Primero nos hizo oír su currículo revolucionario. Supimos por él mismo que había sido pionero destacado y que gozó de la confianza de sus maestros, quienes lo dejaban frente al aula porque sabían que encontrarían el listado de todos los que habían abierto la boca en su ausencia.
Por su afición a cantar y declamar en cualquier acto político, sufrió la burla y hasta el maltrato físico de sus compañeros con menor preparación ideológica. Pese a las dificultades, llegó a la secundaria y aceptó el encargo de dirigir el colectivo pioneril.
Ocupó un importante puesto dentro de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media en su municipio, al cual renunció para unirse al contingente pedagógico de los llamados «Valientes» tan pronto conoció la convocatoria del Comandante.
Allí obtuvo la doble militancia comunista por su labor destacada en todo cuanto hubiera que destacarse. Incluso sus compañeros dejaron de pegarle y alcanzó méritos para convertirse en el primer delegado directo de su provincia al VIII Congreso del Partido.
Su progreso fue seguido de cerca y con interés por los ojos más elevados del país. Como parte de ese seguimiento, recibió el encargo de impartir una conferencia de orientación ideológica al personal que atendería la logística y el área de servicio durante el congreso.
Su torso se mueve con libertad dentro de la holgada camisa. Va de un lado a otro de la pizarra explicando los puntos que considera que nos pueden ser más difíciles de asimilar, porque aunque el personal de servicio –auxiliares de limpieza, camareros, cocineros, albañiles, pintores, choferes y custodios– tiene estudios de posgrado y puede que alguno tenga hasta más de un doctorado, ninguno es militante del Partido.
―¿Habría sido posible enfrentar y resistir la actual situación bajo un régimen pluripartidista? ¡No, no es necesario que respondan! ―nos ataja con una sonrisa―. No es posible imaginar estos logros sin la labor de la vanguardia política unida. Miremos las consecuencias del pluripartidismo en el orden doméstico y en el desarrollo económico de un país. Tomemos a Haití como ejemplo, aunque también podríamos analizar a Mali, Sierra Leona o Ghana.
«¿Cómo les va? Exacto, es casi imposible estar peor. Miremos ahora a los Estados Unidos, que pretende darnos lecciones en temas de ordenamiento político y tienen más de sesenta partidos. Si esto no vuelve a un país ingobernable… No hay desarrollo posible cuando no existe unidad. Observen cuánto ha logrado nuestra Revolución bajo la firme conducción del Partido único».
El joven se lanza a describir, apoyado por gráficos de barras coloreadas, cuánto estamos a punto de conseguir a partir de la unidad como fuerza principal para lograr los propósitos de independencia, soberanía, democracia socialista, paz, eficiencia económica, seguridad y mantener las conquistas de justicia social. Nos trata de enseñar cómo debemos defender esa unidad, sin discriminar, sin dar espacio a prejuicios, dogmas o encasillamientos que dividen injustamente a las personas.
Sus ojos resplandecen cuando afirma que la unidad en torno al Partido es la «única vía posible hacia la soberanía y la dignidad de la nación y el bienestar y la tranquilidad de este pueblo».
―Lo más revolucionario dentro de la Revolución ―explica― es y debe ser siempre el Partido, así como el Partido debe ser la fuerza que revoluciona a la Revolución. Ahí los dejo para que reflexionen sobre esto. ¿Decimos algunas consignas para concluir?
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Este texto pertenece a nuestra columna dominical de sátira política.
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