Su presencia ya no puede ser más obvia. Acompaña a su esposo en cada actividad cultural, recibimiento de jefes de estado y gobierno, así como viajes oficiales al extranjero.
Durante casi seis décadas, la figura de la Primera Dama en Cuba ha sido relegada del panorama político como si se tratase de una mala palabra o un suceso que nos acerca al modo de vida capitalista. Prejuicio que puede resultar innecesario o dañino a la transparencia que se demanda del máximo representante del gobierno nacional.
Desde abril de 2018 Cuba tiene un nuevo presidente que se ha visto junto a una dama en televisión, incluso antes del nuevo mandato. De hecho, recuerdo haberme percatado de su compañía durante las elecciones de los diputados en marzo. Díaz-Canel acudió a su colegio electoral en la provincia de Villa Clara de la mano de su esposa.
Hoy, Liz Cuesta Peraza asume el rol de acompañar al Presidente en cada una de sus visitas oficiales y participaciones en el extranjero. Estuvo a su lado en los días que el mandatario asistió a las Naciones Unidas y en su viaje por Rusia, Corea del Norte y otros países de Asia. Lo acompañó en la ceremonia de toma de posesión del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, donde, a pesar de estar a su lado, no fue nombrada como otras primeras damas.
Sin embargo, aunque su presencia es evidente en las imágenes que se transmiten, la prensa criolla evita mencionarla
No estamos hablando de un simple ornamento y la población se pregunta sobre la mujer que lo acompaña en todos los viajes o recibimientos oficiales, sin recibir una respuesta digna por parte de los medios estatales.
Acostumbrados a que ni Fidel ni Raúl habituaban a salir en público con sus parejas, y porque además Vilma murió muy poco después que su esposo asumiera la presidencia; el hecho es que esta “figura” parece ser cosa del pasado y al parecer la dirigencia del país sigue abogando porque así sea.
Solapadamente el puesto de “Primera Dama” fue ocupado por al menos 2 importantes figuras femeninas. Al comienzo lo ocupó Celia Sánchez y luego de su muerte la esposa de Raúl, Vilma Espín, también luchadora de la clandestinidad y la Sierra.
Fidel fue siempre celoso de su intimidad. Quizás con razón prefirió mantener en el anonimato la identidad de su familia como una forma de proteger sus vidas, pues no pocos intentos de asesinato sufrió durante los años al frente del país.
Escasamente se conoció a Dalia Soto del Valle durante la visita a Cuba del Papa Juan Pablo II en 1998, aunque habían contraído matrimonio 18 años antes. Su imagen y la de los hijos con Fidel, se hicieron más frecuentes en la prensa tras el retiro por enfermedad que lo apartó de la presidencia y los asuntos públicos.
No queda claro cuál es el rol de la primera dama porque la Constitución no lo establece. Renegamos del título creyéndolo propio del modelo capitalista cuando también lo son el de Gobernante y Alcalde; sin embargo estos últimos vienen incluidos en el actual Proyecto de Constitución y es probable que sean aprobados.
Las imágenes de la “pareja presidencial” personalmente me agradan. Entiendo correcto que el mandatario transparente su vida y transmita un mensaje consecuente a la actuación de cualquier hombre, sobre todo teniendo en cuenta que proviene de una vida civil, diferente a la educación militar. Tomar a su esposa de la mano y mostrar orgullo, confianza, amor; más si la mujer es su cónyuge de años, constituye un buen mensaje para el pueblo cubano que mantiene normas tradicionales con respecto a la familia.
Sobrados méritos debe tener esta mujer que se ha mantenido a su lado durante años. Como sobrados méritos tienen otras que en el futuro pueden asumir también el cargo presidencial en Cuba y hoy cuentan con el apoyo de sus cónyugues. No se concibe una revolución de izquierda que sea machista, no si se quiere ser revolución realmente.
Claramente Díaz-Canel está tratando de mostrar un lado más suave y empático del liderazgo; un mensaje más afín con el pueblo cubano.
Quizás todavía esté en proceso la decisión de cómo presentar a Liz Cuesta o cuál sería su papel y función, pero creo que ya es hora de que termine el análisis y llamemos a las cosas por su nombre sin utilizar eufemismos, aunque de estos últimos está repleta Cuba.
Transparentar esta figura y sus funciones es sinónimo del buen camino hacia una nueva forma de hacer política, de manera más transparente. Liz Cuesta es la Primera Dama de Cuba, gústele o no a algunos.
No dudemos nombrar las cosas como son, no necesitamos inventar términos o eufemismos cuando existe uno que se aplica perfectamente, no temamos a los calificativos y sí a los contenidos y sus significados. A mí particularmente, no me molesta una Primera Dama en Cuba. Eso sí, tiene que ser distinta a las que vimos antes de la Revolución, tiene que estar a la altura del pueblo cubano y sus sacrificios. Estaremos al tanto.
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