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Cuba cambia

por Giordan Rodríguez Milanés 19 julio 2019
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Todavía es el Grito. Aquella energía significante desplegada por la necesidad de supervivencia ha variado en dos sentidos: manipulados y manipuladores.

Dos deidades culturales sustentadas en la comunicación social: Dios Mercado y Santa Ideologética. A ambas, manipulados y manipuladores, les rinden culto sistemática y persistentemente con todo género de mediatizaciones orientadas a formar un sujeto con la mira puesta en el triunfo y el éxito milagrero –estados relacionados con el bienestar material a través del consumo, método de sometimiento del capitalismo—, o la cohesión social en torno a un liderazgo estatal –método, hasta nuestros días, de la llamada “construcción socialista”—.

Y estas deidades tienen cada una su propia religión, su propio sistema de ritos y liturgias diseñados y ejecutados para persuadir, convencer, convertir, coartar. La del Dios Mercado es el Imperialismo, cuyos monjes conforman la intelectualidad de derecha compuesta por académicos y asalariados de la desideologización, jugadores de las ruletas de la democracia representativa y la bolsa.

La religión de la Santa Ideologética es la mediocridad estatalizada, el totalitarismo. Allí donde las instituciones sociales no funcionan, o funcionan anodinamente, es adorada la Santa Ideologética. Su liturgia es la burocracia –que, por cierto, heredó del capitalismo y cultivó—, y sus actuales monjes, han cambiado las botas rusas por calzado converse y teléfonos móviles para pisotear –o al menos, intentar pisotear desde su posición administrativa o política—, los derechos de la gente común.

Mucho ha llovido desde el Quinquenio Gris, época en que se incorporaron a la radio y la TV jóvenes carpinteros, albañiles, rotulistas, mecánicos, maestros que, con poca o muchas aptitudes creadoras o formación estética, ocuparon el vacío de los parametrados. De aquellos jóvenes, algunos ahora son miembros de la UNEAC al resultar comprometidos realizadores, otros, han sido verdaderos verdugos de la innovación y la diversidad, y unos cuantos se fueron a Miami a integrar cierta abigarrada legión de intelectuales de derecha pro-imperialista disfrazada de patriotismo.

A esta altura, a uno no le queda otro remedio que hacerse la pregunta ineludible, la que se hicieron nuestros abuelos cuando la ofensiva del 68, la que se hicieron nuestros padres en 1990, la que se harán un día nuestros hijos y nietos: ¿Dónde estamos? ¿En qué punto de ese tránsito escabroso entre el ejercicio de la libertad a planazos de la dictadura del proletariado al ejercicio de la libertad responsable del socialismo, estamos en Cuba?

En Cuba, los manipuladores controlan los medios de comunicación, imponen el repertorio temático y procuran establecer hegemonías simbolizantes. Los manipulados, recién descubren con las redes sociales el camino de la emancipación espiritual.

Afortunadamente, Cuba cambia. Con lentitud, con la agonía de un tiempo que se resiste a morir, poco a poco la nación va buscando cómo desarrollarse aún con las escaseces materiales del bloqueo norteamericano.  Pugnamos en nuestro afán de superar el inmovilismo empresarial, los rezagos del racismo, la homofobia, la intolerancia en las relaciones sociales, el dogmatismo y la burocracia en la gestión social consideradas las escaseces mentales del bloqueo interno.  De tal modo, ese cambio tironea nuestra espiritualidad hacia el ejercicio responsable de la libertad, mientras la administración ideopolitizada de la radio y la TV se aferra aún a esquemas inoperantes y centralizados, añejas gestiones productivas que ni desembocan en una buena obra, ni permiten que la obra sea competitiva.

De hecho, el principal reto ideo-político del Estado cubano en función de la actualización del papel de los medios de comunicación, está en la eliminación del “trauma de los setenta” con el paso del paradigma de gestión de contenidos mediáticos de la seudo-cultura de la retórica a la cultura de la interactividad y la participación libertaria.

Hay que entender de una buena vez la alerta que nos hace Ricardo Ronquillo, últimamente, en diversos espacios de debate –uno de ellos, el congreso de la UNEAC—, acerca de la impostergable necesidad de que la prensa no sólo se integre a la agenda pública sino, además, lo haga con contenidos convincentes y formalmente atrayentes. Lo mismo es aplicable a la radio y la televisión cubanas si no queremos que estos medios mueran arrasados por las redes sociales y la blogosfera en los próximos meses.

Hay que pasar a interpretar la Ideología como la razón de todos expresada, y dejar atrás la Santa Ideologética de la razón impuesta por unos cuantos partidistas.  Nuestra gente, acaso podría decir nuestro pueblo, está aprendiendo a debatir, a expresar sus criterios, a ejercitar su derecho a la comunicación. Urge que el ICRT se incorpore a ese cambio, encuentre alternativas que tironeen en pos de la libertad responsable lejos de la superficialidad y el ramplonismo ortodoxo estandarizado por las consignas, frases hechas y enfoques anquilosados. Habría además que sustentar ese cambio en un modelo de gestión y producción de contenidos, y de sus posicionamientos, eficaz y eficiente, como el único camino que le queda a la radio y la televisión en Cuba.

A la decisión de la gestión administrativa, y de la socialización de la creación ideo-estética deben incorporarse graduados de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación del Instituto Superior del Arte, y otros entes incómodos y diversos de la ortodoxia partidista, que estimulen el vínculo real y constante –no aparente ni eventual— con las vanguardias intelectuales de cada localidad del país de modo audaz y creativo. El ICRT necesita comunicadores que salgan de la zona de acomodo que les ha propiciado estructuras cerradas de programación basadas en el funcionalismo lingüístico. Necesita creadores cuyas propuestas se canalicen más allá de enfoques informacionales transmisivos, y pasen a la acción y la participación de las audiencias desde lo bello, lo estéticamente bien elaborado, si pretende el ICRT recuperar para si su trascendencia revolucionaria y el grito libertario de los manipulados.

19 julio 2019 22 comentarios 427 vistas
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decreto 349

El Decreto 349 y una política cultural justa

por Yassel Padrón Kunakbaeva 11 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Es difícil tomar posición frente a una medida como el Decreto 349, detrás de la cual hay muchas buenas intenciones pero que implica serios riesgos para la producción cultural. En un artículo anterior dejé caer algunas observaciones al respecto; ahora, cuando las autoridades de la cultura nacional se han manifestado e incluso ha comenzado un serio debate sobre el Decreto 349 en las instituciones culturales, es posible llegar a algunas conclusiones más sólidas. No pretendo decir la última palabra, pero sí poner sobre la mesa una postura, que puede ser tan válida como cualquier otra.

En las diferentes explicaciones sobre la naturaleza y el objetivo del Decreto 349, no ha quedado del todo claro cuál es el centro de la cuestión. Sobre todo, en lo que se refiere a la contravención que más claramente afecta al contenido de las obras artísticas, es decir, aquella que consiste en la difusión de productos que contengan violencia injustificada, pornografía, uso indebido de los símbolos patrios, etc. No queda claro cuál es el objetivo que se pretende lograr, por lo que prefiero analizar los posibles objetivos por separado.

  1. a) Si de lo que se trata es de proteger el espacio público y defender el derecho de las personas a no consumir un producto cultural agresivo, entonces el decreto tiene una razón de ser. Sin embargo, se debe delimitar muy bien en qué condiciones se aplica ese decreto.

El arte es algo muy subjetivo y se debe tener mucho cuidado a la hora de decidir sobre cuáles son sus límites, sobre todo cuando la carrera y la libertad efectiva de un artista pueden depender de esa decisión. ¿Quién puede decidir, a ciencia cierta, cuándo la violencia en un producto cultural es injustificada? ¿Quién decide los límites entre erotismo y pornografía? Una norma que implique bloquear la difusión de ciertos productos culturales, debe dar el menor margen posible para interpretaciones arbitrarias que terminen en una legitimación de la censura.

Por ese motivo, el Decreto 349 solo debería aplicarse a aquellas situaciones en las que un espacio público es utilizado para la difusión de ciertos productos culturales, de tal modo que personas que no lo desean son obligadas a consumir dicho producto. Un espacio perteneciente a una entidad estatal o privada, en el que solo son expuestos a la difusión del producto cultural personas que han aceptado consumirlo, no debería ser objeto de aplicación del decreto. Se trata de reducir al mínimo indispensable las situaciones en las que se aplique la coerción contra una manifestación cultural.

  1. b) Si de lo que se trata es de defender las jerarquías culturales, tal y como se ha manifestado en algunos casos, entonces creo que se ha cometido un error al promulgar ese decreto. No es que no sea necesario crear y desarrollar jerarquías culturales ante la crisis por la que pasa la cultura cubana. El problema es que no tiene sentido que una política cultural socialista defienda sus contenidos a base de decretos, multas y medidas contra otros contenidos.

De existir una mayoría entre los cubanos que defendieran los valores culturales del socialismo, o por lo menos el simple buen gusto, entonces los contenidos culturales asociados a esos valores deberían prevalecer por la sola fuerza de su difusión hegemónica. Si, por otro lado, la realidad fuera que la mayoría de los cubanos prefieren los contenidos asociados al consumismo, el machismo y la vulgaridad, entonces querer hacerlos consumir otros contenidos a fuerza de multas y decretos solo puede ser una expresión de esa injustificada lógica de la vanguardia que, desgraciadamente, sigue siendo el peso muerto de nuestro socialismo.

En lugar del Decreto 349, lo que la cultura cubana necesita es un debate a nivel de toda la sociedad sobre qué tipo de cultura queremos.

Y si la vanguardia política pretende que los valores culturales del socialismo sean hegemónicos, entonces debe llevar a cabo una gran campaña de concientización con toda la población. Por supuesto, no podría ser una campaña de esas donde se emite un mensaje de arriba hacia abajo, sin retroalimentación, a las cuales los cubanos somos inmunes por sobre-exposición. Se necesitarían métodos novedosos, creativos, horizontales, así como la participación de los principales dirigentes del país.

***

Por lo que se refiere a la otra parte del Decreto 349, la que tiene que ver con la prestación de servicios artísticos, se trata de un asunto muy complejo. La norma consolida el papel de las instituciones culturales oficiales como representantes universales de los artistas. Sin embargo, lo más interesante es que lo que allí se regula es casi una repetición de lo que aparece en normas anteriores, todavía hoy vigentes. Lo único que se añade nuevo es lo relacionado con el trabajo por cuenta propia.

Varios elementos se juntan para justificar la preponderancia que se le da a las instituciones culturales en el ámbito cubano. Por un lado, es evidente que una sociedad en transición socialista debe evitar que la libertad de sus artistas se mueva en el ámbito de las relaciones mercantiles. Se supone que las instituciones culturales les den a estos un apoyo material, brindándoles así una alternativa frente al mercado. Por otra parte, existe también una concepción profesional y gremial del arte, según la cual solo aquellos que han sido reconocidos oficialmente por la institución deben poder ganarse la vida como artistas.

El problema es que existe un principio que no siempre es tenido en cuenta: que en el socialismo la libertad del artista debe ser mayor a la que este posee en el capitalismo. Por lo menos en el capitalismo el artista tiene la opción, falsa en esencia pero real, de no recurrir a las empresas que dominan el mercado. Si nosotros obligamos por ley a los nuestros a pertenecer a una empresa para ganar dinero con su arte les estamos dando un rango de libertad menor. El objetivo debe ser que los artistas quieran ser parte de una empresa, que vayan a ella en busca de soporte y apoyo.

Para que una decisión sea libre siempre debe haber varias opciones. Tal vez sea una buena idea, tal y como existe la figura del trabajador por cuenta propia, darles un estatus jurídico a aquellos artistas que realicen su trabajo de manera independiente. De esa forma pueden realizar su trabajo y pagar sus impuestos, sin necesidad de pertenecer a una empresa. Un principio fundamental es que se debe eliminar lo más posible los riesgos de que un artista sea limitado de difundir su obra sobre la base de criterios discriminatorios.

No discriminar a los artistas por su nivel educacional, reconocimiento alcanzado o ideología política.

Más allá de las soluciones concretas a corto plazo, se impone también un fuerte análisis filosófico sobre el papel del arte y el artista en la sociedad socialista, y sobre qué clase de socialismo queremos. Tal vez eso nos ayude a cuestionar viejos paradigmas dentro del socialismo, como aquellos dentro de los cuales el artista es visto meramente como un productor, en el sentido más chato de la palabra.

Existen muchos problemas difíciles de resolver, pero si todos aportamos nuestro grano de arena tal vez podamos construir una política cultural que sea justa y racional.

11 diciembre 2018 27 comentarios 376 vistas
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La intelectualidad marginal de Cuba

por Consejo Editorial 8 agosto 2014
escrito por Consejo Editorial

intelectualidad cuba

Por: Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com)
La intelectualidad cubana parece estar cada vez más marginada, con un pasado complejo y un presente marcado por las desigualdades y desventajas que enfrenta el sector, ¿podemos decir que nuestros intelectuales son elitistas? Nuestro contexto es preocupante, desde hace algún tiempo soy testigo de esta avalancha de mal reguetón y una cultura adolescente que parece conducir a la “idiocracia” a los adultos e impedir la madurez en los jóvenes. Desde hace tiempo veo como la educación, la cultura y el pensamiento van siendo marginados y, con ellos, la intelectualidad cubana.
No es la primera vez que los intelectuales quedan descolocados en su sociedad, cuando la Revolución Cubana triunfó en el año 1959, con el temor de que estos fueran elitistas llegamos al extremo de crear una nueva intelectualidad “surgida de la masa obrero-campesina”. Quizás sea por eso que el escritor Antón Arrufat, al recibir el Premio Nacional de Literatura en el año 2000, agregara que “en cualquier momento de la historia la relación inevitable del artista con el Estado o el Poder no ha sido suave ni placentera” (Arrufat, A., “Un Exámen de Medianoche”, 2001). Arrufat lo sabía más que nadie, durante los años del Quinquenio Gris estuvo condenado a permanecer en la biblioteca de Marianao, sin poder recibir visitas ni llamadas telefónicas.
La Revolución buscó desde el inicio acercar la intelectualidad y los artistas al pueblo, para entender esta necesidad debemos conocer el prejuicio según el cual muchos de estos, bajo la influencia de EU, habían defraudado a los cubanos en la etapa republicana. Esta idea ignoraba el papel de destacados pensadores que desde el interior o el exilio habían luchado y se habían expresado contra la dictadura (Pogolotti, G. “Polémicas Culturales de los 60”, 2006). Sin embargo, se consideró que la mayor parte de estos intelectuales, por estar formados bajo los moldes de la vieja sociedad, serían una carga para la Revolución. El Realismo Socialista había llegado para instalarse en Cuba.
La vestimenta se exigió que fuera sobria, el desinterés material era un rasgo imprescindible, mientras el arte y la literatura debían ser relacionadas a la lucha revolucionaria. La noción del arte por el arte era aborrecida, se pedía una creación que resaltara “los vicios y defectos del pasado, y los beneficios y virtudes del futuro”. Esta necesidad de vincular a los intelectuales y artistas al pueblo, estuvo marcada por interpretaciones ingenuas que exigían aferrarse a temáticas revolucionarias. Irónicamente, en la actualidad nos hemos ido al otro extremo y, prácticamente, hemos proscrito la temática revolucionaria, al menos en creaciones de calidad.
Fue un pasado de integración al proyecto político nacional pero de marginación en cuanto a la libertad artística y creativa, pero el contexto actual también tiene sus desafíos. Ahora, lo habitual es la música que en otros tiempos habríamos calificado de marginal, los códigos de vestuario y costumbres que se asumen son cada vez más occidentales o típicos de la marginalidad latinoamericana, lo que en otros tiempos era visto como buen gusto ahora resulta feo ante la vista de la mayoría.
Pareciera que la mayoría ahora son los otros y los marginales son los profesionales, los intelectuales, los que se arriesgan a cultivarse en un país, donde la calle todos los días trata de convencerte que hay más y mejores formas de ganarse la vida que a través del estudio o la reflexión.
Por eso me pregunto: ¿acaso nuestra intelectualidad o nuestros artistas se sienten superiores al resto? ¿Pueden sentirse así en un país donde los profesionales, por lo general, cobran menos que muchas personas del sector de servicios? Recuerdo a Osvaldo Doimeadiós contarme las ocasiones en que ha tenido que bajarse del transporte público por los comentarios de las personas que se sorprenden de verlo compartir las precariedades urbanas y desconocen que la vida íntima de algunas personalidades en Cuba es muy parecida o igual a la del resto.
¿Alguien desconoce que Varadero está lleno de maleteros y camareros en hoteles que tienen sus títulos universitarios engavetados en casa? Son las contradicciones que implica tener una pirámide económica invertida, que por estar ya acostumbrados, no significa que sea menos doloroso para este sector. Muchos intelectuales se han marchado del país buscando mejores condiciones de vida, aquellos que han decidido permanecer acá, debido a la chatarra cultural extranjera que invade el país y esos códigos (marginales) que adopta la sociedad, comienzan a parecer seres extraños.
Aquellos que a inicios de los 60 buscaban proletarizar a la intelectualidad cubana deben estar de plácemes ahora que profesores universitarios, artistas, escritores, etc., cada día sufren más algunas características que asume nuestra cultura, sin que las autoridades pertinentes puedan hacer mucho al respecto. Decía Jean Paul Sartre que un intelectual es quien se mete donde no le importa, ¿cuánto le toca a la intelectualidad cubana “meterse” con su realidad cuando existe el peligro de quedar marginada? Creo que mucho. Publicado en: http://eltoque.com/content/la-intelectualidad-marginal-de-cuba

 

8 agosto 2014 116 comentarios 500 vistas
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Idas y vueltas, viajes y retornos

por Consejo Editorial 23 diciembre 2013
escrito por Consejo Editorial

Por: Pedro de la Hoz

Una cantante norteamericana, que decidió residir permanentemente en Suiza, viaja con cierta frecuencia a su país de origen a ofrecer conciertos y presentar nuevas producciones discográficas y nadie la cuestiona.

Un cantante cubano, que marchó a Estados Unidos, específicamente a Miami, para hacer carrera por las razones que fueran, decide probar suerte nuevamente ante los suyos, y enseguida se arma un guirigay: ciertos medioslos de allá y los de aquí que responden a los intereses de los de allá lo acosan, exigen respuestas, reclaman de aquel un pronunciamiento radical.

Digamos las cosas por su nombre. La distancia entre Cuba y Estados Unidos, entre La Habana y el sur de la Florida, se ha medido, a lo largo de más de medio siglo, con una vara política, enarbolada en primera instancia por quienes han hecho lo imposible por aniquilar al Estado revolucionario y regresarnos al pasado.

Allá han puesto barreras, quemado discos, descalificado y repudiado a artistas que viven y trabajan en la isla y a más de uno de otro país por el simple hecho de cantar o actuar alguna vez en tierra cubana. El fuego de la intolerancia llegó incluso a ser literal cuando un cuadro del pintor Manuel Mendive fue incinerado públicamente en Miami.

Acá, plaza hostilizada y bloqueada, también ha habido listas negras, estigmas e interdicciones que nos privaron

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23 diciembre 2013 41 comentarios 267 vistas
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Releyendo una entrevista a Silvio Rodriguez

por Consejo Editorial 27 febrero 2013
escrito por Consejo Editorial
silvio y pablo-la nueva trova cubana

Silvio Rodríguez y Pablo Milanés: íconos de la nueva trova cubana

Por: Roberto G. Peralo

Cien puntos para el periódico Juventud Rebelde por haber publicado el 17 de julio del 2012 esta excelente entrevista realizada por la periodista Mónica Rivero al cantautor Silvio Rodriguez. Mi agradecimiento por aclarar de esta forma los errores y prejuicios que tuvieron que enfrentar aquellos jóvenes del movimiento de la nueva trova y que casi los lleva a su inexistencia como artistas. Todos los revolucionarios de vanguardia corren este peligro. Por su importancia la reproducimos a continuación:

Cantar en Cuba hoy

El próximo septiembre se cumplirán dos años de una presentación del trovador Silvio Rodríguez en el barrio La Corbata, una comunidad periférica de la capital aquejada de complejas problemáticas sociales. Fue el paso que inició la Gira por los barrios, que ha llevado a Silvio y sus invitados a la puerta de quienes viven en más de 30 lugares de los más humildes del país.

Con este pretexto, y en ocasión del aniversario 40 del nacimiento del Movimiento de la Nueva Trova, convidamos al artista a ofrecer su visión sobre qué ha sido de la canción trovadoresca y de su propia obra, entretejida siempre con la realidad cubana.

La Nueva Trova se ha descrito como un movimiento, un lenguaje, una manera de ver la vida, una postura política en el sentido amplio de la palabra. ¿Qué fue en lo relativo a una cultura revolucionaria, o una manera revolucionaria de entender la cultura, particularmente la artística?

No me corresponde hablar por todos los que fuimos parte de aquella Nueva Trova. Pero puedo decir que a mí me marcaron la Campaña de Alfabetización y la creación de la Editora Nacional, el peso de estos dos hechos en la vida cubana. Por el proyecto de educación masiva que se llevaba a cabo, consideré que no se podía seguir cantando igual, que el país adquiría una instrucción creciente y que la canción debía corresponder al reto. Esa fue la filosofía básica que me guió, al menos en mis comienzos.

Por otra parte, se ha dicho que la Nueva Trova tuvo de continuidad y también de ruptura. Lo innovador, la propuesta, suele identificarse con lo revolucionario. Pero en la Nueva Trova esto podría abarcar, además de una posible renovación musical y literaria, algunas maneras de hacer —y puede que hasta de ser— eso que se suele llamar “lo cubano”. La ética del trabajador de la cultura fue parte de las motivaciones de mi generación, porque nos tocó emerger en medio de un proceso revolucionario que aspiraba a una humanidad plena. Eso nos llevó a un cuestionamiento de nosotros mismos, como personas, además de como artistas.

A nivel participante, ser de aquel grupo fue, sobre todo, una gran experiencia humana; y claro que también cultural, entendiendo la cultura como ese todo vivo, diverso y complejo que, si bien es consecuencia, a veces también puede ser incidencia.

¿Qué actualidad consideras que tienen el discurso y el espíritu de la Nueva Trova en la sociedad cubana?

La Nueva Trova, como cada etapa de la trova cubana, surgió porque personas que tuvieron la vocación de hacer canciones se fueron encontrando. El espíritu generacional, como siempre, tuvo mucho que ver con los tiempos que se vivían. En nuestro caso éramos un país en revolución, en rebeldía, y eso despertaba el compromiso social, la conciencia de lo que era el mundo y las aspiraciones de mejorarlo. Por esto la Nueva Trova apareció cantándole con mucha naturalidad a su tiempo.

Al principio, algunos no entendieron nuestra franqueza juvenil. No solo políticamente, aunque también. Nuestra libertad formal bastaba para provocar rechazo, porque por entonces se decía que una canción debía tener 32 compases. Completaba el “escándalo” que planteáramos asuntos que nunca se habían cantado. Y mucho más que opináramos sobre una realidad que solo era cuestionada por los más altos dirigentes. Por estos y otros desenfados, aquel grupo inicial llegó a ser calificado de conflictivo.

Por suerte mentes abiertas (Haydée Santamaría, Alfredo Guevara y otros) nos dieron la oportunidad de continuar trabajando, de estudiar, y con ello de mostrar lo que valíamos.

Por nuestra parte, en vez de acatar las prohibiciones, empezamos a presentarnos dondequiera que nos escucharan. Desde el inicio habíamos tenido buena recepción entre la gente, los estudiantes y algunos intelectuales. Lo normal era que cada día cantáramos en muchos lugares y así fuimos realizando un extenso trabajo de base. El trabajo con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y la difusión de nuestra música a través del cine nos acabó de sacar de la oscuridad. Gracias a colegas latinoamericanos nuestras canciones llegaron a otros países, donde, por supuesto, fueron recibidas como voces de la Revolución.

Ante esto el establishment cultural —que poco antes nos había pedido la cabeza— se reconcilió con nosotros y empezó a difundirnos. Tanto fue así, que se llegó a decir que “primero estuvimos prohibidos y después fuimos obligatorios”. Pero ni aquello empañó nuestras canciones. Por eso puede decirse que la Nueva Trova pasó por la prueba suprema, que no es la del estigma, sino la de la oficialización.

Tampoco es una hazaña excepcional. En muchos tiempos y lugares lo que una vez sufrió marginación después fue aceptado. Pasó con la contradanza, con el tango, con el blues y con otros estilos musicales. Falsos milagros que en realidad fueron logros artísticos.

Creo que muchas canciones de las que hicimos tienen vigencia. Aunque he dicho que hubiera preferido que, al menos algunas de las mías, envejecieran como señal de que la realidad las superaba. Haber cantado con cierta puntería tampoco parece bastar, al menos según ciertos patrones. Los nuevos tiempos también necesitan nuevas voces, nuevos protagonistas.

Ahora mismo parece estarse gestando en Cuba algo prometedor. Está en el aire, para los que lo perciben, y está siendo traducido en canciones, en arte que, aunque parece nuevo, tiene antecedentes.

El público espera de Silvio Rodríguez música y poesía, por supuesto, pero también criterios, puntos de vista. ¿Te concibes como un consejero que se maneja desde la experiencia, o como alguien que comparte inquietudes y plantea interrogantes?

Creo que por fortuna, me atreví a ir más allá de lo que esperaban de mí algunos públicos. Tampoco me esclavicé a los significados que connotaran o no mi forma de actuar.

Me considero la consecuencia de una trayectoria en algunos sentidos exploratoria. Esto me deparó sorpresas, cuando no misterios. Sin embargo, nunca he sido desatento. Prestar atención hacia dentro y hacia afuera es fundamental para el que canta y cuenta cosas. Atentamente fui construyendo mi función. Y creo que esa vigilia es algo innato en mí, porque la tenía antes de elegir oficio. Es el imán que me hizo alfabetizador, y después pescador de alta mar e internacionalista, no por creer que tenía algo que enseñar, sino por las ganas que siempre he tenido de aprender.

Has dicho que siempre te han acompañado «responsabilidad y compromiso». ¿Con qué ánimo asumes esas compañías en la actualidad? ¿Qué es ser responsable y comprometido en Cuba hoy?

En mi caso, eso se pudiera traducir en seguir intentando canciones y acciones que valgan la pena.

¿Cómo discernir entre la coherencia consecuente con los principios y la rigidez o la petrificación?

Por el dolor. Pero eso supongo que lo experimenta cada cual «según su capacidad», como decían los clásicos que debía ser el aporte del individuo al socialismo.

Se dice que la obra es independiente del artista, que es autónoma en su destino. Aun así, ¿qué trascendencia deseas para la tuya?

Algunos libros —palpables y virtuales— dicen que lo que canto ha trascendido «a pesar de sus ideas políticas»… Sinceramente, a mí me suena raro… En cualquier caso siempre puede pasar que alguna canción quede. Si así fuera, ojalá no la cambien… Solo muy al principio, influido por el romanticismo, tuve unos leves sueños de posteridad. Pero enseguida comprendí que solo se trataba de amor por un oficio.

Evocando al Che, en un texto te preguntas: «¿Qué diría el argentino de todo esto?». Traigamos la pregunta a estos días: ¿Cómo se evaluaría desde la aspiración inicial de la Revolución lo que ha resultado o está resultando ser este país?

Creo que la idea primigenia de la Revolución es el afán de justicia social. Así que «el argentino» posiblemente hubiera hecho un análisis crudo de nuestra realidad y estuviera impulsando cambios, como trata de hacerlo nuestro Presidente, que también es uno de los fundadores de la Revolución.

Por eso ahora se está pidiendo, desde el socialismo, otra mentalidad, una evolución que deje atrás conceptos obsoletos y prácticas erróneas. Ante esta autocrítica que, creo yo, se la está haciendo lo mejor del Gobierno (actitud muy guevariana por cierto), me crecen ganas de ayudar.

En 1989 realicé una gira que llamé Por la Patria, que empecé en la cima del Turquino y llevé por todo el país con Afrocuba; hacía algunos años que la venía concibiendo. Y es que en los 80 se veían acercar sucesos que nos afectarían. Sin embargo, por entonces Cuba no estaba tan deprimida como ahora. Por eso esta Gira por los barrios me parece que no tiene fin; es la gira interminable. Acaso acabaría si regresara a La Corbata, que fue por donde la empecé, y viera que las condiciones de vida han mejorado. Quisiera tener esperanzas fundadas para pensar así, aunque la esencia de algunos de nuestros problemas yace bajo mucha basura acumulada.

Esa basura traspasa el mal funcionamiento y llega a la indolencia. Y la indolencia es un profundo problema humano. Si la generosidad del socialismo (aun con sus errores) no ha podido con ella, cómo sería con las políticas liberales y su culto a los ricos. No es necesario defender una ideología, basta con ver el mundo.

27 febrero 2013 23 comentarios 623 vistas
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“¿Qué les hizo Cuba para merecer esto?”

por Consejo Editorial 3 febrero 2012
escrito por Consejo Editorial

Por Edmundo García

Todos los días repito en la radio de Miami que yo creo que la gente se ubica según el compromiso con las ideas. Si me fuerzan, digo que también por la constancia y habilidad con que las defienda. Ya esto es cosa de voluntad y de suerte. Por eso quiero comentar un poco sobre la historia de algunos artistas, periodistas y comunicadores cubanos llegados al Miami reciente. Precisamente sobre la suerte de esos que alguna vez fueron exitosos en Cuba gracias a su talento y al cariño de su pueblo, y después aquí se dedicaron a politiquear contra su país. Por casi nada.

El trompeta Arturo Sandoval es uno de ellos. Sandoval integró en Cuba una orquesta elite como Irakere, fue un destacado militante del Partido Comunista, obtuvo o le dieron casa, carro y rodaba una moto japonesa en La Habana en época prohibitiva. Sandoval tuvo en sus manos, y muy bien que lo usó en su beneficio, el Festival Jazz Plaza. En tertulias y fiestas ostentaba su amistad con altos oficiales del MININT y una foto junto a Dizzy Gillespie y el Comandante en Jefe Fidel Castro, que publicó el periódico Granma. Y todavía Sandoval aprueba desde Miami una película sobre su vida, llena de mentiras, donde le presentan como un opositor muy crítico del gobierno; además de reunirse con los políticos más oscuros de la ciudad y hablar mal de su país donde quiera que puede. Quizás por eso Paquito de Rivera se niega a coincidir con Sandoval bajo un mismo techo. Por cierto Paquito

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3 febrero 2012 247 comentarios 981 vistas
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Apología del intelectual cubano

por Consejo Editorial 4 octubre 2011
escrito por Consejo Editorial

"Todos los hombres son intelectuales... pero no todos tienen la función de intelectuales en la sociedad" (Antonio Gramsci).

Por: Harold Cárdenas Lema

En las condiciones de América Latina, desarrollar prejuicios contra los intelectuales equivale a renunciar las banderas de la cultura. Néstor Kohan

Un intelectual es la persona que dedica una parte importante de su actividad vital al estudio y a la reflexión crítica sobre la realidad. Conozco a varios de ellos, incluso algunos de renombre nacional y a los que respeto muchísimo, por otra parte he visto a muchas personas subestimarlos y denigrarlos continuamente, a menudo con argumentos superficiales. Desde hace mucho tenía pensado dedicarles unas líneas y reivindicarlos como se merecen, más aún en el contexto actual.

En nuestro país la relación entre la intelectualidad y el Estado no ha sido un camino de flores, gracias al cielo no se cometieron los extremos que en la URSS pero sí hubo malentendidos y aún hoy no se comprende enteramente que la función de estos es precisamente crítica, de compromiso con nuestra realidad y nuestro futuro, y la única manera que tienen de mejorar nuestros muchos errores es a través de una crítica responsable que no siempre es comprendida así.

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4 octubre 2011 97 comentarios 461 vistas
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Cuba necesita mucha Buena Fe

por Consejo Editorial 24 enero 2011
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

Cada generación tiene su música, nuestros padres tuvieron a Pablo Milanés y Silvio Rodríguez pero en la actualidad es muy difícil definir un grupo que identifique una época, si tuviera que arriesgarme la respuesta sería sencilla: Buena Fe.
Los muchachos guantanameros le han sabido tomar el pulso a la realidad cubana con sus canciones y de ahí su éxito. En sus letras es evidente su procedencia trovadoresca y se respira un nivel de compromiso social que lamentablemente no abunda en estos tiempos. Un compromiso que artistas e intelectuales debieran tener todos en su obra, no forzando sus creaciones a tener un matiz político al más puro estilo del realismo socialista, sino reflejando la realidad y tratando de mejorarla con sus creaciones cada vez que sea posible.
Los jóvenes cubanos se forman en un contexto muy agresivo, es la generación del Período Especial y la consiguiente pérdida de valores en la sociedad cubana, entonces no puede sorprender a nadie la apatía que evidencian a diario. En una situación tal de enajenación, me pregunto a menudo cómo fomentar sentimientos de patriotismo e identificar a mis compañeros con la actualidad de su país, en la noche del sábado encontré una posible respuesta.

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24 enero 2011 58 comentarios 311 vistas
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