Tras su llegada a Granma como Primer Secretario del PCC, hace más de 20 años, una de las primeras tareas que se impuso Lázaro Expósito Canto fue resolver los groseros problemas de calidad de las producciones en la mayoría de las panaderías y dulcerías de la provincia. A principios del tercer milenio, las quejas de la población eran tantas que, como en la canción, se agolpaban unas a otras y ningún cuadro resultaba capaz de solucionar las causas. Pero Expósito con una energía admirable se propuso resolver el problema.
Los trabajadores de los medios de prensa y comunicación con alguna responsabilidad podíamos ser llamados a cualquier hora del día, la noche, la madrugada. «Te van a recoger a tal hora» –nos decían. Pronto aprendimos que eso significaba que Lázaro incluía tu equipo de trabajo en uno de sus recorridos que casi nunca eran en el municipio donde residías.
Por ello, en un viejo disco duro aún tengo grabaciones de audio de las «tánganas» del Primer Secretario en panaderías con pésimas condiciones higiénicas, violaciones de todo lo que se podría violar en el proceso de elaboración de alimentos, voces justificativas de los cuadros responsables de la supervisión, en fin…
En el año 2000 me desempeñaba como jefe del Departamento de Arte y subdirector de Cultura en Manzanillo. Como parte de mis funciones, debía participar cada lunes en una reunión gubernamental que le llamaban «de reanimación sociocultural». Comenzaba a las seis de la tarde y a veces duraba hasta las once de la noche. Alguien propuso que cada organismo participante garantizara «con sus recursos» una meriendita.
El lunes que le tocó a la Empresa de Gastronomía, llegaron unas pizzas rebosadas de queso, con el aceite chorreante, tan gruesas como un director de Acopio. Presidía Leonardo Tapia Garcés, Primer Secretario del PCC en esa época en el municipio, quien elogió la calidad de las pizzas y preguntó como de soslayo si las habían horneado especialmente para nosotros. Le respondieron que nada de especial, que estaban cocinadas según la norma técnica, que eran las mismas que le vendían a la población en la ventanilla y el salón.
Tapia Garcés nos dijo que comiéramos, él degustaría la suya cuando se enfriara. Llamó a su chofer y le dijo algo al oído. Al cabo de un rato, llegó el chofer con dos pizzas más compradas en la ventanilla de la pizzería. Nada que ver estas con la que había guardado el secretario para «comérsela fría». Aquello sólo generó una reflexión acerca de la cantidad de quejas sobre el establecimiento. No le costó el puesto a nadie.
Un amigo médico me contó hace poco que cuando él llegó a ser director de un importante hospital provincial, asumió como normal lo exiguo y desabrido de la comida a los profesionales de guardia y se lo achacaba a la escasez propiciada, entre otras causas, por el bloqueo imperialista. Pero una noche en su oficina, se puso a revisar las normas técnicas para la elaboración de los platos al personal bajo su cargo y quedó anonadado.
Entonces llamó a los responsable del abastecimiento, revisó contratos con proveedores, mandó a auditar al almacén, «y descubrimos tantas barbaridades y desvíos, y violaciones, que mejor ni te cuento. Y lo peor fue cuando comencé a “ver” para qué casas y tipos de actividades iban muchos de los productos desviados».
Es por lo menos una falacia decir que el aumento del precio del pan como resultado de la denominada Tarea Ordenamiento ha hecho que la población se queje de su mala calidad.
Los cubanos llevamos decenas de años quejándonos no sólo de la mala calidad del pan, sino también de los pésimos servicios gastronómicos y comerciales en general, de la mala presentación de los productos en muchos agro-mercados sin distinción entre los de primera, segunda y tercera en cuanto a precio; del modo en que, en no pocas ocasiones, se trasladan productos cárnicos en camiones abiertos o coches tirados por caballos desde los centros de elaboración hasta las unidades. Y de un montón de problemas e ineficiencias más.
Que durante los primeros días de este enero muchos clientes hayan renunciado a pagar un peso por el pan de la cuota –la salvación del desayuno de cientos de miles de hogares cubanos–, lo que demuestra es la acumulación de malestares por la mala gestión de los gobiernos municipales en la resolución de los principales planteamientos de sus electores. Así de simple.
A cualquier persona que diga que la gente se queja por la mala calidad del pan ahora porque le han subido el precio, lo remito a los archivos pasivos –si existen– que guardan las actas de las asambleas en los municipios de este país.
Lo que descubrirán los pondrá de frente a algo que tampoco ha provocado la Tarea Ordenamiento, ni provocarán los necesarios e ineludibles cambios que precisa la gestión socioeconómica en Cuba –que no sólo económica–: la realidad de alguien sudoroso, honrado, que va de aquí para allá y de allí para acá, que no cobra un centavo por lo que hace, que la mayoría de las veces termina su «mandato» avergonzado por la sensación de haberle fallado a la gente a la cual le ha pedido sacrificio, participación y paciencia. Ese alguien es el delegado de circunscripción.
Quitémonos con absoluta honestidad cualquier condicionamiento o prejuicio ideo-político. Pensemos con sinceridad y buen juicio en todo lo que nos falla en la praxis de nuestro sistema democrático –hablo del nuestro, no me remito a ningún otro–, cuando veinte años después de aquellos recorridos madrugadores de Lázaro Expósito por las panaderías y dulcerías de Granma, escuchamos de un comunicador que el actual Primer Secretario del PCC «se ha reunido con los panaderos de Bayamo y Manzanillo». ¿Y todos los demás funcionarios políticos y gubernamentales de ahí para abajo a quienes el pueblo les paga, a qué se han estado dedicando? Se preguntó mi padre septuagenario y me dejó sin respuesta.
Hace solo un fin de semana me abordaron varios vecinos de un local ubicado en las calles Saco y José Miguel Gómez, en Manzanillo, rentado por el gobierno municipal a través de la Empresa de Gastronomía para el funcionamiento de un centro recreativo. La causa, tan recurrente y añeja como la mala calidad del pan: las molestias provocadas por la música a altísimos decibeles.
Un problema menor si se compara con el reto de ordenar la economía del país. Un problema legislado y recontra legislado. Tratado infinidad de veces en la prensa estatal. Discutido también un montón de veces en reuniones y asambleas de rendición de cuentas de los delegados a sus electores. Así se los hago saber y pregunto:
–¿Ya hablaron con su delegado de circunscripción? ¿Qué hace? ¿Dónde está?
–Supongo que cansado, agotado como nosotros, de que nadie nos haga caso.
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