Una de las aristas más peliagudas del llamado Quinquenio Gris, fue el tratamiento hacia los homosexuales en la época, ser homosexual en Cuba significaba estar al margen social y políticamente, de esta forma se les marginó a muchos de ellos de la construcción de la obra socialista, de esta forma muchos abandonaron la isla, no por ser contrarrevolucionarios ni ajenos a la obra de la Revolución, sino precisamente porque se les excluía de ella.
Las organizaciones cumplieron su papel en esta cruzada, las Asambleas de la Moral Comunista terminaron en profundas depuraciones que tuvieron lugar en las universidades, allí se expulsaron a los profesores y estudiantes “sospechosos”, no importó la calidad docente de estos o sus valores personales, en el Quinquenio Gris, al igual que en el Macarthismo, la sospecha era suficiente.
En el año 1963 un intelectual cubano impartía conferencias en universidades explicando que: “es posible que, integrando al trabajo productivo a una gran parte de estos «enfermos», logremos reeducarlos. Muchos son útiles. Son sensibles, inteligentes. El hecho de que comprendamos las causas de su enfermedad no debe conducirnos a la tolerancia”.
Este era a grandes rasgos el pensamiento oficial de la época al respecto, esto se pronunciaba a solo cuatro años del triunfo revolucionario y en una década que mostraba los mayores logros de la Revolución tanto en lo social como en la cultura, todavía existían reductos de tolerancia para los “enfermitos”, pero los setenta serían mucho peor para ellos.
En el año 1965 la UJC en un comunicado nacional se transformaba la lucha contra estos en una tarea a cumplir, tan importante como la lucha contra el imperialismo, convertía en consigna la lucha: “¡Fuera los contrarrevolucionarios y los homosexuales de nuestros planteles!”, y para tal efecto lo publicaba en su órgano oficial, la revista Mella. Pero fue Alma Mater la que aclaró toda duda al respecto, decía que:
“Algunos pretenden, en su afán de frenar el proceso de Depuración por lo que les toca de cerca, el dividirlo en dos procesos distintos: el de los contrarrevolucionarios y el de los homosexuales. Nosotros decimos que la Depuración es una sola, que tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de otros”.
Sin duda alguna el momento de ruptura fue el Congreso de Educación y Cultura en abril de 1971, allí se llegó a afirmar: “no es permisible que por medio de la «calidad artística» reconocidos homosexuales ganen influencia que incida en la formación de nuestra juventud (…) evitar que ostenten una representación artística de nuestro país en el extranjero personas cuya moral no responda al prestigio de nuestra Revolución”, cualquier comentario que pudiera hacer al respecto sería redundante, estas palabras lo dicen todo.
El período de Quinquenio Gris coincidió con tiempos de oscurantismo política, extrema dependencia al campo comunista soviético y máxima priorización de las libertades colectivas por encima de las individuales.
Como en todo período oscuro, se trató incluso de legalizar los prejuicios, en marzo de 1975 se aprobó la Ley 1267, que ilegalizaba al “homosexualismo ostensible y otras conductas socialmente reprobables que proyectándose públicamente, incidan nocivamente en la educación, conciencia y sentimientos públicos”.
Por suerte, al año siguiente el Tribunal Supremo eliminaba todos los “parámetros” que se habían establecido en el terreno cultural, dando pie a la creación ese mismo año 1976 del Ministerio de Cultura, con Armando Hart al frente, esto se dio a conocer públicamente en la clausura de la Asamblea Nacional el 30 de noviembre de 1976, un momento de extrema tensión en el que se definió la política cultural del país, pero esto ya es otra historia.
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Otros textos de este autor: Harold Cardenas Lema
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