Hoy nos preguntamos si el periódico Granma debe una disculpa. En una reciente entrega del programa Con dos que se Quieran, conducido por Amaury Pérez, fue presentada una entrevista con el popular actor Jorge Martínez. En un momento de la misma se tocó el polémico tema de la salida del aire del programa “El expreso”. Este hecho en su momento generó polémica, llegó incluso a las páginas del periódico Granma, a raíz del uso de este espacio para difundir un hecho privado, la ceremonia de bodas de su conductor Jorge Martínez.
Como se recordó en el espacio televisivo, se acusó desde las páginas del periódico Granma, al colectivo del programa “El expreso” y en particular a su directora (Gloria Torres) y a su conductor, de usar recursos del ICRT y espacios hoteleros, indebidamente y de forma no autorizada para fines personales (esto dicho sea de paso, configura un delito, mencionado en nuestro Código Penal como malversación). En aquellos momentos la crítica se centró en la fatuidad y la vanidad que como parte de la política cultural imperial y gracias a nuestros propios errores culturales, se empezaban a infiltrar en nuestros medios de difusión y el “ejemplo” del escándalo del Expreso vino como anillo al dedo.
Rememorando, Martínez, nos cuenta que una vez, se hubo aclarado que los hechos ocurrieron debidamente autorizados y no hubo nada indebido en el proceder, se le pidió, en privado, al colectivo que continuarán las siguientes emisiones del programa, “como si nada hubiera pasado”. Ante la lógica y justa petición del colectivo de una disculpa pública acorde a la magnitud de la acusación, la respuesta fue “que no era políticamente conveniente”. La actitud de los trabajadores del arte en consecuencia no pudo ser otra que la cancelación del show.
La humildad es un valor que nos han legado quienes nos precedieron, Varela, Martí, la predicaban con el ejemplo y la palabra. El principal órgano de prensa de nuestro Partido, no puede predicar la soberbia, negándose a reconocer el error oportunamente, más cuando se calumnia injustamente a un colectivo, a una directora de prestigio y a un artista del pueblo. Honor a quien honor merece, diría el Maestro. Incluso el editorial de primera plana puede equivocarse y debe ser capaz de reconocerlo.
En este bregar de lucha, nuestra máxima dirección encabezada por Fidel, han reconocido los errores en cada momento oportuno, eso es innegable, como también es innegable que no ha sido política estatal pedir disculpas a las víctimas de decisiones poco felices o desagradablemente necesarias, las UMAP, el Quinquenio Gris, son ejemplos latentes.
Se intuye que tras la respuesta, se esconde la mezquindad de alguno de blindar la palabra personal con la manipulación del espacio público. La práctica de parapetar la soberbia personal tras el muro de acero de lo “políticamente correcto”, en las páginas de un diario de prestigio ganado en 60 años de decir verdades incomodas al imperialismo, no es aceptable en una Revolución. El Che nos enseñó que la única forma de ser verdaderamente revolucionario es con el ejemplo, la modestia, el sacrificio y la humildad. Dejemos esas perjudiciales y abusivas prácticas para los diarios de primera línea del colonialismo cultural.
Reconocer que erramos no nos hace más débiles, nos hace más sabios, nos impulsa a un escalón cualitativamente superior como revolucionarios, si aprovechamos nuestros errores para extraer valiosas lecciones para la construcción del futuro. Aunque el agua pasada ya no moverá el molino, saquemos la lección, en tiempos de nuevas construcciones y respondamos afirmativamente a la interrogante que encabeza este texto.
(Si desea leer más del autor puede encontrarlo en su columna: Daniel Vega Fernández)
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