La mayor parte de los cubanos de la Isla y de la emigración han vivido intensamente los avatares de las difíciles elecciones 2020 en los Estados Unidos, aunque algunos se empeñen en sostener que se trata de un proceso político extranjero que no tiene por qué importarnos, y que cualquier resultado debería darnos lo mismo. Como en tantas otras cosas, los extremistas de ambas orillas coinciden en esto: los de allá, dicen que los de acá deberíamos pensar en trabajar y no en vivir de sus remesas. Los de acá, sostienen que cualquier gobierno estadounidense que no empiece por quitar el bloqueo será más de lo mismo. La ceguera de ambas facciones merece lástima y escarnio.
Los fenómenos sociológicos que han brotado en medio del proceso electoral son dignos de análisis por los especialistas. En las estadísticas publicadas, aunque incompletas aún, el electorado cubano aparece como el único grupo latino que dio su preferencia a la reelección del presidente Trump en Florida (FLA). Aunque apuntaló la victoria republicana en ese Estado, el voto cubano no fue suficiente para conservar su tradicional baluarte de Miami-Dade, ganado por la demócrata, Daniella Levine, de origen colombiano.
Lo que más me llama la atención de las jornadas electorales en FLA es el radicalismo conservador que se extendió por importantes sectores de la comunidad cubana; no por haber votado por Trump, sino por el tratamiento público y notorio dado a la relación con la Isla. Aunque no puedo afirmar que sea mayoría, la apuesta de numerosos votantes por destruir el socialismo en Cuba a cómo de lugar -por sanciones o por la fuerza bruta-, eliminar los viajes y las remesas y romper las relaciones diplomáticas, se tornó delirante. Espero con ansia que haya sido solo una intoxicación colectiva transitoria, fruto del carácter apasionado y superlativo que nos caracteriza.
La historia de los procesos de acercamiento entre la emigración y los residentes en la Isla, por encima de las diferencias sustanciales entre los regímenes de ambos países, es de larga data -mediados de los 70-. Además, acababa de atravesar por unos años de distensión y consolidación (2014-2016) que incluyó el incremento sustancial de las visitas en ambas direcciones, el fomento de los intercambios culturales, académicos y científicos, y la inversión de una cantidad relativamente elevada de capitales -en forma de remesas no declaradas como capital de trabajo, debido a las leyes de ambos países- que vinieron a impulsar numerosos negocios privados (TCP) y cooperativos en Cuba, en burla solapada al bloqueo del gobierno estadounidense.
La tesis repetida en Cuba de que las recientes oleadas migratorias a los EEUU revisten un carácter económico y no político, entra en crisis con la actitud de numerosos jóvenes emigrados que apoyaron abiertamente la suspensión total de relaciones auspiciada por Trump y sus consejeros de la extrema derecha miamense. Aunque los estudios de opinión coinciden en que muchos votantes republicanos no desean la eliminación de las remesas y las visitas, reitero que la tendencia al aumento del sentimiento aislacionista entre ambas orillas se torna preocupante.
Al interior de la Isla, la expectativa creada porque se lograra desbancar a Donald Trump y triunfara Joe Biden, el ex vice de Obama, comprometido con el acercamiento logrado entre ambos países, rebasó con creces el natural pragmatismo de esa aspiración y caló en el sentimiento y la expectativa de millones de cubanos. Ancianos y adolescentes, jubilados y empleados, trabajadores manuales e intelectuales, vivieron días de inquietud y prestaron una atención que está ausente ante los rutinarios y sosos procesos eleccionarios del patio.
Falta por ver ahora si los decisores y encargados de renegociar los nexos bilaterales en esta segunda oportunidad, muestran el mismo coraje, decisión y capacidad diplomática de los primeros. Gran parte del camino está desbrozado e identificados numerosos puntos de contacto y colaboración, incluso con importantes acuerdos firmados o en diferentes fases de negociación. Hago votos porque así sea. Tanto por el bien inmediato de ambos pueblos, como porque contribuyera a que las necesarias reformas al modelo cubano puedan efectuarse en un ambiente de distensión, respeto mutuo y creciente actividad comercial.
Espero que el triunfo demócrata contribuya a acercarnos a una etapa de nueva normalidad en las relaciones bilaterales, a partir de los intereses compartidos y el respeto a las diferencias. Para ello tendrían que superarse los escollos que significan el recrudecimiento de los sentimientos extremistas en algunos emigrados y la sempiterna ojeriza y desconfianza de poderosos sectores de la alta burocracia cubana, y sus voceros, a cualquier distensión mutua.
Ojalá las trabas y zancadillas de los defensores del status quo actual puedan menos que la voluntad de entendimiento y normalización de relaciones que debería primar entre países vecinos, ligados por una larga interrelación de todo tipo -económica, política, demográfica, social y cultural-, tan antigua como la corta historia de ambas naciones.
13 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario