Por: Guiteras
“Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a quienes odiamos” José Ingenieros
El 5 de noviembre de 1989 en horas de la madrugada, mi padre moría en un hospital de Luanda. Uno de tantos cubanos que perdieron la vida por las minas de la UNITA. La noticia llegó a mi casa horas antes de celebrar mi cumpleaños número 4 el 7 de noviembre. A los preparativos del cumpleaños le sucederían entonces otros muy distintos. Este es el tipo de acontecimiento que marca la vida de una persona, que define un carácter y quizás hasta una posición política determinada.
Comencé a culpar a todos por lo sucedido, a mi madre por permitirle ir, a él por hacerlo, al Gobierno por ofrecerle la posibilidad y a todos y cada uno de sus amigos por no impedirlo.
Cuando llegué a la adolescencia encontré un nuevo culpable, Angola era la responsable, el continente africano se lo había tragado como a tantas otras personas a lo largo de la historia.
La universidad me enseñó a mirar un poco más allá ¿quién pagaba las minas de la UNITA? ¿Dónde se fabricaban? Culpar al gobierno norteamericano hubiera sido el camino fácil y el odio hacia ello hasta lógico. Pero las lecciones de Ghandi y Mandela no son vanas, el camino del odio y la intolerancia no conduce a ninguna parte, sólo a más odio.
En los debates referentes al tema cubano lo que impera es el lenguaje del odio y rara vez se buscan puntos comunes, generalmente son personas dispuestas a convencer a sus contrarios de que su posición es la correcta.
A menudo pienso cuan real puede ser el diálogo entre ambas partes después de tanta sangre vertida así como de vidas enteras dedicadas tanto a mantener la Revolución como a derrocarla. ¿Es posible realmente llegar a un acuerdo entre personas que han combatido a muerte durante tantos años? Buena pregunta.
La respuesta no debe ser fácil pero al menos tengo la ayuda de la historia para ello, una pista para el diálogo puede ser el ejemplo de Vietnam. ¡Cuántos norteamericanos no murieron allí hace sólo un par de décadas! Sin embargo las relaciones económicas entre EU y los anamitas no pueden ser mejores. Claro, la comunidad vietnamita en Estados Unidos nunca atacó al gobierno de su país, se mantuvo al margen respetando las decisiones políticas de sus compatriotas.
Algo queda claro, la intolerancia no es el camino para una reconciliación, hay que encontrar puntos comunes si en verdad se quiere un diálogo y una solución al diferendo entre ambas naciones.
Cada año cuando se acerca mi aniversario y con él la muerte de mi padre, me reafirmo entonces en mi posición de no buscar culpables sino los resultados de nuestras acciones. Angola es hoy en día un país en ascenso, Vietnam un país en reconciliación con los EU y Cuba algún día espero tenga relaciones de respeto mutuo con los Estados Unidos.
Ya quedó atrás el discurso acusador de “gusanos” a los que se marchaban por razones económicas de la Isla, pasó la intolerancia por la Isla y se marchó, sólo queda que en su camino se de una vuelta por Miami y recoja también por allá. En un futuro mejor para Cuba el odio no tiene cabida en ninguna de las dos partes. Bajo esa premisa debemos trabajar todos.
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