La primera semana de implementación de la Tarea Ordenamiento (TO) ha traído consigo inconformidades con la nueva política de precios. La mayor parte gira en torno a la adopción de precios, tanto fijos como topados, por parte del gobierno central y los municipales, que han sido cuestionados unas veces por vendedores y otras por compradores. Los nuevos montos —generalmente muy por encima de los de la economía sumergida— han consternado a la mayoría, sobre todo a jubilados y pensionados a los que la cuenta no da.
La práctica anquilosada de determinar los precios subjetivamente —y siempre con súper-ganancias incluidas como alternativa a los subsidios— está pasando factura al nuevo mercado interno reordenado. Aunque se rectificaron algunos de los más rechazados (tarifas eléctricas, ciertos fármacos, gas licuado y helados de Coppelia), el principal dilema se halla en los topes asignados por los gobiernos municipales a los alimentos, la variable más elevada del presupuesto familiar cubano.
En los criterios de especialistas y consumidores trasluce la suspicacia ante la capacidad de la administración estatal para fijar centralmente precios razonables, sin tener en cuenta la oferta y la demanda. Más allá del cuestionamiento a los métodos esotéricos aplicados en su determinación, el problema radica en el papel otorgado a los topes, ya que su rol no es fijar un mínimo, sino un máximo que permita y favorezca la puja entre vendedores y compradores por debajo de él.
Su objetivo no puede ser esquilmar a los consumidores al aprovecharse de las características archiconocidas de nuestro mercado cautivo: escasez generalizada, predominio de la demanda, segmentación arbitraria en dos monedas (USD y CUP), baja calidad de bienes y servicios y protección gubernamental a las empresas monopolistas estatales, productoras y comercializadoras. En la práctica mundial, la adopción de precios topados tiene como uno de sus objetivos proteger a los consumidores de la explotación desmedida por parte de comerciantes inescrupulosos.
Tan cautivo es el mercado cubano que la sempiterna práctica del regateo desapareció y hoy es representada socialmente como un acto de mal gusto, irrespetuoso y despreciable. El predominio del todopoderoso ofertante es absoluto. En las tradicionales colas del pan de la libreta suele ocurrir que cuando un consumidor exige cambiar el que le tocó por otro de mayor calidad, el empleado se siente ofendido y maltratado, mientras el resto de la cola mira molesto al impertinente.
Lo primero que debe ocurrir es que haya productos y servicios correspondientes a los nuevos precios. Si los pretextos para soportar su baja calidad podían ser entendidos cuando estaban subsidiados, desde el momento en que comienzan a venderse por su precio de mercado esto constituye un claro delito de estafa. Es inadmisible tratar de mantener la vieja y deprimente oferta con importes tan elevados, en pos de hacer rentable la gestión de productores ineficaces e ineficientes, sean estatales, cooperativos o privados.
A su vez, es preciso que los vendedores enriquezcan la oferta al añadirle valor agregado a bienes y servicios. Que existan diferentes precios en mercados de distinto nivel ha de ser la tónica, no la excepción. Siempre que esos mercados tengan su propia demanda efectiva al satisfacer a sus clientes, no habrá mayores problemas. De ahí que los topes de precios deban tener en cuenta el rango de ganancia para los diferentes ofertantes y solo se impongan en casos verdaderamente imprescindibles para salvaguardar a los consumidores.
El factor principal que podrá equilibrar oferta y demanda es el aumento de la primera, pero, mientras esto no suceda, los consumidores tendrán que aprender a empoderarse y cuidar su dinero y los vendedores, a competir en buena lid para vender lo más posible. De ahí que se torne imprescindible ampliar las posibilidades de inversión de capital nativo —estatal o privado— en producciones para el mercado interno y, en segundo lugar, para la exportación.
Ya pasó el Día Cero de la reunificación monetaria, estamos contando en negativo los que faltan para que se autoricen las prometidas MPYMES que no solo acrecienten la oferta doméstica de bienes y servicios, sino también de empleos y oportunidades para los desempleados y trabajadores de la ignorada economía sumergida.
Las empresas estatales han asumido a su conveniencia los precios topados como únicos posibles, cuando su política debiera ser vender por debajo de estos para contribuir a paliar las enormes erogaciones del presupuesto familiar y obligar a los privados a bajarlos. Mediante el absurdo de altísimos precios topados, que se vuelven monopólicos y arrastran consigo a los demás ofertantes, los gobiernos quieren reordenar la ineficiencia empresarial sobre las espaldas de los consumidores. Tarimas repletas de carne de cerdo sin compradores, personas de la tercera edad que abandonan los hogares de ancianos por insolvencia, y un rechazo mayoritario en sectores vulnerables, son algunas de sus consecuencias inmediatas.
Con el nuevo precio topado de veinte pesos por viaje, los cocheros del barrio matancero de El Naranjal se llevaron las palmas en la competencia con sus rivales motociclistas. Antes solo viajaban alquilados por diez pesos, ahora llevan cuatro pasajeros a cinco pesos por cada uno y dejan colgados a sus rivales que solo pueden llevar uno por el precio completo. Es una solución de ganar-ganar: cocheros y público satisfechos. Si ante las exigencias de un mercado competitivo topado los vendedores empezaran a pensar como tales, no como los meros cobradores que han sido hasta hoy, proliferaran soluciones como esta.
El transcurrir de la TO, con el predominio cada vez mayor de la Ley del Valor, tiene que servir para empoderar a los consumidores y a los mejores productores, al tiempo que los mediocres e ineficientes sean obligados a desaparecer. Para eso habrá que cambiar muchas cosas en la práctica comercial cotidiana. Cuando esto acontezca, aflorarán mercados de diferente nivel, la nueva mentalidad comercial se hará realidad, los precios topados serán solo un recuerdo de los momentos iniciales de la TO y el mercado cubano volverá a prosperar, para bien de todos.
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