Recientemente se presentó por televisión una caracterización de los problemas surgidos en el ámbito del comercio electrónico en Cuba (actualmente con las plataformas “tuenvio” y “enzona”). Los que pudimos ver la información nos llevamos la impresión de que esa iniciativa no funciona como debía esperarse.
Según publicó Granma en el 2018, la tienda electrónica de 5ta y 42, pionera en esta modalidad, comenzaría a funcionar ese verano (antes de presentarse la emergencia de la pandemia) y tendría limitaciones importantes: no se harían entregas a domicilio, ni siquiera en los alrededores de la tienda, y además la oferta estaría limitada a alimentos, bebidas y licores. Aun cuando soy fanático del progreso no le presté mucha atención al ofrecimiento, ya que de todas formas no me libraba de la molestia de visitar la tienda.
Después vi en las noticias que por la pandemia estaban tratando de impulsar esta iniciativa, y vi el reportaje de los problemas que habían surgido.
Hay que tener en cuenta que el sistema de tiendas “shopping”, del cual es heredero nuestro comercio electrónico, siempre presentó deficiencias que se fueron ampliando desde que fueran inauguradas a principios de la década de los años 90. Problemas que conducen permanentemente a la insatisfacción de la demanda y de la atención al cliente:
- Escaso surtido de los renglones en venta.
- Inestabilidad en los productos ofertados. Por lo regular ningún renglón perdura más de algunos meses en el mercado, su oferta se descontinúa y eventualmente es sustituido por otros productos similares.
- Falta de garantía post venta para los bienes duraderos, especialmente en cuanto a piezas de repuesto.
- Poca variedad de tallas en lo que a ropa y calzado se refiere.
- Muy escasa oferta de producción nacional.
- Elemental o deficiente envasado de las compras hechas por los clientes.
- Ausencia de un sistema de entregas a domicilio para el caso de que el cliente así lo requiera.
- Poca formación profesional en el personal que atiende al público e incluso tratamientos incorrectos, lo que ha hecho necesario emitir una legislación específica sobre los derechos de los clientes la cual se cumple pobremente.
- Formación de precios arbitrariamente elevada en comparación con los costos de los productos ofertados.
- Pobre extensión de la actividad hacia las capitales de provincias y/o sus principales ciudades.
- Corrupción manifiesta de algunos empleados y administradores que ante la escasez orientan la venta de productos hacia compradores preferidos esperando por tanto un beneficio personal por parte de esos clientes.
Estas deficiencias provienen básicamente del propósito inicial de esas tiendas. No fueron creadas para satisfacer las necesidades del consumidor sino para recaudar divisas, especialmente de aquellos sectores de la población que disponían de ella para después redistribuir por el Estado las divisas obtenidas hacia los sectores de población menos favorecidos.
Al ser mercados destinados principalmente a vender productos importados, a medida que ha pasado el tiempo y se ha deteriorado el valor real de los certificados de divisa en manos de la población (CUC) cada vez menos se justificaba el uso de divisas en importaciones para captar los CUC circulantes, trayendo por consecuencia que hayan venido disminuyendo las asignaciones de divisa para la reposición o ampliación de los inventarios de estas tiendas.
A todos estos problemas y deficiencias se suman ahora el recrudecimiento del bloqueo, la falta de divisas y el estancamiento de la economía tanto por la situación antes de la pandemia como por los efectos en la economía de la paralización por el combate al Coronavirus.
Este escenario ha generado una dramática crisis de la oferta que ha convertido a dichas tiendas, independientemente de su tamaño, en un escenario de colas extensas en espacio y tiempo, precisamente en momentos en que se requeriría que como defensa contra la pandemia no se produjeran estas colas.
El comercio electrónico es una alternativa viable para Cuba.
Se debe señalar que en otros países el comercio electrónico es una actividad muy exitosa, al extremo de que su surgimiento dio como resultado la aparición de la fortuna más grande del planeta en su momento en la década del 90. A su vez el comercio electrónico tiene un importante antecedente en la venta por catálogos la cual tuvo su auge desde finales del siglo XIX en otros países.
En nuestro país no existe el antecedente de la venta por catálogos, pero si el antecedente antes de 1960 de las órdenes por teléfono a tiendas de los más diferentes tamaños. Esto conducía a que usando el teléfono un consumidor podía comprar prácticamente todo lo que necesitara sin tener que concurrir a los mercados o tiendas. No había Internet ni teléfonos celulares, pero por el periódico se anunciaban las ofertas de productos rebajados de precio y con eso bastaba. Además no había ninguna tienda importante o mediana que no tuviera servicio de entrega a domicilio sin costo adicional.
No es mi propósito analizar las causas por las cuales se perdió el objetivo de satisfacer al cliente y que surgieran todas las deficiencias que antes señalé. Considero que ya a más de 60 años nuestro sistema de ventas minoristas por el Estado es incapaz – por su filosofía de funcionamiento, su estructura, sus medios y sus antecedentes – de brindar en general una oferta y un servicio que satisfaga a la población; estos objetivos se perdieron ya hace mucho tiempo.
Además estos problema ahora no son responsabilidad ni de los trabajadores de las tiendas, sus dirigentes, las cadenas de tiendas, el Mincin o el Gobierno. Todos ellos y el país hemos heredado este desastre; al igual que heredamos el buen sistema de salud pública que ahora nos defiende de la pandemia. Pero antes de entrar a considerar el uso del comercio electrónico se requiere cambiar aspectos fundamentales del sistema de distribución a la población.
Necesitamos alternativas que mejoren la oferta de productos.
Si de acuerdo a nuestros principios económicos vamos a utilizar el mercado en función de la planificación, es una tarea importante promover la oferta y la demanda de manera tal que permita el crecimiento de la economía. Pero siendo así, el Estado no puede en estos momentos asumir un incremento significativo de la oferta.
Para empezar consideraría la posibilidad de concertar con empresarios extranjeros o cubanos con experiencia en las ventas al por menor y que no estuvieran afectados por las medidas del bloqueo yanqui, para que instalaran en Cuba tiendas destinadas a la venta en moneda libremente convertible con amplio surtido en renglones de todos los tipos y dándole la capacidad de importar los renglones que necesiten directamente del exterior financiando ellos mismos esas importaciones no el Estado.
De adoptarse una medida como ésta el Estado en primer lugar se libraría de garantizar la oferta a los consumidores que dispongan de moneda libremente convertible y se podría concentrar en garantizarle el consumo a los sectores menos favorecidos, no a toda la población. Además obtendría ingresos en divisas por concepto de impuestos a las nuevas tiendas y de aranceles por la importación de productos, aranceles estos que deberán estar orientados en lo fundamental a proteger a la industria nacional con vistas a que pueda competir con los productos importados en el suministro en moneda libremente convertible tanto a las nuevas tiendas como a cualquier otro destino. El Estado también tendría ingresos adicionales por el alquiler de locales o terrenos al inversionista.
Por último, una iniciativa como ésta influiría en el volumen de empleo al personal cubano, al cual se le debe permitir contratarse libremente para el trabajo en estas tiendas y no a través de agencias empleadoras estatales. Al elevar el nivel de ingresos del personal cubano que labore en esas tiendas así como en otros sectores, se contribuye al aumento en la demanda de servicios para satisfacer la cual pueden jugar un papel fundamental las ofertas de servicios del sector estatal, principalmente en lo referido al turismo, sector éste que necesitará más que ningún otro de iniciativas que le ayuden a superar la vaticinada crisis en dicha actividad como resultado de la pandemia.
Para finalizar, si se compara esta propuesta con la venta de artículos de alta gama que se inició en las tiendas estatales en moneda libremente convertible, los ingresos del Estado por concepto de impuestos y aranceles en moneda libremente convertible, podrían ser superiores al participar el Estado en un volumen de operaciones de mayor envergadura y sin necesidad de aportar ni un centavo en divisas para su captación.
Una iniciativa como esta no es imposible y ayudaría a destrabar un importante elemento de la avizorada recuperación.
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