La botella dejó de dar vueltas y el pico apuntó al Miri, que tenía que darse un buche y decir rápido un deseo:
–Lo que deseo es que Elon Musk pase una temporadita aquí en Cuba.
Elon Musk, el de la compañía SpaceX, el de Tesla, el reciente dueño de Twitter. Y nosotros, un grupo de socios cubanos esperando mi cumple cuarenta y siete. Y el Miri salía con aquello.
–Elon Musk y bien. Pero que venga no en plan turista ni como CEO ni empresario. Que deje allá su influencia y sus millones y llegue de incógnito a vivir, por ejemplo, en la piel de un mecánico de almendrones.
Nos reímos. Elon Musk dándose una zambullida en el pasado.
–Aseres, sí. Que venga y bien —insistió Miri— ¿qué daño puede hacerle eso al mundo? ¿Qué daño puede hacerle al propio Elon vivir como un cubano? Lo ponemos en una casa de tablas con techo de fibrocemento y lo dejamos ahí una temporadita nada más, cuarenta y cinco días, vaya, el mismo tiempo que duraban aquellas escuelas al campo.
(Foto: Néster Núñez)
La botella pasó de mano en mano. El ron Cajío no estaba tan malo.
El Dani dijo:
–Si Elon va a estar entre nosotros, que no tenga almendrón ninguno: que espere guagua o se monte en un camión pa′ La Habana. Que maneje una yunta de bueyes. Que se haga su café Hola de la bodega en una cafetera artesanal y toda prieta. Que no tenga gas en la casa, que sea una hornilla eléctrica. Que tire su propia red al río y, si no pesca nada, que se quede sin comer esa noche.
(Foto: Néster Núñez)
Yo dije después que Elon Musk había venido al mundo con ciertos dones de gerente y empresario, que lo pusiéramos de administrador de una panadería a ver si no se robaban más el aceite y si el pan nuestro de cada día venía completo y no a la mitad de su tamaño.
Gracias a la idea del Miri, estaba siendo una fiesta diferente. Al Miri, y también a Kiko, hay que darle su mérito, que hizo un truco en el hotel donde empezó a trabajar y trajo unos jamoncitos y unos quesos para picar mientras bebíamos. Entonces el Kiko dijo:
-Hablando ahora en serio… Imaginen que Elon se enamore de Cuba y de los cubanos. Que dirija pa´ca´ todos sus satélites y nos dé Internet gratis. Que ponga paneles solares en todas las casas. Que los almendrones sean eléctricos. Que desarrolle una Inteligencia Artificial que gobierne este país de un modo próspero y sostenible.
(Foto: Néster Núñez)
Un cumple diferente, el primero después de la pandemia, aunque sin David, sin Elsita, sin Yuria, sin Yoanny y sin mis hijos presentes. Igual, a las 12 soplé la velita del cake y me cantaron felicidades por WhatsApp y en vivo y en directo. Todavía estábamos en eso cuando quitaron la corriente. A lo lejos sonaron enseguida muchos calderos. De inmediato se cayó la Internet y me puse creativo: le di vueltas a la botella, dejé que girara unos segundos y la detuve auto-apuntándome con el pico.
-Yo lo que más deseo es que Díaz-Canel venga a Cuba. Una temporadita nada más. Que corte con sus propias manos un árbol de verdad, que lo suba al camión él solo y que escoja el arroz de la bodega sentado en el quicio de su casa.
(Foto: Néster Núñez)
La gente me miró como si yo estuviera loco.
-Aseres, sí. ¡Que venga y bien! ¿Qué daño puede hacerle eso al mundo? ¿Qué daño puede hacerle al propio Díaz-Canel vivir como un cubano?
El Dani, que se anotó por décima vez en el bombo de EE.UU. para ver si por fin le toca la suerte y se acaba de ir, dijo que veía más fácil a Elon Musk viviendo entre nosotros. Entonces Kiko se comió el último pedacito de jamón y dijo que Díaz-Canel sí era socialista y bien, que asumió el liderazgo del Partido solo porque es el más destacado de la vanguardia, y que el Estado es un mal necesario para garantizar temporalmente la dictadura del proletariado y que será abolido junto a toda la burocracia cuando el pueblo victorioso por fin conquiste el comunismo.
(Foto: Néster Núñez)
La bandejita vacía de jamón y queso brillaba a la luz de la luna, o de la linterna. No lo sé, porque el ron Cajío empezaba a caer pesado en la barriga.
Alguien dijo que pusiéramos a Elon Musk y a Díaz-Canel en la misma casa.
Esa noche soñé que Díaz-Canel iba rumbo a la luna en un cohete de SpaceX. La verdad, se le veía un poco triste porque no se pudo despedir de su pueblo que tanto lo quiere, porque Elon Musk le había cerrado su cuenta de Twitter.
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