El trabajo teórico de Marx respecto al trabajo asalariado como fundamento de la sociedad burguesa y del capital, no ha sido tomado en toda su dimensión clave para la construcción del socialismo en los países que lograron tomar el poder e iniciar su construcción.
La consigna teórica-política del epígrafe, abolición del trabajo asalariado, no fue recogida por los movimientos políticos socialistas revolucionarios en sus Programas y documentos liminares ni antes de asumir el poder político ni tampoco una vez asumido el mismo, planteándolo al menos como objetivo ineludible y definitivo una vez superadas las instancias político-sociales más duras en la construcción económica de las nuevas relaciones.
Se vuelve notoria y llamativa, entonces, esa ausencia del concepto central que determina sin ambigüedad la superación de la sociedad burguesa: abolición del trabajo asalariado, porque tal como las experiencias más importantes de cambio socialistas muestran (URSS; China, países socialistas europeos post-segunda guerra mundial), eliminar la propiedad privada capitalista es una condición necesaria importante pero no es suficiente.
Concentrar la propiedad en el Estado y continuar con el trabajo asalariado se ha revelado como una modalidad de concentración y acumulación de capital que finalmente pugna por recrear la clase burguesa y la propiedad privada tanto fuera del Estado como de la misma propiedad pública, aun cuando al sistema se lo etiquete de socialista; en cambio la abolición del Tw significa quitar la base fundamental sobre la que se estructura el modo de producción capitalista y abrir la transición al “modo de producción del trabajo asociado” como lo teorizó Marx.
Hay un objetivo ausente que se ha transformado en una deuda pendiente: la abolición del trabajo asalariado que forma parte indisociable de la teoría económica de Marx. Es preciso decirlo enfáticamente: no hay, no habrá, supresión definitiva del capitalismo sin abolir el trabajo asalariado; no hay socialismo sin que los trabajadores sean dueños efectivos de los medios sociales de producción (Mp) y se empeñen en edificar no sólo una nueva economía sino toda una nueva cultura y nuevos valores arrojando al basurero de la historia las relaciones de cálculo, mercantilización y acumulación privada de la riqueza que impone el capital.
Los ejemplos fallidos de construcción socialista muestran dramáticamente que no hay socialismo sin abolición del trabajo asalariado, objetivo que ha estado y está ausente en los movimientos políticos marxistas, sean o no revolucionarios, y que, además, esclarece la vinculación entre los conceptos teóricos como “relaciones de producción” y “modo de producción” de manera tal que este último no se modifique respecto del capitalismo porque se mantiene la explotación del trabajador, aunque haya habido una variación en el anterior concepto (relaciones de producción), porque aún hay clases sociales: unas que trabajan (trabajadores asalariados) y otras que no trabajan (burocracia partidaria y estatal)
Es ésta una enseñanza teórica y política inconmensurable que la Revolución bolchevique y el proceso de construcción de la nueva sociedad lega a los trabajadores, que al no ser asimilada críticamente desde la propia experiencia, lo hecho como capitalismo de Estado se aceptó como “buena ley” socialista y se extendió a todas las revoluciones posteriores que incurrieron exactamente en el mismo principio de separar capital estatal (Mp) y masa trabajadora no propietaria (Ft).
Pero además ¿dónde está escrito, quién demostró o quién estableció de modo inapelable que hay sólo un camino para el cambio social? ¿Quién, cómo y por qué fijó que los trabajadores “asociados” no son aptos para hacerse cargo del todo social y del desarrollo de las fuerzas productivas? ¡¡Si ya lo son bajo las actuales relaciones capitalistas de producción!! No sólo son aptos porque lo demuestran todos los días y la estructura social burguesa no duraría más de un día sin sus tareas de todo tipo, sino que deben soportar a una pequeña cúspide de indecentes, corruptos, licenciosos, y sus mayordomos representantes (la burocracia-poseedora de los Mp del EBG, Ejército Burocrático de Gestión), que cumple el papel de capitalista en “funciones” en nombre y representación de los rapaces rentistas propietarios, que se han vuelto muy onerosos para la consecución de un movimiento más sólido y seguro de la economía y su redistribución equitativa hacia todos quienes generan la riqueza que hoy todavía se la apropia esa casta de truhanes que es la burguesía imperialista, que tiene a toda la sociedad sobre ascuas, al borde de cataclismos bélicos para dirimir conflictos de poder.
Los holgazanes inescrupulosos le declaran la guerra a quienes trabajan y sostienen la sociedad toda. ¡Lindo argumento burgués! Sostener que cuando los trabajadores “son asociados” para trabajar para una minoría infame bajo las órdenes de sus lacayos de administración, son mejores, más ordenados y más “productivos” que “asociados” para trabajar, producir y administrar para ellos mismos sin los holgazanes inescrupulosos.
“La abolición del trabajo asalariado” es proclamar un principio teórico como consigna política revolucionaria esencial para dilucidar claramente la diferencia fundamental entre capitalismo y socialismo, que se encuentra en toda la obra teórica económica y política de Marx desde 1848: “… detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y por consiguiente, la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas” (K. Marx – F. Engels; O.E. Tomo I, p. 157. Énfasis FHA)
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