Lo que mostró Chernóbil

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Resulta sumamente inquietante ver la miniserie Chernóbil que intenta comunicar un reflejo del contexto y consecuencias del terrible desastre ocurrido en esa ciudad ucraniana en abril de 1986. Ciertamente uno pasa por momentos que lo sacuden de pavor, angustia y conmiseración, los que se vuelven más aterradores al considerar que los hechos fundamentales ocurrieron verdaderamente y que, como sabemos, toda realidad es mucho más compleja que cualquier expresión de ella. La serie, artísticamente realizada con destreza y debidamente informada, se sustenta de modo principal en los testimonios recogidos por la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich (Premio Nobel 2015) en su libro Voces de Chernóbil.

El accidente nuclear de esa región ucraniana no fue solo el estallido de una tecnología precaria sino que, sobre todo, fue la explosión de una política aberrada que no tenía más futuro que el desastre. Lo que aconteció allí puso de manifiesto lo nefasto que llega a ser el poner la política por encima de los intereses y la naturaleza propia de la vida humana. La política no puede ser un fin en sí mismo. No se trata de hacer política para demostrar que el sustento ideológico de esta y su regulación pragmática son eficaces, y con ello refutar y contener a otras visiones políticas. Tal concepción ha llevado siempre a un triunfo pírrico, con un costo exorbitante en cuanto a sacrificios físicos y mentales, desgastes de vidas y laceración del espíritu de una colectividad humana. La política debería ser un medio atemperado a unos objetivos, que, guiándose por la esencia y los propósitos de la existencia de los seres humanos, permita, que la vida se cumpla en plenitud de posibilidades.

La mejor política es la que más vida digna y cabal consiga.

Una política enfocada a su propio sostén y justificación antes que al bien común verdadero solo se sostiene por un inmenso aparato burocrático y policial que se estructura en torno a una plataforma ideológica que convoca a fines supuestamente superiores. La misma, en definitiva, es solo un relato con visos de beneficio que permite seducir a una gran mayoría y hacerlos funcionar mediante el dictamen, control y fiscalización del aparato burocrático-policial fuertemente apegado a sus conceptos, muchas veces incluso, a sabiendas de que son erróneos, pero que les sirven como pértiga para alcanzar metas personales.

Tal aparato estatal se esfuerza de todas las maneras posibles por prevalecer y está imbuido de que cualquier estrategia es buena si ayuda a que ellos, los hombres columna vertebral, los seres ungidos para guiar, aquellos que son los que “saben” en realidad, sean los que decidan, mejor que los seres comunes, lo que es útil y benéfico para estos. Por tanto los elegidos no solo deben esforzarse en asumir esa visión sino en lograr que los demás la acepten y sigan como la única deseable. Para esto emplean múltiples estratagemas de grupo coherente con sus fines, entre ellas, la exaltación a los que dirigen confiriéndoles una condición cuasi divina en su pretendida infalibilidad, omnisciencia y omnipotencia; el secretismo, la falsificación y manipulación de la información; la concesión de prebendas a los adocenados e integrados.

Esto se complementa por la construcción minuciosa de un enemigo potencial que está latente, siempre acechando y decidido a destruir todo lo bueno que se haga. Es necesario que ese enemigo se interiorice y se haga sentir como una sombra que permanentemente sigue a cada individuo. A tal efecto se hace necesario descalificar a todos los que piensan distinto o critican racionalmente, haciéndolos ver como agentes del Gran Enemigo. Para ello se hace fundamental aplicar el terror sistemático, de modo que un día el mismo individuo sea su propio vigilante.

El aparato se apoya en un sistema policial que defiende lo que determine la burocracia.

Fue ese el contexto que propició lo ocurrido en Chernóbil. Bajo tales circunstancias se logró que los cuadros técnicos de esa central nuclear cometieran actos indebidos y fatales. Fue este sistema de ordeno y mando sin posibilidad de reacción razonable lo que llevó a  los funcionarios de Chernóbil, contra toda lógica humana o científica, a aceptar y obligar a sus obreros a incurrir en acciones fallidas que solo conducían a la catástrofe.

Porque el poder así concebido se apoya en la soberbia y en el modelado de seres obedientes hasta doblegarlos y hacerlos actuar, incluso, no ya contra su propia cordura, sino contra su propia vida. Se sabía que el sistema de ese tipo de reactor podía ser falible, pero no se quiso reconocer. En su intolerancia, los burócratas desoyeron o, mejor, acallaron a quienes sí sabían: los científicos y técnicos. Producido el desastre intentaron ocultarlo, pues no debía dársele armas al enemigo. Este es otra de las falacias que promueve este tipo de poder para sí mismo, el de callar y ocultar para no ayudar el contrario.

La falsificación erigida como “verdad” es la mejor arma para cualquier enemigo.

La mentira es el más efectivo agente secreto que tiene el enemigo de cualquier empresa, y lo es porque, en su bifurcación entre el dicho y el hecho, escinde y aliene el espíritu de quienes deben contrarrestarlo. Solo cuando otros países cercanos dieron la alarma ante el incremento de la radioactividad, las autoridades soviéticas admitieron el accidente y ofrecieron una versión, minimizando sus consecuencias y justificándolo, igual que siempre, como un caprichoso error, no del sistema empleado, sino de los operarios.

El incidente fue infernal en su momento, lo supimos después en el período de apertura a la información, mucho peor de lo que imaginábamos por el número de víctimas, la prolongación del estado letal de radioactividad y por el nefasto procedimiento con que se intentó resolver la crisis. Las secuelas están ahí. El mal de Chernóbil no ha concluido. Toda una extensa zona se ha convertido en un infierno inhabitable, una horripilante muestra de lo que puede conseguir el individuo cuando se aparta de principios esenciales de la existencia humana.

El saldo físico de víctimas humanas y de la naturaleza es exorbitante. Sin embargo, el peor trauma fue la desmoralización de millones de seres. No fue casual que Mijail Gorbachov considerara al accidente de Chernóbil como el inicio del fin de la URSS. El principal científico que denunció las graves infracciones y violaciones que se cometieron en el siniestro, Valery Legasov, no logró sobreponerse al golpe. Su conciencia lacerada lo llevó al suicidio. Pero nos legó una frase lapidaria: cada mentira que se dice es una deuda con la verdad, una deuda que inevitablemente habrá pagar en algún momento.

Lo peor es que esta deuda no se liquida con capital financiero o tecnología actualizada, pues carcome lo más importante de una comunidad humana: su médula ética y su alma. Tal herida no se repone pronto ni fácil, sino tras un largo período de vida en la verdad. Es algo que todos los que dirigen grupos humanos deberían aprender. La catástrofe de Chernóbil mató personas, animales, naturaleza y, sobre todo, espíritu humano. Es sencillamente aterrador. Hagamos todo lo posible porque incidentes así no se repitan.

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23 COMENTARIOS

  1. No he querido ver la serie por temor a su posible morbo ecologista o como dicen los neocomunistas rusos por su carácter aparentemente propagandístico, pero este artículo que comparto, me estimula a hacerlo, gracias.

  2. permitame citar a Fidel el 8 de enero de 1959:
    » Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.

    ¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde? Diciendo la verdad. ¿Cómo perdió la guerra la tiranía? Engañando a los soldados.

    Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”, censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a cualquier otra tropa. No sucedía así con las compañías del Ejército. Distintas tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados jamás se les decía la verdad»

  3. Coincido punto por punto con el artículo.

    Y debo añadir que en la serie se destaca magníficamente el grandísimo valor de los ciudadanos soviéticos que con su sacrificio enorme evitaron que el mal fuese mucho mayor.

    La serie es una loa al pueblo soviético y —simultáneamente— una condena del sistema soviético.

    Es una vergüenza que este homenaje al pueblo soviético venga de una serie occidental y que las autoridades de los países implicados no hubiesen fomentado un homenaje semejante.

    Los dirigentes nunca están a la altura de los pueblos que dirigen … en ningún sitio.

  4. ¿Sabían que también existen cubanos afectados por el accidente de Chernobyl? Yo conocí una mujer (seguro hubo más cubanos) que estudiaba turismo en Bulgaria cuando se produjo el accidente y sufrió afectaciones por el consumo de leche contaminada. Estos cubanos enfermaron y son atendidos periódicamente en instituciones cubanas.

  5. A pesar de que me han dicho que la serie está buena no la he visto, sin embargo, en YT hay varios documentales con entrevistas a personalidades importantes científicas y políticas de aquel entonces que dan una visión de todo lo sucedido e incluso de como está la zona hoy en día.
    Muy interesante el post.

  6. Tremendo articulo, a ser estudiado por los dirigentes Políticos Cubanos y por la Prensa Cubana, la verdad por dura k sea por delante, nunca la mentira y las falsas Ilusiones al pueblo.

  7. Este artículo le hace justicia a los realizadores de la serie y a la escritoria Svetlana Alexeivich, acusada de anticomunista desde las páginas de Granma. Soy lector de Svetlana hace algún tiempo y no creo que sus críticas al sistema soviético – que ella vivió, sufrió y gozó – la conviertan en una anticomunista. Que una persona no creo en el comunismo no la convierte en su enemigo.

    Decidí sacar la serie del congelador después de la crítica que un periodista cubano hizo en el órgano oficial del PCC. En ningún momento vi menosprecio hacia la extinta URSS ya sus dirigentes. Los realizadores entregaron un producto de excelente calidad y con un mínimo de rigor histórico. Además de bomberos, mineros, soldados, científicos; allí estuvo también, acompañando al científico, un miembro del Consejo de Ministros de la URSS. El mismo que años más tarde murió en consecuencia de la radiación recibida. Qué ejemplo ese de sacrificio!!!

    Es normal que alguien no guste de esa serie o crea que las cosas pudieron contarse te otra forma, pero es deshonesto desenterrar vetustos discursos para hablar de propaganda antisoviética o antirrusa. Es más, da pena que a casi 30 años de la disolución de la URSS se sigan negando sus errores, cuando estos están a la vista de todos. Es risible que desde la izquierda se confunda a la URSS con la actual Rusia capitalista y autoritaria.

    Tuve la suerte de ver de cerca el trabajo que el MINSAP hacía en Tarará con niños y adolescentes afectados por la negligencia nuclear en Chernobil. Es loable la disposición de Cuba para ayudar a esas familias y el trabajo encomiable de los trabajadores de la salud cubanos. En los años que el programa funcionó no faltaban reportajes en el NTV. Recuerdo muy bien los materiales sobre la llegada de nuevos grupos de pacientes.

    Rememoro todo esto porque me pareció de pésimo gusto que se aprovecharan las críticas a la serie hechas desde Rusia, especialmente por el Partido Comunista de ese país, para decir que la serie no decía nada de la ayuda que Cuba brindó. Fue una clara acción para politizar, el tema. Vale recordar que nuestro país ofreció desinteresadamente y sin ansias de protagonismo. Es por eso que nunca se utilizó el programa de los niños de Chernobil para hacer propaganda a favor del sistema socialista cubano. Así que las reclamaciones hechas por algunos periodistas cubanos, me suenan improcedentes y oportunistas.

    Más modesta fue Maribel Acosta son su serie de trabajos sobre el tema. Acosta rescató las memorias del programa sin partir de las críticas a la serie. Todo lo contrario, la serie fue un interruptor de la memoria. De las cosas que deben ser contadas.

    Lo que realmente importa son las vidas salvadas, los cuerpos y almas sanadas. Importa la gratitud de los niños, adolescentes que pasaron por Tarará. Lo demás es hojarasca, un minuto de fama, falta de visión o deseos de movilidad social.

  8. Yo salvando las distancias y las características de aquel desastre diría. Cualquier semejanza con nuestra realidad debe ser pura coincidencia. No hemos tenido la mala suerte de un accidente Así, pero la Cuba de hoy mucho le debe a la copia de ese sistema que describe el articulo. Nada acá estamos, en 2019 subiendo salarios a funcionarios públicos y de organizaciones de masa o sea a la burocracia y no a sector productivo. Hacia donde vamos no sé pero por suerte no tenemos planta nuclear. Dios nos salve.

    • Exacto, la solución no es hablar de los problemas y tratar de solucionarlos, la solución es que los cubanos se maten entre ellos…SMH. Al que no le guste algo que coja un fusil y empiece a dispararle a sus vecinos….

  9. Todavia recuerdo aquel dia que estudiando en Santa Clara nos llamaron urgente a la plaza de la escuela,,,,,,,,,,

    Pusieron un televisor en el podio y en cadena nacional se dijo:

    El ultimo reducto de cubanos ya sin municiones decidieron inmolarse abrazados a la bandera cubana luchando en Barbados

    Cuando el gobierno cubano se disculpara por el dolor causado a todas aquellas familias por tal burda mentira?????????? Cuntas mentiras nos ha tocado vivir ? por que el presidente de Cuba no hace como el presidente AMLO y cada manana hace un balance de lo que se hace a diario y se les permite a los medios internancionales hacer cuanta pregunta quieran (incluso a youtubers )))????

  10. Lázaro, lo de la inmolación no fue en Barbados, fue en Granada, cuando la invasión yanqui, en 1983. Lo de Barbados fue el sabotaje al avión cubano explotado en pleno vuelo, en 1976. La precisión del dato para el análisis no es un detalle menor. Abrazo.

  11. Hoy, leyendo el periódico local de mi pueblo en España, me encuentro con esta noticia: «Los niños de Chernobyl de Ledicia Cativa comenzaron ayer su veraneo en Galicia»:

    Ledicia Cativa (alegría joven) es una organización privada local financiada con aportaciones voluntarias. Gracias a ella van a pasar las vacaciones esta año en Galicia 56 menores procedentes de Chernobyl. Vienen haciendo lo mismo desde hace 24 años.

    Llaman la atención dos diferencias con Cuba:

    1- La solidaridad no parte del estado sino de donantes privados anónimos.

    2- A nadie se le ocurre sacar provecho propagandístico de esto.

    La solidaridad es mucho más sincera cuando no se ejecuta para impulsar un proyecto político.

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Manuel García Verdecia
Manuel García Verdecia
Poeta y crítico. Máster en Historia y Cultura Cubana

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