Cuando Tomás Moro escribió en el siglo XVI su utopía socialista, quizás tuvo una visión futurista (al más puro estilo de su contemporáneo Nostradamus) de otra isla que intentaría construir el Socialismo y en la que el tema de los viajes sería una constante para muchos cubanos. Difícilmente tendría este autor un éxito de ventas en Cuba, cuando este describe en su obra Utopía una isla en la que no era necesario viajar y por tanto la población no viajaba en absoluto. Para nosotros este es un tema sensible, está semi-impregnado en nuestro ADN el espíritu aventurero y el ansia de repetir el choque entre culturas que experimentara Cristóbal Colón, pero tanto es así que se convierte en un problema y adquiere dimensiones políticas.
Tampoco le agradezco a Moro haber proclamado desde tan temprano una supuesta separación entre Socialismo y la libertad migratoria o simplemente la posibilidad de viajar. Saben Dios y todos los santos que esto es fuente de mucho disgusto e incomprensión en la sociedad cubana. Al comienzo creí que Utopía estaba siendo un best-seller entre aquellos que toman las decisiones en esta rama, pero para no pecar de superficial y llegar a una conclusión definitiva al respecto, me dispuse a investigar un poco.
Después lo encontré clarito en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
- Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
- Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Me horroricé hace cerca de 4 años cuando leí esto por primera vez. ¡Eh! ¿Me están coartando mis derechos? Está claro que en un gobierno en el que no se respete algo tan básico como lo expresado en la Declaración algo no va bien, ¿pero qué será? Con la certeza de que el país donde quiero vivir no puede ser así, que mi legado para mis hijos no pueden ser esas libertades limitadas, tuve que esperar un poco más para formarme una opinión más sólida.
Después conocí las características de las leyes migratorias, algunas me parecieron francamente bárbaras, así como los mecanismos migratorios, si pudiera cogería al que las hace por las orejas para enseñarle que el Socialismo se hace para las personas, no al contrario.
Los mecanismos que aplique el Estado deben estar encaminados a garantizar en primer lugar la supervivencia del sistema socialista cubano en correspondencia con las necesidades de su pueblo, para ello debe aplicar políticas que resultan populares algunas y otras no tanto, la cuestión migratoria entra en la segunda categoría. Para esto es necesario un Estado fuerte que garantice atravesar este período, al que si le llamamos “mal rato” o Período Especial lo tendríamos que hacer eufemísticamente, porque desde hace más de medio siglo el bloqueo sumado a los problemas internos, nos ponen la soga al cuello. Existen algunos también que constantemente defienden la centralización extrema y una mayor dependencia de la sociedad con el Estado. A estos sólo les recuerdo dos cosas: miren el resultado que le dio a los soviéticos e investiguen un poco más, porque si el objetivo del Partido Comunista de Cuba es precisamente lograr el comunismo algún día, deberían saber que en este sistema político que es aún una utopía: el Estado desaparece.
Regresando a la cuestión de los viajes, tantas contradicciones me inquietaban y empecé a escuchar opiniones al respecto, desde la de un académico o político hasta la del barbero y el manicero en la parada de ómnibus. Las justificaciones que me daban unos no me convencían, las críticas extremas que me daban otros tampoco me resultaban suficientes. Fue hace apenas uno o dos años que llegué a una conclusión definitiva al respecto.
Sobre la migración siempre estuve convencido de que la estancia en Cuba debe ser completamente opcional. Dejar salir a todo aquel que lo desee, algo de lo que se habla poco es de las personas que regresan, no sé la cifra real pero sí estoy seguro que deben ser varios miles de personas los que han vuelto a vivir en la Isla.
Respecto a la libertad de viajar, estoy seguro de la importancia que tiene para los cubanos y siempre defenderé esto, pero en la actualidad (con mucho pesar) reconozco la necesidad de las políticas actuales que regulan esto, no por cuestiones políticas sino sociales. Cuando empezó el Período Especial ocurrió algo desgarrador en Cuba, se rompió el equilibrio e igualdad social existente y las diferencias se hicieron visibles, en algunas regiones más que en otras. Si la próxima semana todos aquellos que posean sus miles de dólares en el banco comienzan a viajar de vacaciones a París, ¿a dónde iría lo que queda de igualdad en Cuba? ¿Qué segmento poblacional sería el que saliera y de dónde saldrían esos ingresos? Por lo pronto prefiero esperar a que la famosa pirámide social se restablezca al menos un poco hasta que viaje aquel que lo haga con el fruto de su trabajo y no unos pocos privilegiados.
Esto tiene también otra arista que me parece oportuno destacar, la salida del país de sus profesionales, muchos de ellos jóvenes. Resulta lamentable el tema de la emigración joven en Cuba, como dijera Silvio Rodríguez, “quisiera vivir en un país al que los jóvenes quieran ingresar y no partir”. El hecho de que se marchen los jóvenes es un tema desgarrador que hipoteca el futuro de la nación y de por sí tiene mucha tela por donde cortar, sería muy ambicioso abordarlo aquí en tan poco tiempo así que mejor me referiré brevemente a los profesionales no tan jóvenes.
La construcción de un sistema socialista es un reto mayúsculo, porque no se trata de elaborar un nuevo sistema sino de dotarlo además de un elevado nivel de justicia social. Si tenemos un profesional de la salud o la educación superior, esta persona le ha costado miles de pesos en su formación al Estado cubano, por tanto está en el deber de retribuirle a su sociedad la inversión que él representa. Por otro lado conozco casos de profesionales que les llega el “bombo” y tienen que esperar cinco años para marcharse, ¿es esto justo? Si se trata de un recién graduado universitario se entiende que debe retribuirle al Estado durante su servicio social hasta que pague la inversión hecha en él, después yo lo dejaría marcharse si así lo deseara. Pero si una persona ya ha cumplido con su deuda a la sociedad y piensa marcharse, no puede hacerlo de un día para otro, su plaza no se ocuparía de un día para otro (como es el caso de los médicos específicamente). Por más que lo pienso no encuentro una mejor solución al asunto que un período de aproximadamente un año para que el Estado encuentre un reemplazo y la persona que piense emigrar se marche, actualmente no es así y lo que sucede es que hay personas que llevan varios años esperando su liberación y estando aquí en la Isla en contra de su voluntad, eso no me parece correcto ni producente para ninguna de las partes.
La Revolución y el proyecto socialista deben cuidar de sus profesionales, tanto lo jóvenes como los ya maduros, pero sobre todo debe preservar su naturaleza, no puede perderse en los abismos de los procedimientos burocráticos y debe recordar siempre que antes que todo tiene que ser humanista, eso es lo que nos diferenciará del capitalismo en última instancia.
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