—A finales de diciembre, en el próximo periodo de sesiones de la Asamblea Nacional, presentaré un proyecto de ley sobre la separación de poderes —asegura el padre.
—¿Y eso? —pregunta el hijo.
—Nada, que el 20 de noviembre, cuando inicialmente nos quisieron joder la fiesta y le respondimos con el Día de la Defensa, se conmemoró el aniversario 233 del nacimiento de Félix Varela y…
—¿Y es razón para que nos dejes sin defensa?
—Es que Varela fue de los primeros en abogar por la separación de poderes en la Isla.
—¿Sabes lo que eso significa? ¡¿A ti nadie te enseñó a pensar?!
—¡Respétame!
—¡Es que la ciencia y la innovación te tienen viviendo en una probeta! Si ese decreto ley se aprueba, cualquier letrado puede aparecerse aquí con una orden judicial, pedirnos la propiedad de la consola, el recibo del agua de la piscina y hasta preguntarnos por qué no hemos gestionado la libreta de abastecimiento.
—¿Y revisarnos el frízer? —se inmiscuye la madre.
—Así mismo, mami… Al final la comida es lo de menos, porque pudiéramos justificarla con una donación, pero ¿con qué muela mastica un tribunal el carro que ustedes me regalaron por el cumpleaños?
―¡Ese es mi niño! Se nos ha vuelto un corrupto entre las manos ―la mujer no cabe en su orgullo.
―Como chiste está bueno, pero no lo digas muy alto, sería una denuncia tras otra, no lo controlaría ni la Contraloría ―alega el muchacho.
—La tripartición de poderes es un elemento inseparable de las verdaderas democracias ―regresa el padre.
—¿Divido en tres el pavo? —vuelve a la carga ella.
—Como quieras.
—Tripartición de poderes… ¿Sabes lo que dices? Lo único que falta es que a tu propuesta la nombres «Proyecto Varela, segundo round».
—No tendría nada de inconstitucional.
—Aquel tampoco lo tenía, le metieron tremenda curva, se escachó… ¿Acaso el principio de unidad de poder no está contemplado en la Constitución?
—No, esa se nos escapó. Menos mal que metimos la fuerza con lo del PCC por encima de la nación misma, porque si no, nos dividen a la militancia en tres equipos o al país en más partidos, como si no tuviéramos ya demasiadas pesadillas con uno solo.
—¿Destapo el vino?
—Dame del otro, mujer.
—A ver, a ver, no puede compararse el contexto histórico de Varela con el de hoy. En tiempos de la metrópoli imperaba una burguesía esclavista con un régimen tiránico de plantación y facultades omnímodas… ¡No me mires así, hablo de la Cuba de hace doscientos años!
—¡Entonces enrumba la vista hacia el plato y no me fijes los ojos de esa manera!
—Está bien, pero acepta que ese presbítero nada tiene que ver con la realidad de hoy. ¡Mira que hacerle caso a un tipo que se pasó la mayor parte de su vida en Estados Unidos!
—En eso tienes razón, pero no toques la tecla, que hay más gente en ese dilema y se complica el Día de Acción de Gracias.
—¡Yo hablo lo que desee! Una sociedad en que los derechos individuales son respetados es una sociedad de hombres libres.
—¡No faltaba más! ¡Lo que tengo que oír en mi propia casa!
—¡Pues lo dijo Varela! Y afirmó también que cuando el hombre no depende de la ley, sino de la libre voluntad o del capricho del que lo gobierna, es esclavo por más dulce que se finja su esclavitud.
—¿Qué dulce sirvo? —media la progenitora.
—Ninguno, mami… ¡Le ronca que seas tú el que presente ese proyecto en el Parlamento! Será nuestro suicidio, ¿sabes? Claro, las máscaras políticas encubren al hombre en la sociedad y le presentan un semblante político muy distinto del que realmente tendría si se manifestase abiertamente. Y mejor no menciono quién expresó eso hace dos siglos.
—¡¡¡Bueno, ya!!!… que todo lo que he dicho era jugando. Me gusta el ambiente distendido, campechano y de juerga en nuestras sobremesas, pensé que una jodedera nos relajaría un poco. Ya dije alguna vez que también el humor sostiene a la patria.
—…Coño, papi, me asustaste.
—Ay, mi amor, eres tremendo —sonríe satisfecha la señora.
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