En su milenaria historia, Rusia pasó de un principado que reunió diversas tribus eslavas orientales a fines del siglo IX —que comenzó con la Rus de Kiev—,y después se fragmentó en varios estados que cayeron bajo hegemonía mongola, hasta la conformación de un gran imperio consolidado en torno al principado de Moscovia. Este último fue convertido a su vez en Zarato, durante el gobierno de Ivan IV El Terrible, en 1547, y proclamado imperio por Pedro I El Grande en 1721.
A diferencia de otros imperios, el ruso no fue ultramarino. Unificó primero las tierras rusas y luego conquistó y colonizó territorios de otros pueblos, hasta construir el Estado de mayor extensión territorial no ultramarino desde el siglo XVIII.
La revolución bolchevique y la cuestión nacional
Cuando se produjo la revolución bolchevique, una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la «Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia», firmada por Lenin el 15 de noviembre de 1917 (según el calendario gregoriano), solo una semana después de asumir el poder. En ella se proclamaron: 1) la igualdad y soberanía para los pueblos de Rusia; 2) el derecho a libre determinación, incluyendo la independencia; 3) la abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales y religiosas; y 4) el libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos étnicos que hacían parte del territorio del Imperio.
Este decreto garantizó el apoyo de varias minorías nacionales al bolchevismo en la Guerra Civil, debido a que las fuerzas pro-zaristas y de los llamados «rusos blancos» no apoyaban la autodeterminación de los pueblos no rusos del imperio.
En consecuencia, se produjo la independencia de Finlandia, República Popular de Ucrania (que incluso firmó su propio Tratado de Brest-Litovsk), Moldavia (que se integró a Rumanía), Lituania, Estonia, Letonia, la República Democrática Federal de Transcaucasia (formada por Georgia, Armenia y Azerbaiyán), Polonia y Bielorrusia.
(Wikimedia Commons)
Poco después de la toma del poder por los bolcheviques, estallaron la Guerra Civil (1918-1921) y la guerra polaco-soviética (1919-1921). Como resultado de ellas, los bolcheviques retomaron el control de la mayoría de los territorios independizados, con excepción de Finlandia, Polonia, Lituania, Letonia y Estonia.
En particular, como consecuencia de la guerra entre la Rusia Soviética y Polonia, Ucrania fue dividida. En manos polacas quedó su zona occidental, formada por las actuales provincias de Volynia, Leópolis, Ternópil, gran parte de la actual provincia de Ivano-Frankivsk, y casi la mitad de Rivne. El resto del territorio quedó en manos rusas, en él se constituyó la República Socialista Soviética de Ucrania en 1919, después que las fuerzas nacionalistas ucranianas perdieron el apoyo de los imperios centrales derrotados en la Primera Guerra Mundial.
Entre 1920 y 1921, como efecto de la Guerra Civil, se estableció el dominio soviético en los territorios del Cáucaso y se constituyó la República Socialista Soviética Federativa de Transcaucausia, formada por Armenia, Azerbaiyán y Georgia.
En diciembre de 1922, las repúblicas soviéticas de Rusia —que incluía a los territorios del antiguo Turquestán ruso dentro de la Federación—, Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia, formaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
A las repúblicas federadas se les otorgó el derecho a la autodeterminación desde el inicio, lo que sería ratificado en las constituciones de 1936 y 1977. Se suponía que ello significaba una unión libre de pueblos, representada en un nuevo tipo de Estado. Desafortunadamente, ese Estado carecía de democracia, lo cual facilitó que primara el «chovinismo gran ruso», como catalogaba Lenin la actitud de los bolcheviques que pretendían restablecer las estructuras de dominación rusa de los tiempos del imperio.
El imperialismo soviético
Para Lenin tenía un inmenso valor el principio de autodeterminación de los pueblos, de forma que no fuera la opresión «gran rusa» la base de su permanencia dentro del Estado socialista. Por eso criticó severamente a Stalin, Dzerzhinski y Orzhonikidze a raíz del «asunto georgiano», y en una nota fechada el 30 de diciembre de 1922 se preguntaba: «¿No será de ese mismo aparato ruso que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético?».
Más adelante insiste: «Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de Stalin, así como su saña contra el decantado “social-nacionalismo”. De ordinario, la saña siempre ejerce en política el peor papel». Y finaliza la nota: «A este respecto se plantea ya un importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo».
Stalin se las agenció para hacerse con el poder en la URSS tras la muerte de Lenin. Después de neutralizar e incluso expulsar a Trotski, fue traicionando a sus sucesivos aliados: Zinóviev, Kámenev, Bujarin, Rykov, hasta conformar una dirigencia plegada sumisamente a sus designios y convertirse, en la práctica, en un nuevo zar. Bajo su gobierno se impulsó la rusificación del país, lo que resulta paradójico dado su origen georgiano.
Joachim von Ribbentrop (izq.), Stalin y Viacheslav Mólotov (primero a la der.) durante la firma del acuerdo el 23 de agosto de 1939.
Luego del pacto Mólotov-Ribbentrop de 1939, la URSS invadió Polonia dieciséis días después de que Alemania hiciera lo mismo. Ante el Soviet Supremo de la URSS, Mólotov afirmó: «Un golpe corto del Ejército alemán y otro del Ejército Rojo, fueron suficientes para aniquilar esta fea criatura del Tratado de Versalles». (1) En 1940 la URSS, amparada en el referido pacto, invadió Moldavia, Lituania, Letonia, Estonia y Finlandia. De todos estos territorios únicamente no pudo anexarse al último, pero le arrebató parte del istmo de Carelia.
Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, en la medida que el Ejército soviético recuperaba territorios, Stalin ordenó la deportación de millones de ciudadanos pertenecientes a diversas etnias, acusados en la mayor parte de los casos de «colaboración con el enemigo». Los alemanes del Volga, calmucos, chechenos, ingushes, tártaros de Crimea, turcos mesjetianos y balakarios; fueron deportados de sus tierras ancestrales y reubicados en territorios de Asia Central y Siberia. Miles perdieron la vida en travesía hacia los destinos impuestos. A la muerte de Stalin se reversó la medida y algunos regresaron a sus regiones de origen.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, las fronteras de la URSS como potencia vencedora se establecieron en la mayor parte del territorio que antes constituyera el imperio ruso. Incluso, fueron sumados los llamados Cárpatos Ucranianos (actual provincia de Zakarpatia) arrebatados a Checoslovaquia, y aunque formalmente las repúblicas tenían derecho a separarse de la Unión, se reforzaron los poderes del centro. Adicionalmente, resultado de los Acuerdos de Yalta entre Stalin, Roosevelt y Churchill; la Unión Soviética logró establecer esferas de influencia en Europa Central y Oriental, supuestamente para garantizar su seguridad futura.
Sin embargo, de la garantía de seguridad se pasó a la dominación directa de Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumanía. Y esto no incluyó a Yugoslavia porque el presidente Tito se negó a cumplir órdenes de Stalin y el país fue expulsado del Buró de Información de los Partidos Comunistas y Obreros (Kominform).
En los países convertidos en satélites se impuso el sistema político totalitario comunista y el sistema de administración centralizada de la economía, se limitó la soberanía nacional al punto de colocar los intereses políticos y estratégicos de la Unión Soviética —a los que eufemísticamente se denominaba «de la comunidad socialista»— por encima de sus intereses nacionales. Lo que en teoría debió ser la expresión internacionalista de los pueblos de esos países, en realidad fue la confabulación de sus grupos dirigentes al servicio del Kremlin.
Por esas razones, ante la impotencia del resto del mundo, tropas soviéticas intervinieron en Berlín Oriental en 1953 para aplastar con sus tanques las protestas populares en respuesta a las excesivas normas de producción impuestas por los burócratas comunistas de Alemania Oriental, contra la escasez de bienes de consumo y la inflación.
En 1956 invadieron Hungría con el fin de impedir su decisión soberana de proclamar la neutralidad y abandonar el Pacto de Varsovia. En 1968 hicieron lo mismo en Checoslovaquia con el objetivo de imposibilitar las reformas de la dirigencia del Partido Comunista y el gobierno de ese país, orientadas a democratizar la sociedad y construir un «socialismo con rostro humano». En 1980 amenazaron a la dirigencia polaca con la invasión, en medio de las protestas generadas por el sindicato independiente Solidaridad.
Lech Walesa, cofundador de Solidaridad y exmandatario de Polonia, durante la campaña para las presidenciales en 1989. (Foto: Reuters)
Las libertades establecidas durante la Perestroika y la Glasnost, destaparon varias «Cajas de Pandora». Una de ellas fue la ficción de un país construido sobre la base de la igualdad y la hermandad entre las diversas nacionalidades.
Los pueblos de las repúblicas bálticas clamaron por la independencia que ya habían tenido entre las dos guerras mundiales; reaparecieron las posiciones nacionalistas e independentistas de las naciones no rusas, especialmente los ucranianos, georgianos y armenios; así como de ciertos pueblos incorporados dentro de algunas de las repúblicas: los chechenos y los daguestanos dentro de Rusia, los rusos del Donbás dentro de Ucrania, los osetios del sur y los abjasios dentro de Georgia y los armenios del Alto Karabaj dentro de Azerbaiyán; entre otros.
Aún no había desaparecido la URSS y ya había guerra entre armenios y azeríes por el Alto Karabaj. Luego de la disolución de la Unión estallaron diversos conflictos étnicos, en varios de ellos ha intervenido Rusia para asegurar su posición dominante en la región.
El nuevo imperialismo ruso
Tras la desintegración de la URSS se agudizaron los conflictos entre las nuevas repúblicas soberanas y al interior de algunas de ellas.
El sistema de administración centralizada dio paso a una economía de mercado inspirada en el modelo neoliberal, en el que se produjo una alianza entre antiguos funcionarios y elementos del crimen organizado, que se apropiaron de la mayor parte de las antiguas empresas públicas y construyeron oligarquías. En la mayor parte de las repúblicas los grupos de poder mutaron de comunistas a ultra-nacionalistas, muchos adoptaron las posturas confesionales mayoritarias, reemplazando el poder de convocatoria de la ideología marxista por el de la religión predominante.
A pesar de que, desde el punto de vista internacional Rusia heredó el lugar de la URSS en el sistema de relaciones internacionales, quedó muy debilitada, no solo por la pérdida de poder político y militar, sino también por la debacle económica. Entre 1993 y 1999, el producto interior bruto (PIB) tuvo una contracción promedio anual del 4%, (2) y el PIB per cápita —a precios constantes de 2015— pasó 6.398 USD en 1992 a 4.855 en 1999. La debacle económica de Rusia y todas las repúblicas exsoviéticas se reflejó en un incremento notable de la pobreza y las desigualdades sociales.
A partir de la renuncia de Yeltsin, el último día de 1999, y el comienzo de la «era Putin», comenzó el proceso para eliminar la escasa democracia alcanzada previamente en aras de «ordenar» el país. Para ello, resultaba imprescindible mejorar la economía y fortalecer el poderío militar de Rusia encaminada a recuperar el lugar perdido como gran potencia militar.
Los cosacos erigen un busto de Putin como un emperador romano (Foto: Maxim Zmeyev/Reuters)
Putin lleva veintidós años en el poder, dieciocho de ellos como presidente (2000-2008 y a partir de 2012) y cuatro como primer ministro (2008-2012). En ese tiempo ha superado en gran medida la debilidad heredada por la desintegración de la URSS.
El PIB tuvo un crecimiento promedio anual del 5,4% en el período 2000-2009, pero se ralentizó en 2010-2019 a solo 1,9%.(3) En 2020, por los efectos de la pandemia, se contrajo a -3,0%. El PIB per cápita, medido a precios constates de 2015, pasó de 5.362 USD en 2000 a 9.935 en 2019 para caer a 9.633 en 2020.
Las relaciones comerciales se diversificaron desde el punto de vista geográfico, si bien su principal socio comercial es claramente China, que en 2020 representó el 14,5% de las exportaciones y el 23,7% de las importaciones.(4) En cambio, desde el punto de vista de la estructura mercantil las exportaciones se mantienen concentradas en las materias primas, especialmente los combustibles, que representan el 42% del total, las materias no especificadas un 11%, fundición de hierro y acero 4,7%, oro 5,5%, cereales 2,7%, platino 2,3%.
Rusia es un importante actor en las exportaciones mundiales de materias primas, algunas de ellas de importancia estratégica. No obstante, depende considerablemente de las importaciones de maquinarias, equipos y bienes industriales de alta tecnología.
Su poderío militar ha crecido notablemente y ha desarrollado armamentos de nueva generación. Un informe reciente divulgado por CNN, que reúne diversas fuentes —entre ellas Stockholm International Peace Research Institute (SIPIRI), el Banco Mundial, Global Firepower y CIA World Factbook—; muestra que mientras Estados Unidos destina al gasto militar el 3,52% del PIB, Rusia destina el 4,2%.
Rusia supera a Estados Unidos en el total de armas nucleares, pero está por debajo en armas desplegadas; supera a EE.UU. en tanques y en buques de guerra, mientras está por debajo en aviones de combate y en el total de tropas en activo (Padinger, 2022).
El sistema político ruso, que nunca fue plenamente democrático, se ha ido transformando de un régimen autoritario a uno cada vez más autocrático, centrado en el poder personal de Vladimir Putin. Se han introducido modificaciones constitucionales para reforzar los poderes del presidente. Mientras, la oposición es reprimida, tanto usando subterfugios jurídicos como de forma cada vez más evidente y abierta. Varios líderes opositores han sido asesinados o se ha intentado hacerlo, sin que esos crímenes hayan sido resueltos.
Mediante la represión militar se ha puesto fin a los conflictos separatistas dentro de la Federación Rusa. Pero al mismo tiempo, Rusia ha intervenido en conflictos regionales ocurridos en varias de las antiguas repúblicas soviéticas. Intervino militarmente en el conflicto georgiano-abjasio del lado de las fuerzas separatistas abjasias y mantiene tropas de ocupación en la región.
Del mismo modo actuó en el conflicto georgiano-osetio, al lado de las fuerzas separatistas de Osetia del Sur. Como resultado, tropas rusas ocupan ilegalmente parte del territorio de Georgia, que es un Estado independiente y cuyas fronteras nacionales reconocidas son las de la antigua república socialista soviética.
Recientemente sus fuerzas armadas fueron decisivas en la represión de las protestas populares contra el gobierno autoritario de Kazajistán. Asimismo ofreció ayuda militar a su aliado bielorruso Lukashenko que denunció sin pruebas la participación de la OTAN en las protestas populares contra el supuesto fraude electoral que le permitió continuar en el poder.
Lukashenko y Putin (Foto: CNN)
Sin embargo, ha sido en Ucrania, donde el nuevo imperialismo ruso ha mostrado mayor virulencia. Ha exigido a los diversos gobiernos ucranianos, primero, que el país no ingrese a la Unión Europea, lo que motivó las protestas del llamado Euromaidán a fines de 2013 y principios de 2014.
Ellas condujeron a la renuncia de su aliado Yanukóvich y, al mismo tiempo, a la invasión y posterior anexión de la península de Crimea y a la proclamación de repúblicas separatistas en las provincias de Donetsk y Lugansk, pertenecientes a la región del Donbás, rica en carbón, hierro, lignito, antracita y hulla bituminosa; y más recientemente que el país no ingresara a la OTAN. Ante la negativa de la OTAN de rechazar la solicitud de membresía de Ucrania, Putin ordenó una invasión general al país vecino, iniciando una guerra que ya lleva una semana.
Rusia afirma sentirse amenazada ante la expansión hacia el Este de la alianza militar noratlántica, liderada por Estados Unidos, a partir de la inclusión en dicho bloque militar de las tres repúblicas exsoviéticas del Báltico y de los antiguos países del bloque soviético. Estos países, por su parte, solicitaron su adhesión a la OTAN ante el temor ocasionado por el rearme ruso, además de una historia de conflictos geopolíticos con la gran potencia euroasiática.
Por estas razones resulta imprescindible lograr un alto al fuego que respete la integridad territorial e institucional de Ucrania, así como la convocatoria a una nueva conferencia internacional sobre seguridad en Europa, que establezca las condiciones para evitar el estallido de una nueva guerra.
La lógica imperialista de las esferas de influencia conduce siempre a la guerra, y en las actuales condiciones de un mundo con armas nucleares desplegadas en diversos países, un conflicto armado puede significar la destrucción de la humanidad.
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(1) Robert Tucker: (1990) Stalin in Power: The Revolution from Above, 1928-1941. New York, W. W. Norton & Company, 1990, p. 612.
(2) Cálculos del autor con base a estadísticas de la UNCTAD (2022).
(3) Cálculos del autor con base a UNCTAD (2022).
(4) Cálculos del autor con base a Trademap (2022).
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