La Generación revolucionaria del cincuentenario de la República construyó, en la segunda mitad del siglo XX, nuevas relaciones familiares y sociales. La convivencia clandestina rompió en la vida cotidiana con la hegemonía y la subordinación patriarcales en las relaciones familiares, sociales y de género; así como con la discriminación de la juventud y racial. Esa transgresión promovió valores de identidad, precedentes a la incorporación de las masas femeninas en la puesta en práctica de las transformaciones y cambios que concurrieron durante el Gobierno Revolucionario.
Al asumir el poder el nuevo Gobierno e iniciarse el proyecto de igualdad y justicia social del programa de la Revolución y sus documentos programáticos, el imaginario femenino insurreccional consideró que sus expectativas laborales, educacionales, de salud, etc., estaban contenidos en dicho programa como parte de la totalidad.
En el complejo devenir del proceso se manifestaron dificultades en las conexiones -enlaces, vínculos- como resultado de las fronteras ideológicas. Se potenció la continuidad de diferentes corrientes: nacionalista patriótica martiana, ya fuera o no de izquierda; norteamericana feminista, y la dogmática, propia del socialismo soviético, que se fueron evidenciando en la dinámica y mentalidad de los sujetos.
El presente artículo se propone visibilizar las principales organizaciones femeninas que existieron en el proceso de lucha contra la dictadura batistiana y explicar su devenir a partir del triunfo de la Revolución, hasta que fue creada la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en agosto de 1960.
I
El movimiento femenino que se había estructurado en la etapa insurreccional asumió diversos derroteros a partir de 1959. El Frente Cívico de Mujeres Martianas (FCMM), creado en 1952 contra la dictadura de Fulgencio Batista, acordó disolverse el 28 de enero de 1959. Sus líderes -Aida Pelayo y Carmen (Neneina) Castro, de pensamiento martiano y de la izquierda liderada por Julio Antonio Mella y Antonio Guiteras- así como numerosas mujeres de esta organización, se incorporaron con Pastorita Núñez al Instituto de la Vivienda (INAV), de nueva creación.
Martha Fryde se había separado del FCMM en 1956 con la idea de incorporar a la lucha a mujeres insurrecionalistas y oposicionistas. Junto con Natalia Bolívar, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR 13-M); Zoila Lapique y Aurelia (Yeya) Restano -cuya familia militaba en el Partido Socialista Popular (PSP), pero quien incorporó por su cuenta al Movimiento Revolucionario 26 de julio (MR 26-7)-, habían fundado Mujeres Oposicionistas Unidas (MOU). Después del triunfo, ellas se fueron incorporando a diversas instituciones y ministerios.
Gloria Cuadras, dirigente provincial del MR 26-7, de pensamiento nacionalista martiano en pro de la libertad y la justicia social, vinculada a la doctrina chibasista y a la izquierda guiterista -que se destacó por combatir con el Directorio Estudiantil Universitario del 30 y, posteriormente, junto a Guiteras, y por sus simpatías con el sandinismo- fundó, junto con Marina Malleuve y otras combatientes, el Frente Cívico de Mujeres Cubanas (FCMC). Desde el triunfo del 59, las combatientes de su organización ocuparon diferentes cargos en las Instituciones del Gobierno Revolucionario, el Ejército y la Marina.
El Lyceum and Lawn Tennis Club se incorporó a la insurrección en 1958, con el Movimiento de Resistencia Cívica del MR 26-7. Una de sus líderes fue Elena Mederos, vinculada al movimiento feminista norteamericano y que sería nombrada por el Gobierno Revolucionario como ministra de Bienestar Social. Más adelante fue sustituida en su cargo por Raquel Pérez, de pensamiento nacionalista revolucionario y miembro del MR 26-7.
En la concurrencia de la toma del poder, fui una de los pocos dirigentes provinciales que se hallaba en La Habana. Fidel Castro había citado en diciembre del 58 a los dirigentes nacionales y los coordinadores provinciales del MR 26-7 y de Resistencia Cívica, para una reunión en Altos de Escandel, en la Sierra Maestra. Allí se encontraban Luis Busch, jefe de las Secciones del exilio, junto con Manuel Urrutia, propuesto como presidente en la reunión del Pacto de Caracas, a la que asistieron numerosas representaciones -las organizaciones insurreccionales, instituciones religiosas y el movimiento oposicionista de los Partidos; con excepción del PSP que condicionaba su ingreso a que se incluyera en el documento no solo el tema de la insurrección, sino también la cuestión electoral, que fue su objetivo de lucha oposicionista electoral (1953 -1959)[1].
En la asamblea de Altos de Escandel, celebrada a fines de diciembre, participaron el Ejército Revolucionario del MR 26-7, conocido como Ejército Rebelde, los dirigentes del MR 26-7 nacionales, provinciales, de Resistencia Cívica, el jefe de las Secciones del exilio y Manuel Urrutia, quien fue aclamado como presidente del Gobierno Revolucionario en armas.
II
El 1ro de enero de 1959, después de dirigirme al apartamento de Mario Vinat, en el céntrico edificio FOCSA -punto de contacto de los dirigentes del Movimiento ante cualquier situación-, como no existían orientaciones de Fidel ni de la dirección nacional, durante ese día y la madrugada del siguiente establecí los vínculos entre la dirección obrera del MR 26-7, que había tomado el poder en la CTC Revolucionaria, y Vicente Báez, de la dirección provincial de propaganda, que, junto con la célula de Radio Centro, controlaba la TV y la radio.
La madrugada del día 2 permanecí todo el tiempo en tensión, a merced de los franco-tiradores y las emboscadas del MR 26-7 y el DR 13-M a lo largo del puerto de La Habana. Me encargué de manejar el automóvil, mientras en el asiento trasero iba el Guajiro, de Sagua la Grande, que llevaba una ametralladora y, muchas veces nervioso, la apuntaba a mi cabeza cuando la trinchera estaba a la izquierda, al mismo tiempo que lanzaba la consigna 13-26, en el recorrido desde la CTC hasta Radio Centro.
Por la mañana me dirigí, con el ejecutivo de las Células Revolucionarias de Base (CRB) y combatientes de uno de los grupos de las Milicias del MR 26-7, a tomar el edificio de la CENCAM, propiedad de Papo Batista, hijo del dictador, para establecer en dicho lugar la dirección política del 26. Pusimos el letrero «Casa del 26 de Julio» y nombré a las combatientes Lourdes Cejas y Emma Tejeiro para crear la estructura de la Sección Femenina en las direcciones municipales, dirigidas por ellas desde la capital.
El 8 de enero, en la Caravana de la Libertad, junto a Fidel Castro, entró a La Habana Marcelo Fernández, el organizador nacional del Movimiento. Se presentó en la Casa del 26 y le informé de todo lo ocurrido en esa primera semana del triunfo. Propuso que me hiciera cargo del Frente de la Sección Femenina, en cuyo ejecutivo integré a las compañeras que operaban conmigo en las CRB.
En los tres primeros meses del 59 se produjo una situación compleja en el seno del aparato político veintiseísta. Ante la incertidumbre del camino que tomaría la Revolución, algunos dirigentes y coordinadores provinciales y otros de La Habana solicitaron una reunión con Fidel. Varios de ellos se habían separado de los Socialistas Populares y se incorporaron a la etapa insurreccional, por lo que no estaban de acuerdo con introducir en el poder revolucionario el modelo del socialismo soviético, objetivo fundamental de dicho Partido.
En marzo del 59, Ernesto Che Guevara me orientó crear las Brigadas Femeninas Revolucionarias del 26 de Julio (BFR). El trabajo consistió en apoyar todo tipo de actividad y movilización de masas en apoyo al Gobierno Revolucionario, con la puesta en práctica de las leyes del programa de la Revolución: reforma agraria, industrialización, vivienda, campaña de alfabetización y otras.
Por mi iniciativa se trabajó en la regeneración de los presos comunes, de las prostitutas y del barrio marginal de Las Yaguas, en el que hicimos un censo de viviendas y familias y entregamos, el 6 de enero del 59, juguetes recogidos por las CRB para los niños. Estas y otras acciones fueron coordinadas posteriormente con Elena Mederos, ministra de Bienestar Social. Al mismo tiempo, las BFR nos reunimos con Enrique Oltuski, ministro de Comunicaciones, para llevar a cabo, casa por casa, las campañas de preparación para las rebajas de las tarifas de teléfonos, luz y alquiler.
En apoyo a la reforma agraria se organizaron ferias en los jardines del Capitolio, apoyadas por los ministros y el cuerpo diplomático. Llevamos los ómnibus de las Bibliotecas Viajeras, cargadas de libros, a las cooperativas, granjas del pueblo y a la Sierra del Escambray. Orquídea Pérez, organizadora de la BFR, que era marinera, vinculó el trabajo conjunto de marinos y brigadistas para recaudar fondos en la Feria pro-reforma agraria y la Feria de La Vaca, los cuales le fueron entregados a Fidel. Con él recogimos a Clementina Serra, encargada de organizar los Círculos Infantiles, para entregarle las casas del reparto Siboney y organizar una feria con el fin de recaudar fondos que garantizaran esa tarea.
Presidencia de la inauguración de la Feria pro-reforma agraria en el Capitolio Nacional. En primer plano, de izquierda a derecha, Aleida March, Vilma Espín, Juan Almeida, Gladys Marel y Manolo Susarte.
Ante la potencia organizativa de la red de trabajadoras domésticas, tabacaleras, peleteras, del comercio y los servicios, organizadas por la BFR, Fidel Castro me propuso reunirnos con Manfugás, quien estaba al frente de las maestras voluntarias procedentes de Minas del Frío, en la Sierra Maestra. Acudimos al lugar donde estaban concentradas en La Habana y se dispuso que me entregara doscientas de ellas para organizar la Escuela de Instructoras Revolucionarias. Varias habían sido mis compañeras del movimiento estudiantil.
La BFR se convirtió en el antecedente de las Milicias Nacionales Femeninas que, organizadas en el Capitolio Nacional, operaron en el 5to distrito militar de La Habana.
La Brigada Femenina Revolucionaria (BFR) desfila en el aeropuerto de Rancho Boyeros.
III
Vilma Espín y Aleida March, insurreccionalistas ambas, asistían a algunos eventos de las BFR sin que pertenecieran a ninguna de las organizaciones femeninas mencionadas. A mediados de 1959, la primera de ellas me citó a Casa de las Américas. Se iba a organizar el Congreso de Mujeres Cubanas para asistir al Congreso Regional de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), conocido como Congreso Latinoamericano de Mujeres, que se celebraría en Santiago de Chile.
Vilma fue designada para presidir el Congreso de Mujeres Cubanas y se nombró como vicepresidentas a Delia Echevarría, combatiente de la Revolución del treinta y novia de Antonio Guiteras, y a la Dra. Elsa Gutiérrez, del PSP. También formó parte Lula Horstman, por las mujeres de la organización católica revolucionaria Con la Cruz y con la Patria, creada en 1959[2].
Los gastos de cada delegada serían costeados por la institución u organización a la que representaba. Para elegir a las delegadas de las BFR celebramos una asamblea general en el Hemiciclo Camilo Cienfuegos, del Capitolio Nacional. Allí se acordó, por unanimidad, que fuera yo como presidenta, junto con Orquídea Pérez, la organizadora.
Participé junto a Aleida March en una de las comisiones del referido Congreso de Mujeres, pero en aquel momento desconocía que el evento en cuestión se había programado, desde 1958, como tarea por la FDIM a su filial cubana, subordinada al PSP.
Durante el preámbulo del Congreso Latinoamericano de Mujeres se fue delineando la influencia de la organización femenina del PSP, que no se había incorporado a la primera etapa insurreccional de la Revolución, sino a los partidos de la oposición, como señala la historiografía[3].
Sesiones del Congreso Latinoamericano de Mujeres en Santiago de Chile, noviembre de 1959. Vilma Espín, primer plano al extremo derecho, se dirige al cónclave. Gladys Marel, cuarta de izquierda a derecha en primera fila, entre el público.
En abril de 1959 la organización femenina del PSP celebró una asamblea nacional e inició un movimiento de masas que le permitió lograr la correlación de fuerzas que conduciría en 1960 a la desaparición de las organizaciones y figuras insurgentes portadoras de las ideas nacionalistas revolucionarias y de la izquierda cubana y latinoamericana. De esta manera, en las relaciones de poder, lograron la representatividad fundamental para la creación y liderazgo de la futura FMC.
Al congreso de agosto de 1960 en que se constituyó la FMC, no fueron invitadas las dirigentes de las organizaciones insurreccionales femeninas mencionadas al inicio de este texto, que habían participado activamente en la etapa insurreccional. Tampoco las que se organizaron en 1959 como secciones en las Casas del 26 de Julio, ni las Brigadas Femeninas Revolucionarias del 26 de Julio[4].
Comenzaba en Cuba el proceso de puesta en práctica del modelo soviético. A lo largo del mismo, se cambió el proyecto patriótico nacionalista de izquierda (1959-1960) por el de la tendencia vinculada al socialismo soviético (1961). Como parte de ese cambio, se disolvieron las organizaciones femeninas insurgentes de la Revolución para que emergieran otras de contenido diferente.
IV
Al analizar estos hechos a la distancia de los años y con mayor experiencia, es posible percibir que al triunfar la Revolución las mujeres del movimiento de liberación nacional que habían integrado las organizaciones de ambos sexos y el movimiento femenino, no fueron conscientes de su rol como vanguardia de su segmento social, ni incluyeron demandas feministas en el Programa revolucionario, aun cuando debe reconocerse que la FMC desempeñó un papel importante en la promulgación de políticas públicas que se constituyeron en reivindicaciones femeninas.
La identidad de las mujeres y organizaciones insurreccionales había correspondido con el proyecto inconcluso del prócer José Martí, acerca del movimiento de libertad y justicia social para una época nueva de la Revolución moderna[5], que, para muchos de los miembros de nuestra generación, conduciría al socialismo cubano como parte de la izquierda latinoamericana; cosa que no fue lo que realmente ocurrió.
[1] Rolando Dávila Rodríguez: Lucharemos hasta el final. Cronología 1958, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2015, p. 272, referencia 44.
[2] Vilma Espín, Asela de los Santos y Yolanda Ferrer: Las mujeres en Cuba. Haciendo una revolución dentro de la Revolución, Editorial Pathfinder, 2012. (Asela de los Santos pp. 108-119; Vilma Espín pp. 224-225).
[3] Angelina Rojas: Primer Partido Comunista de Cuba, t. II, pp. 248-250.
[4] Testimonios de Rosita Mier (del FCMM); Marinita Mallewe (FCMC en Oriente); Natalia Bolívar (MOU); Mirta Rodríguez Calderón y Norma Porras (Sección Femenina del MR 26-7).
[5] Ver nota 1, en Introducción al ensayo de Gladys Marel García: Memoria e Identidad. Un Estudio Específico (1952-1958), Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1996.
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