron en Ciego de Ávila, Matanzas y Artemisa.

De igual manera, sobresale el alto porcentaje de votación en Matanzas, teniendo en cuenta que históricamente ha tenido resultados similares (levemente más altos) que La Habana, y fue uno de las provincias donde se más extendieron los enfrentamientos del 11 de Julio. También es inusitado un menor por ciento de participación en la región oriental, que habitualmente se destaca por su alta concurrencia a las urnas.

En cuanto a los niveles de votación a nivel nacional, cabe destacar que el 72,10 % de quienes emitieron un voto válido, lo hicieron por toda la lista de candidatos, de ahí que la desigualdad entre unos y otros la decida solo el restante 27,90 % que hizo una marca selectiva. La media de los porcentajes con que salieron electos los diputados fue de 85,3 %.

El argumento más habitual utilizado históricamente para defender el llamado «voto unido» expresa que las figuras públicas tienen más posibilidades de ser ratificadas que quienes no poseen cargos de dirección o se desempeñan a escala local. No obstante, los rankings de los más y menos votados muestran que en la práctica esto no se comportó así.

A nivel nacional, el diputado menos votado fue Federico Hernández, primer secretario del Partido Comunista en Camagüey, con un 61,52 % de los votos válidos. En la lista de los diez menos respaldados sobresalen otros nombres de figuras públicas, o diputados que ostentan cargos significativos en el país o en su territorio, como Joel Ortega Dopico (presidente del Consejo de Iglesias de Cuba), Beatriz Johnson (Gobernadora de Santiago de Cuba) y el trovador Raúl Torres, quien en los últimos años ha tenido una notable presencia mediática.

En contraste, el diputado más respaldado fue el médico ginecobstetra Gastón Idael Martínez con 97,54 % de los votos. En la lista de los diez con un porcentaje de ratificación más alto, resultan conocidos a nivel nacional el general de ejército Raúl Castro, el primer ministro Manuel Marrero Cruz y el atleta de alto rendimiento Mijaín López.

Para ampliar el análisis, se seleccionaron los cuatro diputados que obtuvieron más votos y los cuatro menos votados en cada provincia. En esta muestra, los trabajadores sin cargos de dirección fueron los de mayor respaldo popular, mientras los cuadros nacionales abundaron entre los menos ratificados.

En cuanto a la aceptación de los directivos locales, se enuncian a continuación algunos hitos que llaman la atención:

  • En Guantánamo, tanto el primer secretario provincial del Partido Comunista (Rafael Pérez), como la secretaria de la Asamblea del municipio cabecera (Idaliena Díaz), se encontraron entre los menos populares.
  • Como se mencionó antes, en Santiago de Cuba, la gobernadora Beatriz Johnson fue la menos votada.
  • En Holguín el presidente de la Asamblea del municipio cabecera, Ricardo Antonio Suárez, estuvo entre los menos seleccionados.
  • En Las Tunas, el candidato con menos votos fue el primer secretario provincial del PCC, Manuel René Pérez Gallego.
  • En Camagüey, el primer secretario provincial del PCC (Federico Hernández) y la presidenta de la Asamblea del municipio cabecera (Dixamy Rodríguez) fueron los menos votados.
  • En Mayabeque, el vicegobernador Manuel Aguiar estuvo entre los menos elegidos.
  • En Artemisa el presidente de la Asamblea del municipio cabecera, Euler Velázquez, fue el segundo menos ratificado.

Con respecto a los más elegidos, solamente en el municipio especial Isla de la Juventud y la provincia Pinar del Río, las máximas autoridades locales del PCC estuvieron entre los más ratificados. Ningún gobernador provincial se incluyó entre los más respaldados, y si bien en este top se encuentran 12 miembros de gobiernos locales, presiden consejos populares, municipios no cabeceras u ocupan una dirección dentro de las Asambleas municipales.

Como otros datos curiosos cabe destacar que todos los secretarios de Comités Provinciales del Partido fueron seleccionados como diputados. Las provincias en los que dichos políticos tuvieron mayor porciento de votación fueron Pinar del Río, Santiago de Cuba y Granma, y donde tuvieron menos respaldo fue en Camagüey, Guantánamo y La Habana. Asimismo, cabe mencionar que de los 15 gobernadores que tiene el país, solo 7 fueron propuestos como diputados por la Comisión de Candidatura.

Por último, en lo que respecta al presidente Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, no encabezó las listas de ratificados con más votación, ni a nivel nacional, ni en el municipio por el que fue postulado (Santa Clara). Con un porciento de votación del 88,78, el mandatario cubano ocupa el lugar 130 de 470 en el escalafón nacional; 14 de 32 a nivel provincial (Villa Clara) y 4 de 8 a nivel municipal (Santa Clara).

Para los lectores interesados, La Joven Cuba comparte  la lista de candidatos clasificados por provincia y municipio, y ordenados por el pocentaje de votación, que puede descargar aquí.

3 abril 2023 6 comentarios
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Elecciones Cuba
Democracia

Elecciones 2023: lo que dicen los números

por Redacción 27 marzo 2023
escrito por Redacción

Tras amplias campañas propagandísticas y expectativas en torno a los comicios de este domingo —los más importantes en Cuba—, ya han trascendido los resultados oficiales, que ameritan un análisis profundo y complejo, por cuánto pueden revelar sobre la actualidad política cubana. En primer lugar, el 75.9% de las personas con derecho al voto, lo ejerció este domingo en las Elecciones Nacionales para escoger los Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular, de acuerdo con lo informado esta mañana por Alina Balseiro Gutiérrez, presidenta del Consejo Electoral Nacional (CEN).

Asimismo, se contabilizaron un 90.28% de boletas válidas, un 6.2% en blanco y un 3.5% por ciento anuladas. Aunque el escrutinio de las boletas en las urnas es público, no se permiten observadores internacionales o independientes del Estado en el resto del proceso de votación y registro de las cifras, lo cual es el argumento comúnmente utilizado para cuestionar la transparencia del proceso.

La cantidad neta de votantes (6 164 876) aumentó en 436 656 con respecto a las pasadas elecciones de delegados, mientras que el padrón electoral se redujo en unas 284 621 personas, tendencia que viene ocurriendo en los últimos años — principalmente a partir de 2019— y que pudiera deberse al éxodo migratorio que enfrenta la Isla.

Los números oficiales de participación superan a los dos sufragios anteriores —el referendo para aprobar el Código de las Familias y las Elecciones Municipales del Poder Popular—, así como la media latinoamericana en países donde no es obligatorio votar. En el análisis de las cifras históricas cubanas, se puede constatar que las votaciones de diputados por lo general tienen una participación mayor que las de delegados; pues a diferencia de estas últimas, se le permite a todos los ciudadanos ejercer este derecho en cualquier colegio del país, aunque no sea el de su lugar de residencia oficial.

En cuanto al comportamiento del padrón electoral, se muestra que aproximadamente un 68.54% de las personas con capacidad de votar hizo un voto válido (8 puntos porcentuales por encima de las elecciones de delegados pasadas), un 2.66% anuló la boleta, 4.71% la dejó en blanco y un 24.1% no asistió. Solo un 49.42% de ese padrón hizo un voto por toda la lista de candidatos, y un 19.12% votó de manera selectiva, lo cual es menor que en las votaciones parlamentarias del año 2018.

A pesar del aumento de la participación en el recién culminado proceso con respecto al anterior, se sigue evidenciando en la última década una inclinación abstencionista en la ciudadanía cubana, que no es particular solo de estas votaciones. Desde 1976 hasta el año 2010, todos los sufragios en Cuba tuvieron un porcentaje de participación entre el el 97% y el 99,6%. A partir de ese año, comienza una paulatina reducción de la cantidad de personas que acudieron a las urnas. En 2022 este comportamiento se hace más evidente en el proceso del Código de las Familias y las posteriores elecciones de delegados.

La crisis económica que vive el país luego de 2019 puede que tenga un impacto en el aumento de la abstención. No obstante, los sufragios celebrados en los años 1992 y 1993, durante el llamado «periodo especial», presentaron un 97,2% y 99,6% respectivo de asistencia; de hecho, las votaciones parlamentarias de 1993 fueron las que mayor presencialidad han tenido en Cuba.

Dicho análisis indica que existen otras variables sociopolíticas que están incidiendo en la ciudadanía y han mediado en la actual situación de apatía. Se pudieran mencionar entonces la inconformidad con el sistema electoral y la realidad nacional —con problemáticas que trascienden lo meramente económico—, la interacción a través de vías digitales con el criterio de otros ciudadanos residentes o no en el país, sumado a fuentes de información y propaganda política, más allá del Estado cubano, como medios, organizaciones y activistas opositores, además de la prensa internacional y nacional no estatal.

En cuanto a la composición del nuevo parlamento, aunque se reduce en 130 diputados, su representatividad sociodemográfica no varía significativamente. Solo es notable un leve incremento en la cantidad de jóvenes menores de 35 años y de personas negras y mestizas. Cabe destacar que mantiene una fuerte presencia femenina en comparación con la media mundial.

Las votaciones en Cuba a menudo son utilizadas como termómetro de la legitimidad del Estado para con la ciudadanía. La ausencia de encuestas públicas de opinión popular en la Isla con muestras representativas hace imposible explicar con certeza las causas del comportamiento de los votantes.

No obstante, luego de la anterior experiencia —con la menor participación en la historia del sufragio cubano luego de 1959— y la campaña de la oposición por el «no voto», es muy probable que haya incidido la intensificación de la propaganda gubernamental que tuvo lugar en los medios. También pueden haber surtido efecto convocatorias personales directas a quienes avanzado el día no habían concurrido a las urnas. Durante años han sido comunes prácticas llevadas a cabo por funcionarios y directivos locales para ejercer presión sobre la ciudadanía y que esta acuda a votar.

El sistema electoral sigue siendo uno de los elementos más polémicos del modelo político asumido en la Isla y que provoca respuestas polarizantes. Por un lado el Estado evita reconocer sus fallas en cuanto a la efectividad del ejercicio del control popular, y por otro, buena parte de la oposición organizada asume como única alternativa la instauración de un sistema multipartidista. Sobre este y otros temas referentes al proceso electoral, La Joven Cuba continuará abordando en próximas publicaciones.

27 marzo 2023 70 comentarios
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Elecciones
Democracia

Elecciones en Cuba y los límites de una opción binaria

por Consejo Editorial 25 marzo 2023
escrito por Consejo Editorial

Este domingo tendrán lugar en toda Cuba las elecciones generales para ocupar los 470 escaños a diputados de la Asamblea Nacional de Poder Popular.

Más que una elección, se trata de una ratificación mediante las urnas, a un padrón ya conformado por la Comisión de Candidatura a partir de propuestas enviadas por un grupo de organizaciones sociales reconocidas oficialmente para ello, sumadas a los delegados municipales recientemente electos y algunos diputados del período anterior.

El proceso ocurrirá en medio de una crisis multidimensional marcada por una grave situación económica, provocada por factores internos y el recrudecimiento de medidas unilaterales coercitivas externas, en la cual se han acrecentado problemáticas sociales como las inequidades. A esto se le suma la permanencia de numerosas personas sancionadas a partir de los sucesos del 11 de julio y la ausencia de una estrategia para la reconciliación nacional.

El Artículo 205 de la Constitución expresa que «el voto es un derecho de los ciudadanos. Lo ejercen voluntariamente los cubanos, hombres y mujeres, mayores de dieciséis años de edad». Cada ciudadano cubano, el día de mañana, podrá hacer uso de las opciones que permite el sufragio parlamentario en la Isla: votar por todos los candidatos, hacerlo por las propuestas de su preferencia, dejar la boleta en blanco, anularla, o no asistir.

En redes sociales un grupo de usuarios han debatido y argumentado sus razones para tomar una u otra decisión, unido a esto, se ha hecho visible tanto la intensa campaña gubernamental por el llamado voto unido —por todos los candidatos— como su contraparte de zonas de la oposición que incitan al abstencionismo.

La Joven Cuba convoca a tomar la actitud que más corresponda con la conciencia cívica de cada cual, más allá de presiones o campañas políticas. Asimismo, llama a los diversos actores de la sociedad civil y comunidades políticas a respetar democráticamente la posición de los demás, coincidan o no con ella.

25 marzo 2023 23 comentarios
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Curiosidades
Democracia

Curiosidades matemáticas y democráticas del «Valen todos»

por Rodolfo Alpízar Castillo 15 marzo 2023
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

La consigna «Valen todos», tomada del nombre de una telenovela brasileña de moda en Cuba por 1992, sorprendió a la mayoría de los cubanos. De inmediato se desplegó una extraordinaria campaña, que dura hasta hoy, para convencer a las personas de que el «novedoso y revolucionario concepto»1 es un aporte a la democracia electoral.

Quienes seguíamos de cerca el proceso de instauración del poder popular, desde sus inicios en la década de los setenta, quedamos impactados: Veíamos en televisión, defendiendo que votáramos por todos los propuestos, por ser igualmente valiosos, a quien antes había afirmado exactamente lo contrario: que el elector debe tener siempre la posibilidad de escoger al candidato de su preferencia. Lo que hasta ese momento había sido correcto se convirtió de repente en incorrecto, y viceversa.

Desde hace al menos dos milenios, se repite que hay tantos pareceres como seres pensantes (quod homines, tot sententiae, afirmaban los latinos), y es imposible reunir en un mismo lugar, pongamos por caso un parlamento, a varios cientos de personas unánimes en un criterio. Pero desde su nacimiento el funcionamiento de la ANPP desmiente este axioma: En ella la unanimidad de criterios, sostenida por décadas, es la norma.

Es innegable el aporte conceptual: Las sesiones de la ANPP son la excepción a la regla general de la diversidad natural de pareceres. Lástima que tantas personas, en Cuba y el resto del mundo, no valoran de forma positiva esa excepcionalidad.

No hace falta entender nada, pues no hay nada que entender; tampoco hace falta entender por qué en las elecciones cubanas el verbo elegir no significa, como en el resto del planeta:

seleccionar, escoger, preferir de entre un grupo de posibilidades lo que se considere mejor

Lo que hace falta es acatar la consigna y votar por todos, para mantener la unidad de la nación y salvar la patria.

Acatar es un principio inviolable en cualquier religión. No cumplirlo es incurrir en soberbia, pecado capital: Si hoy elegir es seleccionar, selecciono; si mañana es ratificar lo seleccionado por otro, ratifico. Una «voz autorizada» lo estableció así, y ella nunca se equivoca. Hurgar en los archivos para averiguar si en otras ocasiones la «voz autorizada» afirmaba algo diferente es incurrir en herejía, también pecado grave.

Recientemente, en uno de los muchos programas de TV dedicados a las elecciones (en Cuba los candidatos no hacen campaña con dinero procedente de su bolsillo o de donaciones, nos recordó una profesora en el programa…, pagado con fondos públicos) se mencionó la demonización de las elecciones por parte de «algunos enemigos», y se repitió que el voto es libre y nadie está obligado a aceptar la candidatura tal cual aparece. En otras palabras: Se puede votar por todos o por uno solo, y se puede votar en blanco.

Pasemos por alto las descalificaciones; no merecen contestación. Veamos la afirmación de que votar en blanco demuestra que el voto es libre, esgrimida contra quien cuestione el modelo «Valen todos».

Soy libre de votar en blanco, incluso de no acudir a votar. Pero, ¿cuál es el valor de esa libertad? Como en Cuba el voto no es obligatorio (no solo aquí, tampoco en otros países,), puedo abstenerme de asistir al colegio electoral y no pasa nada. Simplemente, como en otras partes, no entro en las estadísticas; apenas soy un ciudadano que declinó hacer uso de un derecho constitucional.

En cuanto a la «libertad» de votar en blanco en la ley cubana, es un nuevo concepto de «libertad» que acaso se deba incorporar al diccionario del español. Es similar a la libertad concedida al hijo pequeño: «Puedes ponerte esos zapatos si quieres, pero no me sales de casa». Como él ansía salir a jugar, «elige» ponerse los zapatos que le impongo. ¿Fue libre su elección? ¿Eligió los zapatos, o acató mi decisión? Similar es mi derecho al voto en blanco.

Invito a leer la ley a quien desee comprobar si es como afirmo o no.

Curiosidades

El enemigo demonizador del proceso electoral no son los opositores al gobierno ni quienes, sin serlo, denuncian el «Valen todos». Quien demoniza el proceso electoral es la propia ley. Por algo la propaganda nunca cita más que uno o dos artículos generales.

No pido a nadie creer cuanto afirmo. Solo insisto: Si, en lugar de repetir consignas o acatar dogmas, usted busca la verdad, aplíquese a la lectura de la ley. En particular, deténgase en sus artículos 115, 119, 121, 123, explícitos en cuanto al voto en blanco. Todos establecen lo mismo: apartar las boletas anuladas y las boletas en blanco, contabilizar solo las que tengan votos válidos. Y los votos válidos son: por uno, por más de uno, por todos. El resto, según esos artículos, no cuenta.

Por mi parte, he leído muchas veces el texto de la ley. Por eso me opongo a ella. Solo aclaro: Con mis textos no hago propaganda ni al voto en blanco, ni a la abstención, ni a nada. Apenas expongo la realidad de una ley contraria a un elemental principio democrático, en un país cuya Constitución afirma la existencia de un Estado de derecho. Tampoco juzgo a quienes componen la lista de nuevos diputados, pues no es mi costumbre juzgar a nadie; además, no los conozco, y no opino de lo que no sé.

En cuanto a los miembros del actual parlamento, nunca hago alusiones personales, pero al menos sé de uno que nunca debió ser diputado; sin embargo, lo es y continuará siéndolo en la próxima legislatura. En su momento, esa persona impidió la discusión del proyecto de Constitución a los miembros de la organización que presidía, y calificó públicamente de elitistas a quienes exigimos nuestro derecho a hacerlo.

Tampoco olvido que ninguno de los actuales diputados cumplió su juramento de respetar y defender la Constitución, pues asistieron callados a la mutilación de su artículo 46 durante la presentación del Código Penal, que impone la pena de muerte para muchos delitos, la mayoría políticos. Precisamente, la parte mutilada del artículo 46 establece, a la letra, que «Todas las personas tienen derecho a la vida».

Curiosidades matemáticas

Propongo un pequeño ejercicio de aplicación de lo estipulado por la ley electoral y el principio «Valen todos», para comprobar cuán democrático resulta el proceso.

Imaginemos un colegio electoral X de un municipio grande X, o un municipio muy pequeño X, donde se «elige» dos «candidatos», Juana Pérez y Juan Pérez, para dos puestos en el parlamento —ante todo, olvide el significado del verbo «elegir» en los diccionarios; recuerde que la acepción cubana es novedosa.

Total de electores en el registro: 4 000 (4 000, pues, es el 100% de votantes posibles en ese lugar). Si se producen:

1 000 abstenciones (electores que no votaron): 3 000 pasa a ser el 100%.

500 boletas anuladas (tachaduras, consignas, etcétera): 2 500 pasa a ser el 100%.

500 boletas en blanco (electores que no gustan de ningún «candidato»): 2 000 pasa a ser el 100%.

Primer resultado: El universo de 4 000 se redujo a la mitad. El total de votantes contabilizados como 100% es ahora 2 000, o sea, la mitad de los electores registrados es el total. Si esos 2 000 votan:

Votos «unidos»: 800 (40% de boletas válidas)

Votos por Juana: 600 (30% de boletas válidas)

Votos por Juan: 600 (30% de boletas válidas)

Ello nos da:

Total de votos obtenidos por «candidato» (sumados los «unidos» a los individuales):

Juana 1 400 (70% de boletas válidas)

Juan 1 400 (70% de boletas válidas)

Curiosidades

Segundo resultado: Ambos candidatos recibieron el 70% de los votos válidos emitidos y son «elegidos» democráticamente, con elevado porcentaje de aceptación, por el voto libre, individual y secreto de los electores de ese municipio. Aunque, en realidad, cada uno cuenta con el apoyo de solo el 35% de la totalidad de los ciudadanos registrados en el padrón electoral del distrito electoral, (4 000).

En resumen, gracias al «carácter democrático diferente» de nuestra ley electoral, un diputado puede «representar» a un municipio habiendo sido «elegido» solo por el 30% del total de un distrito electoral.

Y no hay que olvidar que el distrito electoral «elige» a una parte de la «candidatura» del municipio, no a toda, con lo cual ese porcentaje pudiera ser menor al hacer la suma de todos los distritos.

Una curiosidad: Entre Juana y Juan suman 2 800 votos (el 140% del universo), aunque el total de boletas válidas sea 2 000. Ello es debido a que existe la posibilidad de votar en el primer círculo, que significa que uno aprueba a los dos. La propaganda va dirigida a que se vote en ese círculo; esto es, al «Valen todos» / Voto unido.

Realmente, un concepto muy especial de democracia.

***

1: El nombre original «Valen todos» ha mudado para el políticamente correcto «Voto unido»; sigo usándolo para un mejor entendimiento del tema, pues el concepto no ha variado: Quienes aparecen en la boleta merecen estar en los escaños de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), y debemos aprobarlos en conjunto, puesto que así lo decidieron quienes saben más que nosotros).

15 marzo 2023 16 comentarios
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Elecciones Cuba
Democracia

«El pueblo elige». Elecciones en Cuba

por Rodolfo Alpízar Castillo 7 febrero 2023
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Ante todo, una aclaración. En el artículo anterior recordé la repetida afirmación de que en Cuba no existen campañas electorales. No es cierto. No las hay en el sentido de otros países, pero existen, son extensas…, ¡y costosas!

En otros lugares del mundo, los candidatos y las agrupaciones que los respaldan presentan ante los posibles electores, para obtener sus votos, el programa de gobierno que se proponen (o afirman que se proponen) llevar adelante si ganan las elecciones; son sus promesas electorales, por las cuales se decantarán, o no, los votantes, y cuyo incumplimiento puede incidir en el resultado de una elección posterior.

Las agrupaciones partidarias, y a veces los propios candidatos, invierten sumas cuantiosas en esas campañas. Esas sumas son extraídas de sus fondos propios, o donadas por simpatizantes y asociados. En algunos países existe además una partida del presupuesto nacional asignada a sufragar en parte los gastos de las agrupaciones representadas en el parlamento, para garantizar un mínimo de igualdad en la competencia.

Ese tipo de campaña no se realiza en Cuba. Es una diferencia notable.

Elecciones

(Foto: Radio Habana Cuba)

En Cuba, ciertamente, no se realizan promesas electorales, no hay compromisos con el votante; el delegado de circunscripción y el diputado no prometen nada a los ciudadanos y, por tanto, tampoco hay nada que exigirles después. El ministro (o general, o «cuadro nacional» de una organización) «candidato» a diputado por un municipio donde nunca ha puesto un pie, no invierte un centavo propio en visitarlo, en entrevistarse con su gente, en conocer sus problemáticas. No se compromete a ocuparse de sus asuntos y defender sus intereses en la Asamblea Nacional, pues sus funciones en esta son de un orden superior, no los «asuntos comineros».

Entonces, ¿no hay campaña electoral?

La hay, y en ella se invierten sumas millonarias (gastos de propaganda, organización, transporte, logística…), destinadas a convencer a los electores de acudir a las urnas y apoyar la propuesta de las comisiones electorales, a convencerlos de que ese tipo de «proceso eleccionario», como gustan llamarlo, es el más conveniente para el país, por lo cual debe ser respaldado con la participación masiva y entusiasta en las elecciones. Como quiera que se mire, eso es campaña electoral.

Raúl Castro fue ratificado como candidato a diputado. (Foto: CMKC)

Una gran diferencia de la campaña electoral cubana con las de otros países, es que los fondos invertidos en la nuestra no proceden del bolsillo de los candidatos o de quienes los proponen, ni de donaciones de simpatizantes o asociados: Salen de las arcas del Estado, esas arcas que atesoran el fruto del trabajo de los ciudadanos y los impuestos que pagan; esas arcas son las mismas donde nos aseguran que no hay dinero suficiente para importar los alimentos y las medicinas que la población necesita, o para adquirir los insumos para el desarrollo del país, para mantener en buenas condiciones las instalaciones culturales, escolares y hospitalarias, y mucho menos para publicar libros y pagarles a sus autores decorosamente…

Que el dinero de las campañas electorales cubanas salga del bolsillo de los propios votantes significa, realmente, una gran diferencia.

El objetivo es el mismo: Convencer al ciudadano de que la opción propuesta es la mejor para él y para el país. Y que acuda a votar…, aunque no vote para elegir entre varias propuestas, sino para declarar su conformidad con lo que otros decidieron por él.

Elecciones sin trampa

Es común, entre los opositores al sistema electoral cubano, afirmar, sin presentación de elementos probatorios, que en las elecciones para delegados municipales y diputados de la Asamblea Nacional se alteran cifras, «se hace trampa». No voy a negarlo de modo categórico, pero no creo que sea la norma.

He conversado con personas que han participado en las elecciones como miembros de las mesas electorales, y me han afirmado que es muy raro que ocurran irregularidades, entre otras razones porque el escrutinio de las boletas es público, y todo ciudadano puede estar presente en el momento del conteo y dar fe de cómo transcurre.

Elecciones

(Foto: Adalberto Roque Pool/AFP)

Algunos se refieren además a la no presencia de observadores internacionales, pero ello no es un requisito obligatorio para ningún país del mundo; de todos modos, si estuvieran presentes no tendrían mucho que observar, y lo que declararan sería favorable para el gobierno: tranquilidad, ausencia de policías, niños cuidando las urnas…

Lo cierto es que el único partido permitido en Cuba no necesita hacer trampa para ganar las elecciones. Basta con aplicar al pie de la letra lo establecido por la legislación: La ley electoral en Cuba (la más reciente de 2019 y la anterior de 1992) está elaborada de manera que hace innecesarias las irregularidades, pues no deja espacio a modificaciones en la composición de la Asamblea Nacional.

El verbo elegir en Cuba

Elegir es siempre tomar entre varias posibilidades una o varias consideradas preferibles por quien elige. «Elige tú, que canto yo», cantaba Benny Moré; esto es: Escoge tú, entre cuantas canciones quieras, la que te parezca; de cantarla me encargo yo.

Tengo varias camisas, elijo una para ir a la fiesta, no me las pongo todas una encima de la otra; tengo varios libros para leer en el verano, elijo dos o tres de ellos y dejo los demás para otro momento. En todos los casos, elegí, escogí, seleccioné entre varias opciones una que me acomodó. Es simple sentido común: elijo, selecciono, escojo algo de un todo mayor.

Tomar dos de dos, tres de tres, o todo junto, no es elegir. En cualquier caso, es aceptar como buena una propuesta que me hacen; nunca es elegir, escoger, seleccionar.

Lo sabe cualquier niño de primaria. Sin embargo, para sorpresa de cualquier niño de primaria, hay en Cuba quienes desconocen el significado del verbo elegir: Son los redactores de la ley electoral de 1992 y su actualización de 2019. Y quienes conducen las campañas electorales que vemos y oímos.

A la pregunta: «¿Es válido afirmar que en los procesos electorales cubanos el ciudadano elige a los diputados?», la única respuesta posible es: No.

Elecciones

Antes vimos que, según la ley electoral, las comisiones electorales conforman la nómina de «candidatos». Veremos ahora que los electores tampoco eligen, de esa nómina, a los diputados. El día de la votación, el ciudadano cubano no elije; solo expresa si está de acuerdo, en todo o en parte, con la lista de diputados elaborada por las comisiones electorales.

Según la ley, en el escrutinio de las boletas solo se contabilizan los votos válidos de los votantes que hayan acudido a la votación (al contrario de lo que algunos creen, las abstenciones no inciden en contra de los «candidatos»). No es el universo de personas con capacidad legal para votar lo que se toma en cuenta para los porcentajes, sino el universo de quienes hayan acudido a votar y cuyas boletas se consideren válidas.

Las boletas se clasifican en «válidas», «en blanco», «anuladas», «no utilizadas» e «invalidadas» (artículos 115, 119, 121.1, 123).

Para establecer los porcentajes recibidos por cada «candidato» solo se contabilizan las boletas consideradas válidas (artículo 124). Son «elegidos» los «candidatos» que obtengan la mitad más uno (51%) de los votos en dichas boletas válidas.

Para que la boleta sea válida y sea contabilizada, debe contener un voto, que consiste en que el elector:

a) marque en la casilla que indica que está de acuerdo con todos los propuestos, o

b) marque en la casilla de al menos uno de los propuestos.

Si el elector no escoge ninguna de las dos opciones (vota en blanco) o anula la boleta, esta no es válida y el voto no se cuenta.

Hay quienes, para mostrar inconformidad, anulan la boleta o la dejan en blanco, con lo que hacen todo lo contrario: Contribuyen a aumentar el porcentaje por el cual resultan «elegidos» los candidatos designados por la comisión electoral. Invito a un ejercicio a quienes no lo vean así.

Un ejemplo de votación

Supongamos un municipio con 30 000 habitantes; le corresponden dos diputados en la Asamblea Nacional (artículo 21.1-2). La asamblea municipal aprueba la boleta con los nombres de los dos «candidatos» asignados por comisión electoral a ese municipio. Por ley, uno de ellos debe ser delegado de circunscripción (sería raro que no fuera, además, el intendente). El otro nombre sería una personalidad destacada del municipio: el primer secretario del partido, el jefe de una cooperativa agrícola muy importante, el presidente de la ANAP municipal, etcétera.

Si un diputado en funciones vive en el municipio, y la comisión electoral nacional decidió su continuación en el cargo, él sería el segundo diputado, según la ley.

Digamos que en ese municipio hay 20 000 habitantes en plena capacidad para votar; constituyen el 100% del universo de votantes. Como la ley establece que para ser elegido se debe tener el 51% o más de los votos válidos, las dos personas asignadas al municipio deben recibir, cada una, al menos 10 001 votos (la suma da 20 002, pero, por ser «voto unido», los votos son comunes; en los casos siguientes ocurre lo mismo).

Supongamos ahora que mil votantes deciden no acudir a las elecciones, o no pueden hacerlo por cualquier motivo. El universo de votantes efectivos se reduce a 19 000. Los candidatos ahora solo necesitan 9 501 votos para alcanzar el 51%.

Si otros mil votantes votan en blanco, el universo pasa a ser 18 000, y el 51% se alcanza con 9 001 votos. Si otros mil votantes escriben consignas en la boleta (a favor o en contra), o la inhabilitan de algún modo, el universo se reduciría a 17 000 votantes, y el 51% se alcanzaría con 8 501 votos.

Como resultado, se obtendrá que ese municipio estará «representado» en la Asamblea Nacional por dos diputados que representan, en realidad, a aproximadamente el 42% de los electores (menos del 51% exigido) y a aproximadamente el 28% del total de la población.

Y no hay que olvidar que ellos no fueron propuestos ni nominados por los electores, sino por las comisiones electorales.

(Foto: Juventud Rebelde)

Ante esto, alguien podría pensar que la verdadera trampa electoral en Cuba es la propia ley; dejo al criterio de cada cual afirmarlo o negarlo. Pero lo cierto es que resulta prácticamente imposible que los «candidatos propuestos» no sean «elegidos»: La ley garantiza que lo sean.

Existe una única posibilidad matemática, muy remota, de que alguien no resulte elegido: Votar por solo uno de los nombres de la boleta; es un albur, pero parece preferible a la abstención o el voto en blanco, que, a fin de cuentas, juegan a favor de los «candidatos».

Por este motivo, el inicio de cualquier proceso de democratización en el país pasa ineludiblemente por la abolición de la antidemocrática fórmula del «voto unido».

Una aclaración, pues los jóvenes pueden desconocerlo: El llamado «voto unido» no es la forma originaria de elección de diputados. En los inicios del poder popular esa deformación del proceso electoral no existía. Hasta 1992 las elecciones eran para elegir; como ocurre en todo el mundo; había más candidatos propuestos que escaños a cubrir en el parlamento, y los electores decidían, entre los propuestos, quiénes serían los diputados.

Para sorpresa de todos (y decepción y dolor de muchos), en aquel año se arrebató a los ciudadanos la posibilidad de elegir a sus representantes en la Asamblea Nacional.

A partir de entonces se desarrolló una gigantesca campaña propagandística (que no ha cesado), tendiente a convencer al votante de que la propuesta de las comisiones electorales, el «voto unido», es la más depurada forma de democracia imaginable. Se impuso en los medios la consigna «Valen todos» (tomada del nombre de una telenovela brasileña de moda: Vale todo), y no se ha permitido una única voz discrepante.

La justificación esgrimida, y repetida constantemente, era que la población no iba a votar por «los nuevos cuadros que van surgiendo», sino por «los históricos que ya conoce y en quienes confía».

Poniendo a un lado la subestimación de la capacidad política de los cubanos que la afirmación implica, la realidad era otra: Muchos que hasta entonces seguían ciegamente las iniciativas de los «históricos[ comenzaban a pensar en la necesidad de que, si no todos, al menos la mayoría de ellos cediera su lugar a personas más jóvenes y con ideas más frescas.

La verdad es que, si no hubiera sido por el «Valen todos» de 1992, muchos dirigentes políticos «históricos» no hubieran sido elegidos diputados entonces, pues su imagen estaba gastada. Tampoco lo serían ahora (ni muchos de los actuales diputados «no históricos»), si en los próximos comicios se permitiera a los ciudadanos elegir realmente.

Antes mencioné que fui delegado de circunscripción; también he participado como elector en todas las elecciones, excepto en la primera, por encontrarme en misión en Angola. Aunque no he podido acceder a la ley electoral de 1976, y por ello no he podido hacer referencia a ella, guardo un recuerdo muy fuerte de mi período de mandato (entonces de dos años y medio); lo comparto para mostrar cómo era el proceso en sus comienzos.

Como delegado, participé en la asamblea municipal para la conformación de la boleta de candidatos a diputados que se entregaría a los votantes del municipio. La comisión electoral municipal nos presentó una precandidatura con más nombres que los que figurarían la boleta final. Debíamos, pues, elegir cierto número de ese total (no recuerdo cuántos exactamente); los no elegidos quedarían fuera. Leídas las biografías, elegimos en votación secreta. Realizado el escrutinio, se elaboró la boleta que se sometería a los electores, con más candidatos que escaños por cubrir en la Asamblea Nacional. El día de las elecciones, la población seleccionaría, entre los nombres consignados en la boleta, los que prefiriera como sus representantes en el parlamento cubano.

(Foto: EFE/ Yander Zamora)

En resumen: primero los delegados elegimos en votación secreta, y conformamos una nueva boleta, también con más nombres que escaños a ocupar. De esa boleta la población después eligió (escogió, seleccionó) a quienes la representarían en la Asamblea Nacional. Ese procedimiento democrático se eliminó en 1992, para instaurar el actual, antidemocrático.

Evidentemente, como afirmó el revolucionario portugués mencionado en el artículo anterior, quienes iniciaron el experimento del poder popular se asustaron de su creación. Lo convirtieron en la nulidad que es actualmente. Quien, como yo, haya seguido las sesiones de 2022 de la Asamblea Nacional sabe a qué me refiero.

Finalizo con una anécdota de aquellos inicios. Pienso que es aleccionadora:

Mientras estábamos en el proceso de conformación de la boleta en la asamblea municipal, se comentó que en algunas circunscripciones se había propuesto que, si el delegado era exitoso en su desempeño y contaba con el apoyo de la gente, no había por qué perder el tiempo buscando más candidatos, pues él iba a ganar de todas formas. A los autores de la iniciativa «El Jefe» les respondió que la propuesta de candidato único era inaceptable, pues, aunque hubiera un único ciudadano descontento con el delegado, este debía tener el derecho a votar por otro, aunque fuera el único voto en contra de ese delegado.

Todos alabamos la claridad política de «El Jefe».

No sé qué habrán sentido en 1992 los demás delegados que oyeron aquella muestra de claridad política; por mi parte, me sentí frustrado y dolido cuando vi en la televisión a ese mismo jefe encabezar la campaña para convencerme de lo democrático que es el «voto unido», y de que «Valen todos».

7 febrero 2023 19 comentarios
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Nomina
Democracia

«El pueblo nomina». Elecciones en Cuba

por Rodolfo Alpízar Castillo 2 febrero 2023
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Un comienzo esperanzador

En la mitad de los setenta del siglo pasado se inició en Cuba un proceso esperanzador: la sustitución de la provisionalidad institucional instaurada en enero de 1959. El gobierno revolucionario daría paso a otro elegido por el voto libre y secreto, se reinstalarían instituciones democráticas, como las elecciones y el parlamento, y el país pasaría a ser regido por normas legales amparadas por una constitución que sustituiría a la llamada Ley Fundamental, vigente desde febrero de aquel año.

(El hecho de que se proclamara la Ley Fundamental en 1959, y no se repusiera la Constitución de 1940, por la cual derramaron su sangre muchos cubanos, exige un análisis que escapa a las pretensiones del presente artículo).

Haciendo abstracción de razones que la justificaran o no, la extensa provisionalidad dejaba transformaciones necesarias, pero también, como saldo negativo, la pérdida de los hábitos democráticos y su sustitución por un mesianismo raigal, con el añadido de la siembra en el imaginario nacional de un todopoderoso, ubicuo e infalible Estado paternal que, cual dios supremo de una nueva religión única y verdadera, vela por el bienestar de todos, y cuyas decisiones son por naturaleza justas, sabias y las mejores posibles, padre infalible que no admite contradicción y castiga ejemplarmente a los discordantes.

Las consecuencias de tal provisionalidad/religiosidad fueron terribles en el campo económico por los abundantes disparates (Ofensiva Revolucionaria de 1968, Zafra de los Diez Millones, Cordón de La Habana, deforestación de oriente a occidente, intento de desecar la Ciénaga de Zapata…), pero analizar ese tema corresponde a los economistas. Solo deseo resaltar que el mesianismo y el aventurerismo económico cultivados en aquella provisionalidad fueron devastadores para la formación del sentimiento de ciudadanía.

El proceso de institucionalización era la esperanza de que el país se encaminara por la senda del desarrollo económico armónico y del renacer de la conciencia ciudadana.

Nomina

(Imagen: Las Razones de Cuba)

El proceso de institucionalización de los setenta

Uno de los líderes de la Revolución de los Claveles declaró en una entrevista, a fines del siglo XX, que la dirigencia cubana había echado a andar una experiencia de poder popular totalmente innovadora, pero después se había asustado con ella. Mientras más tiempo pasa más razón le doy.

La idea de que fueran los propios vecinos quienes propusieran y eligieran a sus dirigentes inmediatos y a sus representantes en los máximos órganos de poder del Estado, en elecciones bajo el control de comisiones también elegidas popularmente, todo ello sin la intervención del único partido existente, auguraba la posibilidad de una experiencia democrática verdaderamente novedosa. Dejaba atrás la representatividad multipartidista burguesa y desterraba el centralismo monopartidista estalinista. La existencia misma de un partido político podría llegar a ser innecesaria.

La consigna «El poder del pueblo, ese sí es poder» anunciaba el regreso de la democracia ateniense del ágora, ahora generalizada a todas las capas de la población. En el criterio de muchos, en ese sentido apuntaba la discusión popular de los principales documentos de la institucionalización.

La propaganda en un solo sentido, más la real necesidad de dotar al país de instituciones representativas, unidas al capital político acumulado por quienes habían derribado una dictadura, contribuían al respaldo mayoritario al nuevo proyecto e impedían escuchar las voces discordantes.

Algunos objetaron la dificultad que entraña el hecho de que quienes tomaron el poder mediante las armas dirigieran un proceso que los relevaría de la conducción del país, pero esos «agoreros de la mala suerte» no contaron con acceso a medios donde argumentar, y pocos pudieron oírlos. Los demás confiábamos en el buen criterio y el sentido democrático de los gobernantes.

Ilusionados (y sobre todo, ilusos, como veríamos después), muchos nos entusiasmamos y nos llenamos de orgullo porque nuestra patria sería la cuna de una nueva Utopía, real, posible, no la ficticia de Moro.

Se discutieron leyes y documentos, se aprobó una nueva Constitución, se realizaron las primeras elecciones para el poder popular, se constituyó la Asamblea Nacional… El gobierno revolucionario nacido de un enfrentamiento armado cedía el lugar al surgido de la institucionalización del país.

(Al respecto, siempre me llama la atención que las declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores lleven el encabezamiento «El gobierno revolucionario de Cuba declara…», pues hace décadas ese gobierno revolucionario fue sustituido por otro surgido de las urnas).

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La nominación de «candidatos» a diputados de la Asamblea Nacional

Con independencia de las manipulaciones y otras deformaciones que cualquier sistema electoral presente, en mi criterio, lo más democrático siempre será que los ciudadanos mismos nominen los candidatos entre los cuales elegirán libremente a sus representantes, y no las cúpulas partidarias o de organizaciones o instituciones autorizadas por el Estado.

Soy un convencido de que ningún sistema partidista (mono-, bi-, tri- o multi-) es realmente democrático. Para mí, verdadera democracia solo existe si ella no se convierte en el modo de vida de los supuestos representantes de los electores, como ocurre en todas partes, incluido nuestro país. No sé cómo se podrá llegar a ello, pero considero que debe pasar por la nominación/elección libre de candidatos por la población, no por cúpulas partidarias o de «organizaciones de masa» que responden al partido que está en el poder, como ocurre entre nosotros, donde, para completar, solo se permite un partido.

En Cuba ocurre una curiosa contradicción entre la fórmula para elegir a los delegados de circunscripción y la aplicada para elegir a los diputados: Los candidatos a delegados de circunscripción son nominados por los propios electores, quienes después eligen, entre esos nominados, a sus representantes en la asamblea municipal. Ello permitió, por ejemplo, que mis vecinos me propusieran y me eligieran en otro tiempo. Es decir, el primer paso para la conformación del poder en el país es lo más democrático que se pueda pensar, al menos en teoría. (Durante mi mandato tuve variadas experiencias de lo positivo y lo negativo del sistema, pero ese es otro tema).

Ese proceso, sin embargo, sufre una transformación radical cuando se trata de los diputados a la Asamblea Nacional, «órgano supremo del poder del Estado» (Constitución vigente, artículo 102). La ley electoral impide a los ciudadanos la posibilidad de nominar a los candidatos a representarlos en ese órgano. Con ello borra, veo yo, la alegada superioridad frente a los sistemas electorales de otros países.

(Nota: Como lego que soy, también encuentro contradicción entre la afirmación del artículo 102 constitucional, que cito, y el artículo 5, pero esa no parece ser la opinión de los constitucionalistas cubanos que la elaboraron).

A pesar de lo afirmado por la propaganda, la preparación de la relación de candidatos a diputados en Cuba no se diferencia en esencia de cómo se hace en cualquier otro país en que existan votaciones. Digo «votaciones», y no «elecciones», por lo que explicaré en artículo posterior. De momento me detengo en el proceso de nominación, pues es el más invocado por los medios de difusión.

La propaganda oficial afirma que el sistema cubano es el más democrático existente porque en otros países los candidatos a parlamentarios son propuestos por las cúpulas partidistas, y en Cuba el partido (el único permitido) no postula, sino las «organizaciones de masa».

La afirmación es innegable. E inexacta.

Ante todo, no es cierto que todas las organizaciones postulan; postulan solo las reconocidas por el gobierno al frente del cual está el partido que, se afirma, no postula. Y ni siquiera están todas las reconocidas, solo las autorizadas para postular, cuya relación establece la ley electoral (artículos 180 al 188 de la ley 127 de 2019).

Tampoco son las bases de las organizaciones autorizadas por la ley quienes nominan. Nominan las cúpulas dirigentes de esas organizaciones (los «plenos» de las organizaciones, establece la ley), pues esas cúpulas, siempre según la ley, designan a quienes conformarán las comisiones electorales. Y esas comisiones nombradas por las cúpulas conforman la lista de nominados. O sea: Las comisiones electorales designadas por las cúpulas deciden los «candidatos» que, invariablemente, después resultan «elegidos».

¿Quiénes son esos nominados?

En primer lugar, quienes encabecen las organizaciones de masa autorizadas a nominar: secretarios generales de la CTC y la FMC, coordinador nacional de los CDR, presidentes de la ANAP, la FEU y la FEEM (curiosamente, la ley no menciona la UNEAC, pero quien sea su presidente siempre será nominado). A sus nombres se suman los de otros dirigentes principales de dichas organizaciones, y otros más mantenidos como reserva, por si en algún municipio los delegados objetan a alguien.

Finalmente, la nómina de «candidatos» se somete a la aprobación de los delegados en las asambleas municipales; estos pueden rechazar alguno(s) de los nombres propuestos, o todos (artículo 191), en votación a mano alzada (no secreta). En ese caso, la comisión presenta otra propuesta, a partir de la reserva elaborada previamente.

Según esto, los delegados (los únicos realmente elegidos en todo el proceso) no tienen derecho a realizar una contrapropuesta. Según la ley, el derecho a proponer corresponde solo a la comisión electoral. (Por cierto, la ley no estipula qué hacer si los delegados rechazan la nueva propuesta. No es olvido: Sus redactores dieron por sentado que nunca sucederá).

La candidatura aprobada en las asambleas municipales es, de hecho, la relación de los futuros diputados, pues el número de candidatos en nómina corresponde obligatoriamente al número de escaños correspondiente al municipio en la Asamblea Nacional (artículo 192). La posterior «elección popular», por tanto, es una formalidad: Una vez que están en la boleta, están «elegidos».

Llegados aquí es pertinente hacer una aclaración: Tampoco es exacto que sean las organizaciones autorizadas las únicas que designan candidatos/diputados:

La ley establece que la propia comisión nacional de candidatura hace propuestas de «candidatos» a partir de «los actuales diputados y otros ciudadanos en el pleno goce de sus derechos civiles y políticos» (artículo 180 c). Eso significa, ni más ni menos, que no son los ciudadanos, ni los delegados elegidos por ellos, quienes deciden qué diputados en funciones salen y quiénes permanecen en la Asamblea Nacional, sino la comisión nacional de candidaturas. (Comisión que, no olvidarlo, es designada por los mismos diputados en ejercicio).

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(Imagen: Asamblea Municipal del Poder Popular en Gibara)

En resumen

Los electores en Cuba no proponen candidatos a diputados: Los proponen las comisiones electorales en los diferentes niveles.

Las direcciones nacionales, provinciales y municipales de la CTC, los CDR, la FMC, la ANAP, la FEU y la FEEM, cuyos máximos dirigentes son diputados en ejercicio, designan a los integrantes de las comisiones electorales encargadas de proponer a los «candidatos» a diputados (artículo 153.1 de la ley).

La comisión electoral nacional decide qué diputados en funciones en cada período de mandato integran la candidatura para la siguiente legislatura y quiénes no. Entre los diputados que han de permanecer se cuentan, por ley no escrita, los máximos dirigentes de las organizaciones que las designaron (CTC, CDR, FMC, ANAP, FEU, FEEM), así como altos jefes militares, ministros y máximos dirigentes de algunas otras organizaciones (como la UNEAC y algunas denominaciones religiosas).

¿En qué aspecto es superior ese método de proponer candidatos al existente en otros países? En otras partes del mundo, las cúpulas de cada agrupación política (sea un partido o una conjunción de fuerzas) seleccionan entre sus miembros a quienes mejor respondan a sus intereses, realizan campañas electorales y los someten al escrutinio de la ciudadanía. En Cuba es diferente, pero la esencia es la misma, con la diferencia de que aquí las agrupaciones «no partidistas» que proponen, responden a los intereses de un único partido que, además, está en el poder.

El método es un poco más complicado tal vez, pero no es superior ni más democrático.

Otra diferencia nos recuerda la propaganda oficial: No se realizan campañas electorales para buscar el favor de los electores. Eso queda para un próximo artículo.

2 febrero 2023 33 comentarios
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