En los próximos días dará inicio el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Este cónclave será de los más importantes de cuantos ha realizado la organización en más de seis décadas de Revolución. En el umbral de este evento, la realidad política del país es preocupante, con una oposición que en su extremo incluye elementos plattistas y trumpistas en sus filas, y un partido cuyo sector más dogmático y autoritario capitaliza las decisiones en el país.
Cuba necesita un liderazgo que asuma su responsabilidad y emprenda el trabajo difícil de crear valores cívicos y democráticos en los ciudadanos.
Desde hace años se observa un proceso de degradación en el debate sobre Cuba, tanto dentro como fuera de la isla. Esto puede estar vinculado a la promoción de una nueva generación a cargos en la esfera ideo-política, donde abundan individuos que encuentran en el comisariado y la persecución a otros, la forma más rápida de acumular capital político en la estrategia de cuadros que maneja el Partido Comunista.
A esto se suma el uso de los medios masivos para una campaña permanente que solo categoriza a las personas como militantes dóciles o traidores. Hoy se exhibe en medios partidistas contenidos que por su poco profesionalismo e intolerancia eran impensables hace un lustro.
El populismo de extrema izquierda es cada vez más aplaudido por funcionarios del Estado y el Partido, la multiplicación de los asesinatos de reputación y en general la poca disposición al consenso y el diálogo, son fenómenos crecientes. Observamos cómo, con frecuencia cada vez mayor, la responsabilidad del Partido Comunista y los líderes del Gobierno ante una crisis, está siendo delegada a las fuerzas represivas del Estado.
Este extremismo no es exclusivo al Partido Comunista, el espíritu de reality show político que introdujo Trump en Estados Unidos ha calado muy bien en la política sobre Cuba que se consume en Miami. El trumpismo cubanoamericano, con sus componentes de desinformación y troleo en redes sociales, no es distinto a los métodos que hoy emplean algunos sectores dentro del gobierno cubano.
En este momento, hay fuerzas políticas aupadas por esos sectores que se esfuerzan en polarizar cada vez más la esfera pública, las redes sociales y los medios digitales. Este clima de intransigencia previo al Congreso no es saludable. Los despidos laborales y descalificaciones a voces moderadas en el país logran alienar a personas que tienen voluntad de consenso.
La violación de los derechos constitucionales de aquellos que no comparten la ideología del Partido Comunista e incluso algunos que sí, es inaceptable. Resulta irónico que nuestras autoridades, que denuncian constantemente el acoso externo de fuerzas radicales de extrema derecha, actúen del mismo modo.
Sabemos que en la Isla se viven tiempos de gran complejidad por el empeoramiento de la situación epidemiológica y la crisis económica acentuada con la pandemia. A esto se suman las sanciones del gobierno de los Estados Unidos a las cuales la nueva administración aún no ha realizado cambios, pese haber sido una de sus promesas de campaña y a las múltiples solicitudes que ha recibido, entre las cuales se encuentra la Carta Abierta, con centenares de firmas, que La Joven Cuba publicó e hizo llegar al Congreso estadounidense.
El clima político no es menos complicado ante los enfrentamientos de grupos opositores con el Gobierno. En medio de ese ambiente de crispación, la moderación es una virtud poco promovida en las filas partidistas, incluso vista como debilidad ideológica. Desde este foro hemos llamado en múltiples ocasiones al respeto de derechos fundamentales y a no subordinar la legalidad y la decencia a las agendas políticas de las fuerzas en pugna. Lamentablemente el curso ha tendido hacia la polarización.
Consideramos legítima la preocupación partidista sobre los programas de cambio de régimen del gobierno estadounidense, pero esta ha sido prostituida al utilizarse contra personas y proyectos que no participan en ellos y ridiculizada al no brindar una alternativa legal y soberana a la participación política de estos grupos.
Vemos con preocupación que el Estado y el Partido Comunista contribuyen al ambiente de polarización, al apoyar a individuos con espíritu de comisarios políticos y perseguir actores y proyectos de la sociedad civil que promueven procesos de reconciliación nacional y diálogo.
La búsqueda del consenso no debería ser acosada sino estimulada por el único partido con estatus legal en Cuba, ahí radica la diferencia entre construir un proyecto nacional exclusivamente para sus seguidores y uno donde todo el mundo cuente. Exhortamos al Partido Comunista a abrazar el camino del diálogo, la madurez y la convergencia en el próximo Congreso.
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