(Puede consultar aquí la primera parte de la entrevista)
La Habana. Agosto Pandémico del 2020.
Continuando la lógica del molino de agua me seduce la viejísima idea griega de que el agua que corre no es siempre la misma a menos que se estanque y se convierta en agua que muere y apesta, no obstante, nuevas formas de vida surgen de la cochambre y el mal olor. Las relaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba carecen de información popular como al populo le importan un bledo las rutas e intereses que van dando cuerpo a las relaciones entre nuestros gobiernos. Muy poco cambia la realidad cotidiana del cubano de a pie y mucho beneficio logran los pícaros, los lobistas de allá y de aquí, y los oportunistas que inundan bodas y cumpleaños reales.
El 17D convirtió a los caminantes en esperanzados de la zapatilla de cristal, y a la burocracia partidista en coquetos Lady Di. Pero la historia es cíclica en las aspiraciones de los políticos, a veces lo que ayer se percibe de un modo, hoy cobra modernidad y buen provecho en el contexto de mañana. En este sentido, no hay nada nuevo en la villa del Señor.
Recuerdo que cuando llegué a New York en mayo de 1992 llamé a mi padre y le dije: ¡Estoy en New York! A lo que él me respondió: ¿Están el Empire State, el Yankee Stadium y el Waldorf Astoria en el mismo lugar? Quedé en silencio. Él comprendió y me dijo:
JP: Avísame cuando descubras algo nuevo.
ML: Con la ascensión de Reagan a la presidencia y la creación de la Fundación Cubano Americana se establece un nuevo tipo de relación entre el gobierno de Estados Unidos y la comunidad cubana conservadora de Miami.
JP: ¿Por qué esta alianza no se rompe durante el primer mandato de Clinton?
ML: Porque la Fundación desarrolla una labor de circunferencia que penetra a través de ciertos intereses económicos. Ya no es una alianza ideológica, sino una alianza de mutua conveniencia a través de la ayuda económica a políticos. Además, existe una corriente más sensata en el proceso político norteamericano mirando hacia Cuba, que no escatima esfuerzos en tratar de convencer al gobierno para que, al menos, levante ciertas restricciones en cuanto a medicinas y alimentos; esa es la batalla.
JP: El planteamiento está entre embargo o no embargo. ¿Cuál sería la posición más sensata ante esa disyuntiva?
ML: Apoyar el levantamiento parcial, que sería su política más inteligente. Pero ellos no pueden hacer esa concesión porque implica una pendiente que puede terminar con el levantamiento total. Además, la derecha militante de los que hablan por radio, los extremistas, no van a permitir ningún cambio de posición.
JP: A pesar de los escándalos, hay analistas que piensan que la Fundación ha fortalecido sus vínculos con la Administración.
ML: Es muy difícil que en el juego de la política norteamericana actual un político mantenga relaciones estrechas con una organización cuyos integrantes están vinculados a corrupción y terrorismo. Y digo actual porque en otras ocasiones se ha practicado tanto la corrupción como el terrorismo a gran escala, incluido el terrorismo oficial. Pero en la situación actual esas dos cosas no son aceptables en el juego político estadounidense.
JP: ¿Qué papel juegan los sectores liberales?
ML: Bueno, esa posición que se ha dado en llamar liberal no es homogénea. Contiene gente que sin haber sido revolucionaria, no ponen ninguna condición al gobierno, hasta otros que habiendo sido revolucionarios, ponen condiciones para mantener el diálogo.
JP: ¿Cuáles son las posiciones?
ML: Los que en el exterior están con la revolución y de acuerdo con su línea; los que en el exterior están de acuerdo con los principios generales de la revolución, pero que consideran que hay que realizar aperturas de tipo económica y política. Y dentro de esos están los que supeditan esos cambios a que Estados Unidos cambie su política hacia Cuba; no lo plantean como condición para el diálogo.
JP: ¿Sobre qué bases plantean la discusión?
ML: No se puede hacer una abstracción de la realidad del embargo -esa es mi posición-, y de la presión mercantilista y el impacto que esto tiene en la realidad cubana, porque sería una ingenuidad política.
JP: Pero el gobierno cubano debe continuar con la apertura.
ML: Pero no cualquier tipo de apertura, porque cualquier apertura aunque sea al más legítimo de los intereses cubanos en el exterior, o al más legítimo de los intereses cubanos en el interior, representa una brecha por la cual van a entrar otros que no son tan buenos y cuya intención real no es dialogar.
JP: En el toma y daca de estas discusiones existen dos demandas fundamentales: de un lado el pluripartidismo y del otro el levantamiento total embargo. ¿Cómo lo ves?
ML: La pregunta que yo siempre hago cuando discuto con algún dirigente del gobierno cubano es: ¿el pluripartidismo es una cuestión de principios o es una cuestión coyuntural? Y la respuesta ha sido que es una cuestión coyuntural, lo cual me hace pensar que si no es una cuestión de principios, entonces es posible. Los que no quieren otra solución que no sea el desplome, plantean que el gobierno cubano usa el embargo de pretexto para mantenerse en el poder. Esa es la ecuación que hay que despejar: en tanto el embargo no se levante, no va a haber cambios en Cuba.
JP: ¿Y si se levantara el embargo y el gobierno cubano no continúa los cambios?
ML: No podría sostener esa posición, porque hasta los más leales defensores de la revolución van a preguntarse por qué si no hay enemigo. Y como el gobierno tendría que inventar sus propios enemigos, la revolución terminaría devorando a sus hijos.
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