No se puede negar el papel de los jóvenes en la historia. Hemos estado activamente en cada revolución de la sociedad y el pensamiento. Parece esto, un misión histórica innegable.
El Manifiesto Comunista es un texto casi sagrado para el revolucionario desde hace más de 150 años. Su lectura ha inspirado generaciones. Los autores fueron dos jóvenes -de apenas 30 años el mayor de ellos- que soñaban con una revolución. El texto, representaba una ruptura con las prácticas y el ideario tradicional, impuesto por la longevidad de la dirección de la Liga de los Justos.
La Ciencia de la Lógica es el texto supremo de la dialéctica, y el tratado de lógica más complejo jamás escrito. Su entrada al mundo del pensamiento, marcó la historia de la ciencia, incluso a aquel joven que escribió el Manifiesto. Su autor, un Hegel que apenas superaba los 30 años, desafiaba las antinomias del sabio Kant, y las lecciones de su maestro Schellig.
La física no hubiese sido la sólida ciencia que es hoy sin las leyes de la mecánica. Estas fueron enunciadas por un joven Isaac Newton que no llegaba a los 24 años. Con ello, rompía la idea del caos del universo y otros mitos que más de una autoridad científica defendía en la época.
La revolución cubana, en su triunfo, la lideraba un Fidel que no cumplía los 33 años. Seguido de un ejercito de casi niños, los mismos que defendieron la playa y comenzaron a dirigir empresas. Todos, habían preferido hacer su propio camino, que continuar -a pesar de la salida reglamentaria de Batista de la presidencia por elecciones-, al de la viciada República existente hasta entonces.
Mucho antes, la revolución del 30 decidió poner fin a la camada de presidentes corruptos, sin importar que fueran una generación legitimada por la historia independentista, muchos de ellos provenientes de la manigua. Y tales cosas, las perpetraron jóvenes conocidos por todos.
También hubo un joven José Martí, que señaló con el dedo los planes militarizados de liberar la Isla y con mucho respeto, supo cortar y trazar su plano para la Revolución.
Sin ser necesarios más ejemplos, parece ser que la historia muestra nuestro rol protagónico. No como conservadores del orden existente, sino como agentes revolucionarios que apuestan por transformar sustancialmente la realidad. Hecho que lleva implícito una acción de cambio y de supeditación al tiempo propio, no al de los antecesores. No es regla obligatoria o principio metafísico del cambio por el cambio. Sino que cuando se entiende que debe haber cambios, se lucha por su implementación, sin compromiso ciego y abstracto con lo anterior, sin importar la opinión de quien impone su mando en la sociedad.
Ese es nuestro papel y nuestra misión. No se nos intente convencer de algo diferente. Basta ya de paternalismos, de decir “es joven todavía“, que lejos de ser una limitación, es nuestra mejor arma.
Si cada uno de los jóvenes mencionados no hubiese pensado así, el mundo y Cuba, hoy estarían rezagados. Después de todo, lo revolucionario es cambiar lo que se tenga- incluyendo a quien se tenga- que cambiar en aras de mejorar. Ese es nuestro papel y nuestra misión, y no precisamente porque yo lo diga. Pero no se nos intente convencer de algo diferente.
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