Por Osmany Sánchez
Era uno de las personas más conocidas de mi pueblo, siempre riendo y bailando detrás de su mesa de vendedor de carne de puerco. Un día se le cumplió el sueño de la reunificación familiar y salió rumbo norte para encontrarse con su hijo. Antes de irse le hicieron una fiesta y lo despidieron como a alguien del que se separan físicamente pero que saben que la distancia no va a vencer la amistad.
Alrededor de dos años después el amigo vino de visita al pueblo y para sorpresa de todos parecía que lo habían cambiado por otra persona. No saludó a los amigos porque decía que tenían las manos sucias, llegó al kiosco de la TRD, pidió una cerveza Cristal y después de probarla, escupió en el piso y dijo que tenía gusto a orine: “allá sí hay cerveza buena”.
A partir de ahí fue como ver una de esas comedias de absurdos donde el personaje aparenta constantemente lo que no es. Unos meses después el hijo pidió disculpa por lo que hizo su padre y le dijo a todo el mundo que el flamante millonario, vivía en su casa, era pintor de brocha gorda y pidió dinero prestado para venir de visita a Cuba.
Ojalá pudiera decir que ese es un caso aislado pero no creo que sea así. Hace unos días una amiga me muestra muy contenta un pañuelo que le regaló una prima que vino hace poco “del yuma”. Se trataba de un enorme pañuelo con la bandera americana y que según me dijo se podía usar para ponérselo en la cabeza o para ir a la playa.
Nunca entenderé por qué un cubano que vive en el exterior envía ropas con la bandera de los Estados Unidos a otros cubanos en la isla. Quizás lo entendería si se tratara de alguien que nació allá y que aunque sus padres sean cubanos y le hablen de Cuba, ellos vean a Estados Unidos como su verdadero país, pero en el caso del que hablaba, la muchacha lleva menos de 4 años viviendo fuera de la isla. ¿Por qué lo hacen?
Tampoco puedo entender cómo es posible que un cubano ande por las calles con un pulóver con las siglas del FBI, de la CIA o del US ARMY. La respuesta más común, como la de mi amiga, es porque “fue un regalo” pero dudo que si el pañuelo o el pulóver dijeran “Soy estúpido” ellos lo llevaran puesto.
No me refiero aquí a los que desde su posición de “disidentes” han llegado al extremo de decir que fue honor hablar con el entonces presidente Bush (en momentos en que el mundo entero lo repudiaba y tenía menos de un 20 % de popularidad en Estados Unidos) o de otros que incluso han participado en simulacros de votación en las elecciones de los Estados Unidos. De estos no hablo porque aunque llevan sus cuerpos arrastras por toda Cuba, sus mentes y sus amos están en otro lugar.
No tengo nada contra el pueblo norteamericano, tenemos muchos ejemplos de que no son ellos nuestros enemigos. Recordemos su apoyo al regreso de Elián o las caravanas de los Pastores por la Paz. Pero bajo esas siglas y bajo esa bandera se han cometido muchos crímenes contra el pueblo cubano y eso estará presente mientras ese país no cese su agresión contra Cuba.
En realidad esos cubanos no son ni de aquí ni de allá. Unos por querer estar a la moda, otros por aparentar prosperidad y alimentar su ego pero al final, nunca serán felices si sólo piensan en las cosas que no tienen.
Dijo Martí en su artículo “Nuestra América”: “…¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan. ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades!”
Tenemos muchas razones para llevar con orgullo nuestra bandera por todo el mundo. La importancia de nuestros símbolos patrios y de nuestra historia va más allá de nuestra ideología.
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