Por: A. M. Mustelier
El futuro está aquí, podemos decir tranquilamente cuando desde la pantalla táctil de nuestro teléfono inteligente interactuamos y nos enteramos de lo que ocurre en las antípodas; y aunque decirlo es ontológicamente incoherente, realmente lo pensamos. En este Futuro la falta de información ya no es un problema, en cambio existe la sobreinformación.
Todos reportan sobre todo en todos los momentos: hay noticias, falsas noticias, noticias sobredimensionadas y noticias venidas a menos. Somos una civilización de periodistas pro bono, con visos de humanismo denunciando las injusticias, o lo que a nuestro juicio lo son y aquí entra la subjetividad de cada cual. Pero cuando algo toca por igual la mayoría de las subjetividades ocurre un fenómeno maravilloso: el contenido se vuelve viral (vaya forma de escoger un adjetivo) o trending topic (vaya forma de tener poca fe en el idioma propio). En esencia, el contenido se hace masivamente popular, como cuando grabas a tu perro persiguiendo su propia cola, a que es cómico.
Si es un contenido indignante, como lo es el caso del asesinato del ciudadano estadounidense George Floyd, la reacción es casi homogénea: indignación. Indignación que comparte el que suscribe por motivos obvios. Las reacciones en este futuro son entonces proporcionales al hecho de que todos vemos lo que ocurre todo el tiempo en todas partes: campañas en las redes, blackouts en nombre de la víctima, o para protestar contra el racismo, millones de comentarios rechazando el fatídico hecho, miles marchando en varias ciudades de Estados Unidos, otros que aprovechan y saquean en nombre de los primeros.
Estamos hablando de un acontecimiento global.
He ahí la ventaja de nuestro futuro interconectado, si en Estados Unidos un policía racista asesina a un negro en vivo, la opinión pública toma el poder, las organizaciones civiles asumen su papel como nunca antes se había visto y se aglutinan grupos que jamás habían coincidido en una opinión: monjas, amish, grupos de defensa radicales, miles de policías decentes, homosexuales, reclusos, defensores de la familia, gobernadores, otakus, nerds, hackers, la lista es infinita y engloba a la mayoría de la población mundial. Esto está muy bien.
Pero en nuestro futuro, incluso las protestas justas están segmentadas, se discrimina la discriminación. Si George Floyd hubiera sido un ciudadano Haitiano, Somalí, Yemení o Palestino, toda la interactividad y los millones de periodistas pro bono no hubieran sido suficientes, o hubieran pasado de la noticia asquerosamente y el perrito persiguiendo su cola le hubiera ganado por uno o dos millones de receptores. Aquí entra el fenómeno de la Visibilización, que responde a variables como: situación geográfica, grupo etario y nivel social.
En un solo mes del año 2018 murieron a manos del ejército israelí más de 100 palestinos.
Sí, el 2018 se incluye dentro de este futuro, de modo que todos veíamos lo que ocurría todo el tiempo en todas partes. Si la lógica acampara en nuestras sociedades, la reacción mundial tendría que haber sido igual a la desatada por el asesinato de George Floyd, multiplicado por cien, más un coeficiente por concepto de genocidio extendido en el tiempo, porque según palabras de Rawan Sulaiman, embajadora palestina en La Haya, desde el 2000 hasta esa fecha habían muerto a manos del ejército 9476 palestinos; o sea, el mundo debía haber tomado Israel por asalto, y saturado las redes sociales hasta que los perros mordiéndose la cola no tuvieran significado alguno para la humanidad.
En este futuro también es posible que algún díscolo me aclare que Palestina es una zona de guerra, mientras que el caso de Floyd tuvo lugar en un país en paz y civilizado; y eso me recuerda otra áreas en paz como los intrincados montes de Centro América, donde anualmente mueren a manos del ejército cientos de líderes sociales, o las grandes áreas alrededor de las maquiladoras de México, donde todos los días decenas de cadáveres de mujeres son descubiertos y desenterrados ante la mirada impasible de la prensa y los habitantes locales. En honor a la verdad, el futuro cyberpunk en el que vivimos no sólo discrimina por religión, raza, género, nivel económico u orientación sexual, también discrimina los tipos de discriminación entre discriminación intolerable, y discriminación del tipo: bueno, es triste pero qué se le va a hacer.
Por ahora, conformémonos con que un asesinato, al menos uno, no haya quedado impune.
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