El supermonopolio ETECSA puede tener dificultades en sus servicios pero hay que reconocer que su divisa es impecable: “¡Gracias por elegirnos!”. No obstante, tal sarcasmo se queda corto en comparación con el resultado de las elecciones legislativas del pasado domingo 26: de 470 candidatos a diputados que se sometieron al escrutinio popular ¡TODOS fueron electos! Récord sin parangón a nivel mundial que se repite una elección tras otra … hasta ahora.
Hija pródiga del llamado Voto Unido, tal rasgo de la gobernanza cubana altera los propios fundamentos del concepto de elecciones. Aquí votas, pero no eliges. Su origen no es actual, se remonta a la lucha por preservar la unidad revolucionaria, ese crisol donde se han volatilizado otros valores inalienables del pensamiento progresista: libertad, democracia, justicia, derechos humanos. Repasemos brevemente la historia y presente de este mito fundador de la Revolución Cubana y su expresión en las urnas: el Voto Unido.
I. Historia
Medio siglo después del triunfo del 1-1-1959, al publicarse el libro de Fidel La contraofensiva estratégica, se tuvo evidencia de que este había ordenado al Che avanzar hacia La Habana solo con las fuerzas del M-26-7. Por entonces ─fresco aún el enojo por el Pacto de Miami, fraguado a sus espaldas─ Fidel consideraba un grave error político compartir fuerza, autoridad y prestigio con el DR-13-3, “un grupito cuyas intenciones y cuyas ambiciones conocemos sobradamente, y que en el futuro serán fuente de problemas y dificultades”.
Si bien ambas organizaciones habían promovido la unidad entre las fuerzas que combatían a la tiranía, la imposibilidad de vertebrarse como plataforma de dirección colegiada de la lucha, como había pretendido inicialmente, llevó al DR a proponer al resto de los grupos insurreccionales la coordinación de esfuerzos “como la forma más eficaz y posible de la unidad”.
En cambio, el M-26-7 desde sus inicios concebía la unidad con otros sectores como la incorporación de ellos a sus filas, aceptando su autoridad y disciplina. En vez de “coordinación de esfuerzos”, pretendía la consolidación de su “hegemonía revolucionaria”. Decía Fidel: “no habrá que hablar de coordinación de esfuerzos sino de aceptación llana y simple de que la dirección revolucionaria ha cambiado de manos y a su nueva estrategia, disciplina y programa tendrán que subordinarse todos los demás factores”.
Logrado el triunfo militar en el Centro y Oriente, Fidel ordenó a los mandos del Ejército Rebelde proseguir las operaciones hasta que estuviera asegurada la victoria y garantizado el pleno reconocimiento al Gobierno del Dr. Manuel Urrutia Lleó, el candidato del M-26-7. Este había sido proclamado Presidente de la República, desde julio de 1958, por la mayoría de las organizaciones opositoras a Batista nucleadas en el Frente Cívico Revolucionario.
Creado el Gobierno Revolucionario Provisional (GRP) en Santiago de Cuba, su necesario desplazamiento hacia el Palacio Presidencial, en manos del DR-13-3, generó tensiones entre este y el M-26-7 durante los días 4 y 5 de enero de 1959. Les pusieron fin la llegada de Fidel y Urrutia a la capital y el reconocimiento por parte del DR-13-3 de la presidencia del segundo y el lugar del primero como Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República, prerrogativas del jefe de Estado que Urrutia le cediera desde el mismo 1 de enero.
Manuel Urrutia Lleó, Fidel Castro y otros miembros del gabinete del primer gobierno revolucionario de Cuba. (Foto: Cubadebate)
El control del Gobierno por el M-26-7 reflejaba una situación real: la hegemonía que había conquistado durante la Guerra de Liberación al ser la de mayor militancia y extensión, su Ejército Rebelde la fuerza armada de mayor poder y gozar de un abrumador respaldo popular. A partir de entonces se impondría el concepto de unidad revolucionaria en el sentido de unidad de todos para el cumplimiento de las decisiones del grupo de poder hegemónico: el de los caudillos/comandantes del victorioso Ejército Rebelde.
Tomaba cuerpo en el país una dictadura militar de nuevo tipo: revolucionaria, antioligárquica, popular y antimperialista. Su poder fue in crescendo en la medida en que avanzaban las transformaciones económico-sociales, agudizábase la lucha de clases y el conflicto con los EEUU. El vínculo unitario entre el líder caudillista y la masa del pueblo revolucionario se fue tornando cada vez más directa, lo cual hizo que los demás actores políticos, individuales y colectivos, pronto se tornaran superfluos.
A partir del propio mes de enero de 1959, cualquier acción que amenazara esta sacrosanta unidad revolucionaria fue considerada como acción enemiga, traición a la Revolución y merecedora de ejemplarizante castigo. A ella quedaron supeditados los ámbitos de la política, justicia, arte y literatura, educación, sociedad civil, filosofía y las propias ciencias, en particular las sociohumanísticas: historia, filosofía, sociología, economía política, antropología…
Como señalara Guillermo Jimenez Soler (Jimenito):
La realidad es que las más veraces y sanas interpretaciones no pueden lidiar cuando le anteponen el sambenito de poner en peligro el factor de “la unidad”, cuyas definiciones y alcances han estado en ocasiones permeadas por un interés muy sectorial o coyuntural, sin la posibilidad de un mínimo diálogo o argumentación. Es un valladar que no admite la menor resquebradura.
La aprobación, en 1959, de una nueva Ley Fundamental que atribuía al Consejo de Ministros potestades legislativas dejaba en manos del Primer Ministro las facultades para hacer las leyes y ejecutarlas. Era el fin de la división de poderes y la conversión del presidente en una figura de segundo orden.
Todos los cargos del Estado se establecieron por designación, las elecciones generales prometidas en el Manifiesto de la Sierra Maestra para un año después del triunfo fueron canceladas, los partidos políticos suspendidos, prohibidas las huelgas y manifestaciones de protesta y desmantelada la rica y diversa sociedad civil existente mediante la creación de organizaciones unitarias leales al GRP.
Cuando se adoptó el socialismo totalitario en versión cubana, con su modelo de partido único, se anatemizó el pasado republicano. Como parte de él, las elecciones pasaron a ser parte del anacrónico sistema burgués, supuestamente superado mediante la construcción acelerada del socialismo y el comunismo.
Sin embargo, al iniciarse el llamado Proceso de Institucionalización (1974-1978) regresaron las elecciones como parte de la democracia socialista, entiéndase sólo entre candidatos fieles a la Revolución, el PCC y Fidel. Los delegados del Poder Popular y diputados a la ANPP no serían profesionales; por lo que la iniciativa legislativa pasaría al propio Gobierno y sus organismos centrales.
El lema inicial de las elecciones sería: “A elegir a los mejores”. Los candidatos serían propuestos por las direcciones de las organizaciones de masas dirigidas por el partido único, pero seleccionados a todos los niveles por Comisiones de Candidatura designadas por el PCC y encargadas de impedir que se filtrara alguien capaz de cuestionar las decisiones de los mandamases.
Con ese esquema, los miembros principales del anterior GRP (1959-1976) siguieron ocupando los más altos cargos en la dirección del PCC y el Estado. Pero ni eso era suficiente para garantizar el sueño de eternizarse en el poder del grupo hegemónico.
Con la debacle del campo socialista europeo y la URSS, la élite del Gobierno/Partido/Estado decidió blindar definitivamente los resultados de las elecciones legislativas mediante la convocatoria de Fidel al llamado Voto por Todos, o Voto Unido (VU) (1993).
Ahora, la candidatura sería cerrada ─misma cantidad de candidatos que de plazas─ por lo que los votantes no tendrían que elegir, sino votar por los que seleccionaran o, preferentemente, por todos los candidatos. La comunidad de aparatos ideológicos del Poder se puso en función de inculcar el VU como principio superior de democracia y deber de todo buen revolucionario.
(Foto: Radio26)
II. Presente
Durante las tres últimas décadas las elecciones cubanas han dividido al electorado en dos grandes campos: los que apoyan al Gobierno/Partido/Estado asisten y ejercen el VU, o algunos el selectivo. Los opositores no asisten, y si lo hacen votan en blanco, o anulan las boletas. Por ello, ambas posturas convierten cada elección en un referéndum al Poder.
Sin observadores imparciales, ni oposición legalizada y organizada, la pelea electoral cubana se torna, como diría mi abuelo refranero: “De león a mono y el mono amarrado”. Sin embargo, el análisis de lo ocurrido en las cinco votaciones ocurridas desde 2003 muestra que la oposición va ganando terreno en esta sui generis pugna electoral.
Si bien entre 1976 y 2010 ─incluyendo los años del Período Especial─ la asistencia a las urnas estuvo entre el 97 y el 99%, desde el 2003 hay una tendencia sostenida al voto de castigo en su versión cubana: disminución del VU en un 20%, incremento de abstenciones en 1000%, votos selectivos y nulos en 300% y en blanco en 200%.
Nunca como en esta ocasión fueron tan activas las campañas del Gobierno/Partido/Estado por el VU y las de la oposición por la no presentación de los votantes. La crisis estructural del país, agravada por las sanciones de Trump-Biden; la reactivación de la sociedad civil independiente (SCI) en los últimos años; el estallido social del 11J y su represión violenta, el enjuiciamiento y condenas exageradas a más de mil manifestantes pacíficos, puso en entredicho la capacidad del Poder para sostener un resultado favorable en este escrutinio y ambos contendientes se emplearon a fondo.
Los resultados obtenidos, a despecho de que no pudieran ser avalados por observadores independientes (nacionales o internacionales), y que las encuestas alternativas a boca de urna los contradicen, permiten sacar varias conclusiones interesantes. La fundamental: tirios y troyanos se jactan del resultado como una victoria propia. Esto ocurre porque, si bien todos los candidatos fueron electos en primera vuelta al obtener más del 50% de los votos válidos, el VU cayó al 72%, casi 20 puntos porcentuales del 2003, e incluyó a solo 49% del padrón electoral (PE).
Sobre este elemento primigenio, el PE, llama la atención su gran reducción en el último decenio. Entre las legislativas del 2013-2013 la disminución es de 548 385 electores. La tendencia es aún más pronunciada entre las legislativas de 2018 (8 639 989) y 2023 (8 120 072): ─519 917; y entre las municipales de noviembre de 2022 (8 351 311) y las legislativas actuales: ─231 239. ¿Quiénes son los que tan masivamente han sido retirados del PE: fallecidos, emigrantes ─sin presencia física, no tienen residencia efectiva en el país─, o presos?
En la votación reciente, la SCI contó con la presencia activa de sus propias organizaciones de recuperación y gestión de la información, tales como: Proyecto Inventario, Observadores de Derechos Electorales (ODE), Comisión Cubana de Defensa Electoral (COCUDE) y Ciudadanos Observadores de Procesos Electorales (COPE). En sentido general, consideraron que estas fueron las votaciones más irregulares realizadas en Cuba desde 1976.
Entre las principales violaciones de la Ley Electoral que detectaron se encuentran: represión contra activistas y observadores independientes, no publicación en tiempo del PE, votación de personas no inscriptas en el colegio, extensión de la votación una hora más sin causas reconocidas, funcionarios electorales buscando a los electores en sus casas, o llevándole las boletas sin causas de fuerza mayor.
Estas organizaciones destacan que la afluencia de público en muchos colegios observados fue escasa, lo cual pone en entredicho la alta cifra de votantes informada a posteriori. Además, se hacía campaña por el VU hasta dentro de los propios colegios electorales, algo prohibido expresamente por la propia Ley Electoral.
Para los defensores del Gobierno/Partido/Estado el triunfo en el ejercicio electoral del domingo 26 garantiza la reelección sin problemas del Presidente y el Consejo de Estado para el próximo quinquenio. Mas, cuidado: de no revertirse la tendencia actual, difícilmente puedan repetir el éxito en las legislativas del 2028. Es que el recurso del VU, como una de las mayores aberraciones del manipulado mito de la unidad parece haber dado sus últimos estertores con la votación del pasado 26.
Esperemos que en las próximas legislativas cubanas haya un genuino enfrentamiento entre organizaciones políticas independientes, y que la competencia entre ellas conduzca a la nación por los cauces de progreso que tanto merece el sacrificado pueblo cubano.
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