He leído con verdadero interés el artículo de Alina Lopez Hernandez, «Cuando de nombres se trata». Recomendaría posponer el tema para otra ocasión más calmada, ahora existen asuntos importantes como para detenerse en el nombre de una institución.
Sobre la experiencia de aquel proceso, conocido como «Gobierno de los cien días», se ha escrito mucho, y mientras más leo descubro nuevas facetas. Entre sus encantos está el beneficio de permitirnos discernir en los asuntos actuales.
Asediados por su majestad, la pandemia, y otros virus iguales o más dañinos, nunca antes hemos necesitado de tanta luz como ahora. Los ejemplos de la historia pasada pueden nutrirnos, no solo para saber más sino para aplicarlos. Buenas intenciones con una estrategia equivocada son iguales a nada. En la vida se tropieza con obstáculos, frente a ellos surgen otros caminos a seguir; solo uno es el mejor, el estratega es el que lo encuentra.
Comparar lo que hicieron los actores de aquella época del 33, puede ayudarnos para esta del 2021. Siempre que converso de asuntos de estrategia, viene a mi memoria el ejemplo llevado a la práctica por Fidel. En el año 58, los rebeldes tomaron prisioneros a soldados norteamericanos de la base de Guantánamo. Fidel los mandó a soltar, no era conveniente luchar a la vez contra Batista y contra EEUU.
El gobierno de Gerardo Machado, para mantenerse en el poder, comenzó a arrastrar más problemas de los que podía resolver. Su primer gran error consistió en volverse a postular por segunda vez para presidente. Aquel hecho acaparó la atención nacional y de ello derivó una división interna: los que estaban a favor de su reelección y los que no.
El dictador Gerardo Machado en la portada del Time del 19 de enero de 1931.
Después, sin ser invitado, apareció el problema económico; igual a como emergió la pandemia en la actualidad. Durante el segundo período presidencial de Machado, Cuba sufrió el impacto de la crisis mundial de 1929, la cual provocó un duro impacto: brusca caída del precio del azúcar de 1.23 centavos por libra en 1930 hasta 0.57 en 1932; imposibilidad de acceder a préstamos internacionales; rebaja de hasta el 60% de los sueldos de empleados y funcionarios públicos, que conformaban una clase media urbana.
Mientras, la amplia clase media rural, particularmente los colonos, sufrían un drástico descenso de las condiciones de vida, completando los elementos suficientes para sucumbir.
La ceguera política que acompaña en ocasiones a los que están en el poder, impidió que Machado viera más allá de donde era recomendable para resolver la situación existente. Una huelga de trabajadores en los ómnibus de La Habana, motivada por una disposición abusiva del jefe del Distrito Central, Pepito Izquierdo, se convirtió en el chispazo necesario para producir la inevitable explosión social. Ellos deseaban alcanzar ciertos objetivos de índole económica.
Sin embargo, ya para el día 5 de agosto la huelga se había convertido en una poderosa ofensiva política contra Machado. Cuando el presidente trató de rectificar, concediendo beneficios a los opositores, ya era tarde.
El 12 de agosto de 1933, Machado partió en un avión para ponerse a salvo de la furia desatada en su contra. Al frente del país quedó un oscuro funcionario, hijo del Padre de la Patria. El 4 de septiembre, en los cuarteles del habanero Campamento Militar de Columbia, las clases, soldados y sargentos se enfrentaron a los oficiales con el fin de exigir pagos atrasados y mejores condiciones de vida.
Carlos Manuel de Céspedes (hijo)
Ante la falta de autoridad de los oficiales por la huida de Machado, las clases lograron su objetivo. Se convertirían en una fuerza tanto militar como política. Le pidieron al presidente Carlos Manuel de Céspedes su renuncia y este accedió. Un gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, profesor de la facultad de Medicina a quien los estudiantes fueron a buscar a su casa, ocupó el cargo de presidente.
El conflicto es el motor de la historia, y en este caso comenzaron a aparecer los protagonistas de la nueva cinta por rodar. Welles, embajador de los EE.UU., quería restaurar la hegemonía estadounidense que tanto habían disfrutado. Un embajador norteamericano era considerado un gobernador en Cuba.
El Partido Comunista, acompañado por la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y por el Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA) y otros grupos de izquierda, recibían orientaciones del Buró del Caribe, situado en los EEUU. Grau y Guiteras querían beneficiar a las masas con leyes más justas y modernizar el país.
Fulgencio Batista, jefe del ejército, ascendido de sargento a coronel, defendía su posición, aunque todavía no había dado los pasos convenientes para afianzarse. Esperaría el momento para obtener la ayuda del Norte. Batista no continuaba adelantando su posición ante el temor de que los antiguos militares del gobierno de Machado pudieran convertirse en sus jueces. Sin embargo, tenía una estrategia bien pensada para ocupar el poder. Y lo logró.
La memoria histórica del Directorio Revolucionario 13 de Marzo
Un pasaje descrito en el libro Estado y revolución en Cuba, publicado en el 2010 por la editorial de Ciencias Sociales, del investigador canadiense Robert Whitney, arroja mucha luz sobre la época. Hasta ese momento, a los obreros cubanos se les negaba ser contratados para trabajar en su país. La élite comercial española solo contrataba a sus coterráneos, en tanto, los obreros nativos sufrían desempleo. Este horror había resistido durante treinta años de república, porque el mercado de trabajo no estaba controlado por los diferentes gobiernos.
Cuando Grau propuso la Ley del cincuenta por ciento para resolver la injusticia, muchos en el gobierno se opusieron, incluso el propio Guiteras, por temor a la reacción de los comerciantes españoles. Aunque señaló que, si se aprobaba, él la apoyaría. La nacionalización del trabajo era una medida popular, defendía los derechos de los obreros. Durante décadas, las compañías azucareras habían traído cientos de miles de trabajadores desde Haití y Jamaica. Pero nacionalizar el trabajo significaba desafiar a las compañías azucareras.
La CNOC amenazó con una huelga general contra el gobierno. El 21 de diciembre, veinte mil personas marcharon hasta el Palacio Presidencial para respaldar la ley de nacionalización. El gobierno recibió la aprobación y en el ánimo de muchos quedó la sensación de que había hecho modestos avances. Los decretos que transformaron prácticas coloniales recibieron un reconocimiento popular a pesar de las tensiones y presiones de aquel momento.
No obstante la acción combinada del binomio Grau-Guiteras, en enero de 1934 el gobierno cesó. Guiteras murió al tratar de salir de Cuba por El Morillo y en 1944 Grau resultó electo presidente. Una comparación de lo que debió ser y no fue la encontramos en los hombres de aquella época. Batista, de origen muy humilde y pobre de solemnidad, murió millonario en España. Grau, de cuna rica y con una fortuna heredada de su madre, murió pobre y en Cuba.
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