Paso a enumerar a las autoridades partidistas del municipio Diez de Octubre los pormenores de la manifestación pacífica que el pasado lunes 11 de julio, a contrapelo de las campañas de descrédito de los medios de desinformación enemigos, se realizó en el Consejo Popular Tamarindo en apoyo a la construcción socialista y contra el golpe de Estado vandálico.
En el sector de la Policía Nacional Revolucionaria de la calle Enamorados, contiguo a la Esquina de Toyo, donde hace un año nos viraron dos carros patrulleros, emplazamos un camión que, por su tonelaje, necesita para ser volcado no menos de Alí Babá y sus cuarenta ladrones (o lumpen o escoria o apátridas…, según el apelativo ad hoc con que se desee denominarlos). Por la proporción de vigilantes respecto a transeúntes (tres a uno), ello se hacía casi imposible, pero no conviene confiarse.
En el Parque Santos Suárez, sede central de la jornada de evocación, se ofertó al público asistente panes de calabaza, masarreales de levadura torula y panetelas ebrias. En la cola situamos a varios agentes nuestros, quienes marcaron sucesivas veces y compraron tanto pan que tuvimos que abrir otro quiosco para recuperar el dinero invertido.
Espero estén ustedes al tanto del llamado hecho en las redes para salir a las calles con pulóveres comunistas, y del revuelo ocasionado por el que exhibió en Twiter el coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución. Me vi compulsado a autorizar, con ánimo de no contradecir el equilibrio de género propugnado por la política de adelanto de la mujer del Gobierno (o mejor: «propugnado por el Gobierno para el adelanto de la mujer», no quiero se interprete que me refiero a la jefa de eventos del Ministerio de Cultura), que las integrantes del bloque 11 de la Federación de Mujeres Cubanas se aparecieran en la actividad con unos pulóveres que aludían a la secretaria general Teresa Amerelle Boué. Por respeto al respeto que a ustedes les prodigo, no reproduzco aquí lo que de ella se expone en dicha prenda de vestir.
Me tomé la atribución de impedir que un grupo de trabajadores por cuenta propia instalaran un parque de diversiones conformado por aparatos con botes, carabelas y otras naves de disímiles calados que pueden sembrar diabólicas expectativas en niños y jóvenes.
Quizás sea contraproducente que el 11 de julio, Día Mundial de la Población, en un país donde esta decrece de manera acelerada por la instalación de los parques del párrafo anterior, fomentemos el aumento de la población penal, pero nos sentimos obligados a realizar las siguientes detenciones de (como dice Abel Prieto) «gente desmoralizada desde el estado fetal»:
– En la actividad infantil se promovió por los altavoces una canción muy rara que reza: «¡Protesto, protesto y vuelvo a protestar!». Por la segunda parte de esa estrofa presuponemos fue compuesta en días recientes, pues es notorio el llamado a lanzarse otra vez a la calle. Hay varios inculpados, entre ellos una maestra de la primaria de enfrente que compulsó a que sus alumnos bailaran al son de la melodía con los brazos en alto y movimientos pélvicos.
El operador de audio alega que grabó el himno sedicioso desde un disco de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales, y que el tema es supuestamente de un grupo de rock nombrado Los Yoyo. Increíble la desfachatez de esta gentuza, como si uno no atinara a darse cuenta de que la susodicha agrupación alude semánticamente a la verticalidad del ir y venir de la oposición en sus anhelos subversivos.
– Un individuo de mediana edad, parado en la esquina de Zapotes y San Indalecio y con mirada insegura hacia los cuatro puntos cardinales, preguntó a una señora que rellena fosforeras (con amplia hoja de servicios como colaboradora de las fuerzas del orden) si esa era la calle San Julio. Fue conducido de inmediato por dos razones: por confundido y por canonizar subliminalmente, con ese «San Julio», la fecha que conmemoramos.
– Un sujeto que dice ser humorista, conversando con otro de similar talante, insistió en el detalle de que nació un 11 del mes 11 a las 11 y 11 horas. Lo expresó casi con orgullo, pues, según el carnet de identidad que no portaba, este año arriba a su tercera edad. Se puso pesao y tuvimos que propinarle un golpe blando.
– Una señora traía encima de su estómago, adherida con alfileres en la blusa, una enseña nacional, pérfida crítica a la soberanía alimentaria que hoy defendemos con esos panes, esos masarreales, esas panetelas… Ella insiste en que llevaba la bandera a media asta en homenaje al fallecido exprimer ministro japonés.
– A un grupo de alrededor de treinta personas les tomamos sus datos y los enviamos a casa, fianza mediante. En el clímax de la actividad política, cuando el orador de turno recordaba la construcción socialista que se hace en el Solar de las Margaritas para convertirlo, con la «operacionalización» a la que alude el presidente, en una ciudadela digna con hacinamiento decoroso («un Tamarindo al que se le incrementa su dulzor»), dichos ciudadanos comenzaron a darle vivas al 11 de julio.
A juzgar por lo escrito en el periódico Juventud Rebelde por el presidente de la Unión de Periodistas de Cuba («Resulta, al menos chocante o contradictorio, cuando algunos hablan del 11 de julio del pasado año en tono de celebración»), el hecho es condenable. Pero si nos atenemos a las palabras del compañero Díaz-Canel («Si algo vamos a celebrar es esa victoria del pueblo cubano, que es una derrota más del imperialismo»), merecen un diploma de reconocimiento. Ustedes dirán.
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