Tomado de http://www.lajiribilla.cubaweb.cu/2003/n110_06/110_07.html
Fue difícil la entrevista al principio. Nos costaba trabajo romper el hielo inicial, para que el agente Saúl nos contara sin presiones, sin tener que extraer las palabras como quien saca muelas.
Poco a poco la conversación comenzó a fluir y descubrimos a un hombre con una memoria prodigiosa, que puede reseñar situaciones con los detalles esenciales y los adjetivos precisos, de tal manera que nos parecía estar mirando las escenas que contaba.
¿Quién es Pedro Serrano Urra? ¿Por qué eligió Saúl como nombre de guerra? La respuesta pudiera ser la sinopsis de un libro: “Saúl es el protagonista de una novela policiaca cubana de los años 80. Me gustó el libro y convertí a ese personaje en el abogado de los ‘disidentes’ de Pinar del Río.” Aquí está la nueva historia.
AGENTE SAÚL
¿Cuándo se inicia como agente?
En 1999. Soy abogado, y por problemas administrativos, me fui de la actividad de Bufetes Colectivos. Algunos “opositores” habían hecho contacto conmigo, necesitados de ayuda legal. Conocí a casi todos los que se dedicaban a la contrarrevolución en Pinar del Río, incluyendo a algunos que luego se fueron del país.
Exactamente, ¿cómo comienza a conspirar?
Me fueron a ver a mi casa para que denunciara mi caso en el exterior. Conversé con un oficial de la Seguridad del Estado y la orientación fue que me incorporara al grupo. Casi de inmediato los que me habían ido a visitar, me presentaron a Víctor Rolando Arroyo Carmona, era colaborador de la agencia de prensa Unión de Periodistas y Escritores Cubanos “Independientes” (UPECI), y el principal cabecilla de estos grupos en Pinar de Río. Necesitaba con urgencia un asesor legal de su confianza. Empecé a ser “el abogado de Víctor”.
¿Lo presentaban así, solo como abogado?
No. Mi fachada era de director del Centro de Estudios Sindicales, que formaba parte del Consejo Unitario de Trabajadores de Cuba. Tuve contactos con René Laureano Díaz, Joel Brito y Víctor Manuel Domínguez, de la Federación Sindical de Plantas Eléctricas, en Miami.
¿Qué tareas le daban como abogado de la contrarrevolución?
Asesorar en todos los procesos legales o en cualquier otra situación que necesitara un litigio en los tribunales. Además, presentaba informaciones sobre violaciones procesales. Debía participar en juicios, ver cómo estaba el funcionamiento de los órganos judiciales y de administración de justicia, si se cometían atropellos…
Daba conferencias para preparar a la contrarrevolución acerca de estos temas. Estudiábamos los elementos que justifican un delito de desacato, atentado, resistencia, injuria hacia la figura del presidente Fidel Castro, a los funcionarios de la Asamblea Nacional, del Consejo de Ministros; sobre la violación de domicilios y la correspondencia… El Centro de Estudios que yo dirigía convocaba todos los sábados esas conferencias.
¿Sostuvo contacto con la SINA?
Nunca visité la SINA. Estuvimos programando visitas, pero por una razón u otra siempre se interrumpieron. Pero sí participé en reuniones con los representantes de la SINA.
¿Dónde?
En la casa de Víctor Rolando. Allí fueron dos jefes de la SINA, Vicky Huddleston y James Cason.
¿Cómo fueron estos encuentros?
Ellos eran bastante directos. No se iban por las ramas. Se interesaban por todas las actividades que estaba haciendo “la disidencia” en Pinar del Río. Pedían detalles, y nos advertían que necesitábamos crecer en membresía, organizarnos, unir todos los grupos “opositores”. Usaban, incluso, algunas ideas tomadas de la Revolución: “En la unión está la fuerza”, “Todos Unidos”, etcétera…
La parte que más le entusiasmaba a la gente era cuando preguntaban qué medios teníamos y qué necesitábamos. Siempre nos prometían ayuda.
¿Cuándo los visitó James Cason?
En marzo de este año [2003], en los días en que el Comandante en Jefe estaba de visita por los países asiáticos. Tenía mucho interés en conocer qué criterios teníamos nosotros sobre esa visita, si habría alguna repercusión en la sociedad cubana, si Fidel a su regreso traería algunos elementos nuevos en su política para ajustarla en el país. Estaba obsesionado con esos detalles, que para los allí presentes resultaban muy lejos de nuestra información e intereses.
También, preguntó si teníamos vínculos con otros miembros del cuerpo diplomático…
Sobre esto, ¿les sugirió algo en particular?
Era muy importante, a su criterio, hacerles llegar nuestras denuncias. Él estaba interesado en conocer si en Pinar del Río se había recibido la visita de algún otro diplomático, si contábamos con ayuda de otros países… Dijo que había disposición de otras sedes en colaborar con la “disidencia”. Habló de España, Panamá, la República Checa, Canadá, México… Mencionó cinco o seis.
• Consejo Nacional del Presidio Político Cubano
¿Y qué otra cosa les dijo?
Prometió poner a nuestra disposición cursos de educación a distancia con posgrados, maestrías, doctorados, dirigidos a personas de nivel superior que estuvieran en la “disidencia”. Se dirigió a mí y a otro abogado que participó en la reunión cuando habló de esto. Prometió enviarnos bibliografía para que nos preparáramos y que él después nos enviaba el examen, en coordinación con universidades de los países latinoamericanos. Era en un tono envolvente, conciliador.
¿Por qué conciliador?
Se refería mucho a los cubanos de aquí y de allá, que somos una misma familia, que Miami no es tan terrible como la pintan. Lo más urgente era que, con la ayuda de los cubanos del exilio, nosotros ganáramos todo el espacio posible porque solo así podía venir en Cuba la transición.
¿Qué tiempo duró la reunión?
Alrededor de dos horas.
¿En qué dirección se encuentra la casa de Víctor Rolando?
La reunión fue en el Reparto Jacinto, en la casa de la mamá de Víctor. Allí nos reunimos unas 10 personas, el grueso de la “oposición” pinareña. Víctor desarrollaba sus actividades fundamentales en casa de su mamá, en la suya hacía solo algunos escritos.
¿Hicieron una selección de los participantes o son 10 los que integran la “oposición” en Pinar del Río?
No, son mucho menos. En realidad los grupos “opositores” no llegan ni a grupo. Imagínate que yo era el coordinador del municipio de Pinar del Río del Consejo Unitario de Trabajadores y, a la vez, el delegado de la provincia. Éramos cinco o seis personas en el Consejo Unitario. Siempre decíamos que estaba integrado por 300 personas de todos los municipios. En realidad eran fantasmas.
¿Y Cason aceptó aquel globo?
Por suerte para los jefes de la disidencia a Cason nunca se le ocurrió preguntar por el número de personas que integrábamos sus filas. Siempre tuve la sospecha de que él no preguntó porque sabía muy bien la respuesta, y no estaba para oír más mentiras.
¿Los otros funcionarios preguntaron?
No. Traían un discurso único: crecer y unirse. Siempre recomendaban lo mismo. Ellos deben conocer mejor que nosotros a los “disidentes”, porque lidian permanentemente con ellos. Ese cuento de dos millones de opositores entre los 11 millones de cubanos, como le encantaba decir a Víctor, es para que se lo crean los ignorantes de la realidad cubana, fuera de la isla. No para los americanos, que conocen muy bien el paño de la disidencia.
¿El Jefe de la SINA defendió algún grupo en particular?
Al Proyecto “Varela”. Pidió que lo apoyáramos, que tenía un gran respaldo internacional y que lo iba a seguir teniendo. Era la pasarela hacia “la democracia”. Algo así dijo, sin detenerse siquiera en los enormes escollos legales que tiene ese proyecto.
¿Cuáles eran las expectativas de los 10 “disidentes” pinareños con la visita de Cason?
Antes de llegar Cason hablamos de preguntar si se iban a mantener las remesas familiares, los vuelos Miami-Cuba, y si se mantendría el bloqueo o lo levantarían. En particular, queríamos saber cómo se estaba repartiendo el dinero, los famosos 8 099 181 dólares de la USAID de 2002, de los que había llegado bastante poco a la provincia.
• Grupo de Apoyo a la Disidencia Interna
¿Los “opositores” estaban interesados en mantener las remesas y los vuelos?
Algunos estábamos a favor, otros en contra. Víctor era de los que quería que se suspendieran las remesas y los vuelos. Él era de línea dura. Cason mantuvo silencio sobre estos temas.
¿Habló del dinero que recibirían ustedes?
No hizo comentarios sobre esto. Todos nos quedamos ansiosos esperando que nos tocara el tema económico. Creíamos que, a partir de esta visita, iban a llover los dólares.
Nos hablaron además de las “bibliotecas independientes”. En Pinar del Río había tres proyectos fundamentales en ese momento, que eran la esperanza de una “oposición” más solvente. Uno era el mío, el Centro de Estudios —que por cierto, a Cason le interesó muchísimo. Otro era el de la galería de arte “Espacio Interior”, donde se exponían cuadros de pintores “disidentes” —la mayoría de las pinturas daban deseos de salir corriendo. Eran de tan mala calidad, que el promotor de la galería decidió darles algunas clases a los “artistas independientes”.
El tercer proyecto de los consultorios y farmacias “independientes”, era tal vez el más nocivo.
¿En qué sentido?
Porque estaba dirigido a subvertir el programa de salud cubano, creando un sistema paralelo. Era muy agresivo y tenía muchísimo apoyo desde el exterior.
¿Sabe cómo surgió?
A principios de 2002 este proyecto cobró cierta connotación en el municipio de Guane. Parece que fue idea del doctor Jesús Manuel Cruz Santovenia, del Partido Pro Derechos Humanos afiliado a la fundación Andrei Sajarov. Como al doctor le llegó la visa, convenció a otro médico, Hanoi Hernández Piñero para que lo desarrollara. Este hombre estaba loco por tener la visa, y se montó en esa guagua. Eso es lo que se decía, sin embargo, todo el mundo sabía que la inspiración había llegado de otro lado.
¿De dónde?
En el 2001, Marcelo Cano Rodríguez, miembro de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional y fiel colaborador de Elizardo Sánchez Santacruz, había estado pergeñando esa idea, en principio para que la “oposición” tuviera su clínica particular. Querían adquirir equipos y tener un amplio y surtido almacén, que les permitiera incluso hacer servicios “humanitarios” a la población en general. Es decir, empezaron a aparecer por aquí y por allá signos de interés por el mismo proyecto.
¿Conocieron de otras ideas similares?
Caridad Pérez Gaínza, del Movimiento 24 de Febrero, también quería su consultorio médico “independiente”. Quería empezar utilizando su equipo de aerosol para el uso de sus vecinos, en Lawton, Diez de Octubre. Por ahí empezó la cosa, hasta convertirse en un proyecto sostenido por la contrarrevolución en Miami.
¿Cómo sabe tantos detalles?
Lo escribían todos los días en la “prensa independiente”. Este fue un movimiento con una difusión internacional tremenda. Por supuesto, todo lo que les dije anteriormente pueden encontrarlo aderezado con todos los adjetivos que puedan imaginarse: “las hordas castristas impidieron la acción humanitaria de la señora Caridad Pérez Gaínza”; “violenta reacción contra el doctor Hanoi…”, etcétera, etcétera. La realidad fue que vieron aquí un tremendo filón para desmoralizar y confundir a la población.
¿Quién lo apoyaba en Miami?
Frank Hernández Trujillo, del Grupo de Apoyo a la Disidencia. Envió medicamentos por todas las vías posibles a sus asalariados en Cuba. Y, por supuesto, dándole una enorme publicidad en las emisoras contrarrevolucionarias.
Recuerdo que en febrero de este año Radio “Martí” y La Poderosa divulgaron la creación del Consultorio Médico “Independiente” de Guane, atendido por Hanoi, en su casa. Alguna gente se presentó buscando las medicinas. Después conocimos que este engendro en realidad había surgido en Estados Unidos, se le llama Proyecto Piloto, y era coordinado por el doctor Manuel Alzugaray Pérez, del Miami Medical Team Foundation, en comunicación con miembros del Colegio Médico “Independiente” de Cuba.
¿Quién es Manuel Alzugaray?
Es amigo personal de Otto Reich, subsecretario de Estado para asuntos latinoamericanos, quien está mediando para que a Alzugaray le sea otorgado el GRANP (beca de solicitud de dinero al gobierno de Estados Unidos para actividades de apoyo a la contrarrevolución externa e interna).
¿Llegaron medicinas a la cabecera de Pinar del Río?
A través de la agencia Cubapacks International, Víctor Rolando recibió medicinas muchas veces y las compartió con algunos de sus socios quienes siguieron las mismas indicaciones de los demás distribuidores de medicinas.
¿Solo medicinas, o también, equipos?
Frank Hernández Trujillo le envió al doctor Hanoi un equipo de electrocardiogramas, medios para conocer la presión arterial, instrumentos de análisis clínico, aerosoles. Este hombre se había hecho casi de un hospital.
Dices que los consultorios independientes tuvieron una gran difusión internacional…
Sí, y no solo en la prensa de Miami. Jesús Melgar, un cubanoamericano radicado en Estados Unidos, hasta intentó realizar un congreso internacional en ese país, con la representación de todos los consultorios médicos “independientes”, incluyendo médicos de España y América Latina.
¿Nada más que consultorios?
No, también farmacias “independientes”, que se pretendía abastecer con los medicamentos que no existen en la red estatal o son deficitarios. Lázaro Lemus González y Alberto Hernández Suárez, de la Unión de Jóvenes Democráticos de Cuba, de Pinar del Río, intentaron crear una farmacia “independiente”, con el apoyo de Enrique Blanco y Frank Hernández Trujillo. Lázaro contaba en confianza que entregarían las medicinas por receta médica y hasta dijeron a Radio “Martí” que habían inaugurado una farmacia en Candelaria. Todo era mentira.
Era conocido el sueño de Maritza Lugo, ex presidenta del Partido Democrático 30 de Noviembre “Frank País”, que se encuentra en Estados Unidos. Ella quería crear una farmacia en todas las provincias, para hacer campaña política a favor de los grupos contrarrevolucionarios. En un correo contaba que Frank Hernández Trujillo posee abundantes medicamentos en su domicilio en Miami para ser enviados hacia Cuba, y que había dado instrucciones para realizar un estudio de las zonas donde hubiera mejores condiciones para el proyecto.
El propio Víctor me comentó que había participado en una fiesta en casa del doctor Hanoi, en Guane, el primero de febrero de 2003, para celebrar el primer aniversario del Consultorio Médico “Independiente”.
¿Supo qué había ocurrido allí?
Hablaron de crear dos consultorios “independientes” en el municipio de Sandino. El doctor Hanoi prácticamente tenía un almacén de medicinas en su casa, y entregó un paquete de medicamentos.
¿Han funcionado estos consultorios?
No. Solo son un lugar donde se reparten medicinas. Que yo sepa en Pinar del Río solo funcionaba la farmacia radicada en Candelaria, dirigida por Alberto Hernández Suárez, quien ha distribuido medicamentos por recetas médicas, previa presentación del Carné de Identidad de las personas que han sido abastecidas. Este hombre no sabe absolutamente nada de farmacología.
De las llamadas vacas sagradas de la “disidencia”, ¿quién apoyó directamente este proyecto?
Martha Beatriz Roque, y para eso también recibía dinero de Miami. Ella misma ha hablado de eso. Dijo haber recibido un considerable financiamiento para adquirir el equipamiento necesario y que había inscrito las farmacias como Comisión de Asistencia a la Salud (COMAS).
Víctor es uno de los que está preso. ¿Tuvo acceso a las pruebas testificales?
Sí. Lo sancionaron a 26 años. Las principales pruebas fueron documentales. Se le ocuparon documentos de todo tipo: el dinero recibido, algunos envíos directamente de la Fundación Nacional Cubano Americana.
Es un hombre sin escrúpulos, que ni siquiera era bien mirado por los contrarrevolucionarios, por su egoísmo y su carácter violento. Tuvo varias reclamaciones de dinero y se dedicaba, sin ningún pudor, a vender los radios de la SINA y cualquier cosa a la que pudiera sacarle provecho.
Por ejemplo, si mandaban una cámara para alguien Víctor decidía dársela a otra persona. Los “disidentes” no lo querían, pero lo toleraban porque era el hombre de las relaciones en la SINA. No era una persona muy suelta para dar avales.
¿Le entregó dinero a usted?
No. Un radio y un pitusa. Una vez me dio 100 pesos en moneda nacional y se lo entregué a la Seguridad. Sé que eso provenía de un dinero enviado de Estados Unidos, que alguien aquí lo cambió y me dio solo los 100 pesos, pero no sé quién fue. Todas estas cosas pasaban a menudo.
¿Y su familia?
Estuve infiltrado desde 1999 hasta el día 3 de abril de 2003. Yo tengo dos hijas de un primer matrimonio, las dos son militantes de la juventud. Una de ellas estudia el tercer año de Derecho, aquí en la Universidad de La Habana, y la otra el tercero de música, en la Escuela de Instructores de Arte, de Pinar del Río.
Desde que nacieron siempre fui un ejemplo para ellas. Hemos tenido tanta confianza que me senté y les dije que no hicieran mucho caso a lo que les dijeran de mí.
¿Y su esposa?
No sabía nada. Es profesora en un IPUEC, licenciada en Matemáticas y militante de la Juventud. Tenemos un niño de dos años. Vivimos con mi suegra y su esposo, que es revolucionario y mis vínculos con la contrarrevolución me creaban todo tipo de dificultades en el matrimonio, en las relaciones de familia. Tenía que estar jugando cabeza. No trabajaba y eso era otro problema. Les dio mucha alegría saber que era un agente de la Seguridad. Fue como un acto de magia, donde todo cambia en un minuto.
¿Los contrarrevolucionarios nunca dudaron de usted?
Nunca tuvieron ni un ápice de duda. Tal es así que cuando me vieron en el juicio pensaron que yo iba como un testigo contrarrevolucionario. Allí se presentaron testigos que eran de los grupos “disidentes”, pero desde el primer momento de mi declaración, cuando el fiscal me pregunta por qué iba a declarar, dije que era de la Seguridad.
¿Por qué?
Me presentaron fuera del trámite de la proposición de prueba. Cuando el fiscal realiza sus conclusiones acusatorias, generalmente presenta las pruebas que sostienen su base acusatoria. Claro, el abogado las recibe y conoce cuáles son, y sobre esa base, él también presenta sus pruebas.
La Ley de Procedimiento Penal permite, a través del artículo 340, apartado uno, que en el acto de juicio oral se presenten pruebas importantes, trascendentales que quizás se han logrado obtener en el último momento. El tribunal valora la necesidad o no de esa prueba. Fui presentado por esa vía.
Por eso, cuando el fiscal me preguntó “¿Por qué usted vino a declarar?”, le respondí: “Porque soy el agente Saúl, de los Órganos de la Seguridad del Estado.”
¿Qué pasó con los acusados?
Quedaron tan sorprendidos y desmoralizados que Víctor Rolando Arroyo, una persona que no había dejado de manifestarse de modo prepotente en todo el juicio, no pudo recuperarse de ese golpe. A partir de ahí se sembró en la silla y no levantó más la cabeza.
¿Hizo comentarios ante el tribunal?
Nada. Ni siquiera cuando se le preguntó si quería decir algo más. Él sabía que yo sabía. Las pruebas fueron una bomba.
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