«La sonrisa es lo más delicado de la expresión humana, que florece de preferencia en la intimidad, y aun a solas; comentario silencioso de los discretos, arma de los tímidos y expresión de las verdades que por tan hondas o entrañables no pueden decirse».
María Zambrano, El payaso y la filosofía
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«A mí ya me gastó la espera. (…) Conozco el mecanismo de las trampas de la moral y el poder adormecedor de ciertas palabras. He perdido la fe en todas estas construcciones de piedra, ideas, cifras. Cedo mi puesto. Yo ya no defiendo esta torre cuarteada. Y, en silencio, espero el acontecimiento».
Octavio Paz, Visión del escribiente
Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar
Un repartidor de pan se paró el primero de enero de 2021 delante de mi casa y comentó a varios vecinos que a la panadera se había quedado la mitad del pan sin vender. También leí las noticias «no oficiales» de que en determinadas zonas del país está teniendo lugar la misma reacción. Pienso en esos niños que dependen del tal alimento mal elaborado para poder merendar en sus escuelas y recordé mi propia niñez en los años sesenta del pasado siglo.
Yo era la única estudiante que se quedaba en el aula de primer grado a la hora de la merienda. La maestra me llamaba cada día, depositaba en mi mano una moneda de cinco centavos y para que me comprara un masarreal. Han pasado cincuenta y ocho años de ese pequeño gesto cotidiano y llevo a esta educadora en mi vida como unas de las personas que me enseñó que la ética no se aprende en un aula con un discurso plano de categorías como el bien y el mal.
Asimilé que lo que puede ser mostrado no puede ser dicho, que hay una forma de conocimiento además del alfabeto aprendido en ese curso: el de ver con el corazón.
En estos momentos transitamos a no sé qué modelo de sociedad a través de cambios demoledores. Escuché a un dirigente explicar, con motivo de la discreta reducción de la anunciada tarifa eléctrica, que alguien le había comentado que quienes consumían en Cuba alrededor de nueve CUP de electricidad vivían en las cavernas.
«Bueno –respondió uno de los artífices del ordenamiento– un 22 % de la población se encuentra en esa condición». No me asombra la altanería con la que se refieren a las capas más humildes de la población cubana.
Deseo recordarle a ese dirigente que fue imposible hacer un museo con las pertenencias de José Martí, porque nada poseyó que pudiera dejarse materialmente. Solo nos dejó lo que era y no lo que tuvo. Y lo que fue el Apóstol forma parte del patrimonio moral de la nación.
El pelo largo de Martí quedó para la posteridad, pues poseía dinero del Partido Revolucionario Cubano, pero no lo empleó para cortarse el cabello.
Al buen Pedro
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
Porque tras mis orejas el cabello
En crespas ondas su caudal levanta:
¡Diles, bribón!, que mientras tú en festines
En rubios caldos y en fragantes pomas,
Entre mancebas del astuto Norte,
De tus esclavos el sudor sangriento
Torcido en oro, bebes descuidado,
—Pensativo, febril, pálido, grave,
Mi pan rebano en solitaria mesa
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
De libertar de su infortunio al siervo
Y de tu infamia a ti!—
Y en estos lances,
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
Faltar la monedilla que reclama
Con sus húmedas manos el barbero.
***
Mientras muchas casas y edificios en Cuba se derrumban, mientras miles y miles de cubanos no pueden vivir de una manera decente debido a la crisis económica estructural, el flamante Estado acaba de destinar una cantidad impresionante de materiales de construcción para crear el Centro de Estudios «Fidel Castro». Me pregunto si es racional ese desbordamiento para una institución que podía haberse concentrado en un lugar mucho más modesto.
¿Hay que asistir a un palacete para estudiar un pensamiento? Para estudiar la obra del Padre Félix Varela, de José Martí, de José de la Luz y Caballero, de Enrique José Varona, de José Lezama Lima, por solo poner algunos ejemplos, solo se necesitan sus escritos y silencio.
Olvidó la burocracia estatal que representantes de la gran burguesía criolla abandonaron en la época colonial su riqueza para ir a la manigua con el objetivo de lograr la libertad de Cuba. Parece que ignora que existió un bayamés, Francisco Vicente Aguilera (1821-1877), uno de los más ricos hacendados de la región oriental que renunció a todo y murió en el frío de Nueva York, casi congelado, con los zapatos rotos.
Volvieron a las cavernas nuestros burgueses por amor a la Patria.
Julián del Casal, uno de los grandes poetas del siglo XIX cubano, fue un intelectual que vivió en cuartos de hoteles, –en la calle Prado hay una tarja que destaca la cuartería en que permaneció– y remendaba él mismo sus trajes. Perdido en sus paraísos artificiales, le llamaba a la bañadera de latón de zinc «mi tina de mármol de rosa». A menudo frecuentaba la casa de empeños y malamente pudo vivir de su labor periodística.
El poeta Lezama, fundador del Grupo y la revista Orígenes, el autor de Paradiso, subrayó en su Diario un lunes 13 de agosto de 1956 lo siguiente: «Faltan tres días para que nos paguen la quincena. No sé si pedir anticipo, o pasarme tres días sin dinero, entonces mamá me dará veinte o treinta centavos. Así me siento niño. Antes con esos 20 centavos compraba libros; ahora, tabacos».
El creador de La Isla en peso, Virgilio Piñera, en carta dirigida a su hermana desde Buenos Aires, el 31 de agosto de 1947, escribió: «…salí del paisaje habanero (…) de las intriguitas, del hambre, de los harapos… Para mí la vida no es mejorar o empeorar…Es solamente pasar, ser, asistir. (…) No hay una vida mejor que otra; lo que hay es un baño mejor que el otro, una comida mejor que la otra, y en este sentido es el único en que la persona puede sentirse más afortunada o más desvalida».
En su autobiografía Vida tal cual afirmó: «Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte».
Señor economista –uno de los responsables del ascenso del precio del minúsculo y magro pan que come la gente de pueblo, nuestra población de las cavernas–, con mucho respeto le sugiero que lea los poemas de Gastón Baquero, ese poeta ocultado por décadas. Allí podrá encontrar la mirada de la pobreza, porque parece insinuar en sus palabras que la humildad y la inocencia del mirar del pobre es la única capaz de ver el tesoro de la realidad.
Por ello se detiene en Coloquial para una elegía en «el misterio del pedazo de pan sobre la mesa» y en Primavera, es el poeta «al mismo tiempo príncipe y mendigo».
Es importante comprender la importancia de poseer riquezas, dinero, poder y ser a la vez «pobre de espíritu». «Felices los que tienen el espíritu del pobre», es una idea que pertenece al evangelio de Mateo.
Hoy descubrí que la frase «ser pobre de espíritu» la entendía totalmente al revés. Captar esa tesis de civismo creo que es un proceso que debemos asumir. En su historia y esencia, esta Isla es «pobre de espíritu» y ahí radica precisamente su gran riqueza. Aclaro que este escrito no es un mensaje de apología de la miseria, al contrario. Sí lo es en el sentido de defensa de la humildad.
Solo me queda callar y sonreír como una habitante más de las cavernas ante el punto de la verdad, de la verdad sin más.
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