No creo que esté pasando desapercibido. Sé que son muchos los que ya advierten que está ya está ahí el 25 de noviembre. Incluso el más distante, al más indiferente, lo sabe. De una forma u otra… de rojo o de azul, no se puede escapar.
Mucho será el material que se difundirá con motivo de la fecha. Intento no ser parte de esa saturación, y en medio de la tormenta, la leyenda y el oportunismo que pueden girar en torno a su figura, me pregunto: ¿cómo recordamos los cubanos a Fidel? ¿Lo estaremos haciendo cómo él lo quería?
Lo recordaremos este día (hay que hacerlo siempre) haciendo quizá lo que muchos creen que es su mejor legado: la oratoria. Parecerá irónico, pero se puede creer que Fidel era solo político, y como político era un gran orador, y que su poder de orador fue lo que guió al pueblo. En momentos lo he aceptado y afirmado. ¿Cómo no pensarlo con tan hermoso cúmulo de conmovedores discursos? Los discursos de Fidel son tan buenos que pueden llegar a opacar a Fidel.
! Pero no! Fidel no es solo un político, es un hacedor de caminos, de futuros, un arquitecto de una sociedad más justa. Su mejor legado está ahí, en la unidad, en su práctica revolucionaria que unió a un pueblo. Es el hombre de apenas pocas horas de sueño, el atento a todo, el que siente cristales molidos, el primero en llegar y el ultimo en irse. Eso es Fidel, práctica revolucionaria. No podemos confundir al orador con el revolucionario, el primero es una extensión del segundo. El revolucionario es el que más importa, ese fue el que dio origen al gran orador.
Su verbo era necesario, era necesario para llevar a las masas los mensajes de la revolución y romper con la desinformación. Él sabía que la educación no era solo leer y escribir, el debía educar a un pueblo, y para eso, conversarle. No era un hombre de discursos per se, decir eso sería condenarlo a la jaula de la retórica. Tenía la necesidad de dirigirse al pueblo constantemente. Eran tiempos donde los discursos eran práctica revolucionaria, educaban al pueblo pero siempre impulsaban la acción transformadora.
Y logró su labor de educador. El pueblo cubano se creció como tal dentro de los caminos de la revolución. Prueba de eso es más de un millón de profesionales, y un país sin analfabetismo.
¿Por qué lo hizo? Como todo martiano, sabía la importancia del saber en la obtención de la libertad, y que para lograr la acción transformadora de la realidad de la que hablaba Marx (porque Fidel era marxista de hechos), se debía empezar por educar.
Ya sabemos cuál era el objetivo. La obra parece que se pudo construir. Fidel luchó para que el pueblo tuviera el arma más importante, el conocimiento, para que pudiera construir su camino. Sabía que solo así seremos cada uno un comandante multiplicado.
Resulta muy claro qué nos toca como pueblo. Nos toca continuar lo que inició. Seguir con la práctica revolucionaria y no centrarnos en discursos en cada ocasión, ni venerar a nuestros mártires como dioses. Ellos no lo son, ni quisieron serlos, si lo fueran sabemos donde estarían: en la trinchera, y no en la tribuna.
Fidel nos acompañó en los primeros pasos del camino. Ahora debemos continuar solos, y cuidarnos de aquellos que se adjudicarán ser sus continuadores. Muchos tratarán de usar su nombre como llave, y lo llevaran de bandera para obtener sus fines. Pero se pueden identificar esos peligros y conocemos el fin del proyecto que él quería, toca que construyamos los medios con lo aprendido y con esto trasformar la realidad en la misma medida que nos transformamos nosotros. Así hay que recordarlo, para eso nos preparó. Ese sería su verdadero legado, no un dios de piedra intocable, sino un camino de practica revolucionaria, transformadora (con hechos no con palabras) para mejor de la realidad.
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