En semanas previas a su viaje pasaban horas conversando sobre lo urgente de dar un nuevo rumbo a sus vidas. Porque no querían dormir más noches bajo el agobio del calor, los mosquitos, los apagones. No querían que su vida de treintaitantos años continuara siendo ese ciclo de trabajar-para-comer-malamente. No querían gastar más horas de su existencia esperando bajo el sol implacable una guagua que no pasa. No querían escuchar más triunfalismos y falsedades en la televisión. No querían que su futuro estuviera en manos de políticos que ellos mismos no habían elegido.
Decepcionados, desesperados por los tantos NO acumulados, una noche intentaron expresar sus frustraciones sonando calderos vacíos. Pero temieron a la energía de la multitud, a las sirenas de la policía, a los palos, a la cárcel. Mis amigos supieron, y aceptaron, que no tienen madera de héroes. Fue cuando tomaron la decisión de hacer el viaje.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Me llegué a darles un abrazo y desearles luz, suerte en la travesía y la vida que se merecen. Pero me dijeron que no era lo que yo estaba pensando. Que no iban a volar en avión, ni a cruzar la selva ni el mar ni el Río Bravo. Que no se alejarían, sino todo lo contrario. Su emigración sería hacia adentro: «Hace rato se nos presentó la oportunidad de ser los administradores de una finca, y aceptamos».
(Foto: Néster Núñez / LJC)
De La Habana al campo. De videos en YouTube, memes de Facebook y fotos de animales en Instagram; a reír jugando con un gatico lindísimo al alcance de la mano. Del cuarto 5×5 en el Vedado, a hectáreas de césped. De la cola interminable para el pollo, a pelar el pollo con tus propias manos. Del sonido del transporte urbano, al croar de las ranas. De pelar y hacer queratina a las mujeres, a curar a ese perro que perdió el pelo por la sarna. De vivir haciendo fotos de quince, a disfrutar viendo los paisajes cubanos. Y hacer tu propio vino con las frutas que tienes a mano, aunque salga amargo o avinagrado.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Al principio pensé que sería un escape temporal, que para unas vacaciones estaba bien, pero no para la vida completa. También pensé en la responsabilidad social de la juventud con el futuro de esta isla, en la evasión colectiva… Cuando los visité, ellos dejaron que hablara de todos esos temas, de los chismes de la ciudad, de los ministros nuevos, de las termoeléctricas… Todo el tiempo que duró mi catarsis, mi amigo permaneció mirando al gatico jugar con su madre.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Ante el silencio y la expresión concentrada de su vista fija, yo también miré a los gatos. Los movimientos rápidos y elegantes. Los pelos con hormigas. El color blanco. No sé si pasaron cinco o diez minutos, o una hora. Cuando el gatico desapareció persiguiendo a una lagartija no dije nada, pero mi ritmo era otro. Otra mi comprensión de las múltiples formas que tiene la felicidad. Cada cual construye su propio camino para alcanzarla.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
En los tres días que estuve allí, aguanté la respiración para sacar unas yucas, porque si no aguantas la respiración el cangre se parte. Y recogí aguacates teniendo cuidado con los nidos de avispas, y anduve pegado a la tierra, carmelita como ella, seguido casi todo el día por un perro que no le pierde ni pie ni pisada a los humanos.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
Algún día voy a salir de este país e ignoro qué voy a encontrar allá afuera. No sé cuánto voy a lograr, cuánto tendré que sufrir, porque no conozco la vida del emigrado. Lo que sí sé es que, si alguna vez me siento perdido, recordaré estos tres días: el campo, el rocío, las hormigas, la tierra roja entre las uñas; porque aquí he sentido, intensamente, que la vida es más que esa serie de pensamientos más o menos fijos que dan vueltas en el cerebro. Que el éxito no son likes en las redes sociales. Que dentro de cada uno hay mucha más felicidad de la que normalmente vemos.
(Foto: Néster Núñez / LJC)
A mis amigos que están intentando construir su muy particular fortuna en medio de la Cuba en crisis que todos conocemos, les doy las gracias por enseñarme, y les deseo la mejor de las suertes.
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