Me gustaba El Rostro de los Días, la telenovela que transmite Cubavisión. Se ubicaba en la dimensión del melodrama que es, quizás, el más contundente y universal aporte formal cubano a la historia de la radio y la televisión. Los primeros capítulos mostraron la maternidad, un tema contemporáneo, desarrollado en varias sub-tramas entrelazadas sin pretensiones didácticas, con énfasis en lo emocional, aderezadas con una música hermosa y con un correcto planteamiento de los conflictos. Supe que debería garantizar una alta audiencia.
Mi primer contacto con una crítica a El Rostro de los Días lo tuve de paso por Cubadebate. Paquita de Armas publica, el 25 de agosto, diversas opiniones sobre la escena en la cual el personaje de El Machi viola al personaje de Lía. Entre las más contundentes, el criterio de la Dr Denia García Ronda: ¨Toda obra de ficción, incluso la más fantástica, debe tener una lógica interna y una determinada relación con la zona de la realidad que le sirve de fuente¨.
Ese es un principio, tanto de la dramaturgia como de la teoría literaria, tan añejo como la creación misma. La especialista señala una serie de desajustes en la escena de la violación, respecto a la línea de tiempo y las reacciones del personaje de Lía. Aunque lleva razón, todavía yo estaba conforme con la telenovela.
Nunca hubo un melodrama demasiado apegado a la consecución lógica de la cadena de acciones. Siempre la elipsis ha sido la tabla de socorro de los directores en aras de ganar en ritmo. Un desliz en la dirección de actores no debería invalidar un producto de varias decenas de capítulos como no invalidó La Esclava Isaura, que paralizó a Cuba, el suicidio de Leoncio con un tiro en el pie. Tampoco en el melodrama aparecen diálogos profundos ni filosóficos.
La apropiación de la realidad trasladada a la ficción se puede flexibilizar hasta lo inverosímil en aras del espectáculo. La credibilidad de los personajes depende del texto, más no del subtexto, y de la coherencia entre este y su caracterización más explícita.
Lo que no entendí –no entiendo- cómo en una novela, cuyo referido es la sociedad cubana actual, nos presenta la violación de una menor quien luego no reacciona de modo cercano a la norma psicológica descrita por la literatura científica aun cuando, naturalmente, el guionista pueda –y deba- tomarse sus licencias. Pero…
¡Qué ningún trabajador de la salud alrededor de Lía asociara con el abuso un embarazo sicológicamente traumático! ¡Qué Lía conversara a solas con el marido de Aurora, sin ningún tipo de aprehensión, después que la violara un hombre adulto! ¡Que Lía se separara de su novio, a quien ama, y hagan un flash-back y, al volver al tiempo-presente, tenga una tremenda cara de felicidad como si nada hubiera pasado!
¡Qué los principales profesionales de un Hogar Materno sospechen el abuso a una menor únicamente a partir del testimonio del novio de Lía, y nadie haga el intento de notificar a las autoridades o que la psicóloga se conforme con la sospecha de que ¨ahí hay algo más, parece un embarazo no deseado¨ lo cual pone en fea evidencia los protocolos de prevención y enfrentamiento a los abusos infantiles en Cuba!
Y cuando finalmente Lía habla, lo hace impelida por una amiga, también adolescente, que tuvo mayor poder de discernimiento y ¨convencimiento¨ que todos los profesionales en ese muy confortable hogar materno.
¿Compraría y transmitiría el ICRT la historia de un melodrama en el cual miembros del Black Lives Matter organizaran desde Caibarién una invasión mercenaria a Estados Unidos, fueran derrotados, enjuiciados y enviados de vuelta a Cuba a cambio de un barco cargado de habanos Cohíba? Por supuesto que no. Sería un soberbio desatino fuera de toda lógica dramatúrgica y de toda base verosímil. ¿Y por qué les parece tan inocuo que se degrade hasta el absurdo la base verosímil de El Rostro… en un sub-tema tan sensible como el abuso infantil?
Me dicen que Don Rafael del Junco se pasó días sin hablar, y que a nadie le molestó. Y es verdad. Salvo el detalle de que El Derecho de nacer se produjo cuando Cuba tenía casi un 30% de índice de analfabetismo. Desde el punto de vista sociológico, el margen de manipulación hacia lo inverosímil era mucho mayor que el actual, con todo y que llevamos cuarenta años viendo telenovelas brasileñas, unas buenas, otras peores.
Me dicen que la telenovela es para entretener, que no tiene que parecerse a la realidad. Es verdad, pero: ¿resulta ético y responsable usar como sub-tema el abuso infantil en Cuba, en aras de entretener? Cuando realicé mi crítica al personaje del profesor de Historia casi perfecto de Entrega, la anterior telenovela, algunos trataron de demostrar que, efectivamente, existen en Cuba muchos profesores de Historia como aquel. ¿Y entonces? ¿Aquella sí tenía que parecerse a la realidad y esta no?
De cualquier modo, Entrega, jamás mostró los disparates dramatúrgicos de la actual, tuvo también una gran aceptación, también entretuvo y causó polémica. Se demuestra que no debería justificarse con la búsqueda de altos niveles de audiencia, la superficialidad y la falta de pericia para contar una historia ni en el melodrama ni en ningún producto audiovisual. ¿O va el ICRT a aplicar la misma política de los productores de películas clase D de Hollywood?
Aquí estamos ante dos alternativas: o mala concepción y pésima realización de un producto audiovisual en la tierra de Manuel Angel Daranas, Nicolás Dor, Dora Alonso, Eugenio Hernández Espinosa, Antonio Lloga, Joaquín Cuartas, Maité Vera, Arturo Arango, entre otros muchos
¡En la tierra donde García Márquez fundó una escuela internacional de cine y televisión! Eso o que realmente no funcionan los mecanismos de protección a los menores ante abusos sexuales, y los realizadores aplicaron el criterio de: “mejor ni tocar eso”.
Por suerte, como ha pasado con ciertas canciones que se repiten como himnos en un período y luego nadie las recuerda, de El Rostro de los Días sólo quedará su excelente producción musical, unos cuantos chistes y memes y los miles de pesos del pueblo cubano que convirtieron en ramplonería lo que pudo ser un melodrama, sí, pero bien hecho.
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