Manuel David Orrio, el periodista.
Cortesía de Manuel David Orrio ex Agente Miguel de la Seguridad del Estado cubano con La Joven Cuba. Fragmentos de un libro suyo en preparación.
Integré el contrarrevolucionario “periodismo independiente” como respuesta acertada dela Seguridaddel Estado a una solicitud de renuncia de su agente Miguel. Nada en conflicto, en verdad. Mi labor había comenzado en 1992 como uno de los fundadores estatutarios de la llamada Corriente Socialista Democrática Cubana, advertido de inicios de que cualquier pugna con Elizardo Sánchez Santacruz, “cabeza a la sombra”, significaría mi aislamiento. “Si por cualquier motivo vas contra él, te anula; no admite discrepancias, aunque parezca que sí”, me dijo mi primer jefe.
Tomé nota y actué al pie de la letra. Pero en la labor de los servicios especiales la vida obliga a decisiones contradictorias. Se produjo al interior del grupo una pugna de poder en la cual, por orden superior, no tuve más remedio que enfrentar a Sánchez…y pagué el precio. Para 1995 no veía utilidad en mi esfuerzos, amén de que mi situación económica y la de mi madre eran desesperantes, incluso para lo “desesperado general” del momento. Así, honestamente, presenté mi renuncia y solicité ayuda para conseguir un mejor empleo.
Razones personales me condujeron en 1991 a trabajar como sereno de un agromercado, en busca de paz y tiempo libre para reordenar una vida — y para nada una vida “mala” — que había pasado por un huracán: pérdida de un buen trabajo a causa de denunciar a un burócrata mentiroso, divorcio, muerte de mi padre, proceso judicial acerca de mis derechos como padre de mi hijo, en fín, un mal tiempo, coincidente en lo histórico con uno de los peores de Cuba. Mi idea inicial fue darme un respiro y después seguir adelante; hoy, al evaluar ese pasado, puedo afirmar que hasta pude ser una persona de muy buena posición económica, sin violar la ley, o incluso en pícaro ejercicio de tales o cuales informalidades, entendidas éstas por “hacer lo lícito por lo ilícito”.
El destino, el implacable, cambió mis planes y decidió llegada mi hora de defender a Cuba. Mis proyectos en ciernes fueron sustituidos por el ingreso enla Seguridad, lo cual más tarde califiqué ante mi actual compañera en la vida como “un ataque de patriotismo y, después de éso quien se ‘quien se baje del carro’ es…” Disculpe la comunidad gay. Por mucho que lo evites, las huellas más sutiles del machismo no son fáciles de borrar…
Manuel David Orrio Fidel
Cuatro años pasé de sereno de agromercado (1991-95), en jornadas alternas de 12 horas cada una. Se supo públicamente el 22 de septiembre de 1993 que pertenecía a los “derechos humanos”, forma en la cual la población se refería a la pertenencia a grupos anticastristas, aunque por aquí y acullá mis cercanos comentaban mi andar a “pasos raros”.Se conoció bien públicamente, porque fue la primera vez que mi nombre se escuchó por “Radio Martí”. Agradezco al administrador del hoy inexistente establecimiento su resistencia a las presiones pro mi desempleo, por parte del comité de zona del Partido Comunista en la barriada. “Si me buscan a uno que cuide ‘ésto’ como él, aceptaré ‘botarlo’. Sólo viene a trabajar y no habla una palabra de política,”, sé, dijo entonces.
Canta Silvio Rodríguez en una de sus bellas canciones que “debes amar la hora que menos brilla”. Mis años de sereno fueron, exactamente, éso. Tiempo dedicado a defender a Cuba, a vencer de modo aplastante la injusticia burocrático-judicial de que fui víctima respecto a las relaciones con mi hijo, en tanto que padre divorciado; noches empleadas en buenas pero no por ello vigilantes lecturas, y en las cuales el aporreo de una Remington portátil modelo de 1939 avisaba a los ladrones barrioteros que “el cojo está de guardia”. Sí, porque las preocupaciones del administrador del agromercado eran justificadas. En el otro turno, donde jamás logró estabilizar a un sereno, los cacos “acabaron”. Creáse, o no se crea: equivalencias mediante en escenario de hiperinflación, trabajé por ¡un dólar! al mes. Porla Seguridadni un centavo, cuentas ajustadas y aún me deben: pertenecí a una generación de agentes donde se consideró deshonroso — en telepático consenso — recibir dineros del Estado. “Las armas se arrebatan al enemigo”… y la “plata” también, una tradición nacida en el Ejército Libertador y continuada por el Rebelde.
“Dios nunca juega a los dados”, creo, afirmó Einstein. Una polémica publicada por la revista dela Casade las Américas sobre Eduardo Chibás, destacado político criollo de la primera mitad del siglo pasado, me incitó a escribir. Por mis años juveniles había intentado con la poesía. Pero el poeta y amigo Roberto Branly, fallecido prematuramente, me convenció de manera sutil de mi incapacidad para ese arte. “Los poetas somos gentes inocentes”, dijo. Capté el mensaje, incluso con gratitud. Yo, de “inocente”, ni un pelo.
Si acaso, quedan de esa “obra” una decena de poemas, en los cuales sí puedo decir que uno, solamente uno, ha estremecido a más de una hembra. Se lo dediqué a una polaca capaz de convencer a cualquiera de cuán telúrica y sibilina puede ser la vagina de una eslava. El truco para desatar al fuego oculto bajo la nieve es simple: acaricie neuronas.
Verbos
Estaba allí sobre los ojos del insomnio
Dormía anhelante sobre cenizas
Recitaba el poema de la angustia
Hablaba de las horas muertas y moría
Bordaba en la pestañas el silencio
Cantaba en la sonrisa la canción desesperada
Iba desnuda
Cabalgaba…
Chibás, su “fantasma”, fue quizás el principal incitador de mis escrituras. La polémica me llevó a revisar viejos papeles de mi padre, integrante de su partido y revolucionario humilde hasta su muerte, dueño de más de un secreto insurreccional que aún guarda en la tumba. Asombro, total asombro. Entre los documentos había un folleto revelador de un “Chibita” muy trascendente a la imagen tradicional conocida en Cuba, según la cual sólo había sido un gran luchador contra la corrupción político-administrativa de su época. El Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), por él fundado y lidereado, se pronunció contra el derecho de veto en Naciones Unidas a sólo dos años de creada la organización mundial. Chibás, poco antes del trágico incidente conductor a su muerte, prometió en una entrevista que si era electo Presidente de la nación, haría discutir en el Congreso dela República, por primero de sus actos, el proyecto de Código Cubano de Reforma Agraria de Manuel Dorta Duque — otro ortodoxo fundador –cuyas vigentes posibilidades van desde el asombro hasta el escándalo, en términos de solucionar la endémica crisis del agro criollo.
Dorta Duque: perdónese a Dorta su visceral anticomunismo, en parte justificado por las bien probadas barbarides de Stalin. Fue autor, entre otras, dela Leyde Corporación del Turismo, proclamada modelo de legislación turística para el continente en el Congreso Panamericano del ramo, habido en Panamá en 1934. Por unanimidad, apunto de paso: es decir, los norteamericanos aceptaron que un cubano les instruyera sobre ¡cómo había que organizar el turismo!
“Dios nunca juega a los dados”, repito, creo que dijo Einstein. Ad literam me di a la caza de Dorta Duque. Una mañana revisaba fichas en la biblioteca del Tribunal Supremo y ¡zas!, apareció la del jurista y político ortodoxo, nada menos que con el texto oficial de Derecho Agrario para la carrera de abogado de su tiempo…del cual también fue autor. Volé hacia la vieja bibliotecaria y lo solicité. Escuché toses, maldecires — “¿Dónde coño está?, ¡carajo, qué “polvero”! –; la mujer se acercó al mostrador y lo puso ante mí. Toqué, hojeé, embargado por la emoción. Al final, el proyecto de Reforma Agraria que Chibás habría llevado al legislativo criollo, de haber llegado a primer mandatario. Mis emociones, percibidas en silencio por la señora, pasada de sesenta, le hicieron decirme:
— Joven, ese libro jamás ha sido pedido desde que trabajo aquí. Hágase el bobo y no lo devuelva.
Y en mis manos está.
Por supuesto, la “fiebre escritora” comenzó. Bodrios iniciales, mi Remington escandalosa avisando a los ladrones barrioteros que no aparecieran por el agromercado, lápiz afilando texto, críticas oportunas; quien escribe sabe cómo es. Entretanto, mis posibilidades como agente encubierto a las cercanías de Elizardo Sánchez se agotaban, pero también mi jefe de entonces conocía mis escritos. Recibía copia, invariablemente. Jamás los comentó. Pero cuando presenté la renuncia y expliqué por qué, expresó:
— Tranquilo, tranquilo. Tómate un descanso y dame unos días. Casi te lo garantizo: tendrás una oferta que te gustará.
Exacto. Como a la quincena reapareció. Se producía al mismo tiempo la reemergencia del “periodismo independiente”. Pues bien, la esperada opción era ésta: un cambio de misión hacia aquel, con la idea de llegar a vicepresidente dela Agenciade Prensa Independiente de Cuba (APIC), bajo el mando del veterano periodista Néstor Baguer (agente Octavio, 40 años de servicios clandestinos ala Patria), ya de más de 70. La idea era sustituirle y “tomar control”, caso de fallecer por ley de la vida. Baguer, a fín de cuentas, estaba en edad posible. Por supuesto, ni imaginar quela Seguridad, previsora, colocaba “heredero” en sitio.
— Socio, pero yo no soy periodista, ¿cómo me las voy a arreglar? – interrogué a mi oficial, entre temeroso y tentado.
— Tú puedes, tú puedes más de lo que crees. Busca a Baguer, llévale tus escritos. Ya verás. Y ahí pagan, así que matamos dos pájaros de un tiro.
¡A la orden! Busqué a Baguer: algunas conversaciones, artículos entregados y como a la tercera o cuarta visita encontré a El Viejo en plena preparación de un “envío” para publicar, encabezado por un par de ejercicios míos. Para colmo, Baguer me ofreció sin muchos trámites ser su segundo. Una vez más expresé dudas hacia mis capacidades; una vez más, desechadas. Al otro día, ambos, rumbo a la sede del Buró de Prensa Independiente de Cuba (BPIC), donde fui formalmente presentado y aceptado. Honestamente, no sabría decir si la emoción nubló mi ya aguzado olfato “seguroso”. La verdad: ni en sueños sospeché cuántas cartas… en manos dela Seguridad.
Comencé a vincularme, a “estar”. Baguer me prestó un excelente Manual de Periodismo que devoré como antropófago, punto de partida de una superación profesional al parecer infinita, aunque me haya graduado por dos universidades: la “enemiga”, y la deLa Habana. Ibarápido, volando casi. Renuncié a las “serenidades” del agromercado y me sumí en aquel mundo. Mi nombre comenzó a aparecer en “Radio Martí” con reportes sobre la economía, la cosecha azucarera, temas legales. Desde los primeros momentos observé que eran áreas no cubiertas por los “colegas”, más interesados en reportar supuestas violaciones de derechos humanos, como pruebas de una imagen mediática favorable a los intereses de los EE.UU. Mis informes eran sorpresas para “Radio Martí”; trabajaba como condenado, era imparable. Miro a la distancia, releo originales y me critico: ¡qué buenas notas, cojones!
La noche del 4 de diciembre de 1995 fui a casa de mi hijo, de entonces apenas 6 años. Era normal, vivía a metros de mi hogar y me era fácil tener con él estrechas relaciones, ganado el conflicto judicial acerca de mis derechos como padre divorciado. Jugaba con el “chama” cuando apareció a la puerta una de las “estrellas fugaces” que pasó porla APIC, para avisarme que Baguer me llamaba URGENTEMENTE. Pensé en algo grave. Partí hacia donde residía, bicicleta a todo pedal.
Baguer me esperaba. Su rostro, en expresión grave, cual si hubiese muertos de por medio. Sentado sobre un criollo sillón de balance, boina a la cabeza, me dijo: “¡Aquí hablan de ti!”; me extendió un ejemplar de El Nuevo Herald, obviamente preparado para la sorpresa que sin dudas iba a disfrutar, como disfrutó. Al abrir el diario, página de opinión del 21 de noviembre de 1995, ¡“El fantasma de Chibás”!
Había nacido Manuel David Orrio, el periodista.
Manuel David Orrio, el periodista.
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