Conversamos en el patio interior de un hotel de Matanzas, la ciudad donde ambos residimos. Entre María Laura y yo solo hay una mesa y unas tazas de café ya vacías. Para terminar, le pido que mencione tres de sus deseos más urgentes. Ella mira hacia las ventanas coloniales del segundo piso y vuelve rápido con una respuesta que deja lugar a muchas dudas:
-Voy a responderte con el mismo texto que cierra mi obra: I want teatro, eso es lo primero. I want to come back, always come back. And I want to go home.
Que quiere hacer teatro por encima de todas las cosas, ya lo intuía. Ese fue precisamente el motivo por el que quise entrevistarla. No tanto para hablar de su reciente incursión en la dirección teatral, ni de Teatro Las Estaciones o El Portazo, dos grupos donde ha actuado o actúa y que le son vitales; ni de los premios obtenidos como actriz y dramaturga. Lo que yo quería saber de María Laura Germán era algo así como: Esa tenacidad tuya, ¿de dónde sale? ¿Por qué insistir en el arte? ¿Cómo es hacer teatro hoy en Cuba? ¿Has pensado en marcharte? Entonces, al final de todo, enumera en inglés sus deseos.
Yo, de inexperto, no llegué a preguntarle por qué en ese idioma. Como tampoco indagué en algo que ahora me parece aún más significativo: “I want to come back, Always come back”, dice… ¿Regresar desde dónde y hacia dónde? ¿Sería volver desde el presente al pasado, o desde el futuro al presente? ¿And to which home would you want to go to? ¿Al hogar de tu infancia? ¿O es que Cuba completa es ahora tu casa?
Para intentar comprenderla, hay que visitar su hoja biográfica. Pero antes le ponemos unos lazos azules en su pelo rojo, y un uniforme de niña de primaria.
Foto: Néster Núñez
Proveniente de una familia humilde y trabajadora, María Laura Germán nació en 1989 y sufrió, junto a su hermana mayor, los mismos apagones que todos los niños cubanos —y los adultos— en la década de los noventa del siglo pasado. Si algo la diferenció en esa época fue que sus padres no la dejaban mataperrear por el barrio con los coetáneos de ambos sexos, porque en la calle donde vivía había mucho tráfico y era peligroso. Por eso, se recuerda a sí misma detrás de una butaca en las tardes calurosas y las noches oscuras, no precisamente dando una perreta para que la dejaran salir. Al contrario, gozaba.
—Cogía los adornitos de arriba de los lápices, que eran gomas de borrar a veces con formas de muñequitos, y me inventaba unas obras de teatro para entretener a los amiguitos más pequeños. Ahí yo actuaba, dirigía y hacía todo: un unipersonal desde atrás de la butaca.
Foto: Néster Núñez
Cuando habla de la génesis de su creación, también recuerda los «festivales de arte» que hacía con su hermana, donderepetían canciones o poesías aprendidas en la escuela (a viva voz y con gestos glamorosos, imagino).
– Pero como yo era más inventora me ponía a cambiar las canciones, y mi hermana entonces decía: ¡Mamá mira, esa canción no existe, María Laura está inventando! Y ahí mismo se formaba.
«Y lo otro fue escribir. Desde chiquita imité a mi hermana, que era la que escribía unos cuentos de terror fabulosos. Empecé a escribir a partir también de la influencia de la lectura, de estar en la biblioteca todo el tiempo con mi mamá, que fue bibliotecaria desde que tengo uso de razón. Además, mi abuela por parte de padre me enseñó a mecanografiar, y viernes y sábados por la noche me dejaban darle a las teclas hasta tarde si había corriente, porque no tenía escuela al otro día.
»Ahí empecé a escribir mi primera novela. No recuerdo cómo se llamaba, solo que iba a tener 27 capítulos… Era algo de una isla con un tesoro. Bueno, claro, la influencia de lo que uno leía. Y tenía un mapa con un lago… Todo eso lo perdí. Pero son mis primeros acercamientos a la creación».
Foto: Néster Núñez
Quizá a esa infancia-isla feliz, pese a las carencias materiales, es a la que ella always wants to return. A una familia que apoyó y estimuló sus inquietudes creativas. Y no hablo de regresar en el sentido estricto de la palabra. Sería más bien permanecer, evitar que se pierda, que se separe, no la familia de ella, que sigue en el entorno cercano, sino la de muchos cubanos. Así de cruda es la realidad.
Quizá por eso en su I Want, la obra que escribió y dirige, están Pippa Medias Largas, Peter Pan y Dorothy, la dueña del perro Toto. Hijos todos de padres ausentes, de conflictos que María Laura no vivió pero que le preocupan,al punto de tener que sacárselo de adentro como si gritara.
—Yo creo que la importancia del arte, desde siempre y sobre todo ahora mismo, es esa posibilidad que te ofrece —como ser creativo que tienes una diferencia con la norma—, de gritar, de hacer una determinada demanda social.
Foto: Néster Núñez
Hay formas y formas de expresar las demandas, de salir a la calle, de gritar preocupaciones y dolores. Para María Laura es el arte. Escribe sus textos, actúa para los niños en Teatro de Las Estaciones bajo la guía de su padre Rubén, como gusta llamarle. Tuvo sus protagónicos en El Portazo de Pedro Franco y trabaja en el grupo dramático de la radio provincial. También imparte clases… Igual, tiene que luchar la comida y hacer las cosas que todo el mundo hace, pero a ella se le da de un modo distinto:
«Cuando tengo que hacer labores mundanas, como ir a la bodega… me gusta observar. No la metatranca, sino mirar a la gente… A veces me parece triste que haya gente que viva sin pensar en algo más allá de lo que está haciendo en ese momento: en levantarse, cocinar, fregar, buscar los mandados…
»Para mí es imposible vivir sin crear. No solo cuando uno ya está en el proceso de montaje de una obra, lo mismo como actriz que como dramaturga que como directora, sino el crear constante que está siempre en la cabeza del artista. Vas por la calle y ves una imagen y de pronto te haces una historia. A lo mejor sale algo y a lo mejor no. Pero dices: ¡Ño, si yo supiera fotografiar esto, sería tan buena foto!»
Habrá gente común que no la entienda, que diga que eso es evasión o estar en las nubes, y si pudieran le preguntarían: ¿Regresar al alquiler que tienes hasta que el dueño desee vender la casa? ¿Y cuándo vas a tener la tuya propia? ¿Y tus hijos? ¿Has pensado en tenerlos o te da miedo la inseguridad en la que vives? ¿Y qué haces de comida? ¿Y con el transporte?
No sé hasta dónde la realidad condiciona la felicidad de María Laura puertas adentro, cuando llega a las cuatro paredes que le sirven de refugio. Lo qué sí me dejó claro es que no se detiene:
«Hacer arte en Cuba es muy difícil, porque todo está muy difícil. Para el que crea y para el que no crea. Para el que cree y para el que no cree. Pero a lo mejor es que mi enseñanza viene de Rubén, que fundó Estaciones en el año 94, un periodo superdifícil. Y de una forma u otra, uno aprende del legado de sus padres. Tal vez verlo sacar adelante un proyecto que, por supuesto, ha tenido altas y bajas aun siendo uno de los mejores grupos de teatro de este país, me hace decir: Definitivamente, cuando se quiere se puede.
»Yo creo que todo el mundo piensa en algún momento en emigrar. En algún momento del día, una vez a la semana o al mes, me parece que pasa por la cabeza, si no de todo el mundo, de casi todos. No he pensado en hacerlo decididamente, sino que me ha pasado por la cabeza y me he cuestionado muchas cosas, y he estado harta, harta y agotada y triste y decepcionada, pero me sucede algo: y es que yo no puedo vivir sin hacer arte, y me asusta mucho irme a otro lugar solo para poder comprar comida y champú. No me parece justo. No me parece justo conmigo misma, que me he pasado la vida construyendo esto que estoy empezando a ser, o que soy… De pronto empieza a salir una María Laura de la que aquella niña que fui estaría orgullosa… y está de pin…, perdóname la palabra, irme y sí, llenarme el estómago y lavarme la cabeza y no tener caspa. Pero sin hacer arte, no puedo. Me muero de tristeza. Te lo juro. No tengo valor. Me parece que no voy a poder. No estoy dispuesta. Ahora mismo… no».
Ella quiere teatro. Por ahora no desiste. Pero el tiempo pasó y ya no es tan fácil como entretener a unos cuantos amiguitos desde atrás de la butaca. María Laura lo sabe.
Foto: Néster Núñez
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