—Buenos días. ¿Es el Ministerio del Interior?
—El mismo. ¿Qué desea?
—Necesito hablar con la Oficina de Intereses.
—Se equivocó de número, sin contar que esa oficina ya no existe. Ya le dije que está al habla con el Minint.
—Me explico: leí la Gaceta Oficial 20 del 24 de febrero, en la que el Consejo de Ministros declara las zonas y vías de interés para la seguridad y el orden interior en La Habana. En ella se explica que los procedimientos y regulaciones para informar o solicitar la aprobación de las actividades en dichas zonas por las personas naturales quedan comprendidos en la Resolución 13 del ministro del Interior, y que solo ustedes pueden autorizar las actividades productivas y de servicios, políticas, culturales, deportivas, recreativas y religiosas que incidan en la vía o áreas públicas afectadas. Como la cosa viene por zonas y vías de “interés”, imaginé que el departamento que atiende eso se nombra Oficina de Intereses.
—Reincide en el error, ciudadano, mas estoy de buenas… A ver, ¿qué se trae?
—El asunto es que el miércoles de la semana próxima es el cumpleaños de mi abuelito. Son 80, figúrese, y queremos celebrárselo por todo lo alto.
—¿Y qué incidencia en la vía pública tiene el cumpleaños en día tan atravesado de su atravesado pariente?
—Na, que el viejo fue bongosero del Liceo de Carraguao y sus socios de toda la vida quieren sorprenderlo con una descarguita, vaya, y no hay otro lugar que el portal de la casa para reunirlos y hacerle un bembé.
—Se entiende. ¿De qué calle hablamos?
—La casa y su respectivo portal están en la esquina de Tulipán y Ayestarán.
—Dos vías declaradas de interés para la seguridad y el orden interior.
—Razón doble para solicitar el permiso…
—Ahí está el detalle: necesita cuatro, uno de fiesta y otro de religión para una calle, igual para la otra.
—¡No hay que exagerar!
—¿Cómo dijo?
—Que hay que cooperar…
—Lo mejor que puede hacer. Le repito: dos permisos para la calle Tulipán y otros dos para Ayestarán. Tulipán la controla Plaza y Ayestarán el Cerro, ¿entendido? Tendrá que recoger las autorizaciones en dos oficinas diferentes. Levántese más temprano, no se reprima.
—Está bien… ¿Y qué datos necesitan para el permiso?
—¿Su abuelo está integrado?
—Claro. Pertenece a la Asociación de Combatientes y a los CDR. Y tiene sembradas calabazas en el patio.
—¿Cuánta gente asistirá al convite?
—¿A qué?
—Al fetecún.
—Bueno… mi mamá, mi hermano, yo, mi abuelo y otros tres tembas que están vivos.
—¿Tienen pagada la cotización del año?
—Creo que sí.
—Creo no. Por creer o no creer estamos como estamos.
—Ponga que sí entonces, la pagaré hoy mismo.
—¿Sabe que no puede ofertar en esa actividad recreativo-religiosa nada de dudosa procedencia?
—Ta bien, no se come ni se toma, le cantaremos y ya… Pero por favor, denme esos cuatro permisos, 80 años no se cumplen todos los días.
—Se los gestionaré, no se preocupe. Dígame nombre y apellidos completos de su abuelo.
—Isidro…
—¡¿Isidro?!
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