La mesa redonda (MR) del martes 13 tiene implicaciones para el mercado interno. Nos trajo la confirmación oficial de la inminente (re)unificación monetaria y cambiaria –ahora como parte del paquete de medidas llamado Tarea Ordenamiento−, por la que tanto hemos clamado desde hace años. Las explicaciones del ministro Gil y del miembro del Buró Político Murillo establecieron la hoja de ruta del proceso concebido, despejaron las dudas principales de la población y aclararon varias de las ventajas y riesgos que encierra este paso trascendente e impostergable.
No obstante, algunas variables quedaron fuera de este primer análisis y por su importancia espero que sean abordadas en alguna de las comparecencias anunciadas. Entre ellas: ¿se establecerá la convertibilidad del peso a divisas internacionales, sea libre o limitada, para tenedores naturales y/o jurídicos? ¿Se tienen en cuenta los montos de las remesas en los cálculos de la demanda efectiva de la población para la adopción de los nuevos precios? ¿Cuál será el destino del actual mercado en tarjetas USD?
Me inquietan estas cuestiones porque se relacionan con lo que considero una de las principales consecuencias positivas que puede traer consigo el reordenamiento económico: la ampliación y revalorización del deprimido mercado interno cubano. Durante un largo período de casi tres decenios, a la escasez habitual de los países de socialismo estatizado y burocrático, se le añadió la existencia de una doble moneda que segmentaba el mercado en dos: uno preferencial en divisas (USD/CUC) y uno secundario en pesos cubanos, al punto de que los ofertantes solo vendían en el segundo lo que no tendría salida en el primero. Ni hablar de las diferencias de calidad entre ambos, sus establecimientos y la propia gestión y prestancia de sus empleados.
En 2008 visité Haití y conocí a su patriótico y sufrido pueblo, uno de los más pobres del mundo. Cual no sería mi sorpresa cuando al sacar dólares en un mercado de Puerto Príncipe para pagar una compra, los vendedores me miraron con hostilidad y rechazaron de plano la transacción si no les sufragaba en su moneda: el goudde. Ocurría que para ellos cambiar el dólar en el mercado formal o informal representaba una pérdida para el tenedor, a no ser que estafaran previamente al cliente, cosa que aquellos pobres pero honrados comerciantes no querían hacer conmigo.
Lo recuerdo ahora porque el rescate del peso cubano como medio de pago y circulación en nuestro mercado interno no solo traerá las ventajas que explicaron los panelistas, sino provocará también su revalorización entre los concurrentes, tanto vendedores como compradores. Con la desaparición de los ominosos letreros de: «Cafetería en moneda nacional», o «Se admiten CUP», que sufrimos por años, los consumidores ganarán en poder adquisitivo y en dignidad humana, y dejarán de sentirse ciudadanos de segunda. Al mismo tiempo, los vendedores comenzarán a apreciar más el valor del peso cuando tengan que hacer sus compras mayoristas y pagos de servicios en esta única moneda.
Considero importante que se despejen las interrogantes sobre el futuro del actual mercado en USD plásticos. ¿Volvió para quedarse el USD, en una especie de deja vú de 1994, o será algo fugaz hasta que se supere la crisis mundial por la covid-19 y se normalicen las relaciones comerciales? ¿Podrán los sencillos pesos criollos cambiarse por los globalizados USD en un mercado oficial de divisas? Si no se concibe admitirlo, vale recordar la verdad de Perogrullo de que ya esto ocurre en la economía informal a diario. El mercado interno puede jugar un rol en esto.
Por otra parte, como bien explicaron Gil y Murillo, el ordenamiento incentivará el interés de los empresarios por obtener pesos cubanos, en tanto sus costos de producción se expresarán fundamentalmente en esa moneda y de igual manera sus ganancias, obligaciones fiscales y crediticias. Esta «competencia por los pesos» –¡qué ganas tenía de poder decir algo así!− no puede menos que convenir a los consumidores, pues podrán esperar una mejoría notable en la calidad de los bienes y servicios que se oferten en el mercado, ahora sí nacional. Al mismo tiempo, debe estimular el interés por trabajar más y mejor entre los vendedores de fuerza de trabajo.
En esta hora de expectativas, confío en que el trabajo fino que se está haciendo en la determinación de las tasas de cambio, los nuevos índices de precios y salarios/jubilaciones/pensiones, se exprese en menor cantidad de distorsiones y presiones inflacionarias en una economía que sufre de una creciente escasez en la oferta de bienes y servicios. Igualmente deberá influir en un incremento de la producción, la intensidad y la productividad del trabajo. Solo así podremos revitalizar el mercado interno cubano sin tener que acudir al expediente de la inflación reprimida, con su corolario de colas y racionamiento generalizado. ¡Salud y larga vida al peso cubano y su reanimado mercado interno en este nuevo escenario!
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