La anticipación es la esencia de la prevención. Sin ésta cualquier campaña propagandística de bien público se convierte en mero mecanismo de contención. De poco sirve que le digamos a un chofer que no debe conducir bajo los efectos del alcohol cuando ya está ebrio y manejando. Incluso si el chofer reaccionara y estacionara su auto, estaríamos sólo conteniendo el posible accidente a partir de una conducta de riesgo ya consumada. Porque el objetivo de la prevención es, precisamente, evitar comportamientos riesgosos.
La epidemia de Covid-19 comenzó en diciembre de 2019 a miles de kilómetros de Cuba. Mientras los chinos la combatían, la enfermedad se convertía en pandemia en el resto del mundo. Muy pocos gobiernos implementaron desde entonces una estrategia de comunicación eficaz, con el criterio de que era un asunto chino. El gobierno de Cuba no fue la excepción. Hasta allá se fue nuestra gente, a Wuhan, a ser lo que mejor somos: solidarios. Pero durante los meses de enero, febrero e inicios de marzo, en la radio y televisión cubana, hubo solo esporádicas y aisladas menciones sobre la prevención del COVID-19.
En enero, las atención se centró en la reacción contra aquellos delincuentes llamados “Clandestinos”, que sería catalizador para una estrategia: la descalificación de toda disidencia política en un contexto de agudización de las sanciones a Cuba por parte de la administración Trump. En febrero las campañas mediáticas se centraron en lo habitual con el aletargamiento propio de aquello que se hace por rutina, sólo hubo eventuales reacciones a los ataques propiciados por el gobierno de los Estados Unidos. Ninguna prevención en los medios, ya no contra el COVID-19, ni siquiera contra la gripe estacional.
No es hasta que se hace pública una reunión del Consejo de Ministros para “actualizar el plan de enfrentamiento al coronavirus en Cuba”, que comienzan a aparecer atisbos de mensajes preventivos en la radio y televisión. El hecho de que la noticia enunciara una “actualización”, induce a pensar que ya existía y se ejecutaban una serie de acciones, que las autoridades consideraron no era necesario hacer públicas. Este no es un detalle menor, es esencial. Demuestra el error de concepto en la comunicación estratégica de nuestros ideólogos.
El propio día, una vez terminada la emisión del NTV en la que se dieron detalles de la reunión del Consejo de Ministros, la Televisión Cubana no tenía preparada, ya no una campaña preventiva, ni siquiera un spot adecuado. El mismísimo ICRT, cuyos periodistas hablaban de “actualización del plan de enfrentamiento”, los desmentía al mostrar que estaban en cero.
En menos de 12 horas la audiencia cubana pasó de escuchar que el COVID-19 era un asunto de otros, a un bombardeo de información relacionada con la pandemia –ojo, periodística, no propagandística. Sin la debida anticipación, a la audiencia se le privó del proceso normal de preparación psicológica gradual ante un riesgo. Sigue existiendo una falta de sintonía entre los profesionales de los medios, con competencias profesionales para entender la magnitud del fenómeno, y la audiencia. Estos no pueden más que pensar: “ah, sí, esa es una epidemia que está afectado a los chinos y a los italianos, a lo mejor es una trastada mas de los americanos”.
Una semana después de los primeros casos del virus en Cuba, tres realizadores de la radio granmense me confiesan: “Nos tienen puesta la roja. Tenemos listas las Menciones y los Mensajes Cortos pero nos están diciendo que todavía, que hay que evitar el pánico”. Eso explica que del 7 al 14 de marzo, de seis horas de monitoreo diario que el autor hiciera a las emisoras del espectro radial granmense, el 90% de la alusiones al coronavirus se hicieran en programas informativos, y de estas el 85% repitiera informaciones de medios nacionales. En la semana del 14 al 21 de marzo, tales proporciones disminuyeron al 78% en el primer caso y 81% en el segundo. El conjunto de mensajes de bien público dedicados a la pandemia –en forma de Menciones, Spots y Mensajes Cortos- en la emisora municipal de Manzanillo, fue un promedio de sólo cinco minutos.
No obstante, ya entonces los medios nacionales tenían mucha información sobre el virus en 4 ejes temáticos:
- Nuestro sistema de salud está de sobra preparado para contener la propagación. No es necesario cerrar fronteras ni hacer cosa distinta a la que siempre hacemos en estos casos.
- Nuestra respuesta a la pandemia está demostrando la histórica vocación solidaria de nuestro pueblo y nuestro personal de salud.
- El gobierno de Trump no ha sabido manejar la situación y pone de manifiesto sus antivalores al querer comprar una vacuna para uso exclusivo, en contraste con la vocación protectora de nuestro gobierno.
- Los que odian a la Revolución Cubana exigen el cierre de las fronteras para asfixiar a Cuba económicamente, al punto de crear histeria en una parte de los usuarios cubanos de las redes sociales.
Si bien lo anterior responde a situaciones verídicas, no se orienta a resolver la crisis, o sea, a la necesidad de prevenir la transmisión del virus entre la población cubana. No contribuye al aumento de la percepción de riesgo. Se llegan a cometer disparates como aquel de la emisión del mediodía del NTV cuando presentaron a un periodista extranjero asegurando que “Cuba tiene el antídoto contra el coronavirus”.
Una campaña de prevención propagandística directa debió ser prioridad, incluso antes de la actualización del Plan de Enfrentamiento. Algo más que informaciones periodísticas tangenciales o “llamados”. Faltó una campaña sistémica, dosificada según la cobertura territorial, el tipo de emisora y el sector social a la que va dirigida.
De tal modo, la baja percepción de riesgo ante la posible transmisión del coronavirus en Cuba, no es el resultado de una supuesta hambruna en la isla -como unos cuantos plantean en las redes sociales-, ni es culpa de la indisciplina social –como sugieren entre bambalinas muchos periodistas de medios oficiales-, ni mucho menos es culpa del imperialismo yanqui. La baja percepción de riesgo es la resultante de que los ideólogos y directivos de los medios desconocieron los fundamentos teórico-metodológicos del trabajo preventivo mediático. Apostaron por las relaciones públicas, o sea, la comunicación interpersonal con la realización de audiencias sanitarias, y adecuaron la circunstancia peligrosa por la que atravesamos a su agenda política.
Esta situación puede cambiar. Está cambiando debido al peso determinante de los hechos: están aumentando las personas enfermas y, en la misma proporción, debe aumentar la percepción de riesgo si se le da un uso correcto a la propaganda preventiva de bien público. Mañana las preguntas serán: ¿A qué costo? ¿Pudo ser un costo menor si nos hubiéramos anticipado debidamente?
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