Recientemente circuló por las redes sociales una foto de Mon Laferte en la alfombra roja de los Latin Grammy en un gesto de lucha. La artista y cantante, denunció la violencia en escalada que viene aconteciendo en su país, desde hace varias semanas. También lo hicieron Álex Anwandter, cantante chileno, quien posó con una pancarta ante las cámaras. Dos deportistas de distintas disciplinas, de igual nacionalidad, aprovecharon el podio al recibir las medallas para patentar el mismo reclamo: Cubrieron sus ojos para la foto oficial, pidiendo justicia por las personas que los han perdido a causa de las balas y los gases lacrimógenos. Similar gesto se repite en las fotos de diversos artistas, que han utilizado sus cuentas personales para difundir una verdad a voces que los medios manipulan.
“Nos matan, violan y torturan” fueron las palabras escritas por la cantante; las mismas que se observan en la bandera que levantaron los deportistas y en la pancarta de Alex. Sin embargo poco se conocen del resto de las imágenes de las que les hablo. La foto de Mon Laferte acaparó los titulares y ninguno hacía énfasis en las palabras más fuertes que gritó la artista sin abrir la boca: matan, torturan, violan.
No fue casual la elección del lugar “El plan era precisamente hacer una denuncia pública en un lugar donde podía llamar muchísimo la atención”, confiesa a Europa Press. No solo los medios movieron el foco de atención. Laferte recibió todo tipo de reacciones es sus redes. Su protesta cosechó expresiones de orgullo, admiración y otras tantas de rechazo. Lo cierto es que la doble moral alrededor de las denuncias de la cantante generó muchas interrogantes en las cuales pensar.
¿Qué enoja de las demandas de Mon Laferte, sus pechos o las violaciones de los derechos humanos en Chile?
Sin proponérselo la cantante puso sobre su cuerpo muchas verdades, que traspasaron las palabras usadas. El cuerpo de la mujer como merchandising no ofende, las transparencias en los vestidos con poses “sensuales” no interpelan a nadie. Pero sobre el cuerpo de una mujer, que no es usado como objeto de deseo, muchos se opina.
El largo del vestido o la decisión de ser madre aún están en disputa. Chile no tiene ley aborto legal, gratuito y mucho menos seguro. El pañuelo en su cuello es también uno de los reclamos de las mujeres chilenas que hoy se encuentran en las calles. Un pañuelo alzado por todas las que han muerto a causa de abortos clandestinos o cumplido condena por no querer ser madres. ¿No constituye esto una violación de derechos?
El cuerpo de la mujer ha sido territorio de disputa históricamente. No solo cuando señalamos los cánones que apuntan a moldearlo; sino también en su forma más burda y grotesca. Violentar el cuerpo de las mujeres de los soldados en antiguas guerras, constituía una forma de demostrar poderío, intervención, dominio.
Al decir de Rita Segato, el cuerpo de la mujer es el bastidor o soporte en que se escribe la derrota moral del enemigo.
Por otro lado, cosificar a un contrario es la única forma subjetiva de perder contacto con la condición humana que evita la violencia. El lenguaje en su papel de mediador deshumaniza y el violentado se vuelve objeto amenazador, de una verdad que se cree con derecho a salvaguardar.
En las disputas de la actualidad, la desnudez forzada, las laceraciones y las violaciones a las mujeres poseen una intencionalidad, que va más allá del conflicto político. Las mujeres poseen la carga doblemente significativa ante la violencia en un conflicto y su cuerpo constituye otra “verdad”, que se siente amenazada ante la disputa política.
Mon Laferte, mostró su torso desnudo como analogía de varios territorios en disputa. Su cuerpo chileno, de mujer, sin más adorno que un pañuelo verde y las palabras que sangran tanto Chile como las mujeres chilenas violadas.
31 comentarios
Los comentarios están cerrados.
Agregar comentario