Si bien escribí sobre la imposibilidad de concebir un sector capitalista cubano sin reproducción ampliada o acumulación capitalista, tampoco puede existir economía socialista a partir de una reproducción simple o parcial. Quizás alguien piense que en medio del bloqueo norteamericano, el de la burocracia y El Niño, Cuba no puede crecer; y hasta pudiéramos darnos por satisfechos con lograr una reproducción parcial que nos permita subsistir; pero lo cierto es que sin crecimiento económico no hay socialismo posible.
Ambos modos de producción requieren ampliarse constantemente, aunque los argumentos ecologistas han puesto en entredicho la vieja definición de la ley económica fundamental del socialismo como: la satisfacción de las necesidades siempre crecientes de la sociedad mediante el crecimiento ininterrumpido de la producción. El agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global demuestran que el consumo tiene que racionalizarse en todo el mundo, pues la Pacha Mama no es un barril sin fondo.
En el caso cubano, el problema del subdesarrollo agudiza la necesidad del crecimiento, por lo que es hora de encontrar soluciones endógenas a la cuestión del ahorro productivo, un problema que no puede esperar a que llegue un gobierno a la Casa Blanca que elimine el bloqueo, o a que a los chinos les dé por invertir masivamente en Cuba.
Realmente me preocupa la reproducción en general del sector socialista, no solo la ampliada. Nunca oigo hablar del empleo por las empresas de los fondos de reposición del capital fijo, o activos fijos tangibles. Tal parece que la reproducción simple tampoco se prioriza. ¿Será por eso que los mantenimientos casi nunca se efectúan en tiempo, y que la renovación de los equipos, los combustibles y las materias primas se vuelven un problema aunque la empresa sea costeable financieramente?
Esto me recuerda la pregunta que me hizo un alumno de inquietas neuronas: “¿el trabajo de los obreros en las empresas socialistas también crea valor, o eso solo ocurre en el capitalismo?”. Rememoré aquel instante cuando supe lo que ya se informa oficialmente: la economía cubana solo crecerá un 1% en el 2018.
Busqué mi bitácora personal -el planificador de mi cell convertido en diario- y constaté que este año no nos afectó ningún ciclón, terremoto, sequía aguda ni cataclismo de ningún tipo. Las torrenciales lluvias de mayo llenaron las presas de todo el país para el resto del año. Recordé que numerosos colectivos obreros desfilaron por la TV haciendo gala de sus resultados, miles de caballerías fueron sembradas –y espero que cosechadas, aunque esa parte no recuerdo haberla visto–. Las formas no estatales pagaron sus impuestos; los médicos, informáticos y científicos crearon producciones y servicios de alta tecnología y se sucedieron los reportes de las nuevas inversiones efectuadas en el turismo, ETECSA y otras ramas.
A punto estuve de llegar a la misma conclusión que mi alumno, porque: ¿adónde fue a parar todo el nuevo valor creado por los millones de trabajadores cubanos: obreros, campesinos, científicos, trabajadores de la educación y la salud, deportistas, TCP, artesanos y artistas durante este año?
Este magro resultado macroeconómico solo puede interpretarse como que, o bien hubo grandes pérdidas en la gestión económica por causas no explicadas, o las nuevas inversiones de casi 500 millones anunciadas para el año, más todo lo que entró por la inversión extranjera vía remesas, solo ampliaron en un 1% nuestro PIB, algo inconcebible para un proceso inversionista de esta magnitud en una economía de mediana escala como la cubana.
Constantemente se repite que la falta de fondos de inversión lastra el posible crecimiento económico, pero si ya la mayoría de las empresas estatales son rentables y los gastos del estado se han contraído con el adelgazamiento de los subsidios a las empresas y a la población, el paso de miles de trabajadores al sector no estatal y el ahorro de fondos de la reserva ante el benigno estado del tiempo: ¿qué más hace falta para que pueda crecer el PIB aunque sea un 2%?
Lo que debe estar claro para todos es que, tal y como ocurre en los negocios capitalistas, una parte de las ganancias de las empresas socialistas han de pasar a engrosar el ahorro productivo. Ellas son la fuente principal para la acumulación socialista y la renta nacional no se puede seguir gastando por el Estado sin apenas dar cuenta pública de sus gastos en el pago de compromisos internacionales que no sabemos cómo se originaron ni fueron gastados.
Es ilógico el desprecio por el mercado interno cubano. No puede ser que los médicos produzcan miles de millones de dólares en el exterior y ninguno en Cuba, como si no hubiera un presupuesto de salud; o que el sabroso daiquirí de un cantinero cubano tenga valor si se lo toma un turista foráneo y ninguno si lo hace un cubano que lo paga en CUP, en el bar de la esquina, al cambio de la CADECA.
Con estas contradicciones en el registro y ponderación del manejo económico nunca habrá acumulación socialista, ni fondos de reposición, ni mantenimientos, ni crecimiento. Si los valores creados por los trabajadores cubanos se esfuman estadísticamente, o no se explica al pueblo su utilización de manera pública y transparente por las autoridades competentes digo como Hamlet: “algo no anda bien en Dinamarca.”
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