Por estos días el debate sobre el proyecto de Constitución de la República de Cuba ha copado la atención de la opinión pública en la Isla. Ello no obedece a la casualidad; la sociedad cubana estaba ávida de atisbos que indicaran “algún cambio”, a pesar que la ley de leyes no adquiera una efectiva repercusión hasta la adopción de un adecuado corpus legislativo.
Uno de los temas que más polémicos es el Artículo 68, donde se plantea:
“El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges, los que están obligados al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de sus actividades”. (pp. 12-13)
Comentarios sobre el matrimonio igualitario y su pertinencia o no para Cuba suelen ser escuchados o leídos a través de la TV, la red de redes o determinados corrillos. Detractores, críticos y simpatizantes han centrado su atención desde disímiles perspectivas; a saber:
- Los que se han manifestado a favor de que se respeten los derechos de los homosexuales y se amparen desde el punto de vista jurídico, mediante el matrimonio.
- Los posicionamientos divergentes en torno al tema.
Algunos manifiestan su desacuerdo pues aluden que en Cuba existen otros problemas más concretos y sustanciales; otros consideran que el matrimonio homosexual es antinatural, inmoral y desvirtúa los principios del cristianismo; existen casos que muestran su preocupación o lo consideran un insulto a la educación futura de los niños; y por último, una cuarta posición es reflexiva sobre la poca preparación cultural que tiene el pueblo cubano para aceptar dicha problemática.
Foto: Clandestina
Si tenemos en cuenta el carácter patriarcal de la sociedad cubana, con sus rezagos machistas, no debe llamar nuestra atención semejante revuelo. Los avezados en la temática conocemos, lectores de La Joven Cuba, a qué obedecen los posicionamientos divergentes en torno al tema; no se trata de juzgarlos, sino de ayudar a deconstruirlos… para construirlos desde nuevas perspectivas.
No existen problemas más importantes, que para quienes sufren sus consecuencias; el homosexualismo no se contagia, obedece a una orientación sexual tan natural para el que la asume como para los heterosexuales; si fuera una regularidad que la orientación sexual de las parejas influyera en los infantes, ¿cómo se explican los niños homosexuales resultado de parejas heterosexuales?; y, por último, es cierto que todavía queda mucho por hacer, pero la sociedad cubana hoy tiene más preparación para la inclusión de este tema que hace 60 años atrás.
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A través de la historia, en las sociedades patriarcales la existencia de la homosexualidad ha sido considerada como pecaminosa o criminal; las normas sexuales fueron establecidas para hombres y mujeres a partir de un modelo hegemónico heterosexual, y aquellos que transgredían dichas normativas eran marginados por la familia, instituciones culturales y educativas, los medios de comunicación, la Iglesia, el Estado y la ciencia.
La Revolución Cubana comenzó a dar solución desde bien temprano a los derechos de las mujeres mediante proyectos orientados por la Federación de Mujeres Cubanas (FMC); empero, coincidimos con Mariela Castro-Espín cuando plantea que mientras avanzaban aquellas políticas las posiciones sexistas se resistían. En su opinión, el predominio de una cultura patriarcal y homofóbica, históricamente arraigada, legitimada y reproducida, influyó en la no aplicación de políticas dirigidas al respeto y aumento de la tolerancia por aquellas personas que transgredieran las estrictas normas de género y sexualidad.
Aquel contexto histórico era sumamente complejo y aunque nada justifica la presencia de lugares como la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), donde se enviaron a personas de “dudosa sexualidad”; es justo reconocer que, paulatinamente, se alzaron voces para deconstruir los patrones tradicionales de género y dirigir una educación sexual inclusiva.
Mediante la FMC, las Cátedras de la Mujer en las universidades del país, el Centro de Estudios de la Mujer, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), la Red Iberoamericana de Masculinidades, entre otras. Varias personas han mostrado su interés por este tema, ante la importancia que revierte para Cuba.
Cambiar las mentes de las personas es una tarea harto difícil; a juzgar por el francés Fernand Braudel: “los encuadramientos mentales son prisiones de larga duración”. Claro, esto no debe ser tomado como pretexto para justificar posicionamientos homofóbicos o comentarios fuera de contexto. Se trata de aprender a convivir con el otro y hacer más saludable la vida en sociedad; escuchar es la palabra de orden. A oídos sordos… tolerancia cero.
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