Para los que crecimos como infantes disfrutando los muñequitos cubanos de Elpidio Valdés, Chuncha o Cecilín y Coti, resultan inverosímiles estos programas infantiles de la TV cubana que conducen a la banalidad. Ahora que no somos niños y vemos las cosas de otra manera; comenzamos a reflexionar sobre los productos infantiles que consumen niños y niñas en hogares cubanos, y los modos de actuar y pensar que formamos a través de su puesta en práctica.
¿Quiénes conforman en la TV cubana la programación dirigida a niños y niñas? ¿Los programas infantiles pasan por los sistemas de control a los que estamos acostumbrados en otras áreas? De ser así, entonces, ¿cuentan con la preparación adecuada los especialistas, técnicos y funcionarios que se dedican a esta tarea? ¿Se hace una labor consciente para analizar las consecuencias generadas en la formación de los infantes mediante la asunción de patrones alejados de la sociedad cubana que queremos construir.
Debe prestarse más atención a los diferentes códigos comunicacionales, símbolos y mensajes que se transmiten mediante los medios de comunicación a nivel internacional, el andamiaje de la industria cultural y las necesidades que se generan en la sociedad de consumo. A través de sus discursos, los medios de comunicación instauran ejes temáticos y matrices culturales que reproducen el poder hegemónico.
Cuba no está exenta de esta realidad; numerosos especialistas han analizado las implicaciones ideológicas de la guerra no convencional, los códigos culturales impuestos por el capitalismo global y las enormes sumas de dinero que se invierten en la industria cultural por las utilidades que ello genera.
En los marcos de la globalización neoliberal, infantes y jóvenes se convierten en la población más vulnerable del armazón cultural en la sociedad consumista. El consumo de mercancías no necesarias para la supervivencia contiene una re-significación simbólica; el acto de consumir se convierte en el hándicap que genera necesidades en espiral e influye en la construcción de identidades individuales y colectivas para la conformación del denominado homo consumens.
El nuevo status quo de la sociedad consumista se basa en la cultura depredadora e individualista del tener, que incentiva el consumo irracional y desmedido de productos superfluos, a expensas de los daños al medio ambiente o la humanidad en general. El consumismo ha sido conformado como una necesidad que aliena al homo consumens, lo convierte en un ser pasivo, sin deseos de participación real, y estructura brechas cada vez más crecientes en la producción de bienes y servicios entre ricos y pobres.
El colonialismo neoliberal del siglo XXI remarca diferencias culturales, ideopolíticas y socioeconómicas que obedecen a la vieja polémica entre centro versus periferia, desarrollo versus subdesarrollo y civilización versus barbarie. En los actuales intereses geopolíticos, la industria cultural se ha convertido en un instrumento indispensable para someter a las sociedades subdesarrolladas o en vías de desarrollo; de ahí, que la aplicación de políticas culturales dirigidas a infantes y jóvenes ocupe espacios fundamentales.
«Lo esencial es invisible a los ojos», frase paradigmática de El Principito que encierra un halo de sabiduría de ineludible importancia para nuestros niños y niñas. En cambio, invertimos tiempo en transmitir muñes y programas infantiles rodeados de violencia, impregnados de fútiles alabanzas al uso banal de las redes sociales, o donde se resaltan símbolos y códigos importantes de otras culturas, desaprovechándose el potencial que representan valores históricos, culturales y simbólicos de la cultura nacional cubana.
¿Y qué podemos decir de aquellos programas infantiles que remarcan patrones tradicionales de género? Muñes que cosifican a las mujeres como objetos de belleza, reducen sus proyectos de vida al matrimonio mediado por intereses económicos, las legitima como el sexo débil que el hombre debe proteger, y reproduce una realidad ficcionada de princesas y príncipes «buenos», «honestos» y «altruistas», sobre la base de patrones de belleza y estatus económico, como modelos ideales de comportamiento a alcanzar.
La comunidad científica ha demostrado la falsa neutralidad de la ciencia y la tecnología; el uso de las TICs constituye una oportunidad útil para Cuba, si se dirige a la construcción de saberes y valores educativos para la sociedad, donde jóvenes, niños y niñas deben ser priorizados.
Los medios de comunicación constituyen vías certeras para la reproducción de juicios de valor y sistemas normativos, pero debemos aprovechar su papel socializador en la construcción de subjetividades para generar productos culturales que fortalezcan la cultura e identidad nacional, a través del reconocimiento de lo autóctono, en detrimento de imponer lo foráneo como cultura dominante.
Para su logro, se deben alcanzar los niveles de conocimiento en los implicados; sólo así podremos acudir al llamado del S.O.S. para los infantes cubanos.
9 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario