Matanzas
Durante la quincena del 21 de marzo al 7 de abril del 2021, antes de la aparición de los primeros «casos extraños de neumonía en el municipio de Jagüey Grande, provincia de Matanzas», los medios de ese territorio se solazan en una especie de nueva normalidad no declarada oficialmente.
Atenidos a que las estadísticas brindadas por el doctor Durán cada mañana, muestran una provincia con bajos índices de contagio, las agendas mediáticas hacen los énfasis habituales, según presupuestos ideopolíticos. Ensalzan a su equipo de beisbol y la decisión de poner una base de entrenamiento nacional en el estadio de la Ciudad de los Puentes. Se vuelven rutinarios los llamados al cumplimiento de las medidas higiénicas y de distanciamiento social.
Algunos médicos matanceros, habituales en la Zona Roja contra la pandemia, reflejan el relajamiento en sus redes sociales. Veo imágenes de cientos, tal vez miles, de jóvenes reunidos en el malecón matancero que disfrutan e intercambian, muchos de ellos sin siquiera llevar puesto el nasobuco.
Si bien esos médicos no saben aún que acechan nuevas variantes de SARS-COV-2, algunas más contagiosas y letales que la ya conocida, su experiencia, saberes y sentido común les indican que esa tolerancia institucional a la irresponsabilidad y la indisciplina no puede estar bien.
Pero la mayoría de los comunicadores profesionales siguen en lo suyo, aplicados a otras prioridades y a otros énfasis editoriales. Sólo replican el comunicado tranquilizador de un funcionario del MINSAP: «No hay nueva CEPA, ni neumonía nueva, ni H1N5, ni ningún otro virus. Solo COVID-19», tal como lo publica en su página web Radio 26, la emisora provincial de Matanzas.
¿No tienen dudas ni temores? ¿Acaso no saben que el virus puede mutar? ¿No era mejor anticiparse y enfatizar en la prevención? Ningún periodista cuestiona, ningún medio estatal maneja ni siquiera una duda. La Joven Cuba pregunta y recibe un aluvión de descalificaciones y cuestionamientos desde blog y redes sociales cuyos accesos paga el pueblo de Cuba.
Granma
Mientras tanto, Granma alcanza los picos de transmisión de la pandemia desde el inicio de esta en 2020. ¿Qué publican los medios de comunicación del territorio en esos días? Una «provincia que combate la pandemia con la misma fuerza que su equipo de pelota lucha por el campeonato» y que «trabaja para cumplir con las tareas de la Revolución».
Esa quincena –del 21 de marzo al 7 de abril– coincide con la final del campeonato de beisbol, precisamente entre Matanzas y Granma. ¿Qué muestran los perfiles en redes sociales de la mayoría de los comunicadores granmenses? Reclamos a la Comisión de Beisbol por si se incluyó a fulano o mengano en la selección nacional, críticas a algunos de sus colegas de medios nacionales porque «se discrimina a los deportistas del oriente de Cuba en comparación con occidente», y que si «Los Cocodrilos no y Los Alazanes sí».
Celebración en Granma del triunfo de su equipo de beisbol en la Serie Nacional. (Foto: CMKX Radio Bayamo)
El otro énfasis editorial se centra en la realización en Bayamo de la fase III de ensayo clínico del candidato vacunal Abdala. Pero no le llaman candidato vacunal, como corresponde, sino vacuna. Nadie explica hasta pasados muchos días que una parte de los voluntarios reciben placebos, por lo que no hay aun inmunidad garantizada.
Un número importante de taxistas manzanilleros, que habitualmente transportan a personas con sospecha de contagio por Covid-19 o personal de salud expuesto, protestan porque «a nosotros no nos han priorizado para inmunizarnos y también nos arriesgamos». O sea: no están conscientes, debido al inadecuado tratamiento mediático, de que se trata todavía únicamente del ensayo clínico de un candidato vacunal.
Las nuevas variantes del virus llegan a los medios
El equipo Granma gana el campeonato de beisbol. En las ciudades y poblados de la provincia oriental, la gente se lanza a la calle a celebrar. Ese domingo sólo la periodista bayamesa Gloria Guerrero, en su perfil de Facebook, hace un llamado a la responsabilidad y la contención. Sólo ella y, debo decirlo, un servidor. Al día siguiente, el Primer Secretario del PCC en la provincia hace un llamado a «celebrar con disciplina» y el gobierno anuncia la «venta controlada de cerveza y ron».
En la mañana del martes 7 de abril, se replican dos twitts del presidente de la República en medios estatales y redes sociales, en los cuales anuncia el recrudecimiento de medidas de contención para la capital del país y hace un enfático llamado a la prevención. Esa tarde, siete días después de haberlo negado, en la Mesa Redonda se reconoce la existencia en Matanzas y otros territorios de nuevas y más peligrosas variantes de SARS-COV-2.
Hace un par de jornadas el ministro de Salud Pública cubano, José Ángel Portal Miranda, declaró en Matanzas que: «Cada vez que el IPK ha estado secuenciando la cepa que está circulando, es la sudafricana (…) ligada a una mayor capacidad de transmisión, y también a una elevada mortalidad y letalidad».
Obviamente, una aseveración tal no pudiera haberla realizado tres o cuatro semanas antes, cuando al parecer no tenía la certeza científica de cuánto podrían afectar las nuevas variantes. El ministro plantea: «Debemos cambiar el concepto de percepción de riesgo por el concepto de percepción del peligro, ese es el que hay que transmitir en todos los lugares».
Pero los medios de comunicación debieron anticiparse y adecuarse metodológica y prácticamente a tal propósito, a partir de los primeros indicios. El empeño en superar la pandemia, como se ha repetido hasta el cansancio, no es sólo una responsabilidad institucional del Ministerio de Salud Pública. Es, además y con no menos importancia, responsabilidad del ICRT y de la estructura partidista que dirige la prensa.
Los profesionales de los medios tienen –o deberían tener– las competencias profesionales, saberes y herramientas necesarias para el fomento de la imprescindible disciplina social e individual de modo sistémico y creativo. Hemos visto al ministro de Salud Pública con su equipo visitando las provincias más afectadas. No podríamos decir lo mismo del presidente del ICRT.
Anticipación
Educados en el optimismo a ultranza y en que el miedo paraliza, podemos hacer lo que nuestro principal enemigo quiere: movernos de modo irresponsable. Usar morbosamente los medios de comunicación para provocar el pánico es diferente a usarlos para reconocer el momento preciso en que se deben escalar los énfasis en aras de educar para evitar mayores contagios.
El pánico es la exacerbación de una amenaza real o imaginada. Sin embargo, el ser humano –biopsicosocial como es– necesita desarrollar determinados mecanismos de auto-regulación de sus comportamientos por el bien propio y de los suyos. Fomentar desde los medios esa autorregulación lleva tiempo debido a complejas condicionantes de orden antropológico. Por tal razón hago tanto énfasis en la necesidad de la anticipación.
Anticiparse no es ser alarmista ni generar malestares innecesarios. No es fomentar el pánico. Anticipar el peligro no es concederle caldos de cultivo a la desestabilización que pretenden los adversarios de la Revolución ni intranquilizar en aras de malsanos propósitos.
Asumir que es erróneo alertar a la gente de un presunto peligro relacionado con la pandemia, aun sin tener la total certeza científica de cuál es su origen, pero conociendo sus efectos devastadores porque existen ejemplos comprobables de ellos, es una actuación institucional que pudiera propiciar contagios, muertes, y mayores costos a un economía que el gobierno administra, pero que pagamos todos.
El azote de un evento como la pandemia de Covid-19 genera un cúmulo de información de todo tipo –verídica y falsa, verosímil e inverosímil– que muchas personas no pueden procesar sin ayuda por más que se repita en cada espacio informativo de la radio o la televisión. Informar estadísticas y arengar no siempre es comunicar, insisto. Por esta razón los medios de comunicación adquieren una relevancia tan decisiva como la de los institutos de investigación biomédicos, los centros de biotecnologías o epidemiología. Entender esto podría impedir peores secuelas, mayor mortalidad, más costo económico. Todavía estamos a tiempo.
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