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11 de julio

Discursos

Del Vaticano a la UH: 25 años entre discursos

por Julio Pernús Santiago 16 febrero 2023
escrito por Julio Pernús Santiago

Hace algunos días, varios medios publicaron el mensaje enviado a la dirigencia cubana por el Papa Francisco a través del Cardenal Beniamino Stella. «Es importante que los jóvenes que en un momento manifestaron su pensamiento de la forma que conocemos puedan volver a su casa», dijo el prelado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Este y otros de su tipo dejan entrever la posibilidad de una amnistía para los presos del 11-J gracias, entre otros elementos, a la mediación de la Iglesia. Las palabras de monseñor Stella, hacen que se vuelva a conversar sobre la influencia de lo católico en nuestra sociedad y cultura.

Semanas atrás se viralizó la impronta de un joven profesor de la Universidad de La Habana, a propósito de su «particular» intervención durante el programa Mesa Redonda de la televisión cubana. Muchos vieron cómo se alargaron las caras del resto de los participantes, mientras el Dr. Fabio Fernández versaba sobre el concepto de patriotismo en la Cuba contemporánea.

Sucede que las personas seleccionadas para comparecer en la Mesa Redonda tienen un elemento en común: sujetos políticos cuyas ideas estén en la línea del discurso oficial. El profesor Fabio Fernández no es persona de improvisar. Con seguridad, antes de abordar semejante tema, tenía certeza del costo social que han pagado algunos intelectuales por evadir la pauta oficial, migrar de los «márgenes» bien definidos en el lugar inadecuado.

Hechos semejantes se han suscitado en la historia patria con anterioridad: nos referimos en concreto a discursos ¿inesperados?,  fuera del guion preestablecido.

Uno de esos casos sucedió el 24 de enero de 1998. Minutos antes de oficiar en el altar diseñado para la primera eucaristía del papa Juan Pablo II en el oriente del país, monseñor Pedro Claro Meurice Estiú, quien fungía por entonces como arzobispo de Santiago de Cuba, hablaba suavemente consigo mismo. Leía en susurros un texto al que nadie había tenido acceso con anterioridad. De seguro, monseñor Meurice conjeturaba que su vida podría cambiar luego de la lectura…

Rompiendo con los esquemas de la diplomacia establecida por el Vaticano, no permitió que revisaran previamente el discurso que pronunciaría frente a las cámaras de la televisión cubana y la prensa internacional acreditada.

La decisión de defender la verdad es un punto en común entre el profesor Fabio y monseñor Meurice, amén de los lugares o de las circunstancias históricas. Tanto el uno como el otro no son propiamente personas «mediáticas» y consiguieron su reconocimiento social con mucho esfuerzo.

Ambos, con sus herramientas intelectuales, intentaron cortejar con ideas el concepto de patria y lo que significa ella para los cubanos. Sin imaginar la magnitud de sus palabras, los dos describieron, en distintos escenarios y con veinticinco años de diferencia, las causas principales de la migración, proceso que ha dañado tanto el alma de Cuba, que ha dañado tanto a las familias de Cuba.

Monseñor Meurice le refirió al Papa: « […] le presento, además, a un número creciente de cubanos que han confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados, rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero. Algunos consideran esta como una de las causas más profundas del exilio interno y externo».

Por su parte, el Dr. Fabio Fernández expresó en la Mesa Redonda que  «el patriotismo no es solo resistencia heroica, sino también construcción de futuro y realización de sueños individuales y colectivos. Ese patriotismo está impugnado por la profunda crisis que ahora mismo marca la realidad del país, porque el patriotismo no podemos conectarlo exclusivamente a la idea de la resistencia heroica, de que aquí estamos resistiendo como los mambises. Se ha perdido el orgullo de ser cubano, algo que he confirmado a través de mis propios estudiantes, jóvenes que bromean a menudo sobre la mala suerte de haber nacido en Cuba y lo felices que serán cuando se vayan».

La convergencia entre ambas intervenciones probó que es uno solo el verdadero dolor de todos los cubanos. Resulta que por muchos años lo hemos llevado a cuestas sin poder gritar, pues el miedo suele bajar al mínimo el volumen de nuestra voz.

Lo increíble de esta propuesta es que el valor para enfrentar por unos minutos ese miedo unió, como un milagro, la voz de un profesor de la Cuba actual, comprometido con la Revolución, a la de un obispo que se caracterizó ―al menos en la última etapa de su vida― por ser muy crítico con el proceso.

Ese tipo de decisión denunciatoria ante el poder detiene la vida por unos segundos, cuando sientes cómo se aceleran las palabras contra el sosiego de tu futuro. Solo entonces, ―con la mente sometida a éxtasis― debes decidir si te quedas en pausa, inmovilizando las ideas sin acabar la frase, o sigues con ellas para asumir las consecuencias.

Pero con certeza, si al mirar tu historia de vida, la de tu familia, amigos, fieles creyentes, alumnos, etc, percibes, a semejanza de monseñor Meurice y del profesor Fabio, que tanto dolor, tristeza y desesperanza te conectan con el prójimo y te hacen ver el final como dejavú (incluso antes de que llegue), por entonces ya no habrá nada que puedas hacer para frenar lo que el valor y la fe en un mejor mañana han encendido en tu mente.

Algunos teóricos esgrimirán que las definiciones de ambos fueron insuficientes, pero creo que tanto el obispo como el profesor reconocían que lo fundamental no era lo conceptual ―eso nunca fue el centro de sus discursos―, sino el amor a la patria. Y lo mejor que aspiraban a recibir, al poner el punto final a sus palabras, era a sentirse, por un segundo, amado por ella. No hay fórmulas para definir algo como el patriotismo o la patria, como tampoco hay fórmulas para darle la fe a una persona o pedirle que ame a alguien o a algo…

Ambos interlocutores apelaron a la defensa de la soberanía nacional, sin menospreciar los logros del proceso revolucionario en sus discursos. Monseñor Meurice lo refiere así: «Su Santidad debe conocer nuestros logros en educación, salud, deportes…, nuestras grandes potencialidades y virtudes. Cuba es un pueblo que tiene una entrañable vocación a la solidaridad».

El profesor Fabio también hizo alusión a que «el patriotismo cubano ha llevado siempre a un nacionalismo sano que puede verificarse en toda la historia de la isla y los logros en distintas áreas de sus valientes habitantes». Pero luego, de forma sorpresiva para el contexto, van desvistiendo la realidad que tiene ahogada la felicidad en la nación.

En su momento, el arzobispo argumentó que «Cuba necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos. Este es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver más allá de la inmediata subsistencia».

A su vez, Fabio expuso: «Ahora mismo hay gente cruzando el Río Bravo rumbo norte. Para evitar esta fuga es necesario diseñar un proyecto de país exitoso, próspero para sus ciudadanos, capaz de entender la pluralidad y la diversidad que marcan la realidad que es Cuba».

Ambos discursos generaron una fuerte tensión mediática y, por supuesto, recibieron de la parte del poder gobernante una «atención especial». Incluso se puede afirmar que de las dos «orillas» se escucharon tanto alabanzas como críticas ante las ideas esbozadas. En el caso de monseñor Meurice, algunos fundamentalistas políticos intentaron restarle valor a sus argumentos al desmenuzar sus palabras y ver que había una demanda del fin del embargo a Cuba.

En el caso de Fabio, varios de sus colegas ―miembros de los grupos más radicales en la defensa oficialista de la Revolución― comenzaron a verlo como un enemigo interno. Tanto fue así, que el profesor llegó a comparar su situación con la de Fernando Martínez Heredia, otro intelectual revolucionario, quien sufrió el ostracismo de la década de los sesentas por su labor como director de la revista Pensamiento Crítico. Fue reivindicado por el Partido en los noventas, en medio de la necesidad imperiosa de apertura ante una de las crisis económicas de mayor trascendencia vivida por el pueblo cubano.

Discursos

Fernando Martínez Heredia (Foto: Emilio Herrera/PL)

El discurso del arzobispo de Santiago de Cuba y el del profesor de Historia de la Universidad de La Habana describen a la libertad como la oportunidad de ser nosotros mismos.

Por supuesto, es necesario saber que todo acto traerá consecuencias para nuestra vida. Pero si nos alejamos de los personalismos abstractos que anulan la fuerza del espíritu de la verdad, veremos que el debate sobre los proyectos de sociedad esbozados por ambos interlocutores ofrece una selfie tangible de nuestra realidad y, desde el análisis de esa fotografía social, se hace más fácil buscar soluciones para transformar lo que afea el paisaje.

De haberse conocido el profesor Fabio Fernández y monseñor Meurice ―quien falleciera el 21 de julio de 2011― hubieran podido conversar por estos días en algún lugar de la isla. De alguna manera en ellos se hace carne un concepto clave para la consecución del bien, como lo es el de la amistad social, representado en la unión de dos personas con ideologías diferentes laborando en la edificación de un proyecto común: el bienestar de la nación cubana.

Creo que ambos estarían de acuerdo en afirmar, sonriendo, que la verdad es incómoda. Que siempre está rebelándose contra los relatos impuestos, introduciendo el disenso, versionando la historia común ―que es discordante e insumisa―, impidiendo con su mera existencia el asentamiento de un pensamiento único, monolítico, y que aun sueña en silencio la Cuba del mañana.

16 febrero 2023 14 comentarios 1,1K vistas
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Imaginario

Intelectuales e imaginario de izquierda puertorriqueño: un discurso «antimperialista» fosilizado*

por Carlos Pabón Ortega 14 noviembre 2022
escrito por Carlos Pabón Ortega

Después de la Guerra Fría y el fracaso del «socialismo realmente existente», cierta intelectualidad de izquierda continúa defendiendo la Revolución cubana de manera incólume como paradigma que produjo «un nuevo pensamiento revolucionario» latinoamericano.

Esta apreciación es representativa de un discurso «antimperialista» latinoamericano que distingue a la revolución como modelo para la izquierda regional  y mundial. Se trata, según esa perspectiva, de un modelo doble. Primero, en cuánto a cuál debe ser «el método» para «la toma del poder». Y segundo, en tanto paradigma del objetivo de la revolución: «el socialismo». Esta combinación, se argumenta, produjo «un nuevo pensamiento revolucionario».  

La intelectual argentina Claudia Hilb se pregunta por qué a la izquierda latinoamericana le resulta tan difícil, sino imposible, condenar públicamente «el carácter autocrático, antilibertario, antidemocrático y represivo» del régimen cubano. En su libro Silencio, Cuba, la autora intenta comprender «el punto ciego de la complicidad» de la izquierda supuestamente democrática con el régimen político instaurado a partir de 1959.

Hilb propone que tal silencio remite a la defensa de ciertas políticas de igualación social (educación, salud) implementadas durante la primera década del proceso. Entonces, argumenta ella: el punto ciego de esta izquierda es no poder reconocer el vínculo indisociable entre las políticas sociales de los sesenta (que ya se han desvanecido) y el régimen totalitario que las implementó. Pero en este caso, habría que repetir aquello de «que no hay peor ciego que el que no quiere ver».

Se trata de un sector de la izquierda que como dice Alina Bárbara López Hernández, coordinadora de la revista digital La Joven Cuba, tiene puesta unas «enormes gafas negras» y alega ser solidario con Cuba, «cuando en realidad prefiere no mirar lo que de verdad está ocurriendo», y «da por buena la narrativa del gobierno y el aparato ideológico porque contribuye a su leyenda y los mantiene en una zona de confort ideológico».

La izquierda puertorriqueña no ha sido excepción a la irradiación de la Revolución cubana, que ejerció una influencia ideológica decisiva en la «nueva lucha por la independencia».

Inaginario

Mural de Pedro Albizu Campos y el Che Guevara en el barrio boricua de Nueva York. (Foto: La Respuesta)

Intelectuales y antiimperialismo

El discurso nacionalista continúa siendo hegemónico entre la intelectualidad de izquierda o independentista puertorriqueña. La misma se ha posicionado históricamente de manera acrítica ante la «Revolución cubana». Y todavía hoy defiende, justifica, o hace silencio, ante el encarcelamiento o arresto domiciliario de disidentes por ser críticos de Estado, la censura de información, los juicios sumarios, la ausencia de pluralidad política, libertad de palabra, asociación y movimiento, entre otras, y a pesar de la represión violenta contra personas que han osado manifestarse en las calles pacíficamente, como ocurrió el 11 de julio de 2021.

Un texto de Carlos Rivera Lugo —profesor de Derecho Constitucional y exdirigente del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP)—, y Carlos Severino —exrector del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico—, titulado «Amores que matan: Ciertas críticas desde la izquierda contra la Revolución cubana», ejemplifica esta postura.

Es la respuesta al artículo de Mari Mari Narváez: «Cuba: Este momento crítico podría ser para avanzar», que puede ser leído como expresión de una generación de independentistas más jóvenes, que apoyan la «Revolución cubana» pero comienzan a ejercer algún juicio crítico ante el Estado cubano. 

Mari, una vez aseverado su apoyo a la revolución y sus logros, afirma el derecho del pueblo cubano a expresarse y manifestarse, y reconoce que no se pueden ignorar las detenciones arbitrarias, los juicios sumarios y el encarcelamiento de personas que reclaman pacíficamente:

[…] la gente de Cuba tiene perfecto derecho a reclamar acciones inmediatas contra la corrupción, contra los privilegios de ciertas «clases» o contra las desigualdades, o contra la ineficiencia que provocan las colas o un mal servicio de transporte público, lo que sea. […] La protesta es un poder que se reserva el pueblo y ningún gobierno debe reprimirla, mucho menos un gobierno socialista que aspira a enaltecer la dignidad humana, ante todo. […]

No se puede justificar una vida entera de supresión de la libertad de expresión por una posible invasión de Cuba que siempre será una amenaza. No se puede justificar que el pueblo cubano viva en un estado perenne de excepción. […] los cambios que exige parte de su población no contradicen los más grandes principios revolucionarios: más participación, respeto a la libertad de expresión, más democratización del socialismo cubano, más equidad.

La respuesta de Rivera Lugo y Severino al texto de Mari no se hizo esperar. Es evidente que su contestación no es solo por lo que dice el artículo, sino por quién lo dice: la hija de Juan Mari Brás, uno de los más importantes dirigentes históricos del independentismo. Pero también por ser joven y mujer. Los dos académicos la critican porque:

En el momento en que Cuba y su revolución lucha por su supervivencia y Washington arrecia el asedio y la victimización de su pueblo impidiendo que satisfaga sus necesidades más básicas, a Mari Mari le preocupa más los derechos individuales abstractos de unos pocos por encima de los derechos colectivos concretos de todo un pueblo que lleva sobre 60 años resistiendo y sufriendo las inhumanas consecuencias del bloqueo y el embargo estadounidense.

Más aun, alegan que Mari analiza la situación cubana desde una perspectiva claramente liberal y no marxista al preguntar ¿cuándo el Estado cubano va a dar «el empujón final hacia el respeto del derecho a la protesta, la libertad de expresión, y los estándares fundamentales para juicios justos para todos, con derecho a defensa y a apelación?».

Por otra parte, los autores afirman que los críticos de la situación cubana no «presentan ni las más mínimas evidencias de la represión que se le imputa al gobierno revolucionario de Cuba». Esto, a pesar de los cientos de videos de golpizas que han propinado grupos paramilitares autorizados por el gobierno, detenciones arbitrarias, arrestos domiciliarios, etc. Para ellos, estas imágenes son parte de una conspiración y son «manipulación de hechos o fabricación de fake news» circuladas «desde los poderes fácticos mediáticos contra Cuba».

Asimismo sugieren que lo acontecido en la Isla, entiéndase la revuelta social, «corresponde […] a procesos de desestabilización y cambio de régimen ensayados y realizados en otros lugares del mundo en años recientes». De modo que su artículo despliega el arsenal retórico que el independentismo en general, y el PSP en particular, siempre han utilizado para defender a la «Revolución cubana»: imperialismo, agresión, intervención, bloqueo, guerra, soberanía nacional, manipulación, mercenarios, contrarrevolucionarios, conspiración, etc.

Rivera Lugo y Severino fundamentan su posición desde una lectura supuestamente marxista de los «derechos individuales abstractos», como ellos llaman despectivamente a los derechos civiles y humanos, y desde la postura de que Cuba vive una situación de guerra permanente desde 1959.  Se trata de una guerra que se libra «tanto dentro del país frente a la lucha de clases y la contrarrevolución que pretende revertirlo todo, y fuera del país contra el imperialismo estadounidense». Es una contienda impuesta a Cuba sobre todo «como precio por no rendirse ante la prepotencia imperial de Washington». Y tal escenario justifica el Estado de excepción. De ahí que para ellos:

Es un error garrafal pensar en ese tipo de aperturas «liberales» en un sistema político que como ya adelantamos está asediado poderosa y existencialmente por el imperialismo más injerencista, el cual es capaz de hacer lo que sea para destruir el sistema político cubano. Estamos ante una visión liberal de los derechos humanos, sin reconocer que dicho liberalismo jurídico-político no constituye una receta universal y menos un modelo sin sus propias contradicciones estructurales.

Imaginario

Carlos Rivera Lugo, profesor de Derecho Constitucional y exdirigente del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP).

Resulta curiosa esta crítica a la «visión liberal de los derechos humanos», viniendo de dos intelectuales que disfrutan y hacen uso pleno de estos «derechos individuales abstractos» aun en el contexto colonial de Puerto Rico. Todavía más, su perspectiva borra la historia de luchas por los derechos humanos; lidias históricas que diversos sectores, incluyendo a los trabajadores, las mujeres, los inmigrantes y otros grupos oprimidos y discriminados han librado para conquistar derechos que el liberalismo no concedió voluntariamente.

Además, su crítica omite que, a pesar de que Cuba (obviamente) no es una democracia liberal, aprobó una nueva Constitución que define jurídicamente a ese país como un «Estado Socialista de Derecho» que reconoce, al menos en el papel, los derechos por los que se lanzaron a las calles miles de cubanos. Estos es algo en lo que han insistido los sectores de la oposición democrática: que estos derechos deben garantizarse plenamente a los ciudadanos y no quedar en pura retórica.

Socialismo y libertad

Rivera Lugo y Severino sostienen que lo que motiva su reflexión es el compromiso de ambos «con el socialismo y su horizonte comunista». Pero, ¿qué «socialismo» y cuál «horizonte comunista» es el que defienden Rivera Lugo y Severino? Ciertamente no es la concepción de la dirigente marxista Rosa Luxemburgo, quien afirmaba que: «La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente». Y quien, además, advirtió muy temprana y acertadamente en relación con el socialismo que:

 […] Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo.

Gradualmente se adormece la vida pública, dirigen y gobiernan unas pocas docenas de dirigentes partidarios pensantes […]  y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a reuniones donde deben aplaudir los discursos de los dirigentes, y aprobar por unanimidad las mociones propuestas —en el fondo, entonces, una camarilla— una dictadura, por cierto, no la dictadura del proletariado sino la de un grupo de políticos, es decir una dictadura en el sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos […].  

No, lo que defienden estos dos intelectuales independentistas es la concepción estalinista del socialismo, que niega la pluralidad política y la democracia. Un «socialismo» donde el partido (o el caudillo) comunista mandan y el pueblo obedece.

¿Qué revolución? ¿Qué socialismo?

En Cuba no hay actualmente una revolución ni un «horizonte comunista». Hubo una revolución, pero concluyó hace mucho. Ninguna revolución es eterna. Ellas son procesos históricos determinados, que tienen comienzo, desarrollo y fin.

Respecto a la interpretación historiográfica del proceso cubano existen múltiples enfoques. Rafael Rojas, por ejemplo, en su Historia mínima de la Revolución cubana, propone que en 1956 comenzó su fase insurreccional, triunfó en 1959 y emprendió entonces un proceso de institucionalización que culminó con la aprobación de la Constitución de 1976. Es en esa fecha «cuando puede afirmarse que un nuevo orden social y un nuevo régimen político han sido finalmente creados».

A partir de ese momento, arguye, «será sumamente difícil hablar de revolución en Cuba, si por revolución entendemos lo que la historiografía argumenta a propósito de otras revoluciones, como la francesa, la norteamericana, la rusa, la china o la mexicana». De modo que la Revolución cubana finalizó hace décadas. En todo caso, lo que queda es su mito, las ruinas de lo que fue.

La postura de Rivera Lugo y Severino pone de manifiesto la noción que —como indica Stefanoni—, todavía predomina entre las izquierdas latinoamericanas y globales en relación con la «revolución» cubana. La misma se basa en la falacia siguiente: el régimen del Partido-Estado comunista es igual a la «revolución cubana», por lo tanto, mientras exista ese régimen existe la revolución. Y este régimen de Partido único sigue funcionando en Cuba, pero representa en verdad a una casta burocrático-militar cuyos intereses son defendidos por el Estado.

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O si se quiere, lo que hay en Cuba es capitalismo de Estado. Según el historiador Alejandro de La Fuente, el capitalismo de Estado cubano:

Consiste en una alianza entre grupos empresariales vinculados al Gobierno y al capital extranjero. Llamar socialismo a eso es conceptualmente inadmisible. En el Buró Político del Partido Comunista Cubano hay representantes de esos grupos empresariales, que están sobre todo en manos de los militares. Esos grupos trabajan con el capital extranjero y eso explica por qué en 2020, mientras la gente pasaba enormes necesidades, las inversiones en nuevos hoteles se disparaban. El dinero fluía hacia los nuevos hoteles, mientras la gente no tenía qué comer.

A lo que se refiere este historiador es al Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), un enorme conglomerado empresarial de origen militar que controla gran parte de los sectores más importantes de la economía cubana. GAESA está adscrito al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su presidente ejecutivo, fallecido recientemente, era el general de Brigada Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, ex-yerno de Raúl Castro y miembro del Buró Político del Partido Comunista Cubano desde 2021.

Debería estar claro entonces que la casta burocrático-militar y civil que gobierna a Cuba ejerce un poder dictatorial, en defensa no de la «revolución» ni del socialismo, sino de sus enormes privilegios. El discurso de esa casta es el discurso de lo que fue la revolución, pero su poder es el del aparato de seguridad y militar.

Lo que sí hay en Cuba es un pueblo existiendo entre la miseria y la precariedad, que ni siquiera tiene derecho a expresar su hastío, agotamiento y deseo de una vida mejor. Los que se manifiestan —dicen los defensores del Estado de excepción—, son «mercenarios», «contrarrevolucionarios» y «títeres» del imperialismo. Y a estos no se les puede garantizar derechos y libertades en el contexto de guerra y agresión indefinida que vive el país.  

El estallido social del 11-J

Es interesante notar que el artículo de Rivera Lugo y Severino no discute los reclamos de los manifestantes del estallido social del 11 de julio, pues para este tipo de discurso, supuestamente marxista, no tienen importancia las condiciones materiales concretas de vida de los cubanos. De haberlo hecho, estos autores hubieran visto que a pesar de las dificultades económicas que provoca el embargo comercial, los manifestantes no han exigido el fin (ni la continuación) de las sanciones económicas contra Cuba.

No fueron el embargo y sus efectos los que motivaron a los manifestantes pobres de los barrios y ciudades a protestar en las calles, sino asuntos como la falta de libertades y derechos, la crisis económica, la insuficiente gestión sanitaria frente a la pandemia del COVID-19. Esto es, problemas por los que responsabilizaban al presidente Miguel Díaz-Canel y al Partido Comunista, no al embargo o al imperialismo. Pero esto lo escamotea el artículo en cuestión.

El artículo de Rivera Lugo y Severino también elude el análisis de qué sectores o clases sociales protestaron.  Nuevamente, de haber hecho esta reflexión, los autores debieron reconocer que, como afirma de La Fuente en su referido texto: «[…] los que salieron a protestar el 11 de julio son los perdedores del nuevo capitalismo de Estado que se ha desarrollado en Cuba en los últimos 30 años. Y los afrodescendientes están entre los grandes perdedores de las reformas que han tenido lugar. Han sido excluidos de las nuevas actividades de los nuevos sectores económicos».

Estas son conclusiones muy incomodas para quienes han persistido en celebrar los «logros de la revolución», sobre todo si se describen como intelectuales marxistas. Rivera Lugo y Severino lo que hacen es reciclar argumentos trillados, consignas, clichés y lugares comunes que no analizan la singularidad de un acontecimiento como el estallido social del 11 de julio en Cuba.

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No fueron el embargo y sus efectos los que motivaron a los manifestantes pobres de los barrios y ciudades a protestar en las calles, sino asuntos como la falta de libertades y derechos, la crisis económica.

La trampa de la lógica binaria de la Guerra Fría

Destaco el artículo de estos intelectuales de izquierda porque es representativo de lo que ha sido la posición del independentismo puertorriqueño en general, a pesar de ciertas fisuras, hacia la «Revolución cubana». Por su parte, el 12 de noviembre de 2021, un nutrido grupo de «personalidades» europeas y latinoamericanas publicó una carta abierta dirigida a «la comunidad internacional», en la que hacían un llamado a que el gobierno de Estados Unidos cesara el bloqueo contra Cuba y denunciaban asimismo las tentativas «de desestabilizar» la Isla.

La carta fue iniciativa de Ignacio Ramonet (España), Hernando Calvo Ospina (Francia), Atilio Borón (Argentina) y Fernando Buen Abad (México). Se trata de figuras que apoyan el régimen autoritario de Maduro en Venezuela y defienden o hacen silencio ante las matanzas y la represión de la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua.

Entre los firmantes se hallaban varios puertorriqueños,: Eduardo Villanueva, expresidente del Colegio de Abogados y Abogadas, Wilma Reverón Collazo, del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), y María de Lourdes Santiago, senadora por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y vicepresidenta de ese partido.

Además de denunciar las sanciones económicas contra Cuba, el documento afirmaba que el gobierno de los Estados Unidos: «[…] asigna millones de dólares para promocionar la subversión interna, llamando a la desobediencia civil, la anarquía y el caos, con el único fin de acabar con el actual sistema político e instaurar uno que responda a sus únicos intereses».

Es importante destacar el contexto en que se genera esta carta abierta: apenas cinco días antes de una marcha cívica pacífica convocada por el grupo Archipiélago en favor de la liberación de todos los presos políticos, porque fueran respetados los derechos de todos los cubanos y por la solución de diferencias a través de vías democráticas y pacíficas.

La marcha, concebida como secuela a las manifestaciones del 11 de julio de 2021, fue prohibida por el Estado cubano pues supuestamente violaba el artículo 4 de la Constitución, el cual establece que «el socialismo es irrevocable». Finalmente fue impedida con arrestos preventivos, detenciones domiciliarias y actos de repudio organizados por el aparato del Estado.

La carta abierta, con una retórica típica de la Guerra Fría, redujo los acontecimientos al intento de los Estados Unidos de desestabilizar y derrocar la «Revolución cubana». Reiteraba así el discurso desgastado de que todos los problemas económicos de Cuba son causados por el bloqueo. Describía a los «disidentes» y «opositores» (así, con comillas), como mercenarios creados por el gobierno estadounidense con el objetivo de «subvertir» el orden establecido y sembrar la «anarquía» y el «caos».

De tal modo, dicho texto descalificaba a los ciudadanos cubanos que exigen derechos democráticos, algunos incluso refrendados en la Constitución de 2019. En ningún momento reconoció la legitimidad de la lucha por estos derechos. Más aún, apoyó de facto la represión contra esos ciudadanos y asumió una postura acrítica hacia el autoritarismo del Estado cubano.

El enemigo de mi enemigo es mi amigo

A pesar de sus características particulares, el independentismo y la intelectualidad hegemónica puertorriqueña son parte de esa izquierda que, cuando se trata de Cuba, (e incluso de los regímenes autoritarios en Nicaragua y Venezuela) usa unas gafas oscuras. Coincido pues con la manera en que Alina López Hernández describe a esta izquierda (su cita se limita a Cuba, pero lo que dice es extensivo al régimen de Ortega y al de Maduro):

Es la izquierda que no entendió el mensaje cuando implosionó el socialismo en Europa Oriental y todavía sueña con que este modelo burocratizado, mal llamado socialista, es funcional porque ha sobrevivido tres décadas más en una pequeña islita. Como dijo una psicóloga cubana […]: «para que ellos se sientan bien, nosotros tenemos que sacrificarnos».

[…] Son los supuestos amigos que, ante denuncias de atropellos y violencia ejercidos por parte del Estado cubano a su ciudadanía […] nos piden compararnos con sus desaparecidos y sus asesinados por las dictaduras militares, o, en el mejor de los casos, arguyen no contar con pruebas y aceptan entonces la versión oficial. 

[…] Es [la izquierda] que escoge entre condenar al imperialismo de los Estados Unidos y su injerencismo hacia Cuba o criticar al gobierno cubano por no ser el Estado Socialista de Derecho que estipula su Constitución; sin entender que es posible y necesario hacer ambas cosas; que eso es lo justo, lo ético y lo coherente.

En resumen, pese a posiciones minoritarias, el discurso de la intelectualidad de izquierda y del movimiento independentista puertorriqueño respecto a la «Revolución cubana» se mantiene incólume: el protagonista de lo que acontece allí es solamente el imperialismo yanqui. Todo lo que ocurre en esa sociedad está determinado por las acciones imperialistas o por las reacciones del Partido-Estado comunista cubano a estas.

Los sectores populares, «las masas», que protestaron en las calles y recibieron la represión del Estado, no cuentan como «sujetos» en este análisis. Su lucha y reclamos no valen realmente en el relato binario de la Guerra Fría, pues son fichas a ser utilizadas por un bando u otro.

Se trata de una izquierda que sigue entrampada en un alegato antiimperialista fosilizado, incapaz de rebasar la lógica bipolar. Es un discurso que de alguna manera permanece vigente para una izquierda que no ha querido, o no ha podido, renovarse.

Pese a la pervivencia de este discurso, cualquier posibilidad de renovarlo para que sea pertinente a los tiempos que vivimos, implicaría necesariamente echar por la borda imaginarios heredados de la Guerra Fría. De lo contario, la izquierda continuará prisionera de un imaginario político arcaico y será cada día más irrelevante en tanto hipotética propuesta emancipatoria.

***

* Este texto es una versión abreviada y revisada por su autor especialmente para LJC de un ensayo aparecido originalmente en la revista Foro Cubano. 

14 noviembre 2022 46 comentarios 1,6K vistas
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Verdad que duele

La verdad que duele

por Teresa Díaz Canals 14 octubre 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

Como consecuencia de la crisis económica, política y social que se vive en Cuba, se evidencia un desarraigo impresionante que compromete no solo el presente, sino  el futuro de la nación. Existen muchos testimonios y reflexiones sobre lo que nos pasa, pero, aun así, «tanto dolor no se puede comentar».

Muertes por la epidemia de dengue, por el pavoroso incendio sucedido en la ciudad de Matanzas, por innumerables accidentes de tráfico, por los enfermos que no reciben tratamientos adecuados debido a la falta de medicamentos. Construcciones de hoteles y, al mismo tiempo, derrumbes que estrujan la vida de mucha gente. Hace unos días, una niña perdió la vida porque la corriente de una inundación la arrastró al interior de un alcantarillado.

En ese sufrimiento infinito, también tenemos en cuenta los que han fallecido en el difícil camino del exilio, y las marcas que dejan en los que logran llegar a sus destinos. Paralelo a esta tragedia nacional se producen sorprendentes celebraciones: el Festival Habana World Music, una Feria Gourmet, la Fiesta Internacional del Vino.

La no-vida cubana está marcada por la desigualdad, el complejo acceso a los alimentos, que incluye demasiado tiempo perdido en filas, y los extensos apagones que azotan con mayor ensañamiento a las regiones del interior del país. Como resultado,  se han producido cacerolazos en disímiles provincias. El derecho a la protesta no está permitido, pero nuestro pueblo reclama al son del palo, del golpe y la blasfemia. Incluso niñas resultaron lesionadas en cuerpo y alma.

De nuevo fueron detenidos jóvenes —como en las manifestaciones del 11 de julio del 2021—, acusados por gente que no quiere saber de libertades, derechos y paz. Presencia notable de agrupaciones policiales para reducir la seguridad de la población e imponer un sacrificio no aceptado. Penosa incoherencia de una todavía denominada Revolución socialista.

Verdad que duele

Fueron detenidos jóvenes —como en las manifestaciones del 11 de julio del 2021—, acusados por gente que no quiere saber de libertades, derechos y paz. (Foto: ADN Cuba)

Tuve la oportunidad de leer con calma una propuesta de cambio estructural, ponderada y racional, publicada en Cuba Próxima. Hice un prólogo para sus creadores y recuerdo que insistí en que el programa no transpiraba odio implacable. Mi valoración fue objetada por una persona que conocí hace años, quien pidió eliminaran, pues nada aportaba al documento, el siguiente fragmento:

«En este programa encontrarán, además de las ansias de renovación en general, respeto, justicia sin venganza, visión de desarrollo sostenible, invitación a la reconstrucción física y moral de una sociedad devastada, acompañada al mismo tiempo de una feliz ausencia del atavío vulgar del odio».  

La colega, además de explicar la necesidad del odio, hizo una declaración sobre lo conveniente de utilizar malas palabras. Sobre estas dos cuestiones vale la pena meditar.

Diferentes personas sacan palabras diferentes de mí

Comenzaré con el tema de las malas palabras o vulgaridades. Hace unos años, en el barrio donde vivo, una vecina se me acercó y me advirtió: «aquí hay que decir malas palabras». Esa opinión se me quedó grabada como un arma que debería usar contra cualquier agresividad. Cuando comenzó la pandemia se desató mucha tensión ante la tragedia que se nos venía encima.

Se decía que el virus también se adquiría en el piso, en la calle, de ahí que indicaran quitarse los zapatos antes de entrar en los hogares. En mi cuadra algunas personas tiran agua, que llega al frente de mi casa y se estanca convertida en fango. En cierta ocasión le pedí a una vecina no exagerar en esa acción porque afectaba la entrada de mi pequeño portal. Una vez ya no pude más, me acordé del consejo y comencé con malas palabras, coj…., etc.

Los vecinos sonreían con socarronería. «¡Como está la “licenciada”!», dijo una con desprecio. A los dos días todavía continuaban los comentarios por mi manera explosiva de reaccionar. Fue entonces que comprendí que esa alternativa de defensa personal funciona en determinadas personas, no en todas. En mi caso no soy creíble, además de ser ya una anciana. Las máximas responsables del incidente no me saludaron más.

Pasados unos meses, la hija de la mujer con la que discutí me llamó una noche por la ventana, tenía un ataque de asma y necesitaba un spray de salbutamol. Enseguida la auxilié pues sé lo que significa ese padecimiento. Después lo he seguido haciendo. Ese gesto selló el distanciamiento que parecía irrevocable. Hoy me aprecian muchísimo, una vez la madre de la enferma me comentó: «lo que tú haces no lo hace aquí nadie, tenemos que pagar extra por adquirir un aparatico». 

Verdad que duele

Fila frente a una farmacia en Centro Habana. (Foto: 14ymedio)

Claro que estoy al tanto del uso de las malas palabras en el contexto político, esas expresiones se proyectan también en otros ámbitos de la vida, como el teatro, la música, la televisión. Sin embargo, ¿cuáles son las consecuencias de la vulgaridad instalada en las escuelas, de la naturalización de la charanga bullanguera? Una vez tuve que advertirle a un grupo de estudiantes universitarios: «aquí no quiero malas palabras». 

El hecho de que en lo más recóndito de los barrios humildes y desesperados se haya enarbolado la mala palabra para exigir justicia y proclamar la inconformidad con la vida que tenemos, es legítimo, es extremadamente auténtico; pero actuar con la máscara populista por parte de otro sector de la población, me parece caricaturesco. La parte verdaderamente valiosa de la sabiduría práctica que adquirimos en nuestras vidas no se puede expresar en términos generales, cada ser humano adquiere solo de primera mano, una especie de aprendizaje de la vida.

Si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo

Salomón Morel fue un judío que vio como los nazis obligaron a su madre a contemplar el asesinato de su esposo y de uno de sus tres hijos, antes de asesinarla a ella. Posteriormente ejecutaron a su hermano, mientras él fue enviado a Auschwitz.

Cuando culminó la guerra, Salomón fue nombrado comandante de la prisión de Katowice en Polonia, donde destinaron a cautivos alemanes. Allí torturó a los prisioneros por inanición, maltrato y ausencia de cuidados médicos elementales, que fueron técnicas aprendidas en el campo de concentración. Ese procedimiento vengativo lo hizo responsable del fallecimiento de más de mil personas. Muchos sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial quedaron aferrados al pasado mediante el rencor y el resentimiento.

Verdad que duele

Judíos en campo de concentración.

No todos reaccionaron de igual manera. El neurólogo y psiquiatra Viktor E. Frankl relató su experiencia en los campos de concentración en una obra que todo ser humano debiera leer: El hombre en busca de sentido. Él se aferró al recuerdo de su esposa, era lo único que lo mantenía en pie. Finalmente sobrevivió, y optó por aprender del dolor para crecer y poder ayudar.

Otros sobrevivientes al Holocausto, como el filósofo Emmanuel Lévinas y el psicoanalista Erich Fromm, entrevieron que un pasado doloroso no predetermina odio ni resentimiento. Recordemos el caso de la rusa Ana Ajmátova, una víctima del estalinismo. Después de la ejecución de su marido, del encarcelamiento de su hijo y de su propia condena, creó poesía.

Una madre cubana llamada Marta Perdomo tiene dos hijos en prisión por haber participado en las manifestaciones del 11 de julio. Podrán imaginar su agonía, su tristeza infinita. En un encuentro online, ella narró que en un interrogatorio que le hicieron a su hijo Nadir, la oficial que lo atendía le preguntó: «¿Tú no pensaste en tus hijos?». «La verdad es que por pensar en mis hijos estoy aquí, por pensar en Usted también, respondió el joven».

 Me impresionaron sus palabras profundamente, por ello recordé la frase de José Martí: «un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad». Nadir es amor, es luz, es poesía.  

14 octubre 2022 26 comentarios 2,K vistas
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Nosotros

«Permítanos a nosotros tomar decisión por nuestras propias vidas»

por René Fidel González García 10 octubre 2022
escrito por René Fidel González García

Las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021 fueron un test fiable del estado de las estructuras de oposición al Gobierno, o de su endeblez y nula capacidad política para convocar, o al menos intentar de alguna forma capitalizar un acontecimiento de tal magnitud.

Parece bastante obvio que las referidas protestas eran hijas del demoledor impacto social de las medidas económicas tomadas, las consecuencias económicas de la pandemia, así como del inédito reconocimiento oficial de la existencia de un pensamiento de oposición al Gobierno y al Socialismo que habían gestionado palabra a palabra, frase a frase, los autores y ejecutores de la polarización política.

Para algunos analistas, la parte de la población que no salió a protestar a las calles durante el verano de 2021 es mucho más importante a la hora de hacer un balance de los acontecimientos, o evaluar el posterior desarrollo de la vida política del país. Sin embargo, el hecho mismo de que tampoco saliera, al menos no significativamente, para oponerse a los manifestantes, parecía una compleja incógnita política a despejar en el futuro, más que una garantía de apoyo.

Si los datos empíricos de las jornadas de protestas remiten directamente al perfil sociológico que los inductores y operadores de la polarización política habían ayudado a construir y expandir en sus programas televisivos y artículos: hombres y mujeres jóvenes, estudiantes, intelectuales, negros, mestizos, desempleados y pobres; la imagen de una anciana habanera afirmando en medio de las protestas: «nos quitamos el ropaje de silencio», permite también atisbar la existencia de un ángulo ciego a la hora de entender la formación, movilización y comportamiento de los consensos sociales y políticos en Cuba, sus déficits, fracturas y cursos en el tiempo.

La propia alocución televisiva del Presidente cubano el 11 de julio, y su conocida orden de combate, a pesar de ser considerada por muchos como irresponsable llamado a la guerra civil, era un implícito reconocimiento de que las capacidades de auto-movilización espontánea de las bases políticas del gobierno y de las organizaciones de masas y políticas habían sido comprometidas por la envergadura y volatilidad con que se expandieron las protestas, pero también de la atomización y progresiva disfunción política y social que ellas venían sufriendo, desde incluso antes que las circunstancias de sucesivos aislamientos sanitarios y de reforma económica afectaran su funcionamiento.

De hecho, la represión inicial —prevista en planes de contingencia de acuerdo a los escenarios que avizoraban el impacto que tendría la reforma económica—, recaería fundamentalmente sobre fuerzas policiales convencionales, unidades antidisturbios especializadas, así como reclutas movilizados apresuradamente, y los muchas veces dubitativos integrantes de grupos para-estatales que respondieron al llamado.  

Una hipótesis que compite contra las versiones que sobre los hechos, sus motivaciones y causas dieran las autoridades antes y después de controlar a los manifestantes, es que la represión fuera en realidad el gatillo que desencadenó casos de enfrentamientos entre manifestantes y agentes de la autoridad.

Asimismo, que generara situaciones de agresiones y lesiones a funcionarios públicos (que encuadraban en el delito de atentado), detenciones y/o golpizas, tratos degradantes y abusos, y disparos con armas reglamentarias —causantes de al menos un muerto y un número hasta ahora indeterminado de heridos—, en lo que habían sido hasta el momento de la alocución presidencial, protestas mayormente pacíficas con esporádicos incidentes de saqueos y destrozos de tiendas e instalaciones de comercio y servicios en lugares no protegidos por las autoridades.

Las marchas, casi invariablemente, seguirían el patrón concéntrico inicial que se había apreciado en San Antonio de los Baños, epicentro de las protestas. Empezarían desde las periferias de ciudades y pueblos, nutriéndose desde los barrios más pobres, hasta confluir a sus centros urbanos. Esa ruta es quizás reveladora de algo cuya importancia no se ha valorado lo suficiente: una vez allí, en la mayoría de los casos, los manifestantes se dirigieron a las sedes de los gobiernos municipales, provinciales, o del Partido Comunista. En ningún caso, aun estando débilmente protegidas, se intentó tomar dichas instalaciones por los reclamantes, que superaban en número a los efectivos policiales y trabajadores que las custodiaban.

Las reflexiones que se desprenden, tanto de ese patrón concéntrico como del re-direccionamiento de las marchas hasta los lugares en que física y simbólicamente radicaba el poder, permiten valorar las causas económicas y políticas subyacentes en las protestas e igualmente interpretar sus impactos a más largo plazo.

No todas las inconformidades podrían ser explicadas, ni circunscritas, a las condiciones impuestas por varios ciclos de aislamiento pandémico, sus efectos económicos y psicológicos, o los condicionamientos que imponía a la vida social la política estadounidense contra el Gobierno cubano. Parece más probable la influencia de procesos continuos y prolongados de empobrecimiento y estratificación de segmentos cada vez más numerosos de la sociedad, el deterioro de las infraestructuras públicas que garantizaban los derechos y la seguridad y asistencia social, o su pérdida de alcance y eficacia por recortes presupuestarios y, sobre todo, por una muy baja inversión social en ellas.

Por otra parte, el estado calamitoso e inhabitable del fondo habitacional, la caída en picada de la producción de alimentos, las primeras señales e impactos de una crisis estructural de la producción de energía eléctrica, y la sostenida tendencia al incremento de la desigualdad y diferenciación sociales, también de su percepción social, se unieron de forma catastrófica a los efectos de la reforma económica gubernamental.

Nosotros

El estado calamitoso e inhabitable del fondo habitacional se unió a los efectos de las reformas económicas (Foto: ADN Cuba)

Una serie de procesos desaceleraron, restringieron y acorralaron dramáticamente los proyectos de vida de la población en contextos urbanos, suburbanos y rurales en un tiempo increíblemente corto:

– Acelerada y súbita pérdida de ingresos, poder adquisitivo y acceso a bienes y servicios básicos experimentada por los trabajadores. 

– Dramática devaluación de sus ahorros e imposibilidad de invertirlos de forma legal y segura antes de que ello ocurriera por inexplicables tardanzas en la entrada en vigor de un nuevo marco para la actividad económica privada. 

– Caída del empleo formal e informal, o su precarización, por la paralización de la industria del turismo y de los servicios asociados a ella.

– Exclusión económica estructural de la mayoría de la población que supuso la dolarización de la economía.

– Inflación galopante, promovida por escasas ofertas de bienes y servicios de las empresas estatales y depresión del comercio minorista.

Las historias de vida, a medida que el grado de diferenciación social entre individuos y grupos aumentaba, reflejaban cada vez más las distancias entre triunfadores y perdedores de la reforma económica; pero también entre los políticos, funcionarios, empresarios y los ciudadanos. Se evidenciaba el declive de más de tres décadas de un modelo de justicia social, y la impotencia e imposibilidad de cambiar su destino para miles de personas.

Por otro lado, que en muchos casos los manifestantes improvisaran diálogos, hicieran peticiones e interpelaran a autoridades y funcionarios frente a las sedes de instituciones gubernamentales y políticas, era demostrativo del nivel de obstrucción de los canales de comunicación política y administrativa con la ciudadanía y de su manejo burocrático y formal.

Que esos intercambios ocurrieran en el espacio tenso y potencialmente inestable de las protestas, era también un paradójico dato de que, a pesar del grado de erosión de la confianza política de los ciudadanos en las instituciones y sus dirigentes —y de la escasa preparación, empatía y capacidad exhibida por muchos de estos últimos para discutir, explicar y rendir cuentas de múltiples problemas de la realidad—; los manifestantes reconocieron y buscaron a las autoridades como interlocutores.

Igualmente, que personas sumergidas en muy difíciles condiciones de vida corearan la palabra ¡Libertad! en lugar de demandas más concretas, no puede ser descartado como poderosa expresión de la percepción que miles de ciudadanos tenían de su realidad política y/o económica, pero también como consecuencia de la arrogancia, insensibilidad, pedantería y comportamiento despótico y autoritario que exhibían no pocas veces las autoridades, o sus agentes.    

Lo explicado hasta aquí —obstrucción de los canales de comunicación política y administrativa con la ciudadanía; persistencia, pese a todo, en reconocer a las autoridades como interlocutores; y percepción de miles acerca de los límites que experimentaban sus libertades políticas a medida que se alejaban del ideal de consenso político y social que las autoridades asumían como válido—, tironeaban ya para entonces al sistema político cubano.

Más de un año después de los hechos, un hombre descamisado y sereno, habitante de un asentamiento improvisado en El Cepem, cerca de Playa Baracoa, al oeste de La Habana, le diría a autoridades y altos grados policiales en las postrimerías de un incidente violento entre fuerzas del orden y vecinos que preparaban una salida ilegal del país:

«Somos cubanos como ustedes, que tienen otra posición en este momento, pero alguna vez se les fue la corriente, alguna vez no tuvieron comida como no la tenemos nosotros hoy. Alguna vez no tuvieron nada como no tenemos nosotros. ¿Qué cambiaron de posición? Felicidades. Permítanos a nosotros tomar decisión por nuestras propias vidas».

Aunque el improvisado discurso fue más largo, la frase: «Permítanos a nosotros tomar decisión por nuestras propias vidas», más allá del contexto de pobreza, represión y migración en que se produjo, funcionaba como resumen de una contradicción política que se hacía cada vez más importante en Cuba.

El quiebre

La represión de las protestas fue, por así decirlo, el fin de una difícil luna de miel del Gobierno con la Constitución de 2019. Aunque es imposible saber con certeza la percepción que ellos y los directivos del aparato ideológico del Partido Comunista de Cuba tuvieron del proceso de apropiación de valores y contenidos constitucionales que hicieron muchos ciudadanos; es absurdo desconocer que en su totalidad provenían de una cultura y prácticas de poder ajenas, cuando no hostiles, a los procesos de autonomía y autodeterminación política que experimentaban muchos ciudadanos, también al sometimiento a la Ley.    

No obstante, puede deducirse que las tensiones políticas previas a las manifestaciones, y los intentos de los ciudadanos de usar dichos contenidos como herramientas para transformar la realidad —que iban desde la protección de animales, creación de asociaciones civiles, defensa de derechos y reivindicaciones de grupos, defensa contra distintas formas de discriminación, y ampliación y eficacia de la participación política, entre otras—, debieron inquietarlos lo bastante como para mirar con desconfianza la paulatina aunque creciente y novedosa repolitización de la ciudadanía que los derechos, libertades y garantías reconocidos en la nueva Constitución habían implicado.

De hecho, el mandato constitucional establecido en las disposiciones de la Constitución de 2019 para que se elaborase una normativa que allanara el camino a demandas de protección activa de los derechos humanos ante tribunales por parte de los ciudadanos frente a violaciones de funcionarios públicos; sería obviado por el Gobierno hasta que, después de posponerlo reiteradamente con el pretexto de la situación pandémica, finalmente lo aprobaría dentro del cronograma legislativo del verano de este año.

Las advertencias que algunos intelectuales habían hecho sobre la posibilidad de que el Estado de Derecho que proclamara la Carta Magna acabara siendo un Estado de Derechos del Estado y los funcionarios frente a los derechos de los ciudadanos, se estaba volviendo una muy dura realidad incluso desde antes de las protestas.

Los casos de Luis Robles Elizástigui, joven trabajador por cuenta propia detenido, procesado y condenado a varios años de privación de libertad por exhibir durante escasos minutos en un céntrico paseo habanero un tosco cartón de embalaje en el que aparecía un mensaje de libertad para los presos políticos; el de Karla Pérez González, joven estudiante que había sido privada arbitrariamente del derecho a la educación cuando cursaba su primer año en la Universidad, y a la que años después se impediría entrar al país al concluir su carrera en Costa Rica; y el de Leonardo Romero Negrín, otro estudiante universitario que en medio de una protesta enarbolara un cartel que proclamaba: «Socialismo Sí, Represión No»; ocurridos todos durante la vigencia de la nueva Constitución cubana, eran, sin ser los únicos, suficientemente diferentes entre sí como para identificar la existencia, o si se quiere continuidad, por parte de las autoridades y funcionarios de un patrón de actuación disruptivo de las normas y valores constitucionales.

Nosotros

Leonardo Romero Negrín

El escaso impacto que tuvo la nueva Constitución en la cultura institucional cubana, la ausencia de esfuerzos y exigencias para adecuar los protocolos de comportamiento y actuación de sus miembros a sus contenidos de derechos y garantías, la promoción sistemática de códigos de cultura política que reñían con su reconocimiento y respeto en las interacciones con los ciudadanos, y el no desmantelamiento de una densa madeja de normas administrativas típicamente inconstitucionales que abarcaban casi todos los aspectos de la realidad; fueron algunos de los factores tenidos en cuenta para pronosticar un escenario en que la eficacia de muchas normas constitucionales se vería sustancialmente afectada, o finalmente cancelada.

Que algunas normas administrativas fueran activadas de forma selectiva y discrecional por funcionarios que no motivaban legalmente su decisión, ni ofrecían posibilidad alguna de recurrirlas —como las que implicaban la prohibición de entrada o salida del país, o de abandonar inmuebles residenciales—, demostraban que, al estilo de las antiguas lettre de cachet, el poder se reservaba interferir en la vida de los ciudadanos de forma particularmente arbitraria e impune.

Para algunos intelectuales, la represión a manifestaciones había sido colofón de un proceso similar a una respuesta biológica autoinmune, pero en este caso contra el cambio de cultura política y jurídica, de creencias, prácticas y ejercicios ciudadanos que había producido la Constitución del 2019. Si fuera posible tal eufemismo, era el inicio de un golpe del Estado contra el nuevo modelo de derechos —y libertades—  políticos que ella reconocía.

Las protestas fueron interpretadas por muchos manifestantes, y por distintos analistas, como ejercicios espontáneos y legítimos de algunos de esos derechos y libertades. No obstante, para el Gobierno —más allá de los desórdenes, saqueos, e incidentes de violencia que se produjeron—, tales ejercicios fueron percibidos como inicio de una intolerable secuencia que era necesario detener y suprimir por todos los medios antes de que se tornara una peligrosa bola de nieve política.

A casi un año de las protestas, el Gobierno pondría a punto dos legislaciones que tenían el rol de antídotos penales y administrativos contra el ejercicio de los derechos y libertades políticas que reconocía la Constitución: el Código Penal y la Ley de Comunicación Social.

Las durísimas penas de privación de libertad impuestas a los manifestantes, habrían servido para disuadir a cualquiera que pretendiera usar los derechos y libertades políticas que reconocía la Constitución de 2019. Era un atajo para recuperar, o consolidar, la iniciativa política interna. Sin embargo, por más efectivo e incluso tranquilizador que pudiera ser tal despliegue de poder, la represión del conflicto era realmente una paradoja en la que la incapacidad política pretendía producir un resultado político.       

Por muchas razones, las protestas fueron extraordinarias en la historia cubana de los últimos sesenta años, pero sería un serio error confundir sus límites temporales con su finitud. En realidad, ellas formaban parte de un proceso político en desarrollo. Pese a la represión, las protestas expandieron increíblemente la apropiación cultural de los derechos y libertades constitucionales; contribuyeron a la consolidación de actitudes, prácticas, experiencias e ideas sobre lo político y lo democrático, que empezarían a mediar de forma cada vez más importante las relaciones e intereses entre la ciudadanía y los funcionarios del Gobierno y el Estado. Y también los sueños y aspiraciones de los cubanos.

Su represión, en cambio, expondría y dejaría irresuelto, pospuesto, el conflicto que aquel hombre, descamisado y sereno, había sintetizado lúcidamente en el litoral habanero como el centro de todas las contradicciones políticas en Cuba.

La celebración a finales de septiembre de 2022 del referéndum para la aprobación del nuevo Código de las Familias, fue, dentro de ese contexto, la oportunidad para muchos de un anhelado ejercicio de tomar decisión sobre sus propias vidas. Para otros, era una elección basada en la afirmación de una cultura política transversalizada por el poder de tomar decisión sobre —y por— otras personas, y no pocas veces excluirlas también, de derechos de los que ellos disfrutaban.

El Gobierno, que monopolizó la campaña por el SÍ, no pudo sin embargo evitar usar dentro de ella un núcleo de nociones y principios que remitían enfáticamente a la legitimidad de la pluralidad, la necesidad de reconocer, proteger y garantizar el respeto a la opción personal, así como proscribir la discriminación y exclusión. El propio Díaz-Canel, en encuentro organizado días previos a la votación, reconocería en la exclusión algo dañino y un factor de atraso para la sociedad cubana. Tal afirmación fue entendida por muchos como acto de hipocresía, que no pasó desapercibido en medio de los enconados debates.

Pero su utilización como argumento, quizás no solo se correspondía a una comprensión personal del terrible drama que había significado —y aún era— para miles de personas que de diversas formas fueron víctimas de discriminación por motivo de identidades y prácticas sexuales. Probablemente su manejo obedecía también a la necesidad de utilizar algunos contenidos fundamentales del paradigma político democrático que manejaban amplios sectores de la población —como parte del cambio político que la Constitución de 2019, las protestas, e incluso la represión, habían acrisolado culturalmente— como punto de apoyo para alcanzar y maximizar consensos sobre una cuestión en concreto.      

Más allá de las repercusiones inmediatas del resultado del referéndum del Código de las Familias —y aunque no fuera prácticamente advertida—, la convocatoria a elecciones municipales hecha a inicios del pasado septiembre, con la que se inicia el ciclo electoral al final del cual podrá ser electo —o re-electo— el Presidente de la República de Cuba, se vislumbraba como una oportunidad mucho más compleja para las expectativas de los cubanos de tomar decisiones políticamente relevantes para sus vidas.

Para el cuarto sistema político vigente en Cuba desde 1959, esta será su primera prueba de funcionamiento electoral. Sin embargo, desde su entrada en vigor en 2019, la respuesta dada a la conflictividad política de la población generó dinámicas y crecientes niveles de exclusión política que podrían influir en la marcha del proceso.

Hay que tener en cuenta que distintas circunstancias internacionales y deformaciones internas de todo tipo, así como los resultados desastrosos de planes y decisiones económicas implementadas por el Gobierno en un corto período de tiempo, han disminuido de forma sensible su capacidad para proponer y articular políticas públicas capaces de lograr la inclusión social y económica de las mayorías.

Esto podría haber comprometido la vitalidad del nuevo sistema político, no solo ya para cumplir su función de soporte eficiente del encauzamiento de consensos, inclusión y participación de los ciudadanos —tal como lograron en buena medida los sistemas anteriores, incluso en momentos de crisis—; sino para renovar formalmente su legitimidad mediante elecciones, o la representación de la diversidad de sectores, clases e intereses de la sociedad.

La acumulación a través de los años de déficits de interrelación y comunicación entre funcionarios electos y ciudadanos, puede haber llegado ya a su punto más alto de rendimiento político. Los ciudadanos cuyas posibilidades reales de comunicarse, ser escuchados, atendidos y representados efectivamente por los diputados nacionales son desnaturalizadas, viciadas, o imposibilitadas; acaban por ser indiferentes, no participar, y desear un modelo diferente al que tienen.  

Para un sistema político que —pese a la preferencia por la elección presidencial directa expresada por miles de ciudadanos en la consulta popular de la Constitución de 2019—, ratificó la elección de segundo grado, será también un enorme desafío que muchas inconformidades, problemas y antipatías de la población hayan sido firmemente dirigidas y personalizadas en el actual Presidente cubano y Primer Secretario del Partido Comunista.

Esta última es, sin dudas, la peor circunstancia que deba enfrentar un político en cualquier tiempo y país. En el caso de Díaz-Canel, puede explicarse por factores diversos, que van desde sus características personales y actitudes, el tratamiento mediático recibido, la vigencia o emergencia de tipos o estructuras de autoridad distintas a la ejercida por él, las percepciones sociales sobre el papel del liderazgo, o su entorno familiar, o imagen y edad; hasta su evaluación a partir de los criterios y expectativas de su cohorte generacional, o de otras generaciones, y la capacidad de lograr una comunicación efectiva y empática a través del discurso e interacciones con los ciudadanos.

Nosotros

El presidente Díaz-Canel y varios funcionarios cargan una pesada rama durante un trabajo voluntario efectuado el pasado domingo. (Foto: Facebook / Tribuna de La Habana)

No se puede subestimar el papel que desempeña la trasformación de cuestiones claves de la sociología política de la población cubana que tienen que ver con: los paradigmas de confianza política, exigencia de responsabilidad pública, nuevas formas de entender la democracia y lo democrático, igualdad política y uso y límites del poder, así como de distintas representaciones de la política, su institucionalización, finalidades y funcionamiento, adquiridas por nuevas generaciones de ciudadanos.

Una joven cubana recientemente entrevistada afirmó:

«(…) el arribo al poder en Chile de uno de los líderes de protestas estudiantiles de hace una década (aquí serían vándalos o mercenarios), de Petro en Colombia, o la derrota de Donald Trump en elecciones, son una metáfora de nuestras frustraciones y aspiraciones como generación. Uno siente que tampoco vamos a tener nunca un Mujica, que sea Presidente y siga viviendo en su destartalada casa de siempre, y eso duele, la impotencia duele. Ninguno de nosotros somos elegibles por el sistema. De eso se trata».    

Por otro lado, si durante los debates previos al referéndum del Código de las Familias, y en la propia jornada electoral, llamamientos y argumentos a favor de un voto de castigo contra el Gobierno posiblemente fueron motivadores en la opción del NO, la abstención y la anulación consciente de boletas; es evidente que la sostenida tendencia a la abstención y anulación de votos registrada en los últimos procesos electorales, pudiera ser indicador substancial del grado de desgaste, contradicciones e insuficiencias de un modelo político unipartidista, que nació y se legitimó en circunstancias muy concretas, pero que, por eso mismo, no puede funcionar eternamente a contramarcha de la dialéctica de los cambios sociales sin acabar siendo anacrónico.

Probablemente Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular, cuando reconoció en una comparecencia ante medios de prensa en días siguientes a las protestas de julio del 2021 que manifestarse era un derecho, condensaría sin intención lo desafiante que resultaba siempre al poder la frase que Giuseppe Tomasi di Lampedusa había acuñado en su célebre novela Il Gattopardo.

Ciertamente, no era tan fácil hacer que todo cambiara y conseguir que todo siguiera igual.

10 octubre 2022 27 comentarios 2,4K vistas
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Reforma

Reforma o Revolución

por Gladys Marel García 26 julio 2022
escrito por Gladys Marel García

Los conceptos de libertad, justicia social, progreso, han sido y continúan siendo contenidos que los pueblos han reclamado persistentemente. Bien si se trata de una revolución o de demandas por reformas a sus gobiernos.

Ellos fueron enarbolados de manera espontánea en Cuba durante la manifestación popular del 11 de julio del 2021, ante la crisis provocada por el diseño y aplicación incorrectos de la «Tarea Ordenamiento», que afectó a varios sectores en el país.

Su puesta en práctica fortaleció errores de larga data cometidos en los ámbitos político, económico y social y condujo a un conjunto de injusticias: una vida miserable en muchos casos, insuficiencia y escasez de alimentos y medicinas para adultos y niños, en pleno auge de la pandemia; inflación de precios en el mercado, que cada vez van en aumento; situación crítica con la electricidad y el gas; desigualdad al situar mercados en los que solo puede comprarse con una moneda digital, el MLC, alimentos que no existen en el mercado en CUP. Estos fueron algunos de los factores que provocaron que cientos de personas se movilizaran, reclamando la solución de sus conflictos.   

Lo peor sucedió con el llamado de la jefatura del Gobierno al enfrentamiento violento de una parte del pueblo contra otra. La orden dada aquel 11 de julio al aparato militar y civil represivos, fue la de enfrentar al pueblo y reprimirlo, lo cual desembocó en el combate entre una parte de la población afín al gobierno y la otra, en defensa de la libertad y justicia social.

Cientos de hombres y mujeres, mayoritariamente jóvenes y hasta menores de edad, fueron detenidos. Los tribunales los condenaron arbitrariamente por «Sedición», acusándolos sin evidencias de contrarrevolución o de querer producir un golpe de estado, algo solo inherente al enfrentamiento militar contra el gobierno; cuando en realidad la manifestación lanzaba demandas reformistas.

Tales injusticias provocaron en las redes sociales el clamor de libertad para casi todos los cubanos condenados a numerosos años de cárcel. El problema no ha tenido solución. Continúa socavando a sujetos y familias. Ejemplos de manifestaciones populares han ocurrido en los últimos días en Cienfuegos, Camagüey y Pinar del Río, sin que se haya producido una reacción violenta del Gobierno y sus fuerzas represivas. Vimos en las redes sociales los videos de lo sucedido.

En Cienfuegos los pioneros, colocados a uno y otro lado de la calle y en silencio, observaban la manifestación fúnebre por la niña de siete años  fallecida como consecuencia del dengue hemorrágico. En ella participaban los familiares, la comunidad, maestros y alumnos del sector de la educación.

En Camagüey se produjo otra manifestación fúnebre, ante el fallecimiento, también por dengue hemorrágico, de una joven doctora del sector de la medicina, que se encontraba en estado de gestación. La comunidad se concentró tras la manifestación fúnebre que la acompañaba hasta el cementerio, y en la despedida del duelo se aludió a lo que estaba sucediendo.

Mientras, en Pinar del Río, como resultado de la falta de electricidad, familias, con niños entre once y trece años aproximadamente, según se apreciaba en las imágenes, se lanzaron a la calle. Un dirigente intentó dialogar, pero sus palabras apenas se escuchaban porque los manifestantes gritaban exigiendo al gobierno la solución del conflicto eléctrico, y otras reclamaciones.

Lo más significativo fue que ante estas manifestaciones no hubo reacción de violencia represiva física, de una parte ni de la otra, pero sí verbal por los que reclamaban. Este modo de actuar del pueblo es muestra de una táctica nueva para exigir sus demandas.  

Todo lo ocurrido me hizo rememorar la manifestación fúnebre del 27 de mayo de 1957, en el entierro de los combatientes revolucionarios Julio Pino Machado y Agustín Gómez Lubian, Chiqui, en Santa Clara. El pueblo desfiló sin ser agredido por el cuerpo policiaco que lo custodiaba. Meses después, el 30 de julio, debido al asesinato de Frank País, la manifestación fúnebre espontánea en Santiago de Cuba se transformó en huelga general revolucionaria organizada, que se extendió hasta las inmediaciones de la capital habanera.

En aquellos tiempos luchábamos por llevar a cabo una revolución contra la dictadura. En estos tiempos, las manifestaciones tienen lugar por demandas del pueblo ante los conflictos económicos, políticos y sociales que ocurren en la vida cotidiana y por la vulnerabilidad que enfrentan.  

Las medidas tomadas por el régimen en 2021, entraron en contradicción con el proyecto de Revolución cubana de mediados del siglo veinte, que nombró a José Martí como su autor intelectual. Aquel proclamó su propósito de Nación, e hizo suyas las tesis de libertad, soberanía económica y justicia social, progreso y democracia del pueblo. Objetivos a los que se añadió la tesis chibasista de «barrer» con la corrupción político-administrativa.  

Han transcurrido casi setenta años del 26 de julio de 1953. En la década del cincuenta del siglo pasado éramos jóvenes unidos por los lazos de la Patria y de la Revolución verdadera, superior a nosotros mismos. Sentía en aquellos tiempos que nos había tocado la gloria de hacer y escribir la historia futura y me decía a los veinte años: ¡Benditos sacrificios! ¡Bendita gloria la que tenemos en nuestras manos!  

Durante el transcurso de la lucha contra aquel régimen pensaba en la moral diariamente, y cuando me hicieron prisionera en dos ocasiones, cuando estuve encerrada, tuve tiempo de pensar en nosotros mismos, que enfrentábamos las bajezas de la vida. Reflexionaba en el dolor, en las torturas, en el sufrimiento de nuestros seres queridos, en el encierro en las prisiones, los golpes, las torturas, las vejaciones, los asesinatos. Vivía convencida de que todo lo podíamos soportar porque estábamos muy alto y éramos dignos de nuestra Patria, de la Humanidad.

Mi ánimo, mi entusiasmo, la fé con que luchaba y continúo luchando por la libertad y la justicia no han decaído. Sabía que en nuestras manos estaba el futuro de Gloria y no el de un fracaso. Escribía en aquellos años: «He visto gozosa cada día que pasa la grandeza de nuestra Revolución», y añadía después del llamado «fracaso» de la huelga del 9 de Abril de 1958: «(…) el pueblo vuelve a nuestras filas otra vez. Todo se está reorganizando y volvíamos a estar unidos (…) El desmembramiento existente al principio se ha ido allanando y todo se ha aclarado».

Recuerdo los mensajes al pueblo, cuyos documentos atesoro. Entre otros el mensaje «Carta a nuestros Militantes» del por qué luchábamos. (1)  Entre los once puntos de su contenido explicábamos que «al ser avanzada del movimiento de recuperación ciudadana contra  la dictadura y en el mañana los pilares sobre los que ha de apoyarse la reconstrucción del país», ellos tuvieran «una noción clara de los principios que han de guiarnos en estas jornadas, para que el impulso generoso del corazón sea guiado por la aptitud reflexiva de la mente». También insistíamos en el valor de la coherencia entre nuestros pensamientos y actitudes cívicas:

«Los que defendemos la democracia, las libertades y las buenas costumbres públicas y privadas, tenemos que creer en ellas ciegamente. No puede haber contradicción alguna entre los principios que defendemos y la forma como los defendemos. Nuestra honradez, en todos los actos de nuestra vida, tiene que ser tan acrisolada que no deje grieta alguna por donde pueda deslizarse la crítica de nuestros conciudadanos o de las anteriores generaciones aun vivas, pero en la retaguardia, con las que la Historia nos comparará para encontrar el saldo positivo de nuestra obra. Por ello has de incorporar a tu pensamiento y a tu conducta, los principios por los cuales luchamos».

Reforma

¿Por qué luchamos?

  1. Luchamos no para arrebatarle a un hombre el poder mal habido, sino para cumplir una misión histórica. Que el nombre de ese hombre se haya convertido en el blanco de nuestros ataques verbales, es debido a que el mismo resume en sí todo cuanto nos repugna y degrada a la República.  
  2. Luchamos porque sea principio inmutable de la Nación el gobierno representativo de elección popular, y para demostrar que estamos dispuestos a perecer antes que aceptar mansamente el destino de súbditos sumisos e impotentes de una tiranía militar.
  3. Luchamos porque prevalezca en el país el gobierno civil por encima de las instituciones militares, muy respetables y necesarias cuando se limitan a su rol de protectoras de la seguridad nacional; porque la educación, la cultura, el cultivo de la inteligencia al servicio de la técnica y del progreso sean las metas de la gestión principal del Estado Cubano. Frente a las obras públicas rimbombantes, que dejan márgenes fabulosos a sus patrocinadores, impuestas inconsultamente y a latigazos, nos decidimos por el modesto disfrute de libertad sin ostentaciones faraónicas. Preferimos aquella y «el respeto a la dignidad plena del hombre», a los túneles costosos y los monumentos hipócritas. ¿Además, quién ha dicho que para que el país progrese materialmente es preciso sojuzgar las voluntades y las conciencias?
  4. Luchamos por el derecho a pensar y a producirnos públicamente, sin censura; sin más limitación para nuestra libertad que la que impone a cada cual la libertad de los demás y el feliz desenvolvimiento de la vida social.
  5. Luchamos por una distribución más justa de la riqueza nacional. Por una mayor participación del obrero en los dividendos de la industria para la cual trabaje. Por abrir nuevas fuentes de trabajo. Por una política laboral de ocupación plena durante todo el año. Por que durante el «tiempo muerto» el potencial humano de la industria azucarera sea absorbido por actividades agrícolas e industriales de subsistencia. Por la inamovilidad del empleado público y la carrera que regule el ingreso y permanencia en la administración estatal, provincial y municipal.
  6. Luchamos por elecciones libres en los sindicatos, para conseguir mejores condiciones de trabajo, de salario, y de participación en las ganancias, dentro de las oportunidades que conceden las leyes, el buen sentido, y el progreso de las doctrinas y experiencias sociales. Contra la dictadura proletaria de Mujal, paralela con la de Batista, luchamos los partidarios de la libertad sindical.

    Reforma

    Eusebio Mujal Barniol (al centro leyendo), secretario general de la CTC.

  7. Luchamos por la reforma agraria. No por la colectivización de la agricultura, sino por una radical y justa planificación de la misma, de suerte que desaparezca el latifundio improductivo, sustituido por un sistema en el que las tierras baldías sin cultivar pasen a manos de los que están dispuestos a hacerlas producir. Luchamos y lucharemos porque no quede un campesino hambriento mientras haya un pedazo de tierra cubana por cultivar.
  8. Luchamos por perseguir y castigar el peculado, la malversación de los caudales públicos. Contra los ladrones del tesoro nacional, de ayer, de hoy y de siempre. Entendemos que la nueva República tendrá que ser lo más severa y ejemplar posible contra las dos figuras delictivas más perjudiciales de la vida pública hispano-americana: la sublevación militar contra los poderes legítimos del Estado, y la apropiación para uso personal del dinero del pueblo.
  9. Luchamos por reintegrar la ley a su antigua majestad. Si hoy nos vemos obligados a aplicar con nuestras propias manos y con severidad la justicia revolucionaria contra los militares, que deshonrando el uniforme que sufraga la República se dedican a aterrorizar, a torturar y asesinar a la inerme población cubana, y a sus aliados los políticos corrompidos dedicados a propiciar la situación legal que ampare tanto crimen, así como los confidentes y delatores de nuestros abnegados militantes; mañana, una vez vencida la Dictadura y restablecida la normalidad institucional, serán los jueces y los tribunales ordinarios los encargados de relevarnos de tan ingrata misión.
  10. Luchamos para demostrar a las grandes potencias que la libertad no es un artículo de uso doméstico y privado, sino un bien universal. Victoriosos hemos de ofrecerla, por qué no, a todos aquellos hermanos americanos que aún padezcan el oprobio de un gobierno autocrático, unipersonal. La democracia no admite contradicción ninguna. Si la defendemos en el frente doméstico, no podemos desconocerla en el frente internacional.
  11. Luchamos, en fin, por una República con libertad y con pan; con legalidad y bienestar para todo el que sienta como ley principal de la vida, el oficio sublime de ser un hombre libre.

Han transcurrido más de sesenta años. El momento actual es de reformas, no de revolución. Los objetivos de la generación que enfrentó a los mambises corrompidos en el poder y dirigieron la Revolución del Treinta contra la dictadura de Gerardo Machado, fueron diferentes a los de nuestra generación del centenario martiano contra la dictadura de Fulgencio Batista.

En nuestros días, los objetivos de la nueva generación deben ser reformar desde abajo, con su participación cívica, todo lo que contribuya a solucionar la crisis por la que atraviesan la Nación y el pueblo de Cuba.

  La Habana, 16 de julio del 2022.

***

(1) El documento «Carta a los Militantes», no. I, Serie II, de las Células Revolucionarias de Base, —publicado en 1958 con la firma Libertad o Muerte Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Dirección Provincial de La Habana—, fue reproducido en Razones, Órgano de la Sección Nacional de Propaganda de las Células Revolucionarias de Base del Movimiento 26 de Julio. no. 1, enero, 1959. Sumario: ¿Por qué luchamos?; Las Fuerzas Armadas y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio; Introducción al tema Económico. (precio: 10 centavos).

26 julio 2022 36 comentarios 3,8K vistas
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manifestantes

Solidaridad con las y los manifestantes de julio del 2021

por Redacción 11 abril 2022
escrito por Redacción

A Miguel Mario Díaz Canel Bermúdez, presidente de la República de Cuba;

A Esteban Lazo Hernández, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba;

A Rubén Remigio Ferro, presidente del Tribunal Supremo Popular de la República de Cuba; 

Al pueblo cubano y la izquierda internacional:

En Cuba se manifiesta una crisis estructural profunda. Dicha crisis, en medio de una marcada precarización de la vida, condujo a una parte de la ciudadanía a las calles los días 11 y 12 de julio de 2021. Las hostiles sanciones estadounidenses, en el marco de una política de agresión y bloqueo que cumple ya 60 años, la incapacidad de la administración del país para solventar las más básicas necesidades del pueblo y la desatención a reclamos sociales, políticos y económicos de la sociedad civil, contribuyeron a la agudización de esta situación y generaron una creciente pérdida de confianza en el discurso gubernamental.

La decisión de comercializar en el mercado interno bienes fundamentales en divisas, ajenas a las posibilidades de acceso de las mayorías, y los efectos de la pandemia, exacerbaron con razón la inconformidad de sectores atravesados por la pobreza y la marginación, relacionadas con el lugar de residencia, el color de la piel, el género y otras categorías de exclusión. La crisis económica y política que padece el país se expresa también en el paulatino deterioro de indicadores sociales de salud, educación, deporte y cultura. Esta decadencia precipita el éxodo masivo de jóvenes, con las consecuencias que ello provoca en las familias cubanas y en la economía en general.

En las protestas sociales de julio, las mayores después de 1959, hubo conductas violentas y enfrentamiento físico de ambas partes, tanto de las fuerzas policiales y de grupos en apoyo al gobierno como de algunos grupos de manifestantes. Mientras estos últimos han sido sometidos a la criminalización y las prácticas punitivas, evidenciadas en el discurso oficial y las condenas desproporcionadas, como claras medidas ejemplarizantes para prevenir escenarios similares futuros, los sectores simpatizantes del gobierno, las fuerzas del orden y los funcionarios responsables de la represión y los excesos de violencia desde el estado permanecen impunes.

En el mes de marzo se llevaron a cabo dos juicios por las protestas. El primero por las que protagonizaron los sectores pobres de Esquina de Toyo y La Güinera en La Habana, donde se condenó, en juicio masivo con penas de hasta 30 años —1.916 años en total— a 127 personas, ocho de ellas con edades entre 16 y 17 años. El segundo por las protestas en San Antonio de los Baños contra 17 manifestantes con condenas de hasta 10 años.

Destaca entre estas últimas, los seis años de prisión para Yoan de la Cruz Cruz, uno de los primeros jóvenes que retransmitió en directo por redes sociales las protestas. La sentencia asegura que «transmitió en directo por las redes sociales lo que acontecía, con lo que provocó que tales actos fueran visualizados dentro y fuera del país y que en diferentes municipios y provincias se imitaran las nocivas acciones».

Según la Fiscalía General de la República, fueron procesadas en total 790 personas, incluyendo 55 entre 16 y 17 años.

Al mismo tiempo, diversos sectores y activismos de la sociedad civil son objeto de acoso constante por parte de las autoridades. Esta persecución y vigilancia toma forma en los aparatos de seguridad policial, que se caracterizan por actuar al margen de la legalidad constitucional y atentar contra la dignidad de las personas.

Todo sucede en un escenario de absoluta impunidad, ante la falta de garantías legales para el ejercicio de la asociación libre, entre las personas y grupos ciudadanos con inquietudes de participación en el espacio público. El ciclo de represión se completa con el empleo de los medios de comunicación para desacreditar reputaciones, tildar a todo disenso de mercenarismo y deslegitimar a toda persona u organización que se cuestione la realidad. La derecha respaldada por Estados Unidos y partidaria de sus ataques existe, aquí no hablamos de esa derecha.

Frente a este contexto las personas, colectivos y organizaciones que suscribimos el presente documento, tanto de Cuba como internacionales:

  • Hacemos un llamado a la solidaridad internacional con las y los manifestantes injustamente condenados.
  • Solicitamos una Ley de Amnistía para las personas injustamente condenadas, como paso necesario que abra las puertas a un socialismo realmente democrático y de iguales.

Suscribimos…

Cuba Alianza Afrocubana
Cuba Plataforma 11M
Cuba Reclamo Universitario
Cuba Socialistas en lucha
Cuba Revista Tremenda Nota
Cuba Adiel González Maimó, teólogo y activista LGBTIQ+
Cuba Ahmed Correa Alvarez, University of California, Merced
Cuba Ailynn Torres Santana, académica y militante feminista
Cuba Alexander Correa Iglesias, historiador
Cuba Alexander Hall, estudiante de historia, activista afrodescendiente de proyección socialista
Cuba Alina Bárbara López Hernández, historiadora, ensayista y editora cubana. Coordinadora de La Joven Cuba
Cuba Amalia Pérez Martín, University of California, Merced
Cuba Amanda Chang
Cuba Angélica Salvador, trabajadora de cine
Cuba Camilo González Machado, estudiante de doctorado
Cuba Carlos Bernal Medina, cubano comprometido con la justicia social
Cuba Daniel Alejandro Espinosa Prieto, estudiante universitario
Cuba Daniel Triana Rubio, actor y activista
Cuba Dennis Valdés Pilar, psicólogo y pedagogo
Cuba Diosnara Ortega González, socióloga
Cuba Enrique Guzman Karell
Cuba Esteban Insausti
Cuba Hamed Oriol Toledo Torres, anarquista
Cuba Hiram Hernández Castro, Profesor
Cuba Inti Santana Guerra, Cantautor cubano
Cuba Ivette García González, Historiadora, profesora y escritora
Cuba Jonathan Samir Formell Sierra, compositor, estudiante del ISA, guitarrista y periodista musical
Cuba José Alejandro Esteve Santos, estudiante de medicina, militante de Marx21
Cuba José Ángel Santiesteban Ricardo, ingeniero en telecomunicaciones
Cuba José Manuel González Rubines, periodista y editor del portal de análisis político La Joven Cuba
Cuba Juan Pin Vilar
Cuba Julio Antonio Fernández Estrada
Cuba Julio Cesar Guanche Zaldivar, Profesor e investigador cubano. Milita por el socialismo y el republicanismo democráticos para Cuba
Cuba Kaloian Santos Cabrera, Periodista, fotógrafo y docente
Cuba Liane Cossío
Cuba Lidia M Romero Moreno, activista LGBTIQ y por los derechos de las mujeres
Cuba Lisbeth Moya González, periodista feminista y escritora cubana
Cuba Manuel Rodríguez Yong, productor y realizador audiovisual
Cuba Marta María Ramírez, periodista y activista feminista autónoma
Cuba Maykel González Vivero, periodista cubano y director de Tremenda Nota
Cuba Miguel Alejandro Hayes, economista político y bloguero
Cuba Orlando Santos Pérez, cubano de corazón, Doctor en Ciencias
Cuba Rafael Alejandro González Escalona, periodista
Cuba Raúl Armando Leiva González, estudiante de Letras
Cuba Raúl Soublett López, Coordinador General de la Alianza Afro-Cubana
Cuba René Fidel González García, Profesor de Derecho y ensayista
Cuba Ricardo Figueredo Oliva, cineasta
Cuba Roberto Garcés Marrero, antropólogo
Cuba Roberto Ramos Mori, artista visual, tatuador, UNEAC, MINCULT
Cuba Tania Bruguera, artista, activista y profesora
Cuba Yarelis Rico Hernández, directora de la revista Palabra Nueva
Cuba Yasmín S. Portales-Machado, Escritora y activista LGBTIQ+
Cuba Yoelkis Torres Tapanes, Master en estudios históricos y antropológicos, Coordinador de Proyectos, Activista LGBTIQ+
Argelia Anzar Atrar, activista de Kabilia y militante de Marx21
Argentina Angélica Lagunas, Secretaria General de ATEN (docentes) NEUQUEN capital. Dirigenta de Izquierda Socialista/ FIT Unidad, Legisladora provincial (mc) en Neuquén por el Frente de Izquierda.
Argentina Carolina Saller
Argentina Daniel Ruiz, preso político excarcelado
Argentina Fernando Lizárraga, Investigador Conicet-UNComahue
Argentina Graciela Calderón, Secretaria General adjunta Suteba (docentes) Matanza. Diputada provincial por Buenos Aires. Izquierda Socialista/ FIT Unidad
Argentina Guillermina Bertoni, economista
Argentina Ivana Piccardo, Profesora Derecho Constitucional. Universidad Nacional de Córdoba
Argentina Juan Carlos Giordano, Diputado nacional electo, Izquierda Socialista en el FITU
Argentina Liliana Olivero, Izquierda socialista, FIT unidad, Córdoba
Argentina Luciana Cadahia, Filósofa
Argentina Manuela Castañeira, dirigente del Nuevo MAS
Argentina Mariana Scayola, Secretaria General Ademys (docentes) de la Ciudad de Buenos Aires. Referente de la Agrupación Docentes en Marcha y de Izquierda Socialista en el FITU.
Argentina Mercedes de Mendieta, dirigenta de Isadora Mujeres en lucha. Diputada Nacional electa por Ciudad de Buenos Aires. Izquierda Socialista/ FIT Unidad
Argentina Mercedes Ttimarchi, Dirigenta de Isadora Mujeres en lucha. Legisladora electa por Ciudad de Buenos Aires. Izquierda Socialista/ FIT Unidad
Argentina Miguel Sorans, UIT-CI
Argentina Monica Schlotthauer, Delegada Ferroviaria y Diputada Nacional electa, Izquierda Socialista en el FITU
Argentina Natacha Scherbovsky, antropóloga, investigadora
Argentina Noelia Agüero, legisladora por Córdoba Izquierda Socialista/ FIT Unidad
Argentina Olga Orttigoza, comision directiva Suteba (docentes) Matanza Concejal electa La Matanza. Izquierda Socialista en el FIT Unidad.
Argentina Omar Acha, Universidad de Buenos Aires
Argentina Pablo Almeida, Legislador Izquierda Socialista en el FITU
Argentina Patricia Zangaro, dramaturga
Argentina Roberto Gargarella, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Argentina Roberto Sáenz, dirigente del Nuevo MAS y la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie
Argentina Ruben Pollo Sobrero, Secretario general de la Unión Ferroviaria seccionar Oeste, dirigente nacional de Izquierda Socialista en el FITU
Argentina Sebastián Romero, preso político excarcelado
Argentina Sebastian Aguirre Astigueta, abogado
Australia Dr David Brophy, Profesor Titular, Departamento de Historia, Universidad de Sydney
Australia Lee Rhiannon, Former Australian Senator
Australia Michael Thomson, antiguo Secretario Estatal, National Tertiary Education Union NSW
Australia Nick Riemer, Profesor titular, Universidad de Sydney
Australia Solidarity, grupo socialista
Bélgica Juan Domingo Sánchez Estop, filósofo, investigador, Université libre de Bruxelles
Botswana Kerstin Marobela, International Socialists Botswana
Brasil Atnágoras Lopes, Coordinación Nacional de Conlutas
Brasil Eduardo Almeida, Partido Socialista de los Trabajadores Unificado
Brasil Fábio Bosco, Secretaria Internacional, Conlutas
Brasil Herbert Claros, Red Sindical Internacional de Solidaridad y Luchas
Brasil Renato Assad, Tendencia Socialismo o Barbarie
Brasil Soraya Misleh, periodista y activista
Brasil Vera Lúcia, precandidata a presidencia, Partido Socialista de los Trabajadores Unificado
Brasil Zé Maria de Almeida, Partido Socialista de los Trabajadores Unificado
Canadá Carolyn Egan, Presidenta, United Steelworkers Local 8300; Presidenta, United Steelworkers Toronto Area Council
Chile Haroldo Dilla Alfonso, director, Instituto de Estudios Internacionales
Chile María Rivera, delegada constituyente de Chile
Colombia Alicia Cardiles, vicepresidente de sinaltrainal
Colombia Edwin Molina, presidente de sinaltrainal
Colombia Fredis Marrugo, vicepresidente de Ustrial
Colombia Juan Cárdenas, escritor
Colombia Pedro Londoño, coordinador de la coordinadora de solidaridad de Cartagena
Colombia Rosa Cecilia Lemus, ex ejecutiva de la CUT PST-LIT
Colombia Weimar Muñoz, presidente de Sintrabiofilm
Colombia Wilson Castro, fiscal de sinaltrainal
Costa Rica Fabricio Briceño, militante del Partido Socialismo y Libertad (PSL)
Costa Rica Jessica Barquero, candidata a vicepresidente 2022, Partido de los Trabajadores
Costa Rica Jhon Vega, candidato a presidencia 2022, Partido de los Trabajadores
Costa Rica Víctor Artavia, Nuevo Partido Socialista-Corriente Socialismo o Barbarie (SoB)
Dinamarca Internationale Socialister
Dinamarca Jan Hoby, Vice-presidente, The National Organization of Social Education (LFS)
Ecuador Cristina Vega, docente universitaria
Ecuador Jose Antonio Figueroa
EEUU Aramis Milan
EEUU Danny Postel, Escritor y miembro, Internacionalismo Desde Abajo (Internationalism from Below)
EEUU Gayatri Chakravorty Spivak, catedrática, Universidad de Columbia
EEUU James Buckwalter-Arias, Profesor de lenguas y literatura
EEUU Joelle Deloison, Cuban 5 solidarity movement
EEUU Robert Brenner, University of California Los Angeles, EEUU
EEUU Samuel Farber, Profesor Emerito, City University of New York
Egipto Hossam el-Hamalawy, periodista socialista
Estado español Alberto Lavín, militante comunista y sindicalista en el sector de la enseñanza
Estado español Alfredo Jimenez Luengo, Corriente Roja
Estado español Anticapitalistas
Estado español Belén Díaz Collante, ambientóloga y activista en Extinction Rebellion
Estado español Brais Fernández, Anticapitalistas/Viento Sur
Estado español Carlos Fernández Liria, Profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid
Estado español Carlos Girbau, concejal de Ahora Ciempozuelos
Estado español Clara Serra, filósofa feminista
Estado español David Karvala, activista social y militante de Marx21.net, Barcelona.
Estado español David Papiol, secretario de organización, UGT Catalunya
Estado español Jaime Pastor, politólogo y editor de Viento Sur
Estado español Jesús M. Castillo, profesor de Ecología en la Universidad de Sevilla
Estado español José María Morillo, Lluita Internacionalista (inmigración)
Estado español Josep Lluís del Alcázar militante de Lucha Internacionalista y del Secretariado Internacional de la UIT-CI
Estado español Josep Ramon Giménez, Lliga dels Drets dels Pobles
Estado español Julio Martínez-Cava, investigador postdoctoral y miembro de la revista Sin Permiso
Estado español Lucha Internacionalista
Estado español M Esther del Alcázar i Fabregat, Lluita Internacionalista, miembro de la Marea Pensionista de Catalunya
Estado español Maria Carvalho Dantas, activista social y diputada en el Congreso español, Esquerra Republicana de Catalunya
Estado español Marx21.net, red anticapitalista
Estado español Miguel Salas, sindicalista de CCOO, de la revista Sin Permiso
Estado español Santiago Alba Rico, escritor
Estado español Txell Bragulat, Directora de la Mostra de cinema Àrab i Mediterrani de Catalunya
Euskal Herria-País Vasco Jesús Uzkudun Illarramendi, activista social por la salud laboral y víctima del amianto
Finlandia Pia Lohikoski, Diputada de Vasemmistoliitto
Francia Etienne Balibar, filósofo
Francia Marie Fauré, militante del NPA, Bordeaux
Francia Michael Löwy, sociólogo y filósofo marxista
Francia Yannick Bosc, historiador, universidad de Rouen-Normandie
Gran Bretaña Alex Callinicos, catedrático emérito de estudios europeos, King’s College London
Gran Bretaña Iain Ferguson, Catedrático Honorario de Trabajo Social, Universidad del Oeste de Escocia
Gran Bretaña Lucia Pradella, King’s College London UCU
Gran Bretaña Marianne Owens, miembro de la ejecutiva nacional, sindicato Public & Commercial Services Union (PCS)
Gran Bretaña Michael Szpakowski, artista y militante del SWP
Gran Bretaña Paul WIlliams, miembro de la ejecutiva nacional, sindicato Public & Commercial Services Union (PCS)
Grecia Afrodite Fragkou, concejala de la ciudad de Marousi
Grecia Antonis Skarpelis, miembro de la Junta del Centro Laboral de Atenas
Grecia Argiri Erotokritou, miembro del comité directivo, sindicato de trabajadores de la salud, Hospital G. Genimatas, Atenas
Grecia Costas Pittas, secretario, Federación de sindicatos de funcionarios del Ministerio de Desarrollo
Grecia Dimitris Zotos, acusación popular en el juicio a los neonazis de Amanecer Dorado
Grecia Dina Garane, miembro del comité directivo, Sindicato de Docentes, Atenas
Grecia Eleni Portaliou, profesora emérita de la Universidad de Arquitectura de Atenas
Grecia Giannis Koutras, miembro del comité directivo del sindicato de médicos del Hospital de Tesalónica (ENITH)
Grecia Giorgos Farantos, presidente, sindicato de trabajadores precarios, en la empresa de gas
Grecia Irini Fotelli, miembro del comité directivo de la Federación de sindicatos de trabajadores de radio y televisión
Grecia Katerina Patrikiou, miembro del comité directivo, sindicato de trabajadores de la salud, hospital oncológico de Atenas Aghios Savvas
Grecia Katerina Thoidou, concejala de la ciudad de Nikaia-Renti
Grecia Kostas Katarahias, miembro del comité directivo, sindicato de médicos de hospitales (EINAP), Atenas y El Pireo
Grecia Kostas Papadakis, acusación popular en el juicio a los neonazis de Amanecer Dorado
Grecia Kostas Polydoros, miembro del comité directivo, Sindicato de trabajadores de la salud en el sector privado
Grecia Lena Verde, miembro del comité directivo, Unión de periodistas en revistas y sitios web
Grecia Louiza Gkika, miembro del comité directivo, sindicato de médicos del Epirus Hospital, (ENH)
Grecia Maria Alifieri, miembro del comité directivo, sindicato de trabajadores de la salud, Ag. Hospital Kyriakou, Atenas
Grecia Maria Charcharidou, miembro del comité directivo, sindicato de trabajadores de la salud, Hospital G. Genimatas, Atenas
Grecia Maria Styllou, Socialistiko Ergatiko Komma, editora de la revista Socialismo desde Abajo
Grecia Nektarios Dargakis, miembro de la junta mixta del Sindicato de Periodistas de Grecia (Atenas)
Grecia Nikos Hatzaras, secretario, sindicato de trabajadores del gobierno local, Ampelokipi, Gran Salónica
Grecia Nikos Stravelakis, Universidad Nacional y Kapodistriana de Atenas, Miembro del Departamento
Grecia Nikos Tournas, miembro del comité directivo Sindicato de trabajadores de Ingresos Públicos
Grecia Panos Garganas, Socialistiko Ergatiko Komma, editor del periódico Solidaridad Obrera
Grecia Petros Constantinou, concejal, Ayuntamiento de Atenas, coordinador KEERFA Movimiento Unitario Contra el Racismo y la Amenaza Fascista
Grecia Serafeim Rizos, concejal de la ciudad de Chania
Grecia Spyros Vassileiou, miembro del comité directivo, sindicato de trabajadores de la salud, hospital oncológico de Atenas Aghios Savvas
Grecia Stelios Giannoulis, miembro del comité directivo, sindicato de profesores de escuelas privadas en Voula Atenas
Grecia Thanasis Diavolakis, concejal de la ciudad de Piraeus
Grecia Tiana Andreou, miembro del comité directivo, Federación de trabajadores del Ministerio de Hacienda
Grecia Vassilis Myrsinias, miembro del comité directivo, Sindicato de Trabajadores Hoteleros
Guinea Bissau Sérgio Carlitos Pereira, UPRG – Cassaca 64.
Hong Kong Colin Sparks, catedrático emérito de estudios de los medios, Universidad Bautista de Hong Kong
Hong Kong Lam Chi Leung
Irlanda Adrienne Wallace, concejala, Carlow
Irlanda Brid Smith, diputada en el parlamento irlandés (TD), People Before Profit
Irlanda Goretti Horgan, profesora en la Universidad de Mid-Ulster y escritora socialista
Irlanda John Molyneux, People Before Profit, Irlanda, autor socialista y editor de Irish Marxist Review
Irlanda Kieran Allen, secretario nacional, People Before Profit y autor, Irlanda
Irlanda Madeleine Johansson, concejala, South Dublin, Irlanda
Irlanda Marnie Holborow, autora socialista sobre lingüística y feminismo y activista contra la guerra
Irlanda Matt Collins, concejal, West Belfast, Irlanda
Irlanda Melisa Halpin, concejala, Dun Laoghaire, Irlanda
Irlanda Paul Murphy, diputado en el parlamento irlandés (TD), People Before Profit
Irlanda Richard Boyd Barrett, diputado en el parlamento irlandés (TD), People Before Profit
Irlanda Willy Cumming, autor socialista, Irlanda
México Jorge Peláez Padilla, académico del Departamento de Derecho, Universidad Iberoamericana campus Ciudad de México
México José Fernández Olivera, profesor
México Mauricio Alvarez Arce, Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Nigeria Baba Aye, Editor Socialist Worker (Nigeria)
Noruega Sofia Rana, activist antirracista y anticapitalista
Paraguay Julio Lopez, Confederacion de la Clase Trabajadora
Perú Daniel Mathews
Portugal António Tonga, angolano movimiento migrantes/ Em Luta
Portugal João Reis, Comisión de Trabajadores Volkswagen/ Autoeuropa
Rusia Rosalia Dzhamalova, manifestante antiguerra detenida, militante de Tendencia Socialista
Sudáfrica Linda Harms-Smith, catedrática asociada
Sudáfrica Rehad Desai, documentalista y activista
Tailandia Ji Giles Ungpakorn, catedrático asociado (jubilado), Universidad de Chulalongkorn
Tailandia Mrs.Vipar Daomanee, Ex-Instructor de la Universidad de Thammasat, Facultad de Innovaciones
Venezuela Andrés Izarra, periodista
Venezuela Jose Bodas Lugo, Secretario general de la Federación de Trabajadores Petroleros de Venezuela, FUTPV y miembro de la corriente sindical CCURA
Venezuela Leander Pérez, militante de en Común
Venezuela Miguel Angel Hernández, militante del Partido Socialismo y Libertad, sección de la UIT-CI
Venezuela Claudia Rodríguez Gilly, Partido Socialismo y Libertad
Venezuela Luis Villafañe, militante del Partido Socialismo y Libertad (PSL)

* La redacción de La Joven Cuba ha recibido este llamado que ponemos a disposición de los lectores, publicado originalmente en el sitio Solidaridad 11J. Varios de los miembros del equipo decidieron acompañarlo con su firma.

11 abril 2022 25 comentarios 3,4K vistas
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Defensa

En defensa de la literatura política

por Yasmin Silvia Portales Machado 5 abril 2022
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

Mi verso es de un verde claro

Y de un carmín encendido:

Mi verso es un ciervo herido

Que busca en el monte amparo.

José Martí, Versos sencillos V

***

To say the things they truly feels,

and not the words of one who kneels.

The record shows I took the blows,

and did it my way.

Frank Sinatra, My Way

***

El 2022 será un año bueno para mí, pero —como suele ocurrir en el oficio de escribir— se lo debo al horror de la realidad. Esto me deja un sabor agridulce, un conflicto ético latente que me acompañará el resto de mi vida, pues nada puedo hacer —en el exilio— contra los efectos combinados de la pandemia, el clima y el gobierno sobre mi pueblo.

Soy una ladrona de historias, una infeliz que llora en la oscuridad ante la palidez de las ficciones que intentaron predecir este tiempo, la pobreza imaginativa de mi gremio, y la asombrosa capacidad de la burocracia cubana para torcer las palabras asociadas al socialismo en su indetenible búsqueda de métodos mejores para la explotación económica, la persecución social y la mentira.

Desde el verano de 2021, el horror detuvo mis dedos y aceleró las pesadillas. Lo intenté, juro que lo intenté: leí a Julio César, a Zuleica, a Alexander, a Mylai. Leí los testimonios, y los reportajes, y los ensayos legalistas o políticos. Pero yo no puedo escribir en ninguna de esas formas sobre esto que nos pasa como sociedad, como nación.

Mi texto es ficción de tesis, es un ensayo apócrifo, lo terminé y respiré. Una semana después, a propósito de varias charlas con colegas y amistades, me desperté con una lista de razones por las cuales es tan bueno como cualquier ensayo. Me doy cuenta de que llevo una semana justificándome, defendiendo lo que ya está inventado, lo que hombres y mujeres blancas de Europa ya hicieron, pero al parecer no es pertinente para una negra del Caribe hispanohablante.

Así que ahí va, mi defensa a toda la literatura política y su valor testimonial.   

Razón 1: La forma es parte del mensaje. Es una declaración política acerca del absurdo y la crueldad de todo lo ocurrido. Yo, intelectual hija de la Revolución, estoy paralizada de horror ante los hechos del 11 de julio de 2021 y su continuidad hasta marzo de 2022, razón por la cual soy incapaz de comentarlas desde convenciones ensayísticas. Yo solo puedo hablar de esto desde la literatura distópica. Esa es mi voz.

Razón 2: Esto no es nuevo. El ejemplo más famoso de «ensayo apócrifo» contemporáneo acaso sea «El informe Lugano. Cómo preservar el capitalismo en el siglo XXI» (Susan George, 1999). De hecho, mi texto está dedicado a ella. Jonathan Swift también denunció los efectos del colonialismo británico en Irlanda con su «Una modesta proposición para impedir que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país» (1729). El valor expresivo e intelectual de mi apócrifo no es menor que el de un ensayo, así que no aceptaré ser castigada por mi elección de forma literaria.

Defensa

Jonathan Swift

Razón 3: Siempre miramos al mundo a través de una colección de voces y perspectivas. Vivimos de antología en antología. Una antología de textos políticos tiene como hilo conector la política, no el género literario. Mi texto se unirá en el futuro a los de Dmitri Prieto, Mel Herrera, Lucía March y otras voces, porque hablamos de lo mismo: el estallido social del 11 de julio de 2021. No tenemos que satisfacer las ansiedades formales sobre cómo se puede denunciar la realidad.

Razón 4: Cuando se exige que un «texto diferente» sea reajustado en nombre de la coherencia con el estilo convencional que usa «la mayoría» para analizar la realidad, casi siempre el modelo refiere al ensayo latinoamericano o anglosajón. Dejemos las cosas claras: con ese gesto no se persigue la claridad editorial, sino el borramiento de la diversidad. Este tipo de actitud niega el valor intelectual de las formas de análisis crítico que no se ajustan a modelos eurooccidentales, masculinos, blancos y heterosexuales.

El gesto degrada la ficción a testimonio de segundo o tercer orden frente a la realidad «objetiva» que describen de modo «racional» quienes fueron a la escuela superior. Esta lógica es simple y vergonzosa complicidad con la violencia epistemológica del Occidente Heteropatriarcal y Blanco, reifica y defiende el silenciamiento de voces intelectuales disidentes, grupos históricamente excluidos de la construcción de sentido social, otras ontologías y recursos expresivos. Eso no es lo que debería defender la izquierda.

Conclusiones:

1- No es mi trabajo reescribir mis textos para satisfacer a quienes se erigen como jurados de las formas desde las mismas lógicas de poder académico que me excluyen por mi identidad y mis intereses.

2- La labor editorial —dura, valiosa y respetable— no incluye el derecho a exigir o practicar «operaciones de reasignación de género literario» para que los textos «encajen» en modelos preestablecidos y que nunca fueron la única manera de mostrar/ explicar/ denunciar el mundo.

#MiDolorEsVerdad #LaCulturaEsTodo

5 abril 2022 7 comentarios 1,3K vistas
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Escarmientos

Entre leyes y escarmientos

por Rodolfo Alpízar Castillo 24 marzo 2022
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Nota previa: No firmé el Manifiesto publicado en La Joven Cuba por razones de forma que expliqué a sus redactores, pero considero que las penas aplicadas en los juicios por los hechos del 11 de julio de 2021 son exageradas y desproporcionadas, dirigidas a castigar y no a reeducar, a escarmentar y no a establecer la legalidad.

1. Nadie en su sano juicio desea ver delincuentes paseándose libremente por las calles. Todos queremos, necesitamos, sociedades con leyes que protejan la tranquilidad ciudadana, e instituciones que las hagan cumplir.

Pero en el mundo civilizado la aplicación de la ley se rige por principios éticos y normas, escritas o consuetudinarias, no por la doctrina del «ojo por ojo» ni por la búsqueda del escarmiento.

Al calificar el delito y dictar sentencia, el juzgador moderno evalúa la proporcionalidad entre acto, daño provocado y marco sancionador establecido; grado de realización de la acción, condición del reo (edad, motivaciones, condiciones sociopsicológicas, carácter de reincidente o no), etc., además del grado de participación, si hay varios comisores. Para ser justas, las penas han de ser individualizadas.

Aunque se siga el debido proceso y se condene según el marco sancionador, no hay verdadera justicia si no se toman en cuenta esos elementos.

Tampoco es posible hablar de justicia si se juzga a partir de consideraciones  generales sobre lo que pudo ocurrir, o sobre posibles motivaciones de los instigadores. Podrá ser legal, pero no justo.

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El Tribunal Provincial Popular de La Habana celebró, entre el 14 de diciembre de 2021 y 3 de febrero de 2022, los juicios orales y públicos correspondientes a las causas penales por los hechos de la Esquina de Toyo y La Güinera. (Foto: Cubadebate)

2. Las sanciones aplicadas a los implicados en los sucesos del 11 de julio de 2021 en Cuba, aunque se afirme lo contrario, no parecen encaminadas a punir hechos delictivos y restituir la legalidad, sino a enviar un mensaje a quien sienta la tentación de repetir hechos similares.

En abstracto, podría aceptarse como correcto aplicar medidas para evitar la aparición de imitadores en la comisión de determinados delitos. Pero solo en abstracto. En lo concreto es una arbitrariedad.

Si se comprobó la existencia de un plan desestabilizador detrás de protestas y actos vandálicos, es obligación de los acusadores probar de manera fehaciente la participación y el grado de implicación en dicho plan de cada inculpado. Sancionar sin esa individualización puede ser buen escarmiento, pero no es justo.

«Dar un escarmiento» es absolutamente contrario al concepto moderno de justicia, y no tiene nada que ver con un sistema democrático.

3. El 11 de julio de 2021 se produjeron manifestaciones de protesta en varias localidades cubanas. Aprovechando la situación, algunas personas violaron las leyes y realizaron actos vandálicos.

Por tanto, las penas solo serían aplicables a quienes, con pruebas materiales irrefutables, puedan ser acusados de actos vandálicos y atracos. El resto de los manifestantes no cometió delito alguno.

Afirmar, sin mostrar evidencias irrefutables, que quienes se manifestaron o delinquieron estaban complotados para derribar el sistema de gobierno establecido es, cuando menos, un absurdo. Es difícil imaginar una coordinación tan perfecta que ponga de acuerdo a miles de personas, a lo largo y ancho del país, sin que lo descubrieran los órganos encargados de velar por la seguridad del Estado. Si fue así, esos órganos no cumplieron su cometido.

Es cierto que el derecho de libre manifestación no se recoge en ninguna norma jurídica, pues nuestros legisladores han priorizado otras (como el Código Penal, que será aprobado dentro de poco por la Asamblea Nacional). Pero la Constitución, norma madre de todas las demás, lo establece como derecho de todos los ciudadanos.

En consecuencia, los manifestantes del 11 de julio de 2021, con gritos o sin ellos, coordinados o no, no cometieron delito: Los amparaba la Constitución vigente en la República de Cuba, la misma que define el Estado cubano como Estado de derecho. Ni siquiera un «acta de advertencia» debieron recibir, pues considerar delito lo protegido por la Constitución va contra la esencia de un Estado de Derecho.

Delitos cometieron quienes aprovecharon la ocasión para su beneficio personal o para saciar apetitos destructivos. Ellos, y solo ellos, clasifican para ir a los tribunales, ser sometidos a juicio y recibir sanciones según la calificación individualizada de sus actos.

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Las penas solo serían aplicables a quienes, con pruebas materiales irrefutables, puedan ser acusados de actos vandálicos y atracos. (Foto: AFP)

4. En Cuba no es costumbre que las personas protesten en forma abierta y masiva contra el actuar de los gobernantes. Que lo hicieran sorprendió a todos, gobierno y ciudadanía incluidos. Por su rareza, es cómodo afirmar que las protestas respondieron a acciones desestabilizadoras de una red de conspiradores a lo largo del país.

Es inimaginable una conspiración con el grado de coordinación que refiere la argumentación de las sentencias. Cualquier abogado medianamente calificado y con deseos de sacar adelante a su defendido pudo demostrar lo insostenible de tal afirmación.

Lo que realmente hubo (y, lamentablemente, hay), es un desgaste, cuando no un verdadero descrédito, de las instituciones que deberían actuar como mecanismos de participación popular en las decisiones gubernamentales. El Poder Popular, nacido a mediados de los setenta como novedoso y prometedor  modo de gobierno democrático, pronto perdió efectividad: Los delegados de circunscripción se convirtieron en meros recaderos, sin poder alguno.

Por su parte, la elección de diputados, aunque difería del método aplicado con los delegados, al menos permitía a los ciudadanos elegir entre dos o tres candidatos. Pero desde mediados de los noventa no se elige, se «aprueba». Gracias a la fórmula «valen todos», un diputado, supuestamente representante de un municipio con más de cien mil habitantes, puede serlo por el «voto» (sin contrincantes) de menos de 300 electores.

Y no tiene cuentas que rendir a sus «electores», pues no les promete nada.

Si, para colmo, algunos diputados responden a cuotas según los cargos que ocupan en el gobierno o en las organizaciones que lo integran (ministros, generales, cuadros centrales de la CTC, la FMC, la UJC y la FEU), es evidente que la distancia entre diputados y «electores» es inmensa.

En conclusión, el ciudadano real, no el de los discursos o los medios oficiales, no tiene a quien exigirle atención para sus problemas (calles rotas, albañales desbordados, casas en ruinas, maltrato en los comercios, basura acumulada en las aceras…). Hasta asombra que estallidos como el del 11 de julio no se hayan producido antes.

Quien crea que exagero pregúntese cómo es posible que, luego del 11 de julio y las subsiguientes «intervenciones en los barrios vulnerables», hayan aparecido recursos que hasta ese momento no existían para resolver los problemas. Contabilice además cuántas veces, en los reportajes sobre dichas «intervenciones», aparece el término «planteamientos históricos», que son reclamos de la población cuya solución se pospone una vez y otra, algunos durante décadas.

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5. Meter en el mismo saco a quienes se manifestaron en las calles y a quienes realizaron actos de violencia o actuaron como vándalos demerita el actuar de los juzgadores y desacredita el sistema que se pretende defender.

Castigar a quien lanzó piedras contra una vitrina, o a quien se introdujo en una propiedad y la saqueó, es una acción justa que cualquier ciudadano respalda. Pero imponerles penas más severas que las aplicadas a violadores y asesinos es un absurdo jurídico.

Mal están los tribunales de un país si sancionan para dar escarmiento y no para impartir justicia. Peor si castigan con más rigor a quien protesta, con violencia o sin ella, que a quien arrebata una vida.

La dictadura batistiana condenó a quince años o menos a los principales implicados en el asalto a dos cuarteles, y luego los indultó. Hoy los herederos políticos de aquellos asaltantes castigan con penas superiores a quienes cometieron delitos de menor gravedad.

6. El derecho constitucional a la manifestación pacífica continúa sin ley que lo materialice. Los resultados de los recientes juicios muestran la urgencia de su redacción y puesta en vigor.

Las sanciones previstas en el proyecto de Código Penal que aprobará la Asamblea Nacional son, en algunos casos, más severas que las aplicadas en las causas por el 11 de julio. En él se mantiene la pena capital, vigente en muy pocos países. Los medios de difusión no hablan de eso.

El Estado cubano considera conveniente someter a escrutinio popular el proyecto del llamado «código de los afectos», pero no aplica el mismo método al de las sanciones.

Si la opinión del pueblo vale para los afectos, debe valer también para los castigos. Si se plebiscita uno, con más razón se debe plebiscitar el otro. Las sanciones aplicadas por los sucesos del 11 de julio demuestran por qué. El país necesita un código penal, no un código de escarmientos.

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