—«En este establecimiento, donde estuvo la tienda La Media Naranja, nuestro héroe compró un par de medias el 11 de noviembre de 1954, diez horas antes de emprender la gran acción de su vida».
—Muy buena redacción, pero ¿qué trascendencia tiene comprar un par de medias? Quién sabe cuántos debe haberse gastado.
—¿Qué pasa, cuadro? Parece mentira que un factor fogueado en la Batalla de Ideas cuestione la pertinencia de colocar una placa en homenaje al prócer local. Si los calcetines no eran renovados o ratificados, las ampollas mellaban su talón de Aquiles. ¿Hubiera podido partir a la batalla crucial? ¡Tener que oír que el hecho no tuvo trascendencia! Recuerda que mañana es el chequeo de la tarea 70 Aniversario y hay que tener al menos diez acciones en homenaje al patriota.
—¿Pero por qué cinco tienen que ser placas conmemorativas?
—¡Porque una placa trasciende a las generaciones futuras! Citas para un acto, los participantes asisten voluntariamente, recogen su bono y su jabita y olvidan que pusieron un pie en la actividad. ¡Una placa está ahí, firme, inconmovible! ¡La leerán tus hijos, tus nietos, tus biznietos!
—Mientras se usen medias. Mañana seremos prósperos y sostenibles, con ciencia e innovación se inventará otra cosa. No se entenderá el texto.
—Cada día estás más contestatario, estás a un paso de sumarte a los confundidos. Mejor abre las entendederas, que voy a dictarte la segunda: «En esta casa, donde se hallaba el Registro Civil, nuestro héroe solicitó y recogió una inscripción de nacimiento el 11 de noviembre de 1954, ocho horas antes de emprender la gran acción de su vida».
—¡¿Qué importancia tiene esa trivialidad?! En mis cuarenta años he solicitado, para cualquier mierda, como treinta copias de mi inscripción de nacimiento. Si doy la vida por la Revolución, no alcanzará el bronce para rendirme homenaje.
—Ignoraré, para no meterte en candela, tu análisis simplista, malintencionado y venenoso. Si lees Historia de Cuba, te enterarás de que meses después el Registro Civil ardió producto de un sabotaje, y que gracias al documento encontrado en el bolsillo izquierdo de la guayabera tras ser abatido por las balas logró esclarecerse su fecha de nacimiento. Sus padres, por rencillas matrimoniales, no se pusieron de acuerdo respecto al día en que lo trajeron al mundo. De no ser por la previsión del mártir, el vacío historiográfico sería mayor que el que arrastran los productos normados de la libreta.
—Me rindo. Díctame la tercera.
—«En esta estación de trenes nuestro héroe reservó pasaje a La Habana el 11 de noviembre de 1954, cinco horas antes de emprender la gran acción de su vida».
—Dime que no es serio. ¡Así será la cantidad de boletos! ¡Vivía en la capital, ahora pudiera ser nuestro diputado!
—¡Pero no reservó regreso! ¿Olfateas el simbolismo?
—Dime la cuarta. Estoy loco por soltarle el muerto a la fundición.
—¿Qué quieres decir con «soltar el muerto»? Hablamos de un mártir.
—¡¿Ves?!, no puedo emplear metáforas. Enseguida me disparas con fuego cruzado.
—Cállate. Así murió nuestro héroe aquella infausta tarde. Ahí te va la cuarta: «En esta esquina nuestro héroe compró el Diario de la Marina el 11 de noviembre de 1954, dos horas antes de emprender la gran acción de su vida».
—Suprimiría Diario de la Marina y dejaría «periódico». No está bien que un revolucionario lea tal libelo.
—Primera cosa sensata que dices.
—Aunque, pensándolo bien, colocar una placa para recordar tal nimiedad hace extraordinario el suceso y mejor díctame la quinta.
—Repensemos las cuatro placas anteriores.
—¡Pero si falta la más importante, la que señala el lugar de su inscripción en el martirologio de la patria, la acera que salpicó con sangre, el cantero donde reverberó su grito de rebeldía!
—Hermoso. Pero con la suspicacia del periodicucho ese despertaste al militante comunista que llevo dentro. ¿No ensalzamos el pasado capitalista con tanta placa regada por la ciudad?
—Ah, no sé.
—Más de uno pensará cómo se puede, en diez horas, hacer cola para un par de medias, solicitar y recoger una inscripción de nacimiento, reservar un pasaje, comprar el periódico y gritar consignas subversivas frente al Gobierno. ¿Tú podrías?
—Obviando la última de las acciones, las demás llevarían un mínimo de tres meses… y menos mal que en aquella época la gente no se reunía tanto.
—¿Estoy o no estoy claro? Nuestro héroe se sentiría más orgulloso si incrustamos una sola en el lugar donde cayó, con texto contundente que las resuma. Algo así:
«En este parque, frente al antiguo Ayuntamiento, nuestro héroe reservó pasaje a la eternidad e inscribió su nombre en el martirologio de la patria tras hacer la media a Marina».
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