Tú dices que la cosa está mala, malísima.
Papá, papaíto, te escribo esta carta… Papá, papaíto, yo no sé escribir todavía, pero tengo el teléfono y grabo mientras hablo y luego tú lo oyes.
A veces yo también te oigo. Ayer, antes de ayer, hace un ciclo de días, yo te oí decirle a mamá que la cosa está mala, malísima, pero te la seguiste tomando en la tacita que tiene el asa un poquito rota, porque una vez yo la fregaba parada en mi sillita y se me cayó de la mano. El detergente resbala y se dio un golpe, pero no se rompió completa. Por poco yo también me caigo, pero no pasé susto porque tú me enseñaste a saltar de la sillita y ya no tengo miedo. Yo hago así, y doblo las rodillas, y pongo las manos alante por si acaso, como tú me enseñaste hace un ciclo de días, pero la sillita no es alta. Después, yo puse tu tacita en el fregadero y no le dije a nadie que había tomado de ese café que había en el fondo. Papá, papaíto, esa es la cosa más mala de la vida y del mundo. ¡Qué café tan, pero tan malo!
Foto: Néster Núñez
A veces tú me preparas la leche después de leerme un librito. Me la llevas a mi cama para que ya me duerma, pero a veces la leche también está mala. Eso no te lo había dicho nunca. Perdóname, papá, papaíto, papito, pá. Yo quiero que tú me leas más cuentos y mamá me prepare la leche. Ella no le hecha tanta agua. Después yo me la tomo y te doy un beso con bigote blanco, y tú me haces cosquillas y mamá dice: “Miren la hora que es, que la niña se altera”. Entonces tú me das un abrazo y me duermo rapidísimo si quieres, pero la leche ya no la hagas más, que a ti te queda malísima como si fuera agua blanca. ¿Cuando llueve de noche, el agua es negra?
Foto: Néster Núñez
Mi amiguita Mariana, la negrita, no tiene un papá que la lleve al círculo porque está en otra parte. Yo quiero que cuando mi tío te vuelva a poner una recarga pasemos por casa de Marianita a recogerla, y llamemos por video a su papá para que él también vaya al círculo, y mi amiguita se ponga contenta. Ella llora mucho y no juega con los niños. Yo no lloro porque tú ayer, antes de ayer, hace un ciclo de días, me ponías delante de un espejo cuando yo lloraba por cualquier bobería, y no me gustan las muecas que hago. No quiero quedarme fea. Yo me río.
Foto: Néster Núñez
Papá, papaíto, ¿desde cuándo ya no me haces cosquillas? ¿Tú estás triste porque la cosa está mala, malísima, todavía en tu garganta? Mira, mañana vamos a tomar helado. El vasito cuesta nada más 65 pesos. Esos son solo tres pesos: uno de cincuenta, uno de diez y uno de cinco. Me lo explicó Zenaida, que es quien lo vende. Tres pesos no es mucho dinero, porque yo he visto que tú compras mangos y boniatos y le das al hombre mucho más que eso de tu cartera.
Foto: Néster Núñez
¿Tu cartera te la regaló tu papá? Porque ya está viejita. Yo tengo un pulsito de hilitos que tú me hiciste, y también está sucio y feo. Está guardado en un lugar secreto. Dentro de un librito; pero no te voy a decir cuál. Bueno, si me preguntas te lo digo. Es en el librito de la florecita de siete colores que cumple los deseos.
Además de helado y de ir a casa de mi amiguita Mariana, si me encuentro una florecita así, yo quiero que la cosa ya no esté tan mala. ¿Está tan mala como el reguetón que tú no me dejaste bailar ayer, antes de ayer, porque no es música para niñas chiquitas? Y me pusiste Esteeela es un granito de caneeela que no quiere que no quieeere caer… ¿dónde era? ¿En un caldero?
Foto: Néster Núñez
Bueno, papá, papaíto, ya me despido. Voy a poner el teléfono otra vez sobre la mesita de mamá y a esperarte en mi camita como si estuviera dormida. Tú llegas y oyes lo que te dije en el teléfono y me haces cosquillas. Yo voy a reírme bajito, porque mamá dice que después me altero.
Papá, papaíto, papito, pá… no vuelvas a explotar un globo cuando yo esté dormida de verdad. ¡Quedé con una cara feísima en el video y se lo mandaste a mi tío! Tú reías y yo lloraba con la cabeza entre la almohada.
El teléfono no tiene carga. Está esa rayita roja. No puedo jugar ni un poquito. Quiero que me leas el cuento de la florecita de siete colores que va de este a oeste con el viento. Y recuerda que, al caer, lo que te pida has de hacer: quiero que la cosa no esté mala, malísima, para que mi papá, papaíto, no tenga que trabajar también de noche. Yo sé lo que tú dices. No es el café. Yo entendí bien lo que le dijiste a mi mami.
Foto: Néster Núñez
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