Por: Gleydis Sanamé Chávez, estudiante de Periodismo.
A los niños, sobre todo, es preciso robustecer el cuerpo a medida que se les robustece el espíritu; esta enseñanza, proveniente del ingenio incalculable del Maestro José Martí, es voz activa que promulga el porqué de su obra la Edad de Oro, sus relatos están impregnados desde temprano en los niños cubanos, y ¿por qué no?, aunque en menor cuantía, en los que habitualmente hacen razonables los días de América Latina.
La ciencia avanza a paso de bala en todas las aristas de la vida humana, ya no corre el periodista al tono de un tecleo incómodo y bullicioso de máquina de escribir para mandar por barco o correo postal al medio informativo la noticia, y el médico no depende solamente de un movimiento táctil sobre vientres o de colocar el oído a la espalda de quien padece para diagnosticar un problema. Pero…, el mal uso de lo nuevo trae perjuicios. La pregunta es: ¿se le da prioridad con las nuevas tecnologías a la formación educativa del hombre nuevo?
La cinematografía es uno de los tantos logros del hombre, qué decir del Charles Chaplin inigualable, de la clásica Psicosis de Hitchcock o El último tren a Auschwitz, como cine histórico. Sin embargo, caer en el tema de la cinematografía infantil es un poco engorroso si se nota cómo el mundo de hoy apacigua la idea de un desarrollo solo en lo material y abandona un poco el enriquecimiento del espíritu; “los niños son la esperanza del mundo” pero también su reflejo. Es muy original e inteligente crear un dibujo a ritmo de papel y grafito en un principio, darle vida, y luego llenarlo con los más llamativos colores, como lo fue y es el ratón Mickey Mouse, el personaje clásico del animado a nivel internacional, e inspiración del director estadounidense Walter Disney.
Crear productos buenos que atrapen la atención del infante es importante, ahora… ¿qué puede aportar a un niño la venta de películas de superhéroes, hombres sobrenaturales o muñecas superficiales de largos cabellos, trajes hermosos y famosas? Que un hombre vuele, se haga invisible, se convierta en hierro, sea el más veloz o el que siempre gana, no lo convierte por sus cualidades en el único que puede salvar a una persona o luchar por el bien. El niño en cierta edad no sabe distinguir si lo que ve también lo puede, y en ocasiones se empeña en ser Spiderman o Batman, aunque el sueño permanezca imposible. Las niñas se dibujan un mundo de perfección muy distante de su realidad que en ocasiones les hacen sentirse inferiores al personaje por no ser como él. Ya no es Blancanieves o la Cenicienta que en sus historias muestran valores vitales como la nobleza, la sinceridad, la laboriosidad, la solidaridad o el amor a la naturaleza; hoy es un universo de “perfectas” barbies adictas a las modas, maquillajes, marcas, teléfonos móviles y a los encuentros entre amigas, para acordar el baile de la noche donde está el chico perfecto, casi siempre rubio y de ojos azules.
La película Meñique está basada en el cuento infantil de igual nombre en la Edad de Oro. Dirigida por Ernesto Padrón constituyó una coproducción entre Cuba y la empresa gallega Ficción Producciones, debutó como el primer filme de animación cubana en 3D. Son muchos los comentarios, existe quien la elogia en todos sus aspectos, quien critica las voces de los personajes y, por supuesto, el que argumenta que “no se parece en nada a los que hacen afuera”. Saber criticar es bueno, pero saber valorar más aún. No son todos los niños del mundo los que tienen la posibilidad de conocer a un Meñique, disfrutar sus aventuras, medir su audacia. Meñique no vuela, no se hace de hierro, no lanza la tela de araña para colgarse y pasar de un rascacielos a otro de Nueva York, Meñique es pequeño. Meñique cabe en la bota de su padre, recibe las burlas de sus hermanos por ser enano, inofensivo, “impotente”; pero fue Meñique quien derrotó a un gigante con su inteligencia y picardía, fue él quien luchó por ser bueno con todos y ganó amigos, como aquel pico “loco” que lo ayudó a romper la dura roca para poder hacer una fuente. Cosas así forman a los pequeños. Los niños son superpoderosos porque son ingenuos, en la medida que se sepan enseñar se moldeará el buen fruto. Ellos nacen buenos, el mundo hace de ellos lo que son.
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