Cuando Marx concibió el método de la dialéctica materialista, pretendía entender y trasformar la sociedad de su época. Recuerdo a mi profesora de Historia Antigua, que utilizando las leyes y categorías del marxismo explicaba de manera excelente la crisis del Imperio romano de occidente. Ahí radica la genialidad de Marx, su método puede ser aplicado al análisis de cualquier época y sistema social. Sin embargo, en aquellos países donde ha triunfado el socialismo, el marxismo muta en un procedimiento apropiado únicamente para diseccionar al “decadente” sistema capitalista.
La incorrecta interpretación de sus ideas, puesta de moda tempranamente entre sus seguidores, provocó que Marx, hablando de algunos de sus discípulos, citara en una ocasión las palabras de Heine: “He sembrado dragones y he cosechado pulgas”.
La eliminación del guión entre las palabras marxismo y leninismo, que fue aprobada en la nueva constitución cubana, no garantiza que actuemos como marxistas consecuentes. Solo cuando sometamos a una crítica detallada el diagnóstico y el pronóstico de la actualidad nacional, cuando seamos capaces de realizar una radiografía total a nuestro maltrecho socialismo utilizando el método de Marx, estaremos en condiciones de defenderlo.
Existen tres cosas que es imposible volver atrás: la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida. Ahora tuvo lugar una reforma total de la constitución, que incluyó una convocatoria a debate popular. Fue una oportunidad parcialmente desaprovechada ante la tozudez de la burocracia dirigente en admitir solo aquellos cambios que no competieran a la esfera política. Pudieron favorecer las modificaciones que demandaba la ciudadanía para fiscalizar mejor al sistema, pero valió más el apego al control de los mecanismos, por décadas en manos de un grupo de poder que solo ha cambiado en apariencia.
Como ciudadana, apoyo la mayor parte de las modificaciones aprobadas al proyecto de constitución, muchas esclarecen conceptos esenciales, otras visibilizan mejor los derechos individuales. Pero ello no es suficiente, coincido con las personas que plantean que los cambios fundamentales que se requieren en Cuba para lograr avances económicos y sociales, son políticos.
El pensamiento metafísico es conservador pues sus concepciones son inmutables, entre los fenómenos erigen “tabiques impermeables”. Un sistema es la interrelación holística de sus partes, pero la política incide en todas las demás (economía, sociedad), pues puede potenciarlas o estancarlas. Sin un efectivo control ciudadano en la vida política, en el modo de nominar y elegir a quienes gobiernan, no podremos sustituir a los incompetentes, atajar a los corruptos y controlar los medios de producción fundamentales, que en teoría son de todos pero en la práctica son gestionados y administrados por una capa burocrática.
En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.
En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.
Este no ser realmente lo que se pretende, nos ha llevado a un punto de inmovilidad. El nuevo presidente recibió una encomienda que parece hecha a la medida de Tom Cruise. Pero con su loable actitud de una mayor comunicación mediática ha enjuiciado abiertamente lo que era evidente desde inicios del año anterior: la crisis se ha agudizado, lo seguirá haciendo en el próximo año y la economía insular apenas crece. En las intervenciones del ministro de economía se critica el modo en que se había administrado hasta ahora ese sector, se adivina la intención de renunciar a prácticas equivocadas, pero no se distingue un proyecto novedoso y bien concebido para generar cambios.
Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo político, el modelo de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.
Como resultado, en Cuba se vislumbra hoy una situación que, en dependencia de diversos factores, puede tornarse revolucionaria o contrarrevolucionaria. Cuando Lenin fundamentó su teoría de una situación revolucionaria, lo hizo para explicar el contexto ruso tras los sucesos de 1905. Trotsky la aplicó para la Inglaterra de 1931 y la Francia de 1936. ¿Qué impide que la utilicemos para entender lo que ocurre en Cuba actualmente? Si obviamos las marcas de contexto en que ambos dirigentes revolucionarios actuaban nos queda lo esencial, veamos:
- “La primera y más importante premisa de una situación revolucionaria es la exacerbación intolerable de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las formas de propiedad. La nación deja de avanzar”. (Trotsky: ¿Adónde va Francia?, 1936).
- No basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces. (V. I. Lenin “La celebración del Primero de Mayo por el proletariado revolucionario”).
Que los de arriba no pueden seguir gobernando como antes es bastante evidente, y la cuestión que objeto no es que exista un partido único o un gobierno elegido indirectamente, sino que ambos, Partido y Gobierno, deben mostrarse efectivos en sus respectivos campos de acción, pero eso solo se logra con resultados, no con consignas.
De que los de abajo no quieren seguir viviendo como antes existen síntomas palpables desde hace mucho tiempo, el más grave es que nuestros hijos ya ni exigen que nos pongamos “la manzana en la cabeza”; cansados, se van con su ballesta a otra parte. En el debate del proyecto de constitución fueron expuestos valiosos criterios encaminados a la reforma de la estructura política del país, y los que dirigen no deben perder de vista que ante el creciente acceso de los ciudadanos a la red de redes cualquier reacción se visibiliza y difunde con rapidez.
Hay que insistir en el tema de los cambios políticos para lograr un sistema más controlable por las grandes mayorías. No importan las críticas y las ofensas, las etiquetas y los supuestos cargos atribuidos en hipotéticos gobiernos de “nuevos revolucionarios”. Opondremos a los puntos de vista y consignas falsos las ideas y los métodos creadores del marxismo. Debemos ser dragones y no pulgas.
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